Moscú y Minsk, último aliado europeo de Putin, anunciaron hace unos meses la creación de una “agrupación militar” conjunta que, según estima Lukashenko, a día de hoy cuenta con más de 70.000 efectivos

El complicado equilibrio bielorruso en la guerra de Ucrania

AP/EFREM LUKATSKY - Voluntarios bielorrusos en la guerra de Ucrania reciben formación militar en la base de la Compañía Bielorrusa en Kiev, Ucrania

La guerra ruso-ucraniana cumple ya más de 300 días, y –pese a contados momentos de tensión que hicieron temer la entrada de terceras partes en el conflicto–, a lo largo de estos 10 meses pocos países han estado tan cerca de inmiscuirse de forma directa en los enfrentamientos como Bielorrusia. El último aliado de Putin en Europa. 

Y es que, ya desde el comienzo de la “operación militar especial” rusa en Ucrania, Bielorrusia se dibujó como una plataforma de partida para las tropas de Moscú en dirección Kiev, permitiendo el uso de su espacio aéreo para lanzar aviones no tripulados y misiles –según denuncias de las autoridades ucranianas–, y desarrollando ejercicios militares conjuntos con las fuerzas de Putin cerca de la frontera compartida. 

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El anuncio del despliegue de “una agrupación militar regional conjunta” por parte del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, el pasado 10 de octubre; así como los ejercicios militares desarrollados entre el 24 de octubre y el 1 de noviembre en Brest (Bielorrusia), no son más que algunos ejemplos de la alianza Minsk-Moscú en lo que al conflicto ucraniano se refiere. Más de 9.000 soldados, 170 tanques y 200 vehículos blindados rusos se unieron a las maniobras en octubre, según Moscú, a lo que se sumaron, a principios de diciembre, 15 sistemas de misiles tierra-aire TOR entregados por Rusia y, a finales del mismo mes, el sistema de misiles Iskander y los sistemas de defensa aérea S-400. 

En este escenario, Kiev afirma no poder descartar una posible entrada de Bielorrusia en el conflicto ya que considera a Minsk un cómplice más de la agresión rusa, pero varios analistas citados por Reuters han considerado que el objetivo de Putin –en su alianza con Lukashenko– podría ser, simplemente, distraer la atención ucraniana de las líneas de frente en el este y el sur del país, donde Rusia concentra sus esfuerzos desde hace varios meses. Sin embargo, Bielorrusia (clave para Moscú por ser su último socio europeo, y por tener sus fronteras a menos de 90 kilómetros de la capital ucraniana sin necesidad de cruzar el río Dniéper) se mantiene profundamente reacia a entrar en el conflicto de manera directa, tal como ha afirmado su presidente en varias ocasiones. Aunque esa es una cuestión en la que el Kremlin tiene mucho que decir. 

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Minsk y Moscú: Una relación asimétrica

La alianza entre Rusia y Bielorrusia dista mucho de ser una asociación equilibrada. Y es que, si Bielorrusia es importante para Rusia, Rusia lo es para Bielorrusia muchísimo más

Como todas los Estados postsoviéticos, tras la caída de la URSS Minsk trató de alejarse todo lo posible de la nueva Rusia. Algo en lo que, en un principio, el presidente bielorruso desde 1994 Alexander Lukashensko, tuvo mucho que ver. Sin embargo, su régimen autoritario, casi dictatorial –en que se ha reprimido y violado los derechos humanos de manera flagrante a lo largo de los años– lo ha alejado de los países occidentales, llevándolo a ser una suerte de ‘paria internacional’. Por ello, cuando en 2020 la comunidad internacional y la oposición bielorrusa cuestionaron la validez de unas elecciones que daban la mayoría absoluta al presidente pseudo vitalicio (con un 80% de los votos) y los habitantes del país se echaron a las calles para protestar por los resultados fraudulentos, Lukashenko tuvo que recurrir a Rusia

El gigante euroasiático colaboró a través de efectivos y expertos en propaganda para contener las protestas, pero el movimiento no le salió nada barato a Minsk. Desde entonces, su relación con Moscú ha marcado gran parte de su agenda tanto nacional como internacional

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El ‘Programa de acción de Rusia y Bielorrusia para la implementación de las provisiones del acuerdo de creación del Estado de la Unión’ que pretendía un grado de integración económica que superaría el de la Unión Europea (y que, sobre el tablero, supondría una enorme subordinación económica de Minsk para con Moscú) fue firmado en 1997, pero no fue hasta 2019 que se volvió a abordar de manera oficial. A esto siguió, en 2021, la eliminación de la cláusula de neutralidad en la Constitución bielorrusa, poniendo sobre la mesa una lealtad casi absoluta a Rusia

Además, la profunda dependencia económica hacia Moscú representa casi el 50% (más del 47%) del comercio de Minsk, y una provisión de cerca del 90% de los suministros energéticos petrolíferos y gasísticos. A lo largo de las últimas décadas, Bielorrusia ha comprado el crudo ruso muy por debajo del precio de mercado (gracias a subsidios rusos) para poder mantener sus refinerías de Mozyr y Novopolotsk al 100% de su capacidad, y poder generar un volumen de producción que le permitiese exportar petróleo refinado.

No obstante, en este sentido la alianza cobra también un peso especial para Moscú, ya que la asociación energética con Bielorrusia permite a Rusia que uno de sus oleoductos más importantes atraviese el país vecino y transporte, de manera fiable, parte del suministro de crudo hacia Europa. 

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¿Entrará Bielorrusia en guerra con Ucrania?

Con todo, responder a la pregunta sobre la verdadera influencia del Kremlin en el papel de Bielorrusia en el marco de la guerra de Ucrania es tarea harto complicada. A pesar de que muchos indicios hacen pensar que Moscú tiene la última palabra, lo cierto es que Minsk también tiene bastante que decir

Así lo evidenció Lukashenko en 2014, cuando –pese a acoger las conversaciones ruso-ucranianas y ser escenario de la firma de los Acuerdos de Minsk con el propósito de templar su papel de ‘mediador’– el presidente calificó la invasión rusa de ser “un mal precedente”.  Ahora, el líder bielorruso sostiene, por activa y por pasiva, que su país no entrará en guerra directa, aunque sus acciones parecen hacer pensar a Kiev lo contrario. 

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Además, forzar a Bielorrusia a entrar en su bando podría ser también una mala decisión para Moscú. Lukashenko cuenta cada vez con menos apoyos dentro de su propio país, lo que sumado al aislamiento internacional de los últimos años, y el que derivaría de su entrada en la guerra contra su vecino del sur, podría ser la gota que colmase el vaso. Un suicidio político para el presidente bielorruso. Y, dados sus lazos con el Kremlin, el fin de la última alianza rusa con un país europeo. Un error estratégico para Putin. 

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