La India, cambio de rumbo
Cuando se tratan asuntos relacionados con la geopolítica es muy fácil caer sin pretenderlo en los sesgos que todos tenemos. Y eso es algo perfectamente normal, pues nuestro origen, ideología, educación y experiencias personales siempre, de un modo u otro, nos condicionan. Sin embargo, es también un error común considerar a quien trata de afrontar los temas desde un punto de vista incluso contrario al propio como partidario de esa posición. Y nada más lejos de la realidad. Es un ejercicio de lo más útil intentar comprender los diferentes conflictos, acciones y posiciones tratando de entender el razonamiento de todos los implicados, pues solo así lograremos una interpretación más certera.
Y en el caso que hoy nos ocupa esta aproximación es especialmente ventajosa.
El mundo se encuentra actualmente en una fase en la que viejas y nuevas contradicciones se entrecruzan y se influyen mutuamente. Los conflictos internacionales se están intensificando. Estados Unidos está desplazando su foco estratégico hacia la región del Pacífico, los populismos de todo tipo están en alza, el sistema de comercio internacional se está fracturando y los problemas y retos mundiales siguen aumentando. Todo lo anterior determina lo esencial de un examen exhaustivo de esta compleja situación internacional y la necesidad de una comprensión profunda de las nuevas características del cambiante orden mundial.
Para China, la estrategia de Estados Unidos en la región Indo-Pacífica está acelerando su giro hacia el Este, reuniendo en torno a su posición a aliados tradicionalmente próximos a China, aumentando la contención frente a Pekín, y fomentando la expansión del nacionalismo extremo, lo cual, en el contexto actual de tensión internacional, marcado principalmente por la guerra en Ucrania y el conflicto en Israel, dibuja un escenario de incertidumbre global y estimulan los sentimientos de confrontación. Para el gigante asiático Estados Unidos y Europa pretenden establecer nuevas reglas comerciales, intentando excluir a China de las cadenas de suministro estratégicas, lo que, bajo su punto de vista, aumenta los riesgos para el sistema económico mundial. La visión de Pekín se fundamenta en la convicción de que el desarrollo del mundo depende básicamente del desarrollo de China. Este instinto de supervivencia y progreso despierta en aquella un fuerte sentimiento de independencia y autonomía que conduce al desarrollo de nuevos sistemas, mercados y cadenas de suministro. La visión china es la de un mundo que tiende hacia un estado estable de “polaridad dual”, lo cual no deja de ser interesante como concepto porque excluye a Rusia de la ecuación, es decir, da por amortizado su papel tras la resolución del conflicto de Ucrania, sea cual sea. En esta forma de ver el mundo China y Estados Unidos son mutuamente interdependientes, necesitan afianzar su cooperación, y sus políticas tienen un impacto insustituible en el orden socioeconómico y político mundial. Para ello, ambos deben mejorar su visión estratégica, mantener un diálogo constructivo y conceder gran importancia a la pericia a largo plazo para progresar de forma constante.
Para China, la clave, a pesar de lo convulso de la situación, está en centrarse en sus propios asuntos. Y actualmente estos tienen el cariz meramente económico de ampliar lo que se conoce como “soft power”, y de desarrollo militar. Bajo su punto de vista, y aplicando el principio que dice que “donde hay problemas, siempre hay una oportunidad”, la situación en Europa puede perturbar la estrategia estadounidense de desplazarse hacia el Este, ampliando potencialmente la ventana de oportunidad estratégica para China. Pekín valora su capacidad para mantener su patria pacífica, segura y fuerte, y no deja pasar la oportunidad de aprovechar las oportunidades para profundizar en ciertas reformas y perseguir un desarrollo estable, al tiempo que acelera la mejora de las infraestructuras y los mecanismos para su desarrollo y modernización. China se adhiere a los principios de destino, seguridad y territorio indivisibles y por el momento hace todo lo posible por buscar soluciones “pacíficas” a los problemas.
