El ex primer ministro y líder opositor, Raila Odinga, rechaza los resultados e impugna la votación en un episodio que reproduce los acontecimientos de los últimos comicios presidenciales de 2017

Kenia amenaza con una nueva repetición electoral tras la ajustada victoria de Ruto

AFP/SIMON MAINA - El 16 de agosto de 2022, los kenianos se preparan para un posible periodo de incertidumbre, después de que William Ruto fuera proclamado ganador de las reñidas elecciones presidenciales

Una de las miles de reseñas que pululan por las webs turísticas describe el auditorio Bomas de Kenia como un emplazamiento interesante “para conocer la danza y vestimenta de cada cultura, comer y tomar algo”. Eso sí, el usuario matiza que, “si vienes de visitar otros sitios desde muy temprano, te quedarás dormido porque el show dura como tres horas”. El espectáculo que ofrecieron el lunes los máximos representantes políticos del país no se prolongó tanto tiempo. En el auditorio, ubicado a 10 kilómetros de la capital, Nairobi, se reunieron los candidatos a la presidencia con sus respectivos equipos de campaña para escuchar la intervención del presidente de la Comisión Electoral Independiente y de Fronteras (IEBC, por sus siglas en inglés), Wafula Chebukati, encargado de anunciar los resultados de las elecciones celebradas el pasado 9 de agosto. 

El hasta ahora vicepresidente William Ruto, candidato de Kenya Kwanza (Kenia Primero, en suajili), hizo valer la ventaja inicial arrojada por las primeras proyecciones sobre su rival, Raila Odinga, antiguo primer ministro y candidato de la coalición Azimio La Umoja (Aspiración a la Unidad, también en suajili). Con la mayoría de los votos, pero con un margen mínimo del 50,49% sobre el 48,85% de Odinga, de apenas 230.000 sufragios, según el conteo de la Comisión Electoral, Ruto fue nombrado presidente electo ante un abarrotado Bomas de Kenia. El auditorio, lleno hasta la bandera, se transformó en un campo de batalla en cuanto los presentes se enteraron de que no había quórum en el seno del IEBC para decretar un ganador. Se extendieron de nuevo los rumores de amaño en las urnas, como ocurrió en las últimas presidenciales de hace cinco años.

Varios miembros del equipo de Odinga se abalanzaron sobre Chebukati y dos de sus compañeros de la Comisión Electoral para evitar que pronunciaran las palabras “Ruto ganador”. Después, se repartieron golpes, se lanzaron sillas y se profirieron insultos. Discordia. Las Fuerzas de Seguridad tuvieron que intervenir para separar a unos y otros y evitar mayores daños. Finalmente, el candidato de Kenia Primero, William Ruto, pudo ser nombrado vencedor y mandó un mensaje de unidad: “Trabajaré para todos los kenianos. Nos esforzaremos por cumplir nuestras promesas. Serviremos a todos por igual. Este será su Gobierno, el Gobierno del pueblo de Kenia”. El vicepresidente aprovechó la ocasión para defender la limpieza del proceso electoral y un escrutinio visiblemente favorable.

Para ganar en primera vuelta y sortear la segunda, uno de los candidatos debe obtener más del 50% de los votos y alcanzar al menos el 25% de los sufragios en 24 de los 47 condados en los que está dividido el vasto territorio de Kenia, según la ley electoral. De acuerdo con los datos contabilizados por el IEBC, Ruto cumple todos los requisitos. El acaudalado empresario del maíz de 55 años consiguió, en su primer envite presidencial, desplazar a Odinga, con seis intentos infructuosos a sus espaldas y respaldado por el presidente saliente, Uhuru Kenyatta, aliado hasta 2018 del propio Ruto. Este se hizo fuerte en la zona central del país, y arrebató a su rival el bastión de monte de Kenia, el principal caladero de votos nacional y hogar del pueblo kikuyu. Aunque se le escapó la provincia de Nairobi. 

La plataforma de Ruto, Kenia Primero, no solo salió airosa del embate presidencial. En las elecciones del pasado 9 de agosto, el pueblo keniano escogió también a los miembros del Congreso y del Senado, así como a los gobernadores y legisladores de los Parlamentos provinciales. La Comisión Electoral anunció resultados muy positivos para el movimiento del vicepresidente, que habría superado a la formación de Odinga en una y otra Cámara. En el Senado, con 33 escaños por los 32 de Aspiración a la Unidad; en la Asamblea Nacional, con 147 asientos por los 146 de la coalición de Odinga. 

