Mauritania-Mali: un nuevo punto de conflicto en el avispero del Sahel
La región fronteriza entre Mali y Mauritania se ha convertido en una de las regiones más turbulentas del continente africano. El creciente impacto del terrorismo en la región del Sahel y, concretamente, en la frontera entre estos dos países, ha provocado que las fuerzas militares malienses se hayan extralimitado en sus operaciones, entrando en territorio mauritano, lo que ha despertado la indignación en el Gobierno de este país.
- El avispero del Sahel
- El fallido G5S
- Rusia y China
- El conflicto Mauritania-Mali
- La reacción de Mauritania
- La cercanía a la OTAN y a China
- Posición estratégica
El avispero del Sahel
Para entender el conflicto Mali-Mauritania hay que remontarse a los antecedentes de la inestabilidad en la región norteafricana del Sahel, una franja que limita al norte con el desierto del Sáhara y al sur con la sabana sudanesa. Se extiende desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo, cruzando el territorio de diez países: Senegal, Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía.
Como explica un informe del Departamento de Seguridad Nacional del Gobierno español, desde principios de la década de los 90 del siglo pasado, el terrorismo yihadista encontró en el norte de Mali y en el resto del Sahel el escenario idóneo para explotar la debilidad institucional de los gobiernos nacionales, supliendo el vacío estatal y usurpando sus competencias.
La situación se agravó desde 2008, con el establecimiento de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) en la región. Esta organización terrorista anunció la creación de un emirato islámico en el norte de Mali, aunque la intervención militar de Francia evitó que los yihadistas derrocaran el régimen de Bamako.
Sin embargo, el terrorismo siguió creciendo en el Sahel. A la presencia de AQMI se unió la de Estado Islámico, con dos ramas activas en la zona: Boko Haram, desde 2015, en la frontera entre Burkina Faso, Mali y Níger; y Estado Islámico en África Occidental, en el norte de Nigeria y la cuenca del lago Chad.
Los datos recopilados por el Real Instituto Elcano son impactantes: en 2008, la región sólo representaba el 1 % de las muertes por terrorismo a nivel global; en 2024 ha llegado al 48 %. Cinco de los diez países más afectados por el terrorismo están en el Sahel, y siete de los diez atentados más mortíferos han tenido lugar allí.
El fallido G5S
Para combatir esta lacra, cinco países de la región (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) crearon el llamado G5 del Sahel o G5S, en una cumbre de jefes de estado celebrada en febrero de 2014 en Nuakchot, la capital mauritana.
Su objetivo era crear un marco de coordinación para dar respuestas regionales a los flujos migratorios, la radicalización, el extremismo violento o el crimen organizado transnacional.
Sin embargo, su impacto fue escaso. Los problemas internos de los países integrantes del grupo precipitaron su fracaso: en mayo de 2022, Mali anunció que abandonaba el grupo, como protesta por el hecho de que no se le permitiera asumir la presidencia rotatoria debido a su situación política interna.
En diciembre de 2023, Níger y Burkina Faso también se retiraron del grupo, tras los golpes de estado que llevaron a los militares al poder en ambos países, lo que constituyó el golpe de gracia al G5S.
Rusia y China
Además del terrorismo, la situación del Sahel se ha complicado durante los últimos años por la intervención de dos potencias extranjeras en la región: Rusia y China. Rusia ha fomentado el antioccidentalismo en la zona, por medio de campañas de desinformación que las diferentes juntas militares han explotado para legitimarse.
Además, el Gobierno de Putin ha incrementado sus ventas de armamento a los ejércitos de la región y ha intervenido en la región por medio de su brazo armado privado, el Grupo Wagner, que ha estado entrenando, ofreciendo servicios de seguridad y participando en operaciones en la zona.
Por su parte, la intervención de China ha sido algo más sutil, también con ayuda militar y objetivos de índole económica (con los recursos minerales de la región como objetivo), aunque igual de desestabilizante.
El conflicto Mauritania-Mali
Ahora mismo, el conflicto fronterizo entre Mauritania y Mali es uno de los puntos más calientes en el Sahel. El golpe de estado que se produjo en Mali en agosto de 2020 y que precipitó su salida del G5S fue el inicio del deterioro en las relaciones entre los dos países vecinos.
Desde finales de 2021, la región occidental Mali, cerca de la frontera con Mauritania, comenzó a sufrir una oleada de atentados terroristas, lo que desencadenó la reacción de las fuerzas armadas de Mali que, en enero de 2022, cruzaron la frontera y llegaron a la región de Adil Bakrou, lo que provocó enfrentamientos que se cobraron la vida de siete civiles mauritanos. Como respuesta, el Gobierno envió una delegación de alto nivel a Bamako para discutir sobre el control y gestión de la frontera común.
