Brecha en la OTAN: Turquía desafía a Estados Unidos
Metin Topuz, un ciudadano turco de 61 años que llevaba más de 25 años trabajando como traductor y enlace de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), en el consulado de Estados Unidos en Estambul, ha sido sentenciado a ocho años y nueve meses de prisión por un tribunal turco. La justicia de la nación euroasiática le ha encontrado culpable de “ayudar a la red responsable del intento de golpe de Estado del año 2016”, según ha podido saber Reuters.
Topuz fue detenido en el año 2017, y hasta este momento, ha permanecido encarcelado a la espera de juicio. En un principio, fue acusado de espionaje y de intentar derrocar al Gobierno, pero en el mes de marzo, el fiscal cambió esos cargos por pertenencia a una organización terrorista, considerada así por las autoridades turcas, que es la del clérigo Fethullah Gulen, actualmente radicada en suelo estadounidense.
Su trabajo en el consulado estaba dedicado a la traducción para la Administración de Control de Drogas de EEUU (DEA, por sus siglas en inglés). También era “asistente de enlace” en la DEA, según explicó él mismo durante una audiencia judicial anterior. Sin embargo, la Fiscalía turca asegura que aprovechó su posición en la misión diplomática para “ponerse en contacto con funcionarios, incluidos policías y un fiscal, sospechosos de tener vínculos con Gulen”. Topuz se ha defendido de estas acusaciones alegando que estos contactos formaban parte de su trabajo, puesto que tenía que coordinarse con los funcionarios turcos encargados de hacer cumplir la ley para el desarrollo de sus funciones.
La reacción desde Washington no se ha hecho esperar. El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, considera que “no hay evidencia creíble” que sostenga la sentencia, y que “esta convicción socava la confianza en las instituciones de Turquía y la confianza crítica en la base de las relaciones turco-estadounidenses”.
La Embajada del gigante norteamericano en la capital turca, Ankara, también se ha pronunciado en este sentido, y ha mostrado su “profunda decepción” con la decisión de la justicia. Además, desde la misión diplomática esperan que la condena sea “rápidamente revocada”. “Durante casi tres décadas, el sr. Topuz realizó un trabajo sobresaliente apreciado y alabado por funcionarios y ciudadanos de ambos países. Bajo nuestra dirección, promovió la cooperación policial entre Turquía y EEUU, contribuyendo a la seguridad de las personas en ambas naciones. Las acusaciones sobre los deberes oficiales del sr. Topuz tergiversan tanto el alcance como la naturaleza del importante trabajo realizado por nuestro personal local en nombre del Gobierno de EEUU y en la promoción de nuestra relación bilateral”, se puede leer en el comunicado publicado por la Embajada.
Según ha informado New York Times, este movimiento turco, que conscientemente daña las relaciones bilaterales entre los dos países, se habría producido por un motivo: intentar evitar que se llevaran a cabo varios procesos judiciales abiertos contra funcionarios turcos en EEUU. Topuz se habría convertido, así, en un “rehén”.
Otros dos ciudadanos turcos que trabajaban en el consulado americano de la ciudad sureña turca de Adana también han sido investigados por sus supuestos vínculos con la organización de Gulen. Se trata de Hamza Ulucay, quien ya ha cumplido la sentencia de cuatro años de prisión y ahora tiene restricciones de viaje que le impiden salir del país; y de Mete Canturk, en arresto domiciliario, también con limitaciones de desplazamientos, y actualmente a la espera de juicio.
Cabe recordar, en este punto, que, en los últimos cuatro años, desde que se produjera el intento de golpe de Estado, más de 70.000 personas han pasado por procedimientos judiciales en Turquía.
La relación entre Washington y Ankara nunca ha gozado de buena salud. Los dos países se encuentran inmersos en un matrimonio de conveniencia en el que los entendimientos y las desavenencias se crean y se eliminan en función de los intereses de cada uno. Sin embargo, en los últimos tiempos, y como expone la analista Carlotta Gall en New York Times, “la sentencia del jueves del sr. Topuz se produjo en medio de los indicios de que las relaciones entre EEUU y Turquía […] mostraban signos de mejora”. Hace apenas cuatro días, el 8 de junio, Erdogan aseveraba que podía “comenzar una nueva era” entre las dos administraciones tras haber logrado “un cierto consenso” en el proceso de Libia, donde Ankara forma activamente parte de la guerra civil. La llamada telefónica mantenida entre los dos dirigentes se centró en “las relaciones bilaterales, los problemas regionales y la situación en Libia”, según informó entonces la Dirección de Comunicación de Turquía.
“Los lazos personales entre Erdogan y Trump han eclipsado los lazos institucionales en las relaciones bilaterales, ya que los dos líderes tienen muchas similitudes”, explica al respecto el experto Cengiz Candar en Al-Monitor. “Desde Siria hasta Libia, desde el mar Negro hasta el Mediterráneo, Erdogan ahora cree que Turquía necesita a EEUU política y estratégicamente más que hace unos meses”, añade. Así, los dos mandatarios estaban creando un “nuevo vínculo a medida que se alinean los intereses”, de acuerdo con Gall, un avance que podría saltar por los aires con la decisión de la justicia turca, y que podría llevar a las relaciones bilaterales al estado anterior.
Antes de este acercamiento, las tensiones habían vertebrado el vínculo bilateral, con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como telón de fondo. En junio de 2019, se abría una brecha de seguridad entre Turquía y el resto de miembros de la Alianza, cuando el Gobierno turco compró a Rusia varios sistemas de defensa antiaérea del modelo S-400. Esta transacción vulneró los principios fundacionales de la OTAN, puesto que los misiles rusos están diseñados, precisamente, para localizar y derribar cazas estadounidenses, como el F-35. En el plano económico, además, el presidente turco afianzó compromisos para importar gas natural ruso, a través del proyecto Turk Stream. “El panorama, por tanto, era el siguiente: el segundo Ejército más grande de la OTAN por número de efectivos no solo se desviaba de las líneas impuestas por Estados Unidos, sino que, para más inri, se acercaba a Rusia, el que, se supone, es el principal rival de la Alianza Atlántica”, explica el analista Pablo Rubio en Atalayar.
Otro foco de disputa se libraba en Siria, con las milicias kurdo-sirias como protagonistas: mientras Turquía las considera como organización terrorista -y las compara con el movimiento Antifa estadounidense-, EEUU ha combatido junto a ellas para derrotar a Daesh, y las ha proporcionado tanto entrenamiento como medios técnicos.