Argelia como nación en el marco magrebí
Las aspiraciones del pueblo argelino han sido traicionadas por el régimen militar.
El primero de noviembre de cada año se conmemora en Argelia el Manifiesto mediante el cual el pueblo argelino anunció en 1954 su revolución para poner fin al colonialismo francés impuesto desde 1830. Se conmemora el 66º aniversario de esa proclama coincidiendo con una crisis interna marcada por las protestas o el “hirak” contra el régimen militar, otra que ya es crónica con su vecino marroquí y otra con Francia, su excolonizador, a raíz de unas declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, en las que se preguntaba si Argelia antes del colonialismo francés existía como nación.
Recordó, según el diario Le Monde, que antes que Francia en Argelia había precedentes de colonizaciones, en alusión a Turquía, exclamando su fascinación por la capacidad de ésta de hacer olvidar totalmente el papel que jugó en Argelia durante el Imperio Otomano.
«, fasciné de voir la capacité qu’a la Turquie à faire totalement oublier le rôle qu’elle a joué en Algérie et la domination qu’elle a exercée ».
Acusaba también al régimen argelino de rescribir una historia oficial que no se basa en verdades y que el “sistema político-militar se construyó sobre esta renta conmemorativa”. Estas declaraciones suscitaron el enfado de los gobernantes argelinos que las consideraron ofensivas y falsas. A consecuencia de ello, llamaron a consultas a su embajador en París y prohibieron los vuelos de los aviones militares franceses sobre el territorio argelino.
La conmemoración del 66º aniversario del Manifiesto del primero de noviembre es una oportunidad para abordar estas declaraciones del mandatario francés, que sin duda no son baladí, resaltando en ellas lo eventualmente erróneo y lo que probablemente es cierto.
Primero y, ante todo, resaltar que la mayoría de los argelinos y el resto de magrebíes consideran que Argelia fue siempre una nación. Pero una nación dentro del espació magrebí, gobernada por las mismas tribus que gobernaron el resto del Magreb y que se turnaron en el poder con la excepción de la época de los otomanos, lo que tiene su explicación.
No obstante, el régimen militar que asaltó el poder en 1962, para legitimarse, elaboró una historia a la medida de sus intereses. Por ello, si es cierto, como bien dice el presidente Macron, ese “sistema político-militar se construyó sobre esta renta conmemorativa”. Una historia oficial del poder militar y policial repleta de incoherencias y grandes contradicciones de graves consecuencias.
Como cuestión previa es preciso resaltar que respecto al término “nación”, que en árabe es “Umma”, su concepto y su evolución es completamente diferente en Europa que en el mundo islámico. Su proceso que culminó en la aparición de una identidad nacional tuvo una evolución diferente en Europa que en el mundo islámico. En Europa es relativamente reciente, a raíz del tratado de Westfalia, donde se estableció el concepto de soberanía nacional y el principio de la integridad territorial como fundamentos de los Estados. En el mundo islámico el término “Umma” es un concepto mucho más antiguo que remonta al siglo VII cuyo origen lo encontramos en el Corán. Su significado etimológico es “comunidad” especialmente la “comunidad de los creyentes”. Se basa en el principio de Dar al-Islam que establece “la tierra del islam es tierra de todo musulmán”. En este espacio, el musulmán disponía de la libertad de circulación, de trabajo y establecimiento sin consideración de origen. También, dentro de la tierra del islam la conquista de un territorio por otro poder islámico no se considerada ni ocupación, ni colonialismo.
En el Magreb, Marruecos fue el primero en formase como nación, en el sentido de una unidad política que se separó del califato Abasida en Bagdad. Ha sido en el siglo VIII al proclamarse la dinastía idrisí edificando Fez como capital y que no tardó en extenderse por Argelia y el resto del gran Magreb. La dinastía siguiente, los almorávides, fundada en el siglo XI por la tribu nómada bereber de Sanhaya procedente del actual Sáhara Occidental, que fundaron en 1062 la ciudad de Marrakech como capital, se extendieron también por toda África del norte consolidando la unificación del gran Magreb y lo mismo ocurrió en el siglo XII, con la dinastía de los almohades, fundada por la tribu bereber de Masmuda del Atlas que extendieron su poder a Argelia y el resto del Magreb.
A raíz de la batalla de las Navas de Tolosa en julio 1212, en la que el rey almohade Mohamed Annaser perdió la batalla frente a un Ejército cristiano encabezado por tropas de Alfonso VIII de Castilla se inicia el proceso desintegrador decadente y dispersivo en el Gran Magreb a la vez que se inicia el proceso incorporativo en el Reino de Catilla que culminaría con el nacimiento de España la Católica.(1). Dentro de este proceso desintegrador desaparece la dinastía de los almohades. En la parte oriental del Gran Magreb los Hafsid crean su reino independiente que abarcó Túnez y la parte oriental de Argelia con capital en Túnez. Por otra parte, las tribus de los zianides instalaron su poder en la parte occidental de Argelia con Oran como capital, quedando lo que es Argelia hoy dividida en dos. En Marruecos, mientras tanto, la tribu bereber de Zenata tomaron Marrakech proclamando la dinastía de los Meridies y no tardaron en anexionar la parte occidental de Argelia.
