La guerra por el agua

 Vista general muestra la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD) en Guba, Etiopía - AFP/AMANUEL SILESHI 
Las relaciones entre Egipto y Etiopía son muy tensas con el asunto de la Gran Presa del Renacimiento como telón de fondo

En anteriores ocasiones hemos tratado los problemas que amenazan la ya de por sí “movediza” situación en África oriental, una región castigada por la inestabilidad política, la extrema pobreza y el auge del terrorismo yihadista. 

Para mayor desgracia, uno de los motivos de gran parte de esos problemas es la escasez de agua, un factor que numerosos analistas, e incluso informes oficiales de organismos como el Departamento de Estado americano, llevan tiempo señalando como la posible principal causa de conflictos en un futuro a medio plazo. Tal vez, ese margen de tiempo ya se ha acortado.

A finales del mes pasado se conoció la noticia de que Egipto había materializado, tras cuatro décadas sin hacerlo, su primera acción de ayuda militar a Somalia en forma de entrega de armas. Esto hizo saltar todas las alarmas, pues la consecuencia evidente de esta acción es un agravamiento de las tensiones entre ambos países y Etiopía

La explicación a este acercamiento tras tanto tiempo entre Egipto y Somalia se puede encontrar en la firma por parte de Etiopía de un acuerdo preliminar con la región separatista de Somalilandia para arrendar tierras costeras que le aseguren una salida al mar a cambio de un posible reconocimiento de su independencia de Somalia. 

Soldados del Ejército de Somalia  - AP/FARAH ABDI WARSAMEH

Este movimiento no es algo que se haya decidido al azar. Se da tratando de aprovechar la condición de Estado fallido de Somalia y en el marco de las tensiones regionales, consecuencia de la pugna por los recursos hídricos. El Gobierno de Mogadiscio no tardó en calificar el acuerdo de atentado contra su soberanía, afirmando posteriormente su intención de utilizar todos los medios necesarios para bloquearlo.

Pero el origen de este enfrentamiento a tres bandas subyace en un asunto más importante, que es lo que está obligando a que los implicados estén buscando alianzas, apoyos y formas de debilitar a su contrario. Y ese asunto está relacionado con el acceso al líquido elemento, clave para la economía y desarrollo de la región.

Egipto lleva años enfrentado con Etiopía debido a la construcción por Addis Abeba de una gran presa hidroeléctrica en la cabecera del río Nilo, conocida como “La Gran Presa del Renacimiento”, una obra de ingeniería que podría calificarse de faraónica. Este enfrentamiento es el que le ha llevado a condenar el acuerdo con Somalilandia. 

Vista general muestra una bandera nacional etíope ondeando frente a la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD) en Guba, Etiopía - AFP/AMANUEL SILESHI

Su forma de materializar dicho desacuerdo fue la firma de un pacto de seguridad con Mogadiscio, ofreciendo además de equipo militar, el envío de tropas a una nueva misión de mantenimiento de la paz en Somalia. 

A nadie se le escapa que esto es un paso más en la escalada entre ambos países (Egipto y Etiopía), cuyas tensiones, como hemos mencionado, nacen de la construcción de la presa. La hostilidad, larvada durante años, podría estallar en suelo somalí, y eso es lo que convierte la situación en algo más que crítica, pues la perspectiva de una guerra que no se libre en el suelo de ninguno de los países enfrentados, sino en el de un tercero, suele ser un acicate para estimular el combate, pues no sería la población de ninguno de ellos la que sufriría las consecuencias.

Pero, pongamos en perspectiva el verdadero motivo del conflicto. ¿Cómo ha evolucionado el asunto de la Gran Presa del Renacimiento durante los últimos años?

Etiopía defiende la construcción de la presa como una acción imprescindible que pondrá en marcha el motor de su desarrollo económico. No en vano, la instalación tiene la capacidad de generar más de cinco mil megavatios de electricidad. Sin embargo, el Gobierno egipcio ha expresado preocupación por las repercusiones que el llenado de la presa pueda tener en su acceso al agua, especialmente en épocas de sequía.

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed - REUTERS/ TIKSA NEGERI

Esta obra, que lleva más de una década en construcción, ha sido objeto de controversia debido a su impacto potencial en el flujo del Nilo, del cual Egipto y Sudán dependen en gran medida para sus recursos hídricos. A pesar de los intentos de mediación por parte de la Unión Africana, y aunque las conversaciones entre los tres países han dejado pequeños atisbos de avances o posibles acuerdos, lo cierto es que las negociaciones de calado siguen estancadas desde hace dos años.

En 2011, el Gobierno de Etiopía anunció el inicio de las obras de construcción de lo que vino en denominar “La Gran Presa del Renacimiento”. Los trabajos se iniciaron de forma unilateral y sin el consentimiento de los países ribereños, Egipto y Sudán, que claramente se verían afectados de un modo u otro por su dependencia de las aguas del Nilo. Esto, como no podía ser de otro modo, generó las primeras tensiones en la región, especialmente con Egipto, que depende del Nilo para más del 90% de su suministro de agua.

