Hizbulá esparce el miedo ante una nueva ola de asesinatos en Líbano
Un conocido activista político y ensayista libanés, crítico de la milicia Hizbulá, fue hallado muerto el pasado 4 de febrero, según informaron funcionarios de seguridad y forenses. Se trataba de Lokman Slim, un chií de 58 años. Las fuerzas de seguridad encontraron su coche a medianoche en un camino rural cerca de la aldea de Addoussieh, al sur de Líbano, región en la que Hizbulá mantiene una fuerte presencia.
Las críticas de Slim a la organización le convirtieron en objeto de ofensivas de los partidarios del movimiento armado, que se referían a él despectivamente como “un chií de la Embajada”, término que utilizan para acusar a los opositores de ser títeres de Estados Unidos. En una entrevista televisiva reciente, Slim culpó a Hizbulá de la explosión que arrasó el puerto de Beirut el pasado 4 de agosto y que acabó con la vida de más de 200 personas.
Hizbulá fue señalado como principal sospechoso de su asesinato, aunque el líder del grupo, Hasán Nasrallah, desestimó las acusaciones de cualquier vínculo con la muerte del activista e incluso llegó a condenar el homicidio. Sin embargo, la opinión pública libanesa considera que el grupo está detrás del asesinato.
Un informe publicado por la revista del Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo y Política Exterior recogió que el asesinato de Slim envía un mensaje a los activistas y críticos de Hizbulá en Líbano, y también puede ser un mensaje para probar la reacción de la comunidad internacional. Sobre todo, para determinar las líneas rojas impuestas por la Administración Biden y por Francia.
Dicho informe señala, además, que muchos de los compañeros activistas de Slim ahora temen que Hizbulá inicie una ronda de asesinatos similar a la que cometió tras el asesinato del ex primer ministro libanés, Rafik Hariri, en el año 2005, tan solo detenida cuando la propia organización tomó el control de las instituciones del país tres años después.
Ayman Mhanna, director ejecutivo de la Fundación Samir Kassir, ratificó las intenciones recogidas por el informe advirtiendo que el asesinato era un mensaje para los activistas, especialmente los chiíes, y una señal de que los asesinatos selectivos ya no están necesariamente vinculados a “nombres familiares, sino a personas que tienen influencia en la formación de la opinión pública, la formación de ideas”.
Mientras, el presidente y el primer ministro designado de Líbano, Michel Aoun y Saad Hariri, respectivamente, han vuelto a intercambiar acusaciones esta misma semana en torno al estancamiento del proceso de formación del nuevo Gobierno. Hace apenas unos días mantuvieron un encuentro después de dos meses para tratar de resolver la crisis, que finalizó sin avances.
El primer ministro Hariri, líder del partido Movimiento del Futuro de tendencia suní, ha cargado contra el presidente Aoun, máximo representante del Movimiento Patriótico Libre, centrista y secular vinculado a Hizbulá, por bloquear la formación del Ejecutivo al insistir en su poder de veto y ha negado que su última propuesta, presentada el 9 de diciembre, supusiera una violación de las competencias constitucionales del mandatario.
La intención de Hariri, hijo del ex primer ministro asesinado Rafik Hariri, es incluir un Gobierno de 18 tecnócratas para poner en marcha las reformas contempladas por la iniciativa presentada por el presidente francés, Emmanuel Macron, a raíz de las explosiones del 4 de agosto de 2020 en el puerto de la capital, Beirut.
Por su parte, el líder de Hizbulá ha expresado su apoyo al presidente del país, Michel Aoun, y ha criticado al primer ministro, Saad Hariri, por su última propuesta para resolver la crisis. “No creo que nadie quiera que el Gobierno no se forme. Va en interés de todos que esto pase y es inaceptable esperar a las potencias extranjeras”, ha declarado. Aunque ha matizado que “hacer responsable solo al presidente es injusto”.
De esta forma, Nasrallah ha señalado que comprende la postura de Hariri sobre su negativa a que un bloque político cuente con un tercio de los puestos, lo que daría derecho a veto, si bien ha dicho “no entender su insistencia en el Ministerio del Interior y en que haya 18 ministros” dentro del Ejecutivo. Nasrallah no considera perjudicial la búsqueda de ayuda internacional, sin embargo, ha añadido que una internacionalización total del proceso “no resolverá los problemas, sino que los agravará”.
Hariri fue designado en octubre, casi un año después de dimitir del cargo en medio de otra oleada de movilizaciones populares contra su Ejecutivo. La designación, recibida con malestar por la población, llegó ante la falta de acuerdo sobre otro candidato a raíz de la dimisión del entonces primer ministro, Hasán Diab, quien se encuentra en funciones hasta la formación del nuevo Gobierno.