Europa vuelve a mirar a los ojos a la guerra
La guerra de Ucrania, la tensión en Nagorno-Karabaj y la carrera armamentística serbia y croata amenazan Europa.
Apenas faltan unos días para que se cumpla un año desde que Moscú decidió comenzar la invasión de Ucrania. Doce meses en los que el Viejo Continente ha vuelto a ver de cerca la guerra que está inundando de un clima de tensión a su región oriental. Si bien es cierto que Kiev es la única que se encuentra actualmente en conflicto, muchos expertos apuntan a países aledaños como potenciales focos de violencia en los próximos meses.
El informe del grupo de expertos estadounidense Crisis Group analiza los que consideran los diez conflictos a los que hay que mirar en este 2023. Los dos primeros se encuentran en Europa, Ucrania-Rusia y Armenia-Azerbaiyán. Y es precisamente este segundo el que está acaparando cada vez más miradas sobre posibles nuevos enfrentamientos tras el conflicto de seis semanas en 2020 por la región del Nagorno-Karabaj. Al mismo tiempo, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Croacia o Albania parecen encarar una carrera armamentística que, en el caso de Belgrado, tiene el foco puesto en Kosovo.
Lo más preocupante de la invasión es que, tras un año de resistencia ucraniana, el final no parece vislumbrarse en un futuro cercano. El Kremlin esperaba haber acabado con la resistencia ucraniana de forma rápida y eficaz, algo que Kiev no sólo no ha permitido, sino que ha demostrado poder defender su territorio con ferocidad. Ni siquiera la anexión de cuatro regiones ucranianas – Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporiyiaha, en el sur – ha hecho que el país presidido por Volodímir Zelenski cese en sus esfuerzos por mantener a raya a las tropas rusas en su intento de invasión.
El acoso aéreo ruso a través de drones – de procedencia iraní, importante matiz que más adelante volverá a ser mencionado – y los consecuentes cortes de energía han dejado zonas del país prácticamente inhabitables. Es más, uno de cada tres ucranianos se ha visto obligado a abandonar el país debido a las condiciones en las que se encontraban.
Pero esto no hace que Ucrania se plantee capitular, como ansía Moscú, nada más lejos de la realidad. De hecho, es uno de los puntos más complejos a la hora de analizar lo que puede deparar este año al conflicto. Ninguna de las partes parece dispuesta a ceder en el campo de batalla. Kiev ve que ha conseguido recuperar algo de terreno, haciendo crecer el optimismo, y los rusos aún creen que pueden completar la invasión. Por tanto, en lo que al conflicto armado se refiere, la situación no da lugar a creer en una solución.
Y es que el apoyo militar de Occidente a Ucrania ha visto un importante aumento con el envío de carros de combate Leopard 2 y tanques Abrams por parte de Alemania y Estados Unidos, respectivamente. Olaf Scholz, canciller alemán, aseguró que lo principal es evitar “que la guerra se convierta en una guerra entre Rusia y la OTAN”, y este apoyo pretende dar un impulso a la defensa ucraniana, aunque el propio Scholz fuese reticente al envío de los carros de combate a pesar de la presión de su aliado polaco.
La diplomática se presenta – o al menos debería – como la vía más factible para acabar con la guerra, aunque ninguno, como ocurre en el campo de batalla, parece dispuesto a dar su brazo a torcer. El Kremlin ha expresado en numerosas ocasiones su voluntad de dialogar, aunque exige la capitulación ucraniana. Lo que más preocupa en la comunidad internacional es una posible escalada de la tensión que obligue a la OTAN a tomar cartas en el asunto, lo que derivaría en una catástrofe global. De ahí que muchos expertos aboguen por mantener la puerta abierta a unas negociaciones con los de Vladímir Putin, teniendo claro siempre que Ucrania no puede ni va a ser parte de Rusia.
Las dos exrepúblicas soviéticas viven enfrentadas desde hace casi cuatro décadas. La primera guerra del Alto Karabaj (1988-1994) abrió un conflicto que permaneció en alto al fuego gracias a la mediación de Rusia hasta el año 2020. Hace menos de tres años, estalló la que se conoce como la segunda guerra del Alto Karabaj, donde murieron más de siete mil soldados y que, de nuevo, volvió a ser frenado por la postura mediadora de Moscú 44 días después de abrirse el fuego el 27 de septiembre de 2020. Esta dejó una posición ventajosa para Azerbaiyán, que recuperó el territorio ocupado previamente por Armenia fuera del antiguo Óblast Autónomo soviético de Nagorno-Karabaj.
Ahora, algunos expertos apuntan a un nuevo episodio violento en esta región. Y preocupa que, aunque más corta que los anteriores, la guerra sería igualmente devastadora que las pasadas, sobre todo porque Azerbaiyán es el país que más se ha reforzado en desde el último alto el fuego. Los azeríes han aumentado su poderío armamentístico, además de contar con el apoyo de Turquía. A esto hay que añadir que, debido precisamente a la guerra de Ucrania, desde Europa ha crecido el interés por el gas de Azerbaiyán, reforzando su posición en la región.
Armenia es la que ha vivido en primera persona las consecuencias de la invasión rusa ya que Moscú era su principal proveedor de material armamentístico. La escasez de los rusos ha impedido que esta conexión mantenga su actividad, al mismo tiempo que el conflicto con Kiev no ha permitido que Rusia – que preparó un borrador de acuerdo para la resolución del conflicto entre azerbaiyanos y armenios – continúe sus esfuerzos por calmar las aguas en el Cáucaso. De hecho, debía ser el país de Putin el que garantizase la seguridad del paso establecido en 2020 entre Nagorno-Karabaj y Armenia, algo que, según el embajador armenio en España, Sos Avetisyan, no se está cumpliendo.
