Sahel: mismo fin, diferente estrategia
Los éxitos recientes de operaciones contra el yihadismo en el Sahel por parte de tropas francesas, especialmente en la zona denominada de las tres fronteras, no oculta una realidad: hay evidentes signos de agotamiento. No sólo desde un punto de vista nacional y político en Mali en particular, sino para el propio país europeo. El coste de la operación Barkhane se sitúa alrededor de los 1.000 millones de euros anuales para mantener una presencia militar que empieza a acercarse a la década de duración, y que ha dejado medio centenar de bajas en las filas francesas. En ambos sentidos, una cifra récord para Francia desde la década de los 60. Además, para el particular maliense, cuya inestabilidad política no proviene exclusivamente de la violencia casi crónica de algunos de sus territorios, la presencia francesa empieza a repercutir negativamente en un amplio porcentaje de la población, lo que redunda en mayor contestación social y política.
Mali ya ha dado ciertos pasos para definir su propia forma de interactuar con los grupos terroristas presentes en la región, mostrando un claro aperturismo hacia el diálogo. Tanto desde el Ejecutivo del depuesto presidente Ibrahim Boubacar Keïta, como desde el recientemente formado tras el golpe de Estado de este verano, se sondea la posibilidad de negociación con ciertos grupos o actores dentro de los entramados que forman las filiales tanto de Daesh como de Al-Qaeda en el Sahel. Sin ir más lejos, la liberación de varios rehenes a cambio de casi dos centenares de yihadistas iniciada por el Gobierno maliense, no ha sido demasiado celebrada, ni vista como un éxito diplomático notable en París. Este perfil más bajo de lo habitual en un presidente como Emmanuel Macron y un país como Francia, deja entrever cierta tirantez y discrepancia en las formas y, sobre todo, en el coste de la liberación. Algo que, por supuesto, no ha verbalizado la diplomacia francesa.
Ni la presencia militar, ni la negociación con grupos yihadistas implicarán una solución definitiva ni inmediata a la crisis que vive esta región africana desde hace años. La primera es una consecuencia de la existencia de esos grupos terroristas con los que se busca negociar, terrorismo que es a su vez consecuencia de la falta de buena gobernanza y presencia del Estado en el conjunto del territorio, también de la fricción étnica, de la falta de desarrollo y oportunidades, etc. Por tanto, la única solución duradera pasa por atajar de raíz esas problemáticas, y que, en esas soluciones, actores externos vayan teniendo cada vez más peso. Buscando pasar de la casi tutela – incluso casi sustitución en el ámbito militar por parte de Francia –, a un acompañamiento por parte de aquellos que tienen las capacidades y los medios para hacerlo, como es el caso de actores como la Unión Europea.
En esa línea lleva un tiempo trabajando Francia, que trata de atraer a sus socios europeos a involucrarse militarmente en la región, repartiendo la carga que ahora mismo sostiene París casi en exclusiva. Ese es el objetivo de la Task Force Takuba, que poco a poco va sumando países no sólo al apoyo político de la operación, algo que España ni siquiera ha hecho, sino también al envío de efectivos. Según la ministra de Defensa francesa, Florence Parly, Portugal e Italia serían los últimos en sumarse a otros como Suecia, República Checa o Estonia. Un híbrido, palabras del exoficial francés Michel Goya, entre la finalización de la presencia francesa y el actual rol que lleva a cabo la operación Barkhane. En este marco también pueden situarse nuevas plataformas como la Alianza por el Sahel, que pretende canalizar las inversiones en desarrollo que se realizan en la región.
La Unión Europea, por su parte, también entiende que la buena gobernanza es el pilar fundamental para que todo lo invertido en el Sahel, desde tiempo, a dinero y también, claro, vidas humanas, tenga sentido y fructifique en la consolidación de los Estados de la región. La labor de formación que lleva a cabo la EUTM-Mali o proyectos como el GAR-SI Sahel, junto al papel militar y securitario que debe ir fortaleciendo el G5 Sahel.
Es una evidencia que el terrorismo sigue propagándose por la región, amenazando ahora también a los países costeros como Ghana o Costa de Marfil, pese a la cantidad de esfuerzos puestos en la región. La meta sigue siendo la misma, pero los medios para alcanzar, Barkhane entre ellos, puede que necesiten ser revisados.