La inmolación del atacante, aún sin identificar, ha provocado una veintena de muertos ante la misión diplomática rusa en Afganistán

Un atentado contra la Embajada de Rusia en Kabul mata a dos miembros del personal diplomático ruso

PHOTO/REUTERS - Un oficial de seguridad afgano vigila el lugar de una explosión en Kabul, Afganistán, el 15 de diciembre de 2020

Al menos dos miembros del personal diplomático ruso han perdido la vida este lunes en un atentado con bomba registrado en la Embajada de Rusia en Kabul, ubicada en la avenida de Darul Aman. Entre los muertos se encontrarían un guardia de seguridad y el cónsul, máximo representante del Kremlin en Afganistán desde la retirada del embajador en agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron de nuevo el poder tras la abrupta retirada de Estados Unidos, de acuerdo con las fuentes citadas por el Independent Persian

El atentado se ha cobrado 20 víctimas mortales, aunque la cifra de fallecidos podría aumentar en las próximas horas, ya que más de una decena de personas han resultado heridas y han sido hospitalizadas de urgencia. Según testigos oculares, el atacante habría hecho detonar el explosivo en las inmediaciones del recinto, sin embargo, otras versiones sostienen que este se inmoló en el interior, cuando varios ciudadanos afganos hacían cola para recibir visados rusos. 

“El 5 de septiembre, a las 10:50 de la mañana (…) en las inmediaciones de la entrada de la sección consular de la Embajada de Rusia en Kabul, un militante desconocido hizo estallar un artefacto explosivo. Como resultado del atentado, murieron dos empleados de la misión diplomática y también hay víctimas entre los ciudadanos afganos”, trasladó el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso en un escueto comunicado. 

El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, describió el ataque como un “acto terrorista”, mientras que el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, condenó los hechos e informó de que los talibanes habían “tomado medidas para reforzar la protección del perímetro exterior”. “Confiemos en que los organizadores de este atentado terrorista y sus ejecutores reciban un merecido castigo lo antes posible”, remató el veterano titular de Exteriores. 

“Hoy, en el séptimo distrito de Kabul, las Fuerzas de Seguridad mataron a una persona que transportaba explosivos”, tuiteó el portavoz talibán Zabiullah Mujahid. “Durante el incidente se produjo una explosión y muchos de nuestros compatriotas resultaron mártires y heridos”, añadió Mujahid, quien aseguró que la zona estaba bajo el control de las autoridades, que habían iniciado ya una “exhaustiva” investigación. 

El encargado policial, Malavi Saber, ha asegurado en declaraciones a la agencia EFE que el atacante se inmoló en la calle tras ser descubierto por las autoridades “antes de que llegara a su objetivo, causando la muerte de dos civiles e hiriendo a otros 11”. Según la versión talibán, los guardias talibanes abatieron al terrorista “antes de llegar a la multitud, fuera de la Embajada rusa”. Sin embargo, el grupo fundamentalista ha sido visto amenazado a los periodistas locales para evitar que hablen con la prensa extranjera.

“El atentado suicida de hoy frente a la Embajada rusa en Kabul envía dos mensajes. Primero, que los talibanes no pueden ni siquiera asegurar la capital por sí solos, y mucho menos el resto del país. Segundo, que cualquier país extranjero que sueñe con tener su propio paraíso aislado en Afganistán debería pensárselo dos veces”, escribe en Twitter Faran Jeffery, el director adjunto de la Teología Islámica de la Lucha contra el Terrorismo (ITCT, por sus siglas en inglés). 

La versión de los hechos aportada por el portavoz de la policía de Kabul, Khalid Zadran, tiene grietas. Si el atacante fue abatido, ¿cómo fue capaz de hacer detonar el explosivo? Si el atentado no se produjo en el interior del edificio, ¿por qué uno de los fallecidos es un miembro destacado de la legación diplomática? Los talibanes quieren evitar a toda costa proyectar señales de debilidad; la realidad es que el grupo tiene serios problemas para garantizar un mínimo de seguridad. Los atentados han sido la tónica general desde que recuperaran el poder dos décadas después. 

Ninguna organización se ha atribuido la autoría por el momento, aunque todas las miradas están puestas en el Estado Islámico del Gran Jorasán (ISIS-K), la filial del Daesh en la región, activa en Pakistán y Afganistán. El grupo yihadista se ha convertido en el principal enemigo de los talibanes, a quienes consideran traidores por su “colaboracionismo” con Washington, con quien se sentaron en la mesa de negociación de Doha. Todo ello a pesar de tener conexiones internas con el grupo a través de la red Haqqani. 

La avenida Darul Aman se encuentra en el séptimo de los 22 distritos en los que se divide Kabul, alejada de la Zona Verde que alberga la antigua Embajada de EE.UU. y el palacio presidencial. El emplazamiento es escenario habitual de atentados, un hecho que no ha disuadido a Moscú de mantener desplegada a su legación en este enclave, tampoco tras la turbulenta salida de las tropas estadounidenses. Rusia es, además, de los últimos países con representación diplomática en la nación asiática, aunque su misión es la primera en ser objeto de un atentado. 

De nada parece haber servido la reunión del enviado especial del Kremlin para Afganistán, Zamir Kabulov, con altos mandos de los talibanes celebrada semanas antes de la toma de poder talibán. Según el Ministerio de Exteriores ruso, en aquel encuentro se acordó la protección por parte de los fundamentalistas de las Embajadas extranjeras. No ha sido el caso. 

A pesar de los amagos, Moscú no ha reconocido la legitimidad del Gobierno talibán. Ningún Estado lo ha hecho hasta la fecha, ni siquiera China, Pakistán o Turkmenistán, con quien los talibanes mantienen relaciones bilaterales. Es más, el Kremlin cataloga a la milicia fundamentalista como una organización terrorista, y la prohíbe en Rusia. No obstante, el Kremlin ha facilitado la entrada de delegaciones talibanes en el país, la última en el Foro Económico de San Petersburgo.