De África al Golfo, China redirige su estrategia energética

Logotipo de la OPEP - REUTERS/DADO RUVIC
China busca lazos energéticos con los países del GCC en respuesta a los cambios estructurales del mercado
  1. Desafíos de la producción petrolera en Angola
  2. Transformación del mercado energético global
  3. Surgimiento de China en el panorama energético
  4. Fortalecimiento estratégico entre China y el GCC

Durante años, China ha ido ganando terreno en África mientras Estados Unidos se retiraba de la región, dejando un vacío significativo en la influencia occidental sobre esta "frontera final". Sin embargo, ahora, esa expansión basada en el poder blando y los préstamos respaldados por petróleo está perdiendo fuerza. Diversos centros de estudio señalan que China está optando cada vez más por el petróleo árabe en lugar del crudo africano.

Como recuerda el medio Al Arab, en 2002, con el fin de la guerra civil de 27 años en Angola, esta nación del África central implementó el llamado “Modelo Angola”, obteniendo préstamos de China respaldados por petróleo para financiar la construcción de carreteras, presas hidroeléctricas, ferrocarriles y otros servicios públicos. No obstante, esta estrategia no perduró.

Sede de la petrolera estatal angoleña, Sonangol, en la capital, Luanda - REUTERS/SIPHINE SIBEKO

Según la Carnegie Endowment for International Peace, Angola ha descendido en la lista de principales proveedores de crudo de China, mientras Pekín se inclina cada vez más por los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC), Rusia y otros países asiáticos. Mientras que en 2010 Angola era el segundo mayor proveedor de petróleo de China, solamente precedido por Arabia Saudí, el año pasado había caído al octavo lugar, como informó el South China Morning Post (SCMP).

El Modelo Angoleño funcionó bien en sus primeros años. Según datos de la Universidad de Boston citados por SCMP, entre 2000 y 2022, Angola obtuvo préstamos por un total de 45.000 millones de dólares de China, pagando parte de ellos con petróleo. Sin embargo, cuando los precios del petróleo colapsaron en 2014, en pleno auge del esquisto, Angola se vio obligada a bombear mucho más petróleo para saldar su deuda con China, ilustrando los riesgos del dinero fácil de Pekín.

Desafíos de la producción petrolera en Angola

Tino Cuellar, presidente del Carnegie Endowment for International Peace - REUTERS/LEON NEAL

Angola, junto con otros productores africanos de petróleo, ha tenido dificultades para atraer inversores que desarrollen sus campos petrolíferos y construyan infraestructuras. A pesar del entusiasmo inicial de grandes compañías petroleras como BP, Exxon y Chevron por los vastos depósitos del país, persisten obstáculos como regímenes fiscales desfavorables, corrupción y, en algunos casos, falta de recursos para asegurar los activos. Angola ha fallado repetidamente en cumplir las cuotas de producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Actualmente, Angola es uno de los productores más pequeños de la OPEP, con una producción de apenas 1,15 millones de barriles por día en noviembre, lo que representa el 0,3 % de la producción diaria de la organización de 38,19 millones de barriles. La producción de Angola era de 1,66 millones de barriles diarios cuando se unió a la OPEP en 2007, y alcanzó su pico de 1,88 millones de barriles diarios un año después. Desde entonces, la producción se estabilizó en torno a 1,80 millones de barriles diarios en 2015 antes de caer drásticamente en los años siguientes. El nivel de producción actual de Angola está ligeramente por encima del objetivo de la OPEP de 1,10 millones de barriles por día.

Como informa el portal de noticias sobre energía, Oil Price, las relaciones entre Angola y la OPEP alcanzaron un punto álgido el año pasado cuando la OPEP permitió a los Emiratos Árabes Unidos aumentar su producción en 200.000 barriles diarios hasta 3,2 millones de barriles en 2024, pero redujo ligeramente la cuota de Angola para 2024 en línea con su propia disminución de producción. Mientras tanto, China ha centrado cada vez más su atención en infraestructuras de producción más predecibles en los estados del Golfo y Rusia. Según el informe de Carnegie, "las importaciones han aumentado en más del 40 % para casi todos los principales socios comerciales de petróleo de China en Asia, excepto Irán, cuyo petróleo se envía a través de países como Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Malasia".