“Azerbaiyán puede poner a un grupo de falsos ecoactivistas y cortar un corredor”, asegura el embajador en una entrevista a Cadena SER. Además, carga contra Bakú a quien acusa de “intentar una limpieza étnica en Nagorno-Karabaj”. Ereván, conocedora de su inferioridad en este momento, ve con preocupación la posibilidad de un nuevo conflicto con su rival azerí. Y es por ello por lo que ha buscado nuevas alternativas en el mercado armamentístico para reforzar su ejército. Es ahí donde se presenta un país que se está intentando aprovechar de esta situación de tensión en Europa Oriental como Irán.
El país armenio habría mostrado interés en adquirir drones de producción iraní empleados en la guerra de Rusia. La prueba de su buen funcionamiento en el campo de batalla hace que Ereván haya puesto el foco en ellos para reforzar su capacidad militar. China también está en la agenda armenia, aunque con bastante menos fuerza que Teherán. El país presidido por Ebrahim Raisí también estaría interesado en acercar posturas con Armenia para así seguir ganando influencia en Europa, algo que pretende hacer a través de varios frentes, apareciendo Serbia como uno de los potenciales aliados del régimen ayatolá.
Serbia es uno de los países que más preocupa en los Balcanes. Su acercamiento a China e Irán no ha pasado desapercibido para sus vecinos regionales que, con Croacia a la cabeza, han respondido armándose ante la posible amenaza de Belgrado. La tensión entre serbios, kosovares e incluso bosnios ha generado un escenario en el que no se descartan nuevos episodios de violencia como los que tuvieron lugar en diciembre cuando el Gobierno de Kosovo intentó hacerse con el control de una región norteña poblada por serbios que desembocó en violentas protestas.
Y es que, en ese mismo mes, el presidente serbio, Aleksandar Vučić puso a su ejército en estado de “alerta máxima”. Tras esta decisión, envió al jefe del Estado Mayor, Milan Mojsilovic, a la frontera con Kosovo que sufrió bloqueos en las carreteras al tiempo que serbios de la ciudad de Mitrovica – al norte de Kosovo, dividida en dos mitades y con población serbia y kosovar – levantaban barricadas para impedir la circulación. Todo ello, unido a tiroteos como el de la localidad de Zubin Potok, también al norte de Kosovo, ha hecho que Europa comience a temer ante una rápida escalada de la violencia.
Pero mientras el Viejo Continente mira con miedo, Irán lo hace con alevosía. Cuanto más inestable se vuelva la situación en la región, más influencia puede ganar Teherán. Y así lo ha comenzado a hacer con Serbia que, como Armenia, pretende hacerse con los drones iraníes, a pesar de que Belgrado cuenta con su propio programa de fabricación de vehículos aéreos no tripulados. No obstante, el rendimiento demostrado en Ucrania, así como el bajo coste de estos drones hace que los serbios estén considerando adquirirlos.
El país presidido por Vučić no tendría ningún problema en acercarse a los iraníes, como tampoco lo tuvo cuando decidió estrechar sus relaciones con China o Rusia. En 2021, Serbia compró varios aviones rusos Mikoyan MiG-29, helicópteros Mi-35 y Mi-17, tanques T-72MS y sistemas antiaéreos Pantsir-S1 a Moscú, además de sellar un acuerdo con Pekín para la compra de drones armados CH-92 y misiles antiaéreos. Por tanto, la compra de armamento a Irán tan sólo sería un paso más en su más que comprobada ruptura con los países occidentales.
Los liderados por Ali Jamenei esperan fortalecer su posición en Europa a través de los mencionados acercamientos a Ereván y Belgrado. Pero es que, además, la ventaja que pretende obtener podría tener un valor doble al estar Turquía involucrado en el conflicto como suministrador de armas de Azerbaiyán. Ankara es uno de los principales motivos por los que los azeríes cuentan con un ejército tan superior al armenio. El país presidido por Recep Tayyip Erdogan aprovechó la intención de la OTAN de contrarrestar la influencia rusa en el Cáucaso suministrando armamento a Bakú y mostrándose como un elemento de ayuda a la Alianza Atlántica.
Aunque el verdadero objetivo de los otomanos va más allá de prestar su ayuda a la OTAN, a quien, como apuntan algunos expertos, utiliza para su propio beneficio estratégico. Buen ejemplo de ello son las exigencias que pretenden imponer a la OTAN para perpetrar nuevos ataques contra los kurdos a cambio de conceder su beneplácito a la entrada de Finlandia y Suecia en la organización – estancada de momento debido a la polémica por la quema del Corán en manifestaciones en Suecia contra el bloqueo turco –.
De hecho, Turquía ha sido objeto de crítica por parte de algunas potencias como Estados Unidos. El ex funcionario del Pentágono Michael Rubin cree que “las estadísticas sobre el papel de Turquía – cuenta con el segundo ejército más grande de la OTAN – no se traducen en importancia sobre el terreno para la OTAN”. Ankara ha usado las misiones de la Alianza Atlántica para sus propios objetivos de expansión de poder e influencia, y esta escalada de la tensión en Europa Oriental no es la excepción.
Las intenciones de Irán y Turquía se unen con el clima de tensión que inunda los Balcanes para preparar un contexto realmente complejo en el que los países europeos son los que más tienen que perder. Las proyecciones de expertos no son demasiado halagüeñas, y la posibilidad de que se produzca una escalada de la tensión ya sea en Nagorno-Karabaj o en la frontera entre Serbia y Kosovo, no se puede descartar. Balcanes y Cáucaso se encuentran cerca de caer en el abismo de la guerra y países como Irán y Turquía empujan para hacerlos sucumbir.
