España y Francia han venido a expresar su apoyo al plan de autonomía de Rabat para los cónclaves del sur del territorio cherifiano. Argel, partidario inquebrantable del Polisario, que disputa a Marruecos la soberanía sobre estos cónclaves, se muestra impasible

Después de Madrid, París irrita a Argel

El ministro francés de Europa y Asuntos Exteriores, Stéphane Sejourne – PHOTO/JUAN MABROMATA/AFP

En menos de una semana, Argel ha sufrido dos golpes en su punto más sensible sin reaccionar: Marruecos y su soberanía sobre sus tierras saharauis. 

  1. Una nueva etapa en el acercamiento entre Francia y Marruecos

El 21 de febrero, el presidente del Gobierno ibérico, Pedro Sánchez, declaró el apoyo de España a la causa nacional marroquí del Sáhara Occidental. Seis días después, fue el turno de Stéphane Séjourné de reiterar el apoyo “claro y constante” de Francia al plan marroquí para el Sáhara.

Inexplicablemente, Argel está adoptando una postura diplomática de silencio después de haberse mostrado durante mucho tiempo agresivo y agitado siempre que se planteaba la más mínima cuestión de apoyo al reino cherifiano en la guerra latente que Argel mantiene contra él desde hace casi medio siglo. 

Mientras su ministro de Asuntos Exteriores, Ahmed Attaf, explicaba al canal qatarí Al-Jazeera el calentamiento de las relaciones argelino-españolas por “el giro de 180 grados de la posición española” en la cuestión del Sáhara. Sin embargo, nunca se ha hablado de un giro de 180 grados por parte española. Así lo demostró una vez más el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a quien Argel esperaba ver derrocado en las últimas elecciones legislativas españolas. 

Tras una disputa de varios meses, españoles y marroquíes se han reconciliado. ¡Y a lo grande! Para disgusto del régimen argelino, los dos reinos han decidido trabajar codo con codo en el refuerzo de los lazos comerciales, la seguridad de las fronteras, la lucha contra el narcotráfico y, por supuesto, la organización conjunta con Portugal del Mundial de Fútbol de 2030. Es lo que se conoce como la gran reconciliación.

Una nueva etapa en el acercamiento entre Francia y Marruecos

París no está haciendo menos con Rabat. Mucho antes de iniciar su visita a Marruecos, Stéphane Séjourné, jefe de la diplomacia francesa, había anunciado sus intenciones. Pocos días después de su instalación en el Quai d'Orsay, declaró que había recibido instrucciones de Emmanuel Macron para invertir en las relaciones franco-marroquíes. Sin pérdida de tiempo ni rodeos, emprendió esta inversión en forma de asociación a largo plazo. Treinta años, como subrayó en rueda de prensa junto a su homólogo marroquí, Nasser Bourita.

Se trata de una nueva etapa en el acercamiento entre Francia y Marruecos. Y qué mejor manera de hacer olvidar la querella que marcó las relaciones entre ambos países no hace tanto tiempo que reiterar el apoyo “claro y constante” de París al plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental, asegurando su voluntad de avanzar en esta cuestión. “Se trata de una cuestión existencial para Marruecos. Lo sabemos (...). Ha llegado el momento de avanzar. Me ocuparé personalmente de ello”, declaró el ministro francés. 

Lo menos que se puede decir de las dos reuniones marroquí-española y franco-española es que los marroquíes saben enfadarse para reconciliarse mejor con sus socios estratégicos. Este no es ni mucho menos el caso de sus vecinos argelinos. Estos últimos se enfadan y pierden el camino de la reconciliación. Olvidan que todo conflicto termina con una solución que aporta paz y serenidad.

El actual régimen argelino, que adolece de una falta crónica de aptitudes diplomáticas, tiende a creer en la inmutabilidad de las posiciones de una u otra parte y en la evolución de las posturas en función de las circunstancias y los intereses. También evita el debate y la negociación sobre cuestiones delicadas. “Muestra arrogancia y desprecio hacia los Estados extranjeros de la misma manera que lo hace hacia el pueblo argelino”, afirma un antiguo diplomático que ha roto con la prohibición. “A veces, se alimenta de estos conflictos para hacer un llamamiento a la sacrosanta unidad nacional contra el enemigo extranjero. Como hace con Marruecos y Francia”, añade nuestra fuente.

Hay que reconocer que el régimen argelino hace gala de una irritante arrogancia en sus relaciones con varios países “amigos”. Pero cuando estos países ignoran esta desfachatez, los dirigentes argelinos mantienen un perfil bajo y reanudan tímidamente las relaciones como si nada hubiera pasado. Es lo que vemos hoy en la posición de Argelia frente a los españoles y los franceses, que, para gran disgusto de Argel, mantienen una gran relación amorosa con su “enemigo” marroquí.