Esta situación no cambió hasta el siglo XVI, cuando España conquistó numerosas plazas en la costa norteafricana entre ellas Oran y Argel. Los zianides muy debilitados pidieron ayuda al sultán otomano que no tardó en expulsar a los españoles. Pero al mismo tiempo, anexionó esos territorios argelinos a su imperio y nombró un regente otomano que dependía de la Sublime Puerta en Estambul.
En 1827 a raíz de un incidente diplomático entre el cónsul francés y el gobernante otomano en Argel, Husein Day, Francia envió su Ejército para conquistar el eyalato que en 1830 pudo lograr ese objetivo y con ello Argelia dejó de ser provincia o eyalato otomana y se convirtió en provincia francesa.
La Francia colonial, al anexionar Argelia como provincia francesa, suponiendo que le sería a perpetuidad, y con ese espíritu colonialista, le incorporó amplios territorios que nunca pertenecieron a Argelia, entre ellos territorios marroquíes. También anexionó otros territorios, especialmente en el gran Sáhara.
Cuando en los horizontes se veía venir la eminente descolonización, algunos militares argelinos del Ejército francés que reprimía al pueblo argelino, decidieron a última hora unirse al Ejército de Liberación. Son hoy los quien manda más en Argelia - constituyen el núcleo duro del actual sistema político – militar al que hace referencia el presidente Macron. La mayoría de estos no entraron en combate por la liberación de Argelia, sino se unieron al Ejército de Liberación argelino que se encontraba en Marruecos y Túnez como Ejército de la retaguardia bajo el mando del coronel Boumedien.
Cuando se proclamó la independencia de Argelia, este ejército de retaguardia compuesto por casi 40.000 soldados, dirigidos por los recién llegados oficiales del Ejército francés y la estimable ayuda de Egipto de Nasser y de la Unión Soviética, invadieron Argelia. Cuando tomaron Argel derrocaron al legítimo Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA) y pusieron a Ben Bella como presidente, aprovechando su imagen de líder histórico, para otorgar al asalto al poder una legitimidad de fachada. Tres años después, el coronel Boumedien, ese estudiante de la Universidad del Azhar de El Cairo con estudios inacabados, derrocó a Ben Bella encarcelándole largos años sin juicio y autoproclamándose presidente de la Republica de Argelia Democrática y Popular.
Desde ese momento las aspiraciones del pueblo argelino han sido traicionadas y su libertad confiscada por el régimen militar. Desde ese momento el sistema político militar no escatimó esfuerzos en reprimir a los verdaderos combatientes mediante el asesinato, el exilio y el encarcelamiento. Paralelamente, autoproclamó para sí mismo la legitimidad que emana del Manifiesto del Primero de Noviembre. Para ello escribió una “historia” distorsionada a la medida de su interés. Por ello, el presidente Macron acierta al decir que en Argelia el “sistema político-militar se construyó sobre esta renta conmemorativa”.
El presidente francés es consciente del alcance de sus palabras, porque sabe que cuando Francia descolonizó Argelia intentó que su colonialismo se transforme en un neocolonialismo para salvaguardar sus intereses. Se aspiraba a que los nuevos gobernantes sean, en la medida de los posible, los herederos de la administración colonial, cosa que se logró con excelencia; fueron magníficos. Magníficos y excelentes herederos tanto a nivel político, administración, mentalidad y en la misma represión del pueblo argelino. Tanto, que el sistema instalado en Argelia nunca concibió la independencia de Argelia como una ruptura con el pasado colonial. Los modos y comportamientos coloniales continuaron ejerciéndolos a la perfección. Solo hubo la transferencia del territorio a caras nuevas, con nombres diferentes. Lo esencial permaneció intacto.
Es de recordar que cuando los verdaderos padres de la revolución argelina redactaron el manifiesto del Primero de Noviembre, considerado pieza clave y referencia histórica, llama la atención que no contemplaban una Argelia como nación independiente del resto del conjunto magrebí sino parte integrante e inseparable del mismo. Con ello, quedaba claro que ese anhelo es fruto de un profundo conocimiento de la historia del Magreb, tomando en cuenta la interconexión y la similitud de los pueblos y las familias que lo componen. También disponían de una visión de prospectiva que consiste en que un futuro próspero de Argelia, como el resto de los países norteafricanos, no puede ser por separado y fuera de un Magreb unido.
El primer párrafo del Manifiesto sostiene “que el sentido de nuestra acción, su fundamento y su objetivo es la independencia nacional dentro del marco norteafricano”. Es decir, que el concepto de la Independencia y de la Nación están contemplados dentro del marco de un Magreb Unido y no fuera del mismo. No se trata solamente de una independencia, y punto final. Sino lograr la descolonización por parte de Francia para permitir a Argelia y su pueblo integrar de inmediato el marco magrebí y construirlo. En este sentido, la frase siguiente del Manifiesto cita a Marruecos y Túnez como países del Magreb que marcan profundamente el proceso de la lucha de la liberación en el norte de África. La Declaración, en otro pasaje, vuelve a citar el conjunto norteafricano aclamando como “objetivo de la revolución argelina la edificación de la unidad norteafricana en el marco natural arabo-musulmán”.
