La Marina helena ha avistado en los últimos días seis barcos turcos sospechosos de trasladar refugiados de forma ilícita

Grecia sospecha que Turquía pretende llevar migrantes a sus costas ilegalmente

photo_camera PHOTO/AFP - Fotografía de archivo de un dragaminas de las Fuerzas Navales de Turquía

Las tensiones entre Grecia y Turquía continúan creciendo. Esta vez, la situación se ha recrudecido en el contexto de la crisis migratoria que atraviesan los dos países. Según fuentes de la Marina griega citadas por el diario Kathimerini, hasta seis buques con pabellón turco han sido avistados a lo largo de los últimos días en el mar Egeo, todos ellos sospechosos de trasladar a bordo migrantes para introducirlos subrepticiamente en las islas griegas.

Las estimaciones del periódico helénico apuntan a que la cifra de migrantes -en su mayoría, refugiados- que llevan a bordo los cargueros ascendería a cientos; una actividad que podría considerarse como tráfico de personas. De momento, las embarcaciones de la Marina griega han seguido a los barcos turcos y han forzado su repliegue hacia sus propias aguas.

Permanecen a la espera, monitorizando todos los movimientos de los barcos turcos, pero se encuentran preparadas para actuar cuando reciban la orden de interceptar su trayectoria en el momento en que se acerquen a las líneas de costa.

El pasado 16 de marzo, de hecho, un barco turco con 193 migrantes a bordo partió del puerto de Çanakkale, en el extremo occidental del país de Anatolia, con destino a las costas italianas. No obstante, encalló en unas rocas en la isla griega de Kea y las patrullas costeras del país heleno no tuvieron más opción que trasladarlos a tierra.

Los refugiados y migrantes desembarcan en la isla griega de Lesbos el 2 de marzo de 2020
La crisis de los refugiados, una baza recurrente de Erdogan

Las autoridades griegas temen que más incidentes del mismo estilo se repitan en estos días si Turquía continúa enviando barcos cargados de migrantes a sus costas. Desde que el Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan reabrió sus fronteras para permitir el paso de refugiados desde Siria hacia suelo de la Unión Europea, Ankara y Atenas han vivido ya diversos episodios de máxima tirantez.

La decisión del Gobierno turco se interpretó como un intento de presionar a Bruselas para que considerase una mayor implicación en la guerra de Siria. Sin embargo, ni las autoridades comunitarias ni las de los países fronterizos siguieron ese camino. El cierre de fronteras por parte de los territorios europeos dejó a miles de refugiados varados en la frontera, en tierra de nadie y sin poder regresar a Turquía. La Comisión Europea y el Ejecutivo de Erdogan negociaron un nuevo acuerdo migratorio entre las dos partes que debía poner al día el que se firmó en 2016.

Esta estrategia ha llevado a Turquía a ser uno de los países que ha acogido en su suelo a más refugiados que huyen de guerras como la de Siria o la de Afganistán. En total, se calcula que entre tres millones y medio y cuatro millones de desplazados viven en el país, muchos de ellos en campamentos que no reúnen condiciones sanitarias e higiénicas dignas. A lo largo de los últimos años, Erdogan había amenazado en repetidas ocasiones con abrir su frontera occidental, lo que habría supuesto una avalancha migratoria muy difícil de gestionar para sus países vecinos, ya de por sí afectados por esta realidad, especialmente Grecia.

El primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis
Atenas-Ankara: un eje al rojo vivo

Aunque las relaciones entre Atenas y Ankara nunca han sido especialmente fluidas, los últimos meses han contribuido de forma muy significativa a avinagrarlas todavía más. La política exterior expansionista llevada a cabo por Turquía en toda la zona del Mediterráneo oriental ha sido considerada por el Gobierno de Kyriakos Mitsotakis como una amenaza a su soberanía.

En concreto, la disputa por las aguas es el conflicto más candente. A finales de 2019, Erdogan firmó un pacto con el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) de Fayez Sarraj en Trípoli que aseguraba a las empresas extractivas turcas un acceso preferente a los recursos de gas natural de la costa libia. El documento implicaba, de facto, la creación de una especie de corredor marítimo que conectase las costas de los dos países.

El secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg junto al presidente turco Recep Tayyip Erdogan

Este acuerdo, sin embargo, no fue visto con buenos ojos por Grecia, Chipre y Egipto, que lo consideran contrario a las disposiciones vigentes de derecho internacional del mar y, por tanto, de nula aplicación. El contencioso ha llegado a tales niveles que el Ejecutivo griego ha mantenido conversaciones con el mariscal rebelde Jalifa Haftar, el rival del GNA de Sarraj en la guerra en el país norteafricano.

La postura de la OTAN ante esta situación es particularmente difícil, puesto que ambos Estados son parte de la Alianza Atlántica. Por el momento, Grecia se ha posicionado claramente junto a Estados Unidos, con quien ha suscrito recientemente nuevos acuerdos para recibir unidades para modernizar su fuerza aérea. Turquía, por su parte, ha venido practicando un doble juego entre Washington y Moscú, de modo que su línea de actuación ha quedado bastante menos definida.

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