Francia y Argelia tratan de reconducir su relación en medio de tensiones silenciadas
La reciente visita del ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot, a Argelia ha estado marcada por un secretismo que contrasta con la retórica optimista de las declaraciones oficiales. Aunque ambas partes anunciaron un acuerdo para “pasar página” en una crisis diplomática de más de ocho meses y reanudar una “cooperación integral”, no hay muchos detalles sobre esta visita oficial. Esta ambigüedad parece responder a una estrategia deliberada para proteger los avances logrados de las influencias de los sectores más extremistas en ambos países, o quizá para disimular la falta de acuerdos significativos sobre cuestiones clave.
Tras una reunión de dos horas y media con el presidente Abdelmadjid Tebboune y su homólogo argelino, Ahmed Attaf, Barrot expresó la voluntad compartida de abrir un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales. “Francia y Argelia han acordado reanudar la cooperación en todos los sectores”, declaró el jefe de la diplomacia gala, enfatizando que “se ha levantado el telón” para retomar el diálogo tras meses de desacuerdos. Sin embargo, evitó proporcionar detalles específicos sobre las decisiones tomadas, lo que alimenta la especulación sobre los verdaderos resultados de esta visita.
El silencio respecto a temas sensibles, como el caso del escritor franco-argelino Boualem Sansal -condenado a cinco años de prisión en Argelia- o la lista de inmigrantes argelinos no deseados en Francia cuya repatriación está siendo negociada, refuerza la percepción de que los desacuerdos continúan. Tampoco se abordaron públicamente cuestiones relacionadas con la cooperación en inteligencia, seguridad y justicia, fundamentales en la relación bilateral.
Por su parte, una fuente diplomática francesa citada por Al-Arab señaló que las conversaciones entre Barrot y Attaf fueron “profundas, francas y constructivas”, y se centraron tanto en temas bilaterales como en la situación regional. Entre los puntos discutidos se encuentran la inmigración, la cooperación judicial y la actividad de las empresas francesas en Argelia, especialmente en el sector agrícola, gravemente afectado por un embargo comercial no declarado impuesto por Argel durante la crisis.
La tensión entre París y Argel se intensificó el pasado verano, cuando Francia expresó su respaldo al enfoque marroquí sobre el Sáhara Occidental, en detrimento del Frente Polisario, históricamente apoyado por Argelia. Posteriormente, la detención de Boualem Sansal en noviembre y la negativa de Francia a extraditar al exministro de Industria argelino Abdeslam Bouchouareb, buscado por cargos de corrupción, aumentaron la brecha entre ambos países.
En este contexto, Barrot ha declarado ante el Parlamento francés que la normalización con Argelia debe llevarse a cabo “con firmeza y sin concesiones”. Desde esta perspectiva, su visita a Argel podría interpretarse como un intento de sentar las bases de un nuevo marco de trabajo bilateral basado en un programa ambicioso, dotado de objetivos comunes, mecanismos operativos claros y un calendario definido para su implementación.
Mientras tanto, se han producido avances discretos, como la reactivación de la comisión mixta encargada de las cuestiones de memoria compartida, que se reunirá próximamente en París. Lahcen Zeghidi, jefe de la delegación argelina, confirmó su viaje a la capital francesa para recopilar archivos nacionales, lo que indica un movimiento práctico hacia la reconstrucción de la confianza.
Paralelamente, el Ministerio del Interior francés ha retomado el contacto con los consulados argelinos para agilizar el proceso de elaboración de listas de inmigrantes pendientes de repatriación, presionando para que Argelia emita más pasaportes consulares en tiempos razonables.
Pese a los gestos de buena voluntad, los observadores no ignoran el lenguaje corporal de las delegaciones, destacando las expresiones tensas, los silencios prolongados y las declaraciones cuidadosamente medidas que reflejan la fragilidad de una relación marcada por la desconfianza mutua. Los analistas políticos coinciden en que la visita de Barrot no fue solo protocolar, sino estratégica, destinada a salvar un vínculo histórico indispensable para ambos países pero también lleno de desafíos.