Su ubicación geográfica permite las comunicaciones aéreas, a través de rutas transpolares intercontinentales

La Antártida: importancia geopolítica y económica

Este artículo ha sido publicado inicialmente en Centro de Estudios Estratégicos del Ejército del Perú. Puede ver el original en este enlace.

A pesar de las nuevas dinámicas y características geopolíticas propias de la posguerra fría y del auge de la globalización, existen reclamos soberanos sobre espacios territoriales específicos donde el rol del Estado tiene protagonismo respecto a la posesión y control territorial. Ejemplo de lo expuesto constituye la región antártica, pues existen pedidos de reconocimiento soberano (algunos de ellos superpuestos como es el caso de Argentina, Chile y Gran Bretaña), los cuales se encuentran congelados en su status quo, a raíz del Tratado Antártico establecido en 1959, el cual rige desde el año 1961.

Por otro lado, su relevancia geopolítica y económica se debe a los recursos naturales y estratégicos para muchas economías mundiales, el acceso al espacio cósmico y a las redes marítimas de comunicación global, la contribución con el cuidado y promoción del medio ambiente, así como el avance de los estudios científicos, entre otros aspectos.

La Antártida y lo Antártico

El vocablo Antártida deriva de los términos griegos anti (lo opuesto de) y arktos (el oso). Además, alrededor de esta se ubican Sudáfrica, Australia y América del Sur, y está rodeada por los océanos Pacífico, Índico y Atlántico.[1]

Por otro lado, el término Antártico incluye también las regiones marítimas, “cuyo límite externo se encuentra en la Convergencia Antártica, línea circumpolar de encuentro entre las aguas polares, de menor temperatura y mayor densidad, y las aguas menos densas y más templadas de los océanos Índico, Pacífico y Atlántico”, según precisa el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República de Argentina. Asimismo, la Antártida abarca una superficie cercana a los 14.000.000 km² y únicamente el 1 % de este territorio se halla libre de hielo. Por tal motivo, es considerado como el continente más frío y seco, con la mayor reserva de agua dulce del orbe.[2]

Para analizar la importancia de este espacio geográfico se realizará la siguiente división; sin embargo, en la práctica, funcionan de manera interconectadas:

Reclamos Soberanos y el Sistema del Tratado Antártico. En el contexto internacional, los gobiernos estatales reclaman el reconocimiento de la posesión sobre determinados espacios territoriales, en el marco de lo que establece el derecho internacional público y los acuerdos internacionales. En este sentido, Argentina establece su soberanía sobre el denominado “Sector Antártico Argentino”, determinado por el paralelo 60º S y el Polo Sur, y los meridianos 25º y 74º de longitud oeste.

Argentina fue el primer país en situar una base permanente declarando su soberanía en el año 1904. De esta manera, la base Orcadas se configura, en la región, como la estación científica antártica con mayor antigüedad en funcionamiento.

A este reclamo histórico se le suman Chile, Gran Bretaña (ambos países disputan parte o la totalidad del territorio reclamado por Argentina), Francia, Australia, Nueva Zelanda y Noruega. Los últimos cuatro países no reclaman superpuestos en cuanto a la superficie. Este escenario puede verse en el siguiente gráfico:

Klaus Dodds señaló que, bajo las normas de la ley internacional, solo si se demostraba la ocupación puede reclamarse la soberanía.[3] Además, María Salazar Urrutia menciona que Chile y Argentina poseen todos los derechos históricos, geográficos y jurídicos para reclamar la soberanía sobre el continente, de acuerdo con las fuentes del derecho internacional. Sin embargo, el Tratado Antártico les impuso un régimen político de gobernanza internacional que los obligó a definir estrategias y políticas en una doble dimensión: “como protectores de sus derechos soberanos en el continente y como promotores de la cooperación, gobernanza y multilateralismo con otros miembros del sistema”, acotó.[4]

Cabe mencionar que otros 35 países realizaron reclamos, tales como: Alemania, Brasil, China, Estados Unidos, India y Rusia, entre otros, los cuales poseen bases permanentes en el continente blanco, en un espacio que hasta el momento no es reclamado. En este sentido, el carácter semiabierto del tratado estableció que los doce países signatarios aceptaran la participación sistemática de otros actores no estatales en el método de gobernanza, el cual cuenta, en la actualidad, con 54 estados miembros, así como otras organizaciones no gubernamentales.

