Egipto y la simulación democrática

Bandera de Egipto en el El Cairo - PHOTO/REDES SOCIALES
Elecciones al Senado egipcio sin competencia
  1. Una contienda sin competencia ni alternativas reales
  2. Restricción y favoritismo
  3. Un Senado sin funciones reales ni legitimidad política
  4. De la apatía al “suicidio político”, advertencias ignoradas
  5. Un ensayo vacío antes del verdadero pulso legislativo

Mientras se activa el engranaje electoral en Egipto, el proceso para renovar el Senado transcurre sin tensión ni sorpresa. Las elecciones al Senado egipcio se celebrarán los días 1 y 2 de agosto en el extranjero, y los días 4 y 5 de agosto dentro de Egipto. La estructura institucional y las reglas del juego favorecen de antemano a los partidos alineados con el poder, mientras la representación política se aleja cada vez más de la vida cotidiana de la mayoría. 

Una contienda sin competencia ni alternativas reales

El cierre del plazo para presentar candidaturas confirmó lo que ya se intuía: el proceso electoral será prácticamente unilateral. En cada uno de los cuatro distritos designados al sistema de listas cerradas, solo se presentó una lista - la llamada “Lista Nacional para Egipto” - compuesta por 13 partidos, la mayoría leales al régimen. Esta situación garantiza la victoria automática si superan apenas el 5 % de los votos, según la ley electoral. 

“No hay competencia, solo cumplir con el trámite”, señala el politólogo Saeed Sadiq. De los 100 escaños asignados por listas, 83 irán a partidos oficialistas, y los 17 restantes a partidos nominalmente opositores, incluidos el Socialdemócrata Egipcio y el Partido de la Reforma y el Desarrollo, que admiten formar parte de la lista oficial sin comprometerse políticamente con ella. Pese a sus matices, ambos grupos han reconocido que su participación responde a una lógica estratégica más que a una expectativa real de cambio. 

Más allá de los partidos, los nombres detrás de las candidaturas reflejan otro fenómeno: el creciente control del empresariado sobre la política. Figuras como Mohamed Halawa y Mohamed Al-Murshidi, vinculados a sectores inmobiliarios e industriales, encabezan las listas cerradas en El Cairo. La financiación privada y el perfil económico de los candidatos consolidan una clase política desconectada de las preocupaciones ciudadanas. Algunos partidos oficialistas han justificado esta tendencia apelando a la “experiencia técnica” de los candidatos, pero las voces críticas la interpretan como un avance más en la privatización del poder político. 

Como señaló el exministro de Solidaridad Social y profesor de Economía Política, Jouda Abdel Khaliq, Egipto ya no enfrenta una “parálisis política”, sino la “muerte de la política”. En un artículo reciente, Abdel Khaliq advirtió que el sistema de listas absolutas ha vaciado el proceso electoral de contenido, dejando al votante sin voluntad real y al representante sin legitimidad. Denunció que la “Lista Nacional” compite contra sí misma en una obra cuyo final está escrito: “Nacimiento con sabor a elección”. 

El presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi - AP/VASILY FEDOSENKO

Restricción y favoritismo

A esta hegemonía se suma el cerco institucional contra cualquier alternativa. Candidatos independientes y de partidos pequeños denuncian obstáculos impuestos por autoridades locales y de seguridad. Se les impide organizar actos, colocar pancartas o acceder a espacios públicos, mientras los candidatos de la lista oficial gozan de total libertad. El desequilibrio se refleja también en el acceso desigual a medios y plataformas de comunicación, donde las voces críticas han sido sistemáticamente silenciadas o marginalizadas. 

Este desequilibrio institucional fue confirmado por funcionarios locales, que admiten haber recibido “instrucciones directas” para facilitar la campaña de los partidos oficialistas, especialmente del Futuro de la Patria, mayoría parlamentaria actual. Así, la campaña se transforma en un montaje donde las reglas del juego solo aplican para unos pocos. Incluso actos masivos organizados por el oficialismo - como los del Frente Nacional, con decenas de miles de asistentes - contrastan con la imposibilidad de la oposición de organizar eventos mínimos sin interferencia. 