El escrutinio se dilató una semana, siete días en los que el ambiente en las calles empezó a caldearse por el nerviosismo del resultado. “El proceso no siempre dura tanto, pero estaba dentro del plazo constitucional —apunta a Atalayar el investigador de Chatham House Fergus Kell—. Uno de los problemas de las elecciones presidenciales de 2017, que fueron anuladas por el Tribunal Supremo, fue que el resultado se anunció después de solo tres días, antes de que se completara el proceso de transmisión”. “Así que el IEBC ha intentado tomarse su tiempo este año para dar prioridad a la verificación precisa y minimizar los errores”, explica Kell. 

Pero la Comisión Electoral Independiente y de Fronteras, señalada hace cinco años como principal responsable de la repetición electoral, ha vuelto a errar el tiro. Los siete miembros del organismo mantuvieron horas antes de anunciar los resultados una reunión a puerta cerrada, sometida a estrictas medidas de seguridad, con el objetivo de alcanzar la unanimidad y cerrar filas. A buen seguro, Chebukati evitó mostrar fisuras. Pero no fue capaz. Minutos después de designar a Ruto como ganador, la vicepresidenta del IEBC, Juliana Cherera, y otros tres comisionados se distanciaron de la decisión de Chebukati y calificaron el conteo de “opaco”. Kell recuerda a este medio que no es la primera vez que hay divisiones en la comisión: “Un comisionado llegó a dimitir en 2017 antes de la repetición de la votación en octubre”. 

Aprovechando la fractura en el seno de la Comisión Electoral, el candidato perjudicado por el primer conteo, Raila Odinga, ha cargado en un comunicado oficial contra el presidente de la institución, Wafula Chebukati, por ocultar presuntamente los resultados: “Entendemos que solo el señor Chebukati tuvo acceso al recuento de los votos presidenciales. Negó a todos los comisionados el acceso a esa información hasta que apareció de repente ante los comisionados a última hora de la tarde para presentarles un hecho consumado”. También expresó que “a menos que se tome una decisión por unanimidad, la decisión (…) se tomará por mayoría de los miembros presentes y con votación”. Un balance que favorece ahora al candidato de Aspiración a la Unidad. 

La candidatura de Odinga está siguiendo “los canales y procesos constitucionales y legales para invalidar el pronunciamiento ilegal e inconstitucional” del IEBC, según la nota. El líder opositor impugnará los resultados, iniciando una nueva batalla legal similar a la experimentada en 2017, cuando la Corte Suprema, el más alto tribunal del país, anuló los resultados de las últimas presidenciales y ordenó la repetición electoral tras demostrar la negligencia de la Comisión Electoral, que acabaría decretando la reelección del presidente saliente Uhuru Kenyatta, que cumple ahora el máximo de mandatos. Es probable que se repita el mismo escenario. Después de aquella experiencia, son pocos los kenianos confían en la Comisión Electoral.

“Es importante que se respete el proceso judicial y una probable impugnación a través del Tribunal Supremo”, sostiene el investigador de Chatham House. “Debemos aplaudir a la Comisión Electoral Independiente y de Fronteras (IEBC) por mostrar una mayor transparencia, pero también debemos reconocer que corresponde a los impugnadores aportar pruebas para sus reclamaciones de trato injusto”. Las evidencias que muestre el equipo de campaña de Odinga serán determinantes para esclarecer el proceso, aunque aún no ha habido ninguna revelación en este sentido. 

En su comunicado, el equipo de Odinga optó por calmar las aguas tras unas horas de fuertes enfrentamientos comunitarios en las calles: “Que nadie se tome la justicia por su mano”. La tensión era latente en las inmediaciones de Mathare y otros barrios favorables a Odinga de Nairobi, donde se desataron una serie de protestas justo después del anuncio de los resultados y dejaron un rastro de neumáticos ardiendo, según la Agencia EFE. También se han venido produciendo manifestaciones en la ciudad de Kisumu, ubicada al oeste del país, a orillas del lago Victoria, donde habita una mayoría de la etnia lúo, que hubiera ocupado por primera vez la Presidencia del país de haber ganado Odinga. 

Kenia ha experimentado episodios convulsos durante los procesos electorales. En los comicios presidenciales de 2007, perdieron la vida más de 1.200 personas, y otras 100 murieron en 2017. “Es importante no generalizar ni estereotipar sobre la violencia política en Kenia: es cierto que hubo una violencia significativa tras las elecciones de 2007, y algunos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad del Estado en 2013 y 2017, pero los motores de esta violencia son complejos y están vinculados a la intersección de la etnia y la desigualdad”, expone Kell. “En esta ocasión, la campaña y el periodo de votación se desarrollaron de forma bastante pacífica y la política basada en la identidad étnica ha sido una característica menor de las campañas nacionales”.