El nuevo presidente de Irán era el fiscal adjunto de Teherán cuando se llevó a cabo la masacre

Naciones Unidas pide investigar la “importante” participación de Ebrahim Raisi en la masacre de 1988

AFP/ ATTA KENARE - El presidente electo de Irán, Ebrahim Raisi, da su primera rueda de prensa en la capital, Teherán, el 21 de junio de 2021

El mandato de Ebrahim Raisi al frente de Irán no ha empezado del todo tranquilo – algo que se podía esperar tratándose de Teherán –. Sin haber pasado aún dos semanas desde que el ultraconservador venciese en las elecciones del 18 de junio, Javed Rehman, el investigador de derechos humanos de las Naciones Unidas en Irán, ha pedido una investigación independiente sobre la ejecución estatal de miles de presos políticos en el año 1988. En ese momento, el ahora presidente era fiscal adjunto y, según Rehman, existen testimonios y pruebas recopiladas a lo largo de los años que pueden ser de gran relevancia en este caso. 

“Creo que este es el momento adecuado, y es muy importante ahora que el señor Raisi se ha convertido en el presidente (aún electo), que comencemos a investigar lo que sucedió en 1988 y el papel de todos los individuos”, afirmaba el investigador de las Naciones Unidas. Esclarecer este asunto podría ser de gran importancia, no sólo para la figura del nuevo presidente iraní, sino para todas las familias que sufrieron las consecuencias de la mascare y que podrán conocer mejor todo lo que ocurrió gracias a la investigación que se pretende poner en marcha desde la ONU. 

El papel de Raisi, quien ya ha sido descrito por muchos como fanático y oportunista, en la ejecución de miles de prisioneros es lo que se pretende esclarecer. No obstante, Estados Unidos ya impuso sanciones al presidente electo ya que le acusaban de participar de forma directa en los asesinatos como uno de los cuatro jueces que se encargaron de su supervisión. Según datos de Amnistía Internacional, el número de víctimas ligadas a estas ejecuciones durante la masacre ascendía por encima de las 5.000 personas, aunque señalaban que el número real podía ser incluso mayor.  

A pesar de que las Naciones Unidas expresaron su profunda preocupación por la ola de ejecuciones de prisioneros políticos en Irán entre julio y septiembre de 1988, el expediente no fue remitido al Consejo de Seguridad y el Comité de Derechos Humanos de la ONU no tomó ninguna medida. Y ahora, algunos como Geoffrey Robertson, exjuez de apelación de la ONU y expresidente del tribunal de crímenes de guerra de Sierra Leona, afirman que “tenemos a un criminal internacional como presidente… Es culpable de crímenes contra la humanidad, cometidos a finales de 1988 por la matanza de miles de prisioneros”

Tampoco supone una novedad en la actualidad del país iraní. Hace unos meses, en diciembre del pasado 2020, la líder de la oposición iraní Maryam Rajavi pidió el fin de la inmunidad del líder supremo Ali Jamenei, el por entonces presidente Hasán Rohaní y otros líderes del régimen iraní implicados en esa masacre, además de Ebrahim Raisi, jefe del Poder Judicial y ahora presidente electo, jefes de inteligencia, comandantes de guardia y muchos funcionarios y otros elementos del régimen. Sin embargo, esa petición no alcanzó el éxito que desde un primer momento sabían en la oposición que iba a ser complicado de lograr. 

Con la llegada de Ebrahim Raisí al poder ha sido imposible dejar de lado uno de los asuntos que, a pesar de todo lo que rodea a la política iraní, sigue teniendo una vital trascendencia en la historia del país. Naciones Unidas pretende llevar a cabo una investigación independiente que no terminan de ver con buenos ojos en Teherán. El hermetismo que siempre ha caracterizado al país iraní es otro de los inconvenientes que tendrá que solventar la ONU si de verdad quiere sacar adelante una investigación que goce de garantías reales. 

Será complicado para Naciones Unidas hacer frente de forma directa a un personaje como es el presidente Raisi. Un fanático que, como no podía ser de otra manera, cuenta con el apoyo del líder supremo Jamenei, y que sin ningún tipo de duda acaparará las portadas de la prensa internacional en los próximos años. La ya de por sí complicada situación de Irán, unida a la presencia de alguien a quien rodean muchas incógnitas, son muestra clara que la tranquilidad en Irán aún está lejos de ser una realidad. 

Ali Reza Eshraghi, director de proyectos de la división de Medio Oriente y el Norte de África del Institute for War and Peace Reporting, habla del secretismo que existe en torno a su figura: “¿De quiénes se rodea? ¿Con quién va a estar trabajando? ¿Quiénes facilitaron su llegada a la presidencia? Esas son las preguntas más importantes”. Un país unido al secretismo, con un presidente del que no se sabe demasiado y una investigación que lleva años esperando ser desenterrada, hacen ver que Naciones Unidas tiene un complicado y largo trabajo por delante.