En marzo de 2022, la situación se agravó, con secuestros y asesinatos de civiles en la región fronteriza mauritana de Bir El Atai, lo que generó nuevas protestas de Mauritania y la apertura de una investigación, estableciendo patrullas conjuntas para el control de fronteras.
Tras unos meses de relativa calma, en enero de 2023 se produjo un nuevo incidente, con el asesinato por parte del ejército maliense de siete pastores mauritanos que cruzaban la zona fronteriza de Adal Bakro.
Aunque Mali negó oficialmente la responsabilidad de miembros de sus fuerzas armadas en el incidente, en marzo de ese año varios civiles mauritanos fueran asesinados en Mali. El Gobierno mauritano trasladó su protesta al embajador maliense y acusó a las fuerzas regulares malienses de los incidentes contra los civiles.
La reacción de Mauritania
A principios del pasado abril, militares malienses mataron a varios civiles en las aldeas mauritanas de Madallah y Fassala. La crisis se complicó debido a la campaña militar conjunta lanzada por las fuerzas armadas malienses y el Grupo Wagner ruso. El presidente interino de Mali, Assimi Goita, trató de contener la crisis mediante un llamamiento al presidente mauritano Mohamed Ould Ghazouani.
La crisis de abril de 2024 ha sido un punto de inflexión en las relaciones bilaterales entre Mauritania y Mali, ya que desencadenó una escalada de consecuencias: el Gobierno mauritano dejó de permitir que civiles malienses entraran en su territorio sin permiso previo, lo que interrumpió el flujo de pastores y comerciantes a través de la frontera.
Por su parte, el creciente sentimiento hostil en Mali provocó el bloqueo de los camiones mauritanos que entraban en el país con fines comerciales, lo que motivó nuevas protestas y reuniones entre representantes de ambos gobiernos.
A principios de mayo, el portavoz del Gobierno mauritano anunció la plena disposición de las fuerzas armadas mauritanas para defender la patria y advirtió a cualquiera de las partes que no atacara el territorio de su país. Como demostración de poder, el 4 de mayo, las Fuerzas Armadas mauritanas iniciaron unas maniobras militares a gran escala en el estado de Hodh El Sharqi, en las que participaron la fuerza aérea y la artillería, con la presencia de los ministros de Defensa y del Interior, y del jefe del Estado Mayor del Ejército mauritano.
Y una nueva demostración: el 10 de junio, la Gendarmería mauritana organizó una maniobra ampliada en la que participaron más de 1.500 efectivos, con más de 200 vehículos militares, tanto en la capital, Nuakchot, como en la ciudad costera de Nouadhibou y las regiones del sur, hasta Kobni, cercana a la frontera con Mali.
La cercanía a la OTAN y a China
La escalada de la tensión con Mali y el acercamiento tanto de este país como de Burkina Faso y Níger a Rusia han obligado a Mauritania a buscar apoyos exteriores, y el más importante ha sido la OTAN, muy interesada en controlar la injerencia de Rusia en los países del Sahel.
Mauritania fue invitada a participar en la cumbre de la OTAN en junio de 2022, en la que se aprobó un paquete de asistencia de seguridad y defensa a Nuakchot, destinado a mejorar su capacidad para hacer frente a las múltiples amenazas.
Para la OTAN, estrechar su relación con Mauritania era clave para mantener su capacidad de interactuar con los acontecimientos militares y de seguridad en esta conflictiva región.
Mauritania también ha recurrido a otro de los actores extranjeros en la región, China, avanzando en sus relaciones diplomáticas, que culminaron con la visita del presidente mauritano a Pekín en julio de 2023.
El Gobierno chino firmó con el mauritano diversos acuerdos en los sectores de agricultura, pesca y energías renovables, e incluyó a Mauritania en el programa para aliviar las deudas de los países africanos.
Aunque no se ha demostrado, todo apunta a que los nuevos drones que utiliza el Ejército mauritano son de fabricación china, lo que incluiría al sector de la defensa entre los ámbitos de colaboración entre ambos países.
Posición estratégica
Mauritania constituye un caso especial entre los países del Sahel, por su situación estratégica, que también es un factor que determina su política exterior actual: geográficamente, pertenece a los países del norte de África, pero la competencia entre dos gigantes económicos y militares como Marruecos y Argelia eclipsa su papel en la región. Por otro lado, Mauritania constituye la frontera occidental del Sahel, que comienza en Sudán y atraviesa Chad, Níger, Mali y Burkina Faso.
La política mauritana refleja el deseo de aprovechar esta posición privilegiada, fortaleciendo sus capacidades integrales hasta convertirse en un tercer actor en el norte de África, lo que atraería a las potencias internacionales, interesadas en las prometedoras perspectivas relacionadas con la exploración del petróleo y el gas, y con los puertos comerciales.
Para eso hará falta, además, una estabilidad política. La reciente celebración de elecciones presidenciales no ha servido para garantizarla. Se trata de la asignatura pendiente de Mauritania para fortalecer su papel en la región.