Comandante Chaparro: “En Venezuela hay fábricas ensambladoras de drones suicidas iraníes y rusos de los que se usan contra Ucrania”
José David Chaparro llegó a Ucrania por primera vez en 1989. La antigua URSS le concedió una beca para cursar estudios de postgrado en Derecho, pero al llegar a Moscú descubrió que a los estudiantes que procedían de países "no afines al comunismo" (la Venezuela de los años 80 no lo era) los mandaban a Kiev.
Allí le encontró la caída del Muro, en 1991, y pudo ver en primera persona cómo la diferencia entre Ucrania y Rusia se hacía muy grande a partir de ese momento. Asegura que, a pesar de que la década de los noventa estuvo marcada por una fuerte crisis social y un hondo problema con el crimen organizado y las mafias, Ucrania se abrió a la democracia mientras que en Rusia siguieron anclados a un sistema donde todo era controlado por el Kremlin.
En el año 2000 regresó a Moscú en calidad de encargado de Negocios del Cuerpo Diplomático venezolano, y esta vez tuvieron que dejarle vivir en la capital rusa a pesar de sus ideas abiertamente democráticas y liberales. Durante los años que pasó allí, comprendió que la Federación Rusa era una “una apisonadora”, dice, donde el Estado intervenía en todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos.
Pero la injerencia del Kremlin no se limitó a controlar la vida de esos ciudadanos rusos, ni siquiera se detuvo en los países de la antigua órbita soviética. En la siguiente conversación, Chaparro habla de cómo los tentáculos de Putin han llegado hasta Latinoamérica.
En el caso de Venezuela, asegura que se ha convertido en un laboratorio social donde se aplican las directrices de Cuba, Irán y Rusia –quien ha colocado a sus mercenarios de Wagner a custodiar las minas de oro y el petróleo–, y advierte también de que la relación directa del Gobierno de Maduro con la guerra en Ucrania está pasando desapercibida.
Me recibe en Kiev, en la sede del Batallón Bolívar, del que es comandante y fundador. Una nueva unidad militar que lucha del lado de Zelensky en Ucrania, y que pretende aglutinar a todos los combatientes voluntarios hispanohablantes de “pensamiento libre y democrático” en torno al mito de Bolívar.
¿Tanto le marcó Ucrania en sus años de juventud como para volver a luchar por ella en una guerra contra Rusia?
Yo nunca me desvinculé de Ucrania, porque mi mujer y mis hijos son ucranianos, pero he vivido temporadas en Rusia, donde fui encargado de Negocios a partir del año 2000, y también en Venezuela. Regresé definitivamente a Ucrania en 2013, y llegué justo a tiempo para vivir el Maidán. En realidad, yo viví dos “maidanes” en aquel momento: el que tuvo lugar en Venezuela, donde los guarimberos prendieron la mecha de una protesta contra el Gobierno que se extendió por las calles; y luego el que tuvo lugar en Kiev, y que fue realmente violento.
La propaganda rusa ha disfrazado el conflicto del Dombás como un problema cultural y una persecución hacia los rusohablantes, cuando la realidad es que es la zona con más riquezas minerales y más industria de Ucrania. ¿Se entendía la importancia del Dombás durante esas protestas que usted vivió, antes de que empezase la guerra allí?
En aquel momento a los propios ucranianos de a pie ni siquiera les interesaba ver que había allá, en el Dombás. Se entendía que los campos de producción de gas y petróleo, los pocos que hay en Ucrania, estaban allí; las centrales, las minas y también la industria... pero Rusia manipula tan bien que logró centrar el foco en otros asuntos más superficiales hasta convertirlos en el centro del discurso.
Además, el nefasto Gobierno del presidente Petró Poroshenko [entre 2014 y 2019] destruyó las Fuerzas Armadas ucranianas, las desmanteló por completo. Así que cuando se produce la anexión de Crimea y empiezan los enfrentamientos en Dombás no se pudo responder con contundencia a la injerencia rusa.
¿Qué le movió a usted, personalmente, a tomar parte activa en este conflicto?
Venezuela entró a Rusia de la mano de Cuba, nunca hubo una política internacional venezolana en este sentido: las directrices venían por parte de Cuba. Y los objetivos estaban muy claros desde el principio, tan claros que hoy en día hasta tenemos bases militares rusas en Venezuela.
