Biden marca desde Polonia el inicio de una nueva etapa en la guerra de Ucrania
La invasión rusa de Ucrania ha servido para lavar la imagen exterior de Polonia. Percibido hasta febrero del curso pasado como un socio incómodo de Occidente por su deriva iliberal, el retroceso democrático puesto en marcha en el país ante las críticas de la Unión Europea a manos del partido Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco) del expresidente Jarosław Kaczyński y su sucesor Andrzej Duda ha quedado relegado a un segundo plano por el nuevo papel que ha asumido Varsovia como punta de lanza contra la amenaza de Rusia en el flanco oriental de la OTAN.
Polonia ha liderado junto a los países bálticos la campaña de apoyo a Ucrania en el marco de la Unión Europea, acogiendo a más de 1 millón y medio de refugiados ucranianos y blindando sus Fuerzas Armadas con un aumento récord del gasto en defensa superior al 3% del PIB. Además, a las puertas del primer aniversario de la invasión, Varsovia ha suministrado a Kiev más asistencia económica, militar y humanitaria que el grueso de los países occidentales, solo superado por Londres y Washington, y ha adoptado una retórica mucho más agresiva de la que venía utilizando contra Moscú en las últimas décadas.
El Gobierno polaco ha convertido el país en un centro logístico para canalizar el flujo de armas occidentales que recibe el Ejército ucraniano, y ha defendido con uñas y dientes la imposición de sanciones más severas contra la economía rusa desde las instituciones comunitarias. Y es que, para Varsovia, Moscú supone una amenaza existencial. Es un producto de la historia, heredado desde que la Rusia zarista anexionara partes de Polonia a finales del siglo XVIII. De hecho, Polonia no recuperó la independencia hasta el final de la Gran Guerra, aunque volvería a perderla durante la Segunda Guerra Mundial. En 1945, la victoria soviética trajo consigo la imposición de un régimen comunista que Polonia consiguió dejar atrás en 1989, convirtiéndose en el primer país europeo en abandonar el bloque del Este.
“La importancia geoestratégica de Polonia es innegable y su respuesta a la guerra de agresión de Rusia ha mejorado su posición internacional”, escribe Soňa Muzikárová, economista política y asesora del Ministerio de Exteriores eslovaco, en el blog Project Syndicate. “Con líderes que entienden los matices y las complejidades de tratar con Rusia, puede servir como un intermediario eficaz para los intereses de Europa Central y del Este en Bruselas y para los intereses de Europa en el mundo”.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es consciente de la importancia estratégica de Polonia. Por eso ha escogido su capital, Varsovia, como sede de la segunda parada de su última gira europea, destinada a convencer a sus socios occidentales de acelerar el envío de armas a Ucrania para frenar la inminente ofensiva de las tropas rusas en el este del país y, si es posible, repeler el golpe con una contraofensiva mayor que desnivele la balanza de la guerra. Es una empresa complicada, pero el inquilino de la Casa Blanca cuenta con el férreo respaldo de los países del flanco oriental de la OTAN.
La visita ha sido interpretada, además, como un mensaje inequívoco de apoyo de Estados Unidos a Polonia, un país que ha advertido en ocasiones anteriores de los métodos del Kremlin a sus socios occidentales, especialmente a sus vecinos europeos. “Los polacos se han alarmado particularmente por los indicios de la profundización de los lazos entre Berlín y Moscú, y se opusieron abiertamente a la asociación alemana en el gasoducto Nord Stream II de Rusia”, recuerda la analista Diane Francis en Atlantic Council. “Advirtieron que el gasoducto permitió a Putin eludir el sistema de tránsito de gas de Ucrania y expondría al país a una invasión a gran escala, dejando a toda Europa vulnerable al chantaje energético ruso”.
Pocos prestaron atención a las palabras de Varsovia, cuyo alarmismo era considerado como un arrebato de intransigencia condicionado por décadas de imperialismo ruso, ocupación y opresión, que también sufrieron los Estados del Báltico. Pero el 24 de febrero supuso un punto de inflexión. Ahora, los países europeos están empezando a cumplir las demandas del Ejecutivo polaco. Sin ir más lejos, hace unas semanas, la presión de Polonia sobre el Gobierno alemán de Olaf Scholz resultó determinante para desbloquear el envío de carros de combate Leopard a Kiev. La diplomacia polaca no se conforma y trabaja ahora para desatascar el envío de aviones de combate F-16.
