Los jinetes del desierto: la caballería de camellos que protege a Mauritania contra el yihadismo

Miembro de la unidad de la Guardia Nacional Mehariste - PHOTO/ ARCHIVO
Una fuerza única en el Sahel combina tradición, estrategia militar y desarrollo local para mantener la estabilidad y la seguridad desde 2011

En el corazón del desierto mauritano, una unidad militar única cabalga sobre camellos para garantizar la seguridad nacional. Se trata de los meharistas, soldados nómadas de la Guardia Nacional que patrullan las vastas y remotas zonas del país a lomos de dromedarios, desempeñando un papel crucial en la lucha contra el yihadismo. Su efectividad es indiscutible, ya que Mauritania no ha sufrido un ataque yihadista desde 2011.

Los meharistas son los herederos de las antiguas unidades militares montadas a camello creadas durante el periodo colonial francés. A bordo de sus “barcos del desierto” —como se conoce a los camellos dromedarios— y con fusiles Kalashnikov al hombro, recorren el sureste del país, una zona estratégica cerca de la frontera con Mali, donde la amenaza yihadista es constante.

La frontera oriental de Mauritania, de 2.200 kilómetros, limita con países afectados por la violencia extremista como Mali, Burkina Faso y Níger. En ese contexto, los dromedarios han demostrado ser aliados tácticos superiores a los vehículos todoterreno: infatigables, capaces de sobrevivir semanas sin agua ni comida y adaptados al difícil terreno arenoso.

“El grupo nómada puede desplegarse en zonas muy remotas o de difícil acceso para garantizar la presencia del Estado allí”, explica el coronel Moulaye al-Bashir, comandante de la unidad.

La estrategia ha cobrado fuerza desde 2019, cuando con apenas 50 hombres fue revitalizada con ayuda financiera internacional. Hoy, el Grupo Nómada cuenta con 150 jinetes y 400 camellos, y ha recibido varios millones de euros de la Unión Europea, interesada en mantener la estabilidad en una región sumida en el caos.

Los soldados realizan ejercicios de entrenamiento que integran tecnología moderna como drones. Guiados por instrucciones a través de walkie-talkies, aprenden a detectar y capturar ladrones de ganado, una amenaza común en la zona.

El presidente de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani, después de emitir su voto en la mesa electoral de Nouakchott, Mauritania - PHOTO/REUTERS

La base de operaciones se sitúa en Hodh Ech Chargui, a más de 1.000 kilómetros de Nuakchot, la capital, cerca del campamento de refugiados de Mbera, que alberga a unos 140.000 malienses, según ACNUR. Muchos más residen fuera del perímetro oficial, huyendo tanto de los yihadistas como de los abusos del ejército maliense o sus aliados rusos.

Los meharistas no solo patrullan, también recogen inteligencia, brindan atención médica y establecen contacto con comunidades nómadas, muchas de las cuales son potenciales objetivos de reclutamiento extremista. Reclutados ellos mismos entre tribus beduinas, los soldados ganan la confianza local cuidando ganado, persiguiendo ladrones o devolviendo animales perdidos.

El gobierno mauritano también ha construido pozos estratégicos a lo largo de las rutas de patrullaje que han fomentado el asentamiento de comunidades nómadas. En un punto del desierto donde en 2017 no había ni una cabaña, hoy viven entre 50 y 60 familias, gracias también a la instalación de un pequeño centro médico.

El éxito mauritano no se debe exclusivamente a los jinetes del desierto, pero su papel es fundamental en una estrategia que otros países del Sahel, como Chad y Níger, ya están observando con interés. De hecho, el coronel al-Bashir espera pronto entrenar a otras unidades meharistas y compartir con orgullo “la experiencia mauritana”.