Desde un punto de vista estratégico, el objetivo de Estados Unidos es implementar una maniobra de “reequilibrio Asia-Pacífico”, reforzando sus despliegues estratégicos en primera línea, y tratando de profundizar su implicación en la cuestión del Mar de China Meridional y en la de Taiwán mediante planteamientos integrales, tanto multilateral como unilateralmente. Estados Unidos está reforzando el comercio, la defensa, la inteligencia artificial y la cooperación en todos los órdenes con India a través de iniciativas como el “Marco Económico Indo-Pacífico” o la “Declaración Conjunta Estados Unidos-India” del G20 en 2023, buscando aproximarse para contrarrestar a China, pues es la verdadera potencia emergente en la zona, con un enorme potencial de crecimiento y recursos que además ve con recelo algunas de las iniciativas de Pekín, como el “collar de perlas”. A ello hay que añadir que el fiasco del desempeño del material ruso en Ucrania ha hecho que India se replantee sus adquisiciones de equipamiento de defensa y esté virando hacia mercados occidentales. El objetivo de EE. UU. no es otro que el de convertir a India en un enclave estratégico para sus activos navales en la región. Políticamente, Estados Unidos está intensificando su presencia en torno a China, formando “alianzas de valor” y, según las autoridades chinas, negándose a reconocer su singular sistema democrático. China, desde su particular visión también se siente amenazada o rodeada militarmente por las alianzas en este plano establecidas por Estados Unidos, sin reparar en que su desarrollo expansionista en el Mar de China Meridional, tomando el control de zonas sin respetar la legalidad internacional, aplicando la ley del más fuerte, es visto por los países de la región y por Washington como una actitud expansionista amenazante. En el plano económico, Estados Unidos está haciendo todo lo posible para limitar la competitividad de China, aumentando los costes de su desarrollo y tratando de aprovechar el hándicap que supone para China los escasos recursos naturales de su territorio.
Esta dura competencia también se ha trasladado al plano del desarrollo tecnológico. Tanto occidente como EE. UU. se han vuelto demasiado dependientes de los productos desarrollados y fabricados en el gigante asiático, principalmente por su inteligente política de bajos precios. Ello ha llevado a una gran deslocalización de centros de producción, lo que en el contexto actual, con tensiones emergentes, se convierte en un problema. Y para contribuir al círculo vicioso de las afrentas, los intentos por recuperar cierta soberanía en ese ámbito son vistos por China como acciones hostiles. A todo ello hay que añadir las más que fundadas sospechas del uso para obtención de información que hace China de ciertos elementos o productos de alta tecnología que exporta a todo el mundo. El caso de los archiconocidos drones DJ MAVIC es uno de los más sangrantes ejemplos.
Y en todo este incierto panorama, tenemos a un actor, al que ya hemos mencionado y que será objeto de un estudio más detallado, pero que ha ocupado portadas estos días con acciones cuyo significado es muy importante. Nos referimos a la India. Poco se habla de este vasto país que es el verdadero contrapeso a China en la región y que, si bien es miembro de los BRICS y siempre ha demostrado más cercanía a las posiciones rusas, en los últimos tiempos está lanzando mensajes claros de un cambio de posicionamiento. El ejemplo claro lo tenemos en la visita del primer ministro Modi, tanto a Polonia como a Ucrania. Es cierto que aun en sus declaraciones trata de mantener cierta ambigüedad y renuncia a condenar expresamente la invasión rusa. Sin embargo, debemos ver más allá. India sabe que, de un modo u otro y sea como sea que termine el conflicto en Ucrania, Rusia va a salir muy debilitada, y no podrá ser la potencia en la que antaño podía apoyarse. Y Modi es conocedor también de que ese debilitamiento ruso va a tener como primera consecuencia un reforzamiento de China, que es su gran rival. Por ello, se ha de estar muy atentos a los movimientos del país asiático porque ha puesto rumbo a un acercamiento en todos los órdenes con occidente, algo que indudablemente puede ser muy beneficioso para todos y que puede contribuir a dar algo más de estabilidad a una zona que va camino de convertirse en uno de los escenarios geopolíticos principales en las próximas décadas.