No se concebía en absoluto una independencia fuera del Magreb, ni una nación no integrada en el mismo. El espacio magrebí, los pueblos que los componen y la historia compartida hacia indispensable esta unidad para edificar todos juntos el futuro común. Esta pertinente y aguda visión estaba presente mucho antes de que aparezca la globalización, los grandes espacios económicos, ni espacios sin fronteras que hoy hacen indispensable estas uniones en beneficio de la cooperación internacional dando lugar al nacimiento en Marrakech de la Organización Mundial del Comercio en 1995 a la que paradójicamente Argelia, el país central del Magreb, aún no logró adherirse.
El sistema instalado en Argel, al no concebir la independencia de Argelia como una ruptura con el pasado colonial, para edificar de inmediato un Magreb Unido, convirtió al Manifiesto - después de distorsionar su noble contenido - en un papel mojado. Solamente recordado cada año de manera folklórica, únicamente por razones protocolarías y por las formas. Se alejó por completo de la esencia de su contenido, a pesar de que es de vital importancia, siendo la hoja de ruta de la que debía de ser la configuración de Argelia como nación en el marco de un Magreb Unido. No se trataba solo de conseguir una independencia sin más, sino una independencia inseparable del marco del gran Magreb. Sin ella, no hay independencia verdadera.
Por ello, el sistema político-militar instalado en Argel se encuentra atrapado en grandes contradicciones y prisionero de sus propias incoherencias. Por una parte, afirma que Argelia es una nación ancestral. Esto supone que su espacio y sus fronteras deben conformarse al espacio y las fronteras existentes antes de la colonización. Pero, por otra parte, se aferra a las fronteras heredadas del colonialismo en vez de repudiarlas. La sucesión de los territorios heredados del colonialismo es aplicable a la nación que nace de una sición, o en el caso de ‘terra nullius’ que no existía antes de su colonización. Se trata de entidades recién convertidos en nación en el marco de la sucesión de un Estado en favor de otro. Naciones con fecha de nacimiento que arranca desde el momento de la descolonización. (2)
Es comprensible y legítimo que se exija a Francia pedir perdón por adueñarse y colonizar tierras argelinas, pero es incomprensible no dar las gracias por los inmensos territorios heredados de manera ilegítima, al mismo tiempo también, no es comprensible no pedir perdón a los países a quien pertenecían esos territorios procediendo a la debida devolución o solución alternativa dentro de un Gran Magreb.
La otra gran contradicción se refiere a la presencia del poder turco en Argelia durante tres siglos. Esta presencia a diferencia de la francesa no es considerada ocupación ni presencia colonial, conforme al derecho internacional islámico que la tierra del islam es tierra de todo musulmán. Es comprensible, respetable, incluso aceptable esta concepción que no considera la presencia de Turquía en Argelia ni colonialismo, ni ocupación. Pero en vistas de ello, es completamente incomprensible la falta de coherencia y censurable que este principio respetado por el régimen militar argelino en su trato con Marruecos al considerar la recuperación de su Sáhara Occidental como ocupación y colonialismo. A sabiendas que en este caso no solo es aplicable el derecho internacional islámico al que se aferra Argelia de los militares, sino además y a diferencia de Turquía, se trata de un espacio magrebí, donde se cumplen en su favor las normas del derecho internacional público; el de la continuidad territorial, la cultura común. Incluso la ciudad de Marrakech, una de las importantes capitales de Marruecos fue fundada por tribus procedentes del actual Sáhara.
En definitiva, en vistas de todo lo que precede, se puede afirmar que Argelia sin duda alguna se constituye en una nación, pero en el marco del Magreb, conforme a su pasado histórico y la aspiración expresada en Manifiesto del 1º de noviembre de 1954.
Por otra parte, Emmanuel Macron acierta al afirmar que en Argelia el “sistema político-militar se construyó sobre esta renta conmemorativa”. Pero es preciso resaltar también, que es un sistema militar que no solo escribió su “historia” a su medida, sino también utiliza una doble vara de medir de manera sorprendente donde las contradicciones y las incoherencias son palpables.
Siendo un régimen militar y policial - con un presidente y un gobierno civil de fachada - su fundamento se basa en ejercer la razón de la fuerza en vez de la fuerza de la razón. Por ello, el diálogo brilla es el gran ausente a nivel nacional y magrebí. Situación que se agrava por la avanzada edad de sus verdaderos gobernantes que no se renuevan, algunos incluso octogenarios. Esto favorece el alto margen de error en la toma de decisiones debido a que son fruto de temperamentos y emociones en vez del uso de la razón y la objetividad. Con ello se expone el pueblo argelino a graves riesgos como también los vecinos inmediatos y la paz internacional.
Referencias
(1) – España Invertebrada. Ortega y Gasset.
(2) – Droit international Public- Ch. Rousseau. Tome III pag330 y sig, y también Tratado de Internacional Público – L. Oppenheim. Tomo I- Vol.I Paz pag. 165 y sig.