Al igual que en Angola, el envejecimiento de los campos petrolíferos ha sido una de las principales razones de la disminución de la producción en muchos productores africanos, especialmente Nigeria, pero también en productores más pequeños como Sudán del Sur, cuyo desarrollo petrolero está en un estado constante de altibajos, más recientemente debido a la guerra civil en el vecino Sudán. Con la atención centrada en ubicaciones “offshore” (con operaciones de extracción mar adentro) como Guyana y Namibia, los actores tradicionales africanos están quedando rezagados. Exceptuando el descubrimiento en el Bloque 15 “offshore” de Angola en 2022, Exxon ha mantenido un perfil bajo en África.

Transformación del mercado energético global

Modelo de Linglong One (ACP1000), un reactor nuclear desarrollado por la Corporación Nuclear Nacional de China (CNNC) - PHOTO/REUTERS/ARCHIVO

China, con un fuerte enfoque en el GCC, ha estado buscando activamente lazos energéticos con Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Kuwait, Omán y Qatar. El año pasado, según datos publicados por China Daily, China importó cerca de 200 millones de toneladas métricas de crudo y 18 millones de toneladas de gas natural licuado del GCC. Esto representó un tercio de las importaciones totales de petróleo de China y aproximadamente una cuarta parte de sus importaciones totales de gas natural.

Como indica el informe político “East meets middle” del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, no se trata solo de combustibles fósiles. China está enfocada en los lazos con el GCC en el sector de energías renovables, así como en el campo nuclear. Huang Mingang, economista jefe de China National Nuclear Corporation, comunicó a China Daily que Pekín "aprovecha la cadena de suministro integral de la industria nuclear y las capacidades de servicio técnico para proporcionar a los países árabes soluciones integradas de energía nuclear y servicios de ciclo de vida completo".

La nueva relación de China con Arabia Saudí y los EAU está impulsada en parte por un cambio estructural en los mercados energéticos globales, particularmente el desplazamiento del centro de gravedad de la demanda energética global hacia Asia y China. Este cambio no solo desafía el núcleo de la relación de "energía por seguridad" entre Estados Unidos y el Golfo, sino que también altera los patrones de dependencias geoeconómicas y pone en duda la futura denominación del comercio de petróleo en dólares.

Torre de perforación en la plataforma petrolífera Thunder Horse de BP en el Golfo de México, a 150 millas de la costa de Luisiana - REUTERS/JESSICA RESNICK-AULT

En 1945, una reunión entre el entonces presidente de EE.UU., Franklin D. Roosevelt, y el rey saudí Abdul Aziz Ibn Saud, a bordo del USS Quincy, fue el primer paso en una alianza basada en un suministro estable de petróleo a bajo costo a cambio de garantías de seguridad estadounidenses. Durante décadas, el petróleo se ha vendido en dólares y los grandes ingresos derivados de su venta –“petrodólares”– se reciclaron en gran medida en la economía estadounidense. Este mecanismo desempeñó un papel importante en el fortalecimiento de la economía americana después de la Segunda Guerra Mundial y en la dominación internacional del dólar. A cambio, Estados Unidos se convirtió en el principal socio de seguridad de los estados del Golfo y en la piedra angular de la arquitectura de seguridad regional en Oriente Medio.

Pero en la última década, profundas transformaciones en los mercados energéticos han desafiado este arreglo de "energía por seguridad". Tras la revolución del gas de esquisto, las importaciones de petróleo de Estados Unidos desde Arabia Saudí cayeron cinco veces entre 2012 y 2022. La economía estadounidense sigue dependiendo de los precios internacionales de la energía, pero este desarrollo, junto con la perspectiva de transiciones energéticas globales, ha alimentado un debate en Washington sobre la necesidad de disminuir la implicación de seguridad de EE.UU. en Oriente Medio. Este debate está teniendo repercusiones concretas: por ejemplo, en 2019, Donald Trump se negó a intervenir tras un ataque iraní a las instalaciones petroleras saudíes en Abqaiq y Khurais, lo cual se vivió como una traición en las capitales del Golfo.

Surgimiento de China en el panorama energético

Importaciones chinas de petróleo ruso desde enero de 2020, según las autoridades aduaneras chinas vía Bloomberg - AFP/SYLIE HUSSON Y LAURENCE SAUBADU

Por otra parte, la rápida emergencia de China en las últimas dos décadas como el mayor cliente energético de los estados del Golfo cambia radicalmente el panorama de los intereses económicos fundamentales de estos estados. También plantea nuevas preguntas sobre si esta nueva situación podría llevar a una mayor implicación política y de seguridad de China en el Golfo a largo plazo.