Biden ha querido agradecer el gesto visitando el país por segunda vez en menos de un año. El presidente de Estados Unidos ya estuvo en Varsovia en marzo del curso pasado para visibilizar la presencia de Washington en Europa del Este. En esta ocasión, la Casa Blanca quiere rentabilizar la visita sorpresa de Biden a Kiev del lunes para reiterar su compromiso con Ucrania y galvanizar a sus aliados europeos. Así lo ha hecho el mismo día en que Putin pronunciaba desde el Kremlin el discurso del Estado de la nación.
El presidente de Polonia, Andrzej Duda, y el primer ministro, Mateusz Morawiecki, han recibido a Biden y los miembros de su Administración en Varsovia. Discutirán nuevas vías para asistir a Ucrania y ampliar el volumen de soldados estadounidenses desplegados en el país. Estados Unidos tiene unos 10.000 efectivos en suelo polaco. En junio de 2022, Biden anunció el establecimiento de una base militar permanente en Polonia con el objetivo de “mejorar la interoperabilidad entre Estados Unidos y la OTAN en el flanco este”, según la Casa Blanca.
“Polonia ha utilizado la invasión rusa de Ucrania para mejorar su posición internacional y cabildear de manera efectiva a favor de los intereses de Europa Central y Oriental”, destaca Muzikárová. “Pero para que se le tome en serio, debe defender los valores democráticos y las libertades en casa con la misma determinación que ha mostrado al apoyar a Ucrania”. La economista política eslovaca hace referencia a las controvertidas reformas que el gobernante PiS ha venido aprobando desde 2015.
El Gobierno Kaczyński acabó con la independencia del Poder Judicial, atenazó a los medios de comunicación independientes, acotó el acceso al aborto y aprobó medidas contrarias a los derechos de las mujeres y del colectivo LGBT. La Comisión Europea, de hecho, llegó a congelar los fondos de recuperación de la pandemia por los ataques al Estado de Derecho. El presidente Duda ha revertido alguna de estas medidas para liberar parte de los fondos asignados, pero la pérdida de derechos civiles sigue siendo palpable. Tanto es así que el propio Biden puso como ejemplo a Polonia del “surgimiento de los regímenes totalitarios en el mundo” junto a países como la Bielorrusia de Aleksandr Lukashenko y la Hungría de Viktor Orbán hace poco más de un año. Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania y el apoyo inequívoco de Varsovia a Kiev hizo que esta percepción se esfumase.
Las elecciones generales en Polonia están previstas para otoño de este curso. Servirán para tomar el pulso al país. “Pero para emerger de manera decisiva como una nueva fuerza en la Unión Europea, tendrá que esforzarse más para ganarse la confianza de otros gobiernos occidentales. Eso significa deshacerse de su imagen como el compañero de viaje antiliberal de Hungría y abordar sus propias deficiencias democráticas de frente”, subraya Muzikárová.
El presidente de Estados Unidos aprovechará su estancia en Varsovia para reunirse con los líderes de los Nueve de Bucarest, el grupo fundado hace ocho años tras la invasión rusa de Crimea que está integrado por los antiguos miembros del Pacto de Varsovia que forman parte en la actualidad de la OTAN. La lista es larga. La componen Bulgaria, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania y Polonia, Rumanía y Eslovaquia. Es el eje oriental el que vertebra la respuesta occidental a la agresión rusa, con algunas excepciones.
Aunque ha ganado peso político en los últimos meses, el equilibrio de poder no ha tendido por completo hacia el este. Washington sigue siendo el dominador de la Alianza Atlántica. Por detrás se sitúan varias capitales de Europa occidental. “Sin los alemanes, las cosas no se mueven, sin los estadounidenses, las cosas no se mueven con seguridad”, explicaba al medio Politico un alto diplomático de Europa occidental. Al ser preguntado por el desplazamiento del centro de gravedad de la OTAN hacia el este en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, dijo que “lo que se ha desplazado hacia el este es la presencia de la OTAN”.
Ese es el principal hándicap del flanco oriental. Otra debilidad es la presencia de Hungría. El primer ministro húngaro ni siquiera ha cortado sus vínculos con Rusia. Orbán se ha encargado de dificultar la aprobación de las sucesivas rondas de sanciones en el Consejo Europeo. Es también el único que no ha aceptado proporcionar ayuda militar a Kiev, y cuando Zelenski visitó Bruselas la semana pasada, no quiso saludarle públicamente. Evitó todo el contacto posible ante las cámaras. Su proximidad ideológica con Putin es innegable. Nada que ver con Polonia, su antiguo socio del grupo de Visegrado, con el que solía formar un frente común contra la Unión Europea por su deriva iliberal.
Coordinador América: José Antonio Sierra