La realidad es que ahora en Venezuela están metiendo mano tres países externos, que se están llevando la riqueza mientras el pueblo está comiendo mierda. La nueva clase política venezolana vendió los intereses nacionales a Cuba, Irán y Rusia, y son los que están sacando provecho del país mientras sus ciudadanos apenas pueden pensar en cómo conseguir la arepa para hoy o las medicinas para mañana.
Yo no pude hacer más por Venezuela, por eso el 24 de febrero de 2022 apenas sonaron las alarmas me alisté en la Defensa Territorial de Ucrania.
¿Cómo fueron aquellos primeros días de la invasión para un ciudadano venezolano, aunque muy ligado a Ucrania, que decide tomar las armas por primera vez?
Fueron momentos muy caóticos, yo recuerdo el cambio de vida tan brusco que experimenté de la noche a la mañana. Eso como ser humano te marca y te obliga a desarrollar el instinto para seguir vivo. Me destinaron aquí en Kiev, y luego estuve en Irpin y en Bucha.
Fue una experiencia muy fuerte, recuerdo mirar al cielo y ver cómo nos estaban bombardeando a un nivel que nunca se había visto en este país. El cerco de Kiev fue durísimo, y después empezamos a trabajar más en acciones de ayuda humanitaria, distribuyendo ayuda médica, sobre todo. Llegué a crear un pequeño grupo de moteros, para llevar ayuda a la primera línea de combate e incluso hacer evacuaciones médicas en moto. Las motocicletas son mi pasión.
¿En qué momento empieza a enfocar sus actividades en los combatientes hispanohablantes y se gesta el Batallón Bolívar?
Al avanzar los meses empieza a venir a Ucrania muchísima gente de otros países, y yo me empiezo a encargar de recibir a los latinoamericanos y también a algunos españoles, por una cuestión de idioma. Y de verdad que la afluencia de hispanohablantes en Ucrania fue muy grande. Me encargué del entrenamiento de algunos muchachos y terminé comandando varios grupos, y de ahí nace en parte el Batallón Bolívar.
De otra parte, desde 2014, y más especialmente desde 2019 que sube al poder Zelensky, he trabajado por visibilizar la importancia de América Latina y el peligro de que sea un aliado de Rusia. Hoy creo que se ve claro: entre el 20 y el 30 por ciento del dinero que utiliza Rusia para financiar la guerra en Ucrania pasa por las empresas y las estructuras financieras latinoamericanas para saltarse las sanciones impuestas a Putin.
Además, el petróleo, gas y oro que están sacando de Venezuela también está financiando directamente esta guerra. Y, por si no fuera suficiente, en Venezuela hay fábricas ensambladoras de drones suicidas iraníes y rusos, de los shahed que utilizan contra Ucrania; y hay fábricas de municiones y fusiles Kalashnikov.
Somos parte de esta guerra, Venezuela es parte de esta guerra. Y yo he tratado de que el Gobierno ucraniano entienda esta realidad, la realidad de que el Gobierno de Maduro es un aliado directo del Gobierno ruso, pero también de que no todos los venezolanos estamos de acuerdo con eso. Y hay venezolanos que están en contra, y que son a los que llamamos a formar parte del Batallón Bolívar.
Escogimos este nombre para limpiarlo y reivindicarlo. En mi país, en Venezuela, la moneda se llama Bolívar y no vale una mierda. Yo quiero volver a poner en valor el nombre de Bolívar y su significado democrático y liberal.
Este Batallón Bolívar, ¿está bajo el paraguas del Ministerio de Defensa de Ucrania o reciben financiación independiente?
Está bajo el paraguas del Ministerio de Defensa de Ucrania, y precisamente por poder cumplir con todos los trámites burocráticos se ha dilatado un poco más su formación oficial. Pero ya es una realidad y está abierto a cualquier hombre o mujer de países hispanohablantes, y a cualquier otro ciudadano del mundo de pensamiento libre y democrático que se sienta cercano a nosotros.
El objetivo final del Batallón Bolívar es el desarrollo y capacitación de personas afines a nuestro estamento moral y político que quieran ayudar a la liberación de Venezuela. Nosotros los preparamos aquí en Ucrania, y luchamos aquí en Ucrania, pero el objetivo final es Latinoamérica. Sabemos que hay muchísimos venezolanos en el exilio –en EE. UU., en Colombia, en España– que quieren hacer algo para recuperar su patria, y venir a combatir a Ucrania con nosotros es un camino.