Un candidato del Partido Al-Jil en el distrito de Dakahlia explicó que ni siquiera pudo obtener los permisos necesarios para celebrar una conferencia con sus partidarios, mientras los candidatos de la lista nacional accedían sin trabas a espacios públicos y propaganda callejera privilegiada. La presión también se refleja en que, de los 424 candidatos admitidos para competir por escaños individuales, al menos 41 fueron excluidos por fallos del Tribunal Administrativo, en medio de quejas sobre manipulación y favoritismo. 

Parlamento de Egipto - PHOTO/BIBLIOTECA DEL PARLAMENTO NACIONAL DE EGIPTO

Un Senado sin funciones reales ni legitimidad política

Aunque el Senado egipcio cuenta con 300 miembros - 100 por listas, 100 por voto individual y 100 designados por el presidente -, su función en la práctica es puramente consultiva. El artículo 249 de la Constitución actual reduce aún más sus competencias, dejando al Senado como una institución decorativa. De hecho, al menos el 10 % de sus miembros debe ser mujer, una cuota que, si bien se cumple formalmente, no se traduce en una participación sustantiva ni influyente en los procesos legislativos. 

Durante la anterior legislatura, el Parlamento dominado por Mostaqbal Watan fue duramente criticado por actuar como “sello de goma” del Ejecutivo. El Senado corre el mismo riesgo: sin deliberación, sin fiscalización, y con una representación política desconectada del ciudadano común. Las campañas oficiales de 2025, más centradas en elogiar los logros del Gobierno que en discutir propuestas concretas, refuerzan esta percepción de inoperancia. 

En este contexto, el sociólogo político Saeed Sadiq resalta que Egipto ocupa el puesto 170 de 180 en el Índice de Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras (2024), lo que refleja no solo la represión mediática, sino su impacto directo sobre la despolitización ciudadana y la apatía electoral. 

De la apatía al “suicidio político”, advertencias ignoradas

Figuras con trayectoria en el oficialismo han lanzado advertencias serias. El liberal Hossam Badrawi, exdiputado del Partido Nacional antes de 2011, tituló uno de sus artículos “Suicidio político”. En él, advierte que el régimen repite los mismos errores que llevaron a la revolución del 25 de enero: cierre del espacio público, exclusión de voces críticas, marginación de las élites y manipulación de las instituciones. 

Badrawi recordó también cómo fue apartado del poder en 2011 por aconsejar reformas moderadas a Mubarak antes de que fuera demasiado tarde. Hoy ve una situación aún más cerrada y distorsionada, marcada por la politización de la religión, el dominio empresarial sobre la política y la exclusión de profesionales independientes. Para él, este modelo autorreferencial solo puede derivar en una explosión de consecuencias impredecibles. 

Incluso iniciativas como el diálogo nacional de 2023, que prometía reformas reales, quedaron en el olvido. Las propuestas para un sistema electoral mixto proporcional fueron rechazadas por los partidos del régimen, y ninguna recomendación relevante ha sido aplicada. Para muchos, se trató de un simple “drama triste” con fachada participativa, pero sin voluntad de transformación. Jouda Abdel Khaliq, quien participó en ese proceso, consideró que la negativa del régimen a adoptar siquiera reformas mínimas confirmaba que las decisiones reales no se toman en las instancias visibles, sino en círculos cerrados y sin rendición de cuentas. 

El liberal Hossam Badrawi, exdiputado del Partido Nacional antes de 2011, durante una conferencia - PHOTO/REDES SOCIALES

Un ensayo vacío antes del verdadero pulso legislativo

Con este panorama, las elecciones senatoriales de agosto se perciben como un ensayo general de cara a los comicios de noviembre para la Cámara de Representantes, donde se juega realmente el poder legislativo. “El Senado es un escaparate, lo importante es noviembre”, declaró un funcionario de Mostaqbal Watan. 

La cuestión no es quién ganará, sino cuánto podrá mantenerse este modelo vacío de representación. La exclusión de candidatos, el control absoluto de los medios y la falta de nuevas voces crean un escenario de riesgo político. El creciente temor entre sectores reformistas no responde a una revuelta repentina, sino a una acumulación silenciosa de frustraciones ignoradas. 

Si no se emprenden reformas estructurales, lo que hoy se presenta como proceso electoral acabará consolidando una fachada democrática que legitima al poder, pero no representa la voluntad popular. Como advertía Badrawi: “La forma sin contenido no otorga legitimidad. Y quien repite sus errores, no escapa de ellos.”