En 20 años, las importaciones energéticas de China aumentaron quince veces, y el país ha sido el mayor importador de petróleo del mundo desde 2016. Solo el Golfo representa la mitad de las importaciones de hidrocarburos de China. Como resultado, la participación de China en las exportaciones totales de energía del GCC saltó del 5 % a principios de la década de 2000 a más del 20 % en 2023. Se proyecta que esta participación continuará aumentando durante las próximas décadas. Si bien se espera que las importaciones de petróleo del GCC a otros países asiáticos, especialmente India y los países del sudeste asiático, también aumenten rápidamente en las próximas décadas, es poco probable que reemplacen a China como el principal importador.

El desarrollo de una relación a largo plazo entre China y los países del Golfo se ha vuelto crucial para la seguridad económica y la prosperidad de todos los involucrados. Ambas partes han aumentado sus inversiones conjuntas a lo largo de la cadena de valor energética, desde la exploración y explotación de campos petroleros hasta inversiones en almacenamiento, refinerías, industrias petroquímicas y la firma de acuerdos de suministro a largo plazo. En 2021, el CEO de Aramco, Amin Nasser, declaró que el mercado chino sería la principal prioridad de la compañía durante los próximos 50 años.

Fortalecimiento estratégico entre China y el GCC

Fotografía de familia, de  la Cumbre China-Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), en Riad, Arabia Saudí, el viernes 9 de diciembre de 2022 - XINHUA/XIE HUANCHI via AP

Para los estados del Golfo, fortalecer su relación con China es una estrategia para mantener su posición central en la economía mundial y conservar la influencia geoeconómica que ello les proporciona, especialmente en tiempos de transiciones energéticas globales. Este objetivo explica por qué algunas de las recientes inversiones de Arabia Saudí en las refinerías de China han sido altamente subsidiadas. Muchas de estas inversiones, desde el exterior, parecen carecer de una lógica económica y en su lugar parecen destinadas a profundizar la dependencia de China del petróleo del Golfo.

Desde la perspectiva de China, la fuerte dependencia energética del Golfo está, de hecho, cambiando la perspectiva de Pekín sobre la región y obligándole a prestar mayor atención a la estabilidad en Oriente Medio. Este desarrollo ha desencadenado debates entre los académicos chinos sobre si Pekín debería dedicar más capital diplomático y militar a la región. En la última década, China intentó reducir su dependencia energética de países individuales como Arabia Saudí diversificando sus proveedores hacia Irak, así como a Angola, Brasil y Venezuela. Sin embargo, los productores del Golfo parecen estar destinados a seguir siendo socios energéticos clave para China, ya que su ventaja de precio en la producción de petróleo y gas significa que superarán a otros productores que podrían verse socavados por la transición verde.

Vista aérea de los contenedores de almacenamiento de petróleo cerca de la refinería Chevron Pasadena, Texas - AP/BRANDON BELL

A largo plazo, las transiciones energéticas globales probablemente cambiarán la relación energética entre los estados del Golfo y China a favor de esta última. La evolución de los mercados energéticos globales ya ha limitado el impacto de las tensiones geopolíticas y los conflictos en los precios mundiales del petróleo. El ataque de Abqaiq-Khurais en 2019 y, más recientemente, los ataques hutíes en el Mar Rojo no han desencadenado el tipo de aumentos de precios que habrían sido probables hace solo unas décadas. Los responsables políticos chinos podrían decidir, en consecuencia, que el acceso al petróleo barato ya no es una cuestión existencial, como se vislumbró, por ejemplo, con la vacilación de China a invertir en Aramco cuando salió a bolsa en 2019. Por lo tanto, es poco probable que la nueva interdependencia energética entre el Golfo y China conduzca automáticamente a una mayor implicación china en la geopolítica y la seguridad de la región de la misma manera que lo hizo para EE.UU. en el siglo XX.

En general, la imagen que emerge de las relaciones de China con los EAU y Arabia Saudí es la de una asociación en crecimiento, pero aún limitada y en gran medida transaccional. A pesar de algunos logros notables, estas relaciones aún luchan por igualar la profundidad de los lazos que la región ha mantenido con Occidente durante varias décadas. Sin embargo, tanto China como los países del Golfo están interesados en que esta relación siga creciendo en profundidad y amplitud, enfrentándose a un mundo cada vez más multipolar y competitivo.