¿Y cómo va a ser la estructura militar y operacional del Batallón Bolívar?
Nosotros vamos a estar bajo el mando de otra brigada ucraniana, nos integraremos con ellos, pero como batallón independiente. Un batallón que en todo momento tendrá presente sus intereses políticos en América Latina, porque nos une el hecho de ser hispanohablantes y también el mito bolivariano.
Las personas que se unan al Batallón Bolívar pueden combatir de forma voluntaria o firmar un contrato a través de la Legión Internacional, aunque luego trabajen en esta unidad. En mi caso, yo lucho como voluntario y no percibo sueldo; pero los combatientes que quieran percibir un salario, como el que perciben los soldados ucranianos por su trabajo, pueden hacerlo. Cada uno decide.
Acometeremos operaciones especiales, como las que ya hemos realizado en Járkiv y Zaporiyia. Estamos en un momento en el que el objetivo de la contraofensiva ucraniana es romper la línea de suministros entre Rusia y los territorios ocupados. Y seguiremos trabajando en ese sentido.
Ahora no tienen que enfrentar al grupo Wagner sobre el terreno ucraniano, pero los tentáculos de Wagner han llegado a Venezuela, ¿Desde cuándo se tiene constancia de su presencia allí y cuáles son las consecuencias?
Wagner lleva presente al menos diez años en Venezuela. Cuando Rusia hace acuerdos o contratos como los que tiene con Venezuela, resguarda o vigila sus intereses a través del grupo Wagner, igual que hace en África, asegura sus intereses a través de la fuerza.
Pero cuando empezó la invasión rusa de Ucrania, se empezó a detectar la presencia de reclutadores entre estos efectivos de Wagner que estaban en Venezuela, y comenzaron a entrenar a venezolanos. No sabemos si era para traerlos aquí o porque necesitaban más gente allí, pero su actividad se intensificó coincidiendo con el arranque de la guerra. Y hace unos pocos meses hubo también una tentativa de reclutar pilotos venezolanos, que provocó un conflicto en las Fuerzas Aéreas venezolanas.
¿Cuáles son las consecuencias de que Rusia controle sus inversiones en Venezuela mediante los mercenarios de Wagner?
Estamos hablando de grupos armados que no se rigen bajo las leyes internacionales en ningún momento, y mucho menos en situaciones de peligro. Son mercenarios: primero matan y después preguntan.
Los indígenas que viven en los territorios donde hay oro son los que están sufriendo las consecuencias de una forma más directa: si rehúsan a marcharse de sus tierras, los matan. Y Wagner está detrás de eso, detrás de abrir el camino a los lugares donde están las riquezas minerales.
La injerencia del Gobierno de Putin en Venezuela, ¿se limita a la presencia de Wagner salvaguardando sus intereses financieros o hay más?
Si tu país es el primer comprador de armas en América Latina y un socio estratégico en la explotación de petróleo, gas y metales, y si en tu país hay consejeros militares rusos que participan directamente en las reuniones del Gobierno, ¿hasta dónde llega la injerencia rusa en Venezuela? Rusia tiene acceso directo a las decisiones del Gobierno venezolano, su injerencia no tiene límites.
Cómo ha sido la evolución de la propaganda rusa en Venezuela, ¿ha cambiado algo desde que empezó la invasión de Ucrania?
Tenemos dos líneas de transmisión de la información: Rusia Today (RT) y TeleSur, que está financiada por el Gobierno y es como RT en versión venezolana: propaganda continua a favor del régimen de Maduro y a favor de Rusia en el conflicto Rusia-Ucrania.
Desde 2014, estos grupos mediáticos ya empezaron a tratar de contrarrestar la narrativa de las protestas contra el Gobierno. Por ejemplo, TeleSur pasaba películas mientras se estaba matando a gente en las calles en esas manifestaciones que estaban teniendo lugar a la vez que el Maidan ucraniano.
Pero a partir de 2017, con Maduro acorralado por las protestas ciudadanas, los rusos desembarcan directamente en Venezuela para encargarse de la propaganda contra esos movimientos opositores, sobre todo en redes sociales. Y logran reprimir todas las protestas. La realidad es que, a día de hoy, se habla más de “la madre Rusia” como guía ideológica que del propio Hugo Chávez y su legado.