El Sistema del Tratado Antártico. Con el propósito de resguardar la libertad de la investigación científica y la cooperación internacional, en el año 1959, Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica y la otrora Unión Soviética suscribieron el Tratado Antártico. Este documento establece otros aspectos como:

-    No se efectuarán, mientras esté vigente, nuevas reclamaciones de soberanía en la Antártida ni se ampliarán las existentes.
-    El tratado salvaguarda la posición de los estados reclamantes y establece un vínculo con las regiones que mantienen sus argumentos de reclamación.
-    Los países que formen parte del tratado tienen derecho para realizar inspecciones en las instalaciones antárticas de otros estados (bases, equipos, navíos y aeronaves).
-    Se prohíben las ejecuciones de ensayos nucleares y los desechos radioactivos en la Antártida; al igual que el desarrollo de cualquier actividad de carácter militar. La excepción se configura en el apoyo logístico proporcionado a los trabajos de investigación científica, entre otros, con objetivos de índole pacífico.
-    Como se puede vislumbrar, el Tratado Antártico detuvo los reclamos soberanos y las disputas de los países reclamantes en el marco de la Guerra Fría y, en su reemplazo, construyó un conjunto de normas jurídicas y políticas que garanticen una gobernanza mundial con fines pacíficos y científicos. También, se agregan otros convenios que forman el sistema del Tratado Antártico, tales como:
-    Protocolo al Tratado Antártico sobre la Protección del Medio Ambiente (Madrid, 1991).
-    Convención para la Conservación de las Focas Antárticas (Londres, 1988).
-    Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (Canberra, 1980).

Es válido mencionar el pensamiento sobre la globalización y la formación de estructuras políticas que establecen vínculos de alcance mundial definidos por Modelski, quien argumenta que la organización a nivel internacional evoluciona con el tiempo, a través de la política global concebida como un proceso de aprendizaje de orden superior compuesta por un ciclo largo.

Asimismo, es un proceso de globalización creadora de instituciones políticas de alcance mundial, motivo por el cual el citado tratado y la nueva estructura de la globalización política provisoriamente (o tal vez no) vino a superar reclamos soberanos sobre el continente antártico.[5] Por su parte, Argentina -al formar parte del Tratado Antártico- tuvo voz y voto en los acuerdos internacionales y en la conducción de la investigación científica.

Relevancia Geoeconómica y Medioambiental. Un detalle importante a nivel geográfico es la función estratégica que cumple la península antártica, ya que es la única opción de acceso al continente independientemente de las condiciones climáticas que se puedan suscitar. En consecuencia, esta zona adquiere mayor protagonismo para los países reclamantes y para aquellos que -a través de alianzas con los mismos pretendan aumentar su presencia como el acuerdo sino-argentina-. A su vez, se debe considerar la proximidad con los países del Cono Sur por temas relacionados al campo logístico e infraestructura como lo son el aprovisionamiento de alimentos, combustibles, salvatajes, campañas, solo por mencionar algunos.

En cuanto a los recursos económicos de la masa continental polar y las aguas del “océano Austral”, [6] Jaime Sepúlveda Cox realizó la siguiente clasificación y análisis de los mismos:

Renovables

En el océano Austral coexisten una amplia variedad de especies marinas. En este sentido, las algas son utilizadas para el consumo humano, principalmente en países como Japón, Indonesia, China, México y Chile. Asimismo, en la agricultura se utiliza como fertilizante, sin dejar de mencionar su empleo con fines industriales, así como para la obtención de antibióticos.

Respecto a los peces, existen más de 200 especies y el 75 % corresponde al bacalao. Estadísticamente, su consumo es de 15,5 millones de toneladas anuales, explotación que intenta ser regulada mediante la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos (1982).

De igual manera, el consumo de krill juega un papel importante en el equilibrio ecológico, pero su explotación comercial fue escasa, debido a su poco valor comercial; no obstante, en las últimas décadas, su alto valor nutricional lo catapultó como un recurso importante. Así, los países que lo exportan son: Australia, Alemania, Bulgaria, Corea del Sur, Chile, Estados Unidos, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Taiwán y Polonia.

Recursos Naturales No Renovables

Más allá de las limitaciones técnicas y tecnológicas para su identificación y extracción, los recursos como hidrocarburos, gas, minerales y energía geotérmica están presentes en este continente. El hierro y el cobre son los minerales predominantes. En este último caso, los precios internacionales se incrementaron durante los últimos meses, a nivel mundial.