En un intento por aliviar las tensiones, Egipto, Etiopía y Sudán firmaron en 2015 un acuerdo preliminar con una declaración de principios que establecía los principios de cooperación y entendimiento sobre el uso del Nilo. El acuerdo señalaba la necesidad de estudios técnicos y evaluaciones sobre el impacto de la presa.

El presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi estrecha la mano del primer ministro etíope Abiy Ahmed después de su reunión para discutir la crisis de Sudán y la presa etíope, en el palacio presidencial Ittihadiya en El Cairo, Egipto, 13 de julio de 2023 - PHOTO/ PRESIDENCIA EGIPCIA vía REUTERS 

Esos estudios sufrieron retrasos a pesar de que la construcción continuó avanzando, lo cual elevó la dificultad de las negociaciones entre los tres implicados hasta el punto de que Egipto acusó a Etiopía de avanzar de forma unilateral sin tener en cuenta las preocupaciones del resto de países. Se puede considerar que, en este punto, ya en 2018, las negociaciones habían fracasado.

Aun sin acuerdo alguno con Egipto y Sudán, a mediados de 2020, Etiopía anunció el primer llenado de la presa. Egipto llevó el caso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, argumentando que la acción unilateral de Etiopía representaba una amenaza para su seguridad hídrica y para la estabilidad regional. Sin embargo, Etiopía replicó declarando que tiene todo el derecho a utilizar sus recursos naturales como mejor considere para contribuir al desarrollo del país.

En el año 2021, la Unión Africana tomó cartas en el asunto tratando de mediar entre las partes, pero las negociaciones fracasaron nuevamente ante la posición intransigente de Etiopía y sus actuaciones unilaterales que se materializaron en el segundo llenado de la presa. Este hecho aumentó la tensión con Egipto y Sudán que emitieron sendos comunicados advirtiendo acerca de las consecuencias sobre el caudal y el acceso a los recursos hídricos, y las implicaciones de todo esto en sus respectivas economías. Algo que no podían permitir.

Banderas de los estados miembros de la Unión Africana en la sede de la UA en Adís Abeba - AFP/MICHELE SPATARI

El cuarto llenado de la presa se completó en 2023, marcando el inicio de la fase final de este ambicioso proyecto, lo que de nuevo elevó la tensión principalmente con Egipto. Ninguno de los intentos de negociación o mediación dieron frutos positivos. Es entonces cuando Egipto decidió tomar medidas más contundentes.

Fue en enero del presente año cuando las tensiones diplomáticas se dispararon al anunciar Etiopía el inicio del llenado de la quinta cuenca, lo cual acercaba inexorablemente la finalización total del proyecto. 

La respuesta de Egipto no se hizo esperar y en febrero anunció su compromiso para participar en la Misión de Apoyo y Estabilización de la Unión Africana (AUSSOM) en Somalia, que es la misión que sustituirá a la actual misión de paz de la UA a finales de 2024. Este movimiento tuvo consecuencias en Etiopía que constató cómo el asunto de la presa continúa deteriorando seriamente sus relaciones con Egipto.

El pasado mes de agosto se alcanzó otro punto álgido en el desgaste de la situación cuando Somalia amenazó con expulsar a las tropas etíopes estacionadas en su territorio si Etiopía no revocaba su acuerdo con Somalilandia. Egipto, viendo la posibilidad de aumentar la presión sobre Etiopía, reiteró su apoyo a Somalia y su rechazo al acuerdo entre Etiopía y Somalilandia, reafirmando su voluntad de defender a Somalia frente a cualquier amenaza externa.

El presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi reunido con el presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohamud, en el Palacio Ittihadiya en El Cairo, el 21 de enero de 2024 - AFP / PRESIDENCIA EGIPCIA

Egipto ha aprovechado estas tensiones para estrechar lazos con Somalia, buscando contrarrestar la influencia etíope en la región y reforzar su posición en el conflicto por la Gran Presa del Renacimiento. 

Hay varios puntos clave para entender lo que está sucediendo. Por un lado, hay que tener en cuenta la dependencia que tiene Egipto del Nilo, pues supone casi la totalidad del suministro de agua del país. A ello se une la actitud unilateral de Etiopía, que ve en la presa la gran oportunidad para iniciar un despegue económico tras décadas de miseria.

Esa necesidad es la que le ha llevado a actuar sin esperar a la conclusión de las negociaciones. La enorme supeditación de ambos países al río es la causa de que cualquier tipo de mediación haya fracasado. Y, por último, tenemos el impacto en Sudán, país que también se ve afectado, pero cuya situación interna actual le sitúa en una posición de debilidad, aunque su postura siempre ha sido de apoyo a Egipto.

El conflicto por la Presa del Renacimiento no ha podido resolverse durante más de una década. Con cada fase de llenado, las tensiones entre Etiopía y Egipto se han intensificado, y no parece que haya posibilidad de encontrar una solución diplomática clara. Las próximas fases de llenado de la presa, especialmente en épocas críticas como la sequía, serán determinantes en la evolución de este conflicto regional cuya base es el acceso al agua, pero que puede arrastrar a otros países como Somalia, y que los verdaderos afectados por el problema parecen empeñados en utilizar como “campo de juego”, aumentando de ese modo la inestabilidad de una región en la que no sobran precisamente los problemas y cuyo devenir puede tener consecuencias muy graves para todos.