Estados Unidos y Gran Bretaña se encuentran desarrollando estudios científicos encaminados a la búsqueda de hidrocarburos. Los resultados, hasta el momento, revelan que existen pocas probabilidades de existencia en la península Antártica.

Es importante destacar que, en materia medioambiental, este continente blanco es considerado como una gran reserva natural consagrada a la paz y a la ciencia.

Acceso Estratégico al Espacio Cósmico y Otros. Siguiendo la línea de investigación y argumentación del chileno Sepúlveda Cox, en esta dimensión, se pueden encontrar las siguientes aristas:[7]

La ubicación geográfica de la Antártida permite que las comunicaciones aéreas se realicen por las rutas transpolares intercontinentales, lo cual minimiza el trayecto a recorrer. Además, al limitar con los océanos Pacífico, Índico y Atlántico, las comunicaciones convergen entre Asia, Europa y Occidente.

Aunque el Tratado Antártico prohíba toda actividad militar, en caso se suscitara una situación bélica, la región podría direccionar ataques aéreos, controlar e interrumpir las comunicaciones, y convertirse en una base de operaciones estratégicas para las aeronaves de combate.

Por otro lado, su centro posee una comunicación inmediata entre la tierra y el espacio ultraterrestre cobrando relevancia en el ámbito científico y político para países como Estados Unidos, Rusia o China, los cuales iniciaron una carrera para la conquista del espacio, su respectiva militarización y las consecuentes acciones relacionadas a la defensa de sus intereses.

Es importante destacar que el actual status quo -más allá de las investigaciones y estimaciones económicas y geopolíticas- está determinado por una cooperación internacional que condiciona muchas ambiciones relacionadas directamente a lo expuesto.

En este sentido, Agnew -analizando a Keohane- sostiene que “la cooperación puede tener lugar entre Estados sin que haya una gran potencia dominante (…). Tratados, acuerdos e instituciones internacionales formales imponen límites al comportamiento de los Estados porque aceptan restricciones cuando los beneficios que se obtienen al hacerlo superan los costos”.[8]

Este último concepto es esclarecedor respecto a las regulaciones, intereses y objetivos de países que ven limitados sus comportamientos en el contexto del sistema del Tratado Antártico y otros acuerdos complementarios (por lo menos hasta el año 2041).

Conclusiones

Los reclamos soberanos, más allá de las políticas de gobernanza global entre actores estatales y no estatales, quedaron definidas con la firma del Tratado Antártico durante la Guerra Fría, así como en diversas convenciones que aún siguen vigentes.

Por otro lado, las características y recursos naturales convierten al territorio antártico en un espacio de disputa de poder entre grandes y medianos países por factores económicos y geoestratégicos. En este contexto, al margen que el sexto continente sea definido como zona de paz y para uso exclusivamente científico, existen naciones que vienen desarrollando una doble política polar (interna y externa) como es el caso de Argentina.

Notas finales:

  1. Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina, “Sobre La Antártida”, Cancillería (2022), https://cancilleria.gob.ar/es/iniciativas/dna/divulgacion/sobre-la-antartida ↑
  2. Ibíd. ↑
  3. Klaus Dodds, “La administración del continente polar: los orígenes geopolíticos del Tratado Antártico de 1959”, Istor (2009), 30, http://www.istor.cide.edu/archivos/num_39/dossier2.pdf, ↑
  4. Miguel Ángel Salazar Urrutia, “La República Popular China en la Antártida y su acercamiento diplomático a Argentina y Chile. En Antártida: la mirada histórica latinoamericana y su proyección pedagógica integral”, Static (2021), 302-322, https://static1.squarespace.com/static/5af237831aef1d2dc3807031/t/61bd009e3cfe09013e8c55d6/1639776460271/Ant%C3%A1rtida.+La+mirada+hist%C3%B3rica+latinoamericana.pdf ↑
  5. George Modelski, “Long-Term Trends in World Politics”, Journal of World-Systems Research (2005), 196-198, https://doi.org/10.5195/jwsr.2005.387 ↑
  6. Jaime Sepúlveda Cox, “Importancia Geopolítica del Continente Antártico”, Revista Marina de Santiago de Chile (2008), 526-528, https://revistamarina.cl/revistas/2008/6/sepulveda.pdf ↑
  7. Ibíd. ↑
  8. John Agnew, “Geopolítica. Una revisión de la política mundial” (Madrid: Temas, 2003). ↑