Mensaje en un proyectil: así homenajean los soldados ucranianos a sus caídos en combate
Anton contiene la respiración mientras escribe con rotulador sobre un proyectil de 152 milímetros. La solemnidad y el silencio de ese momento contrastan con el estruendo que provoca el cañón del 2S3 –soviético– cuando dispara ese mismo proyectil contra las líneas rusas.
En la inscripción podía leerse el nombre de una coronel ucraniana caída en combate. "La mataron en frente de Zaporiyia, era su último día antes de que rotara su batallón y de que se tomara un descanso para ver a su familia en Kiev; tenía un hijo pequeño".
Así son las dedicatorias que los soldados ucranianos envían al enemigo, aunque saben que nunca llegarán a leerlas, porque el proyectil saltará por los aires cuando impacte contra su objetivo y esas palabras escritas con rotulador quedarán pulverizadas. Sin embargo, es su particular forma de rendir homenaje a los caídos en combate, de decir "esto va por ti, compañero".
Ahora que los duelos de artillería se han vuelto a intensificar en casi todos los frentes de combate, es difícil calcular cuántos mensajes se mandan al día. "En nuestra posición hay días que se disparan 15 rondas y hay días que se disparan 60", explica el comandante de arma de un cañón D-44 –también soviético – colocado a pocos kilómetros de las líneas rusas, en dirección a Bajmut.
Durante las horas que comparto con ellos, el sonido del fuego de artillería es continúo. Disparos de salida que lanzan los ucranianos desde sus posiciones, y explosiones de llegada –algunas muy cerca– que devuelven las tropas rusas. Pero en medio del fuego cruzado, siguen firmando la munición que van a disparar.
Junto al homenaje a los caídos, hay dedicatorias que exaltan el sentimiento patriótico: la idea de que están dispuestos a luchar hasta la victoria. Mensajes de ánimo para los propios soldados, que encaran su segundo invierno en guerra con el cansancio dibujado en el rostro. Y mensajes de agradecimiento también, para aquellos que no les han olvidado y recaudan fondos para que puedan comprar drones o equipación.
Dedicatorias que recaudan
Las dedicatorias en los proyectiles que los ucranianos disparan contra las posiciones rusas han traspasado fronteras. En Sevilla –a más de 4.700 kilómetros de Donetsk– Diana explica su historia desde el otro lado del teléfono. Ella es ucraniana, lleva más de ocho años viviendo en España y desde que empezó la invasión rusa se ha volcado para ayudar en la distancia.
“Son muchos los amigos que están combatiendo en primera línea, y yo no podía simplemente no hacer nada”, relata. Ella no esperaba nada a cambio de su ayuda, pero un día uno de sus amigos le envío una fotografía de un proyectil: “Estaba dedicado para mí, me dijeron que la brigada pudo comprar un coche y motores para las lanchas que utilizan en Jersón con lo que había recaudado en España”, prosigue. En aquel proyectil ponía “De Diana por Jersón”.
Lo cierto es que, a lo largo de este año, la cantidad de ayuda que Ucrania recibía de ciudadanos particulares de todas las partes del mundo ha caído en picado. Por eso los soldados que están a pie de trinchera valoran la iniciativa de personas como Diana que, a miles de kilómetros, siguen haciendo lo que pueden.
También han amortizado la anécdota de las dedicatorias, y ya son varias las brigadas que rotulan los proyectiles a cambio de un donativo. Algunas lo gestionan a través de sus redes sociales: reciben una pequeña ayuda económica –de entre 5 y 20 euros–, ellos firman el proyectil con la dedicatoria que el donante quiera poner y envían la foto antes de dispararlo.
Las tropas ucranianas necesitan más vehículos, más repuestos y más drones de los que reciben. El Ministerio de Defensa de Zelensky no llega a todo, y las brigadas adquieren lo que pueden por su cuenta. Aunque el precio de esos consumibles no es nada comparado con el de las rondas de municiones, que ahora llegan en menor cantidad, y que cada día son más necesarias.
Una guerra de posiciones
La guerra de Ucrania ha recuperado el uso de la artillería –y su importancia en el campo de batalla– a niveles que recuerdan a la Primera Guerra Mundial. Y en estos momentos, en los que la contienda está instalada en una guerra de posiciones, el gasto de esas rondas de munición se vuelve a incrementar.
Es cierto que Rusia dispara mucho más que el bando ucraniano, que ha aprendido a asegurar los objetivos antes de responder al fuego. Pero también es cierto que en los últimos meses el Kremlin ha conseguido adquirir ingentes cantidades de munición –a pesar de las sanciones internacionales– con las que ha vuelto a llenar sus arsenales.
Corea del Norte anunciaba, hace unas semanas, el envío de un millón de proyectiles a Moscú; en países como Irán o Venezuela las fábricas de armamento también surten a Putin, y las propias fábricas de la Federación Rusa trabajan 24 horas al día para reponer el armamento que se consume en Ucrania.
El uso de esta nueva munición por parte de Putin no se ha hecho esperar, y desde octubre estamos asistiendo a la mayor ofensiva rusa que se había registrado en Ucrania desde la toma de Bajmut en primavera. Los frentes de Donetsk echan humo, especialmente el de Avdiivka, donde Rusia ha llegado a perder hasta 1.000 hombres al día y una gran cantidad de armamento pesado.
Pero no es algo que le preocupe al Kremlin, que combate aún con las doctrinas de la época soviética donde las pérdidas humanas son sólo números, carne que mandar a la picadora con la esperanza de que ésta colapse por saturación. Así tomaron Bajmut, y así tomarán probablemente Avdiivka a lo largo de este invierno.
Y las Fuerzas Armadas de Zelensky necesitarán más munición para plantar cara a la artillería rusa durante los próximos meses, en los que es muy poco probable que haya un avance significativo por parte de ninguno de los dos bandos, pero sí está asegurado el uso intensivo de la artillería.
Miles de rondas al día
Si multiplicamos el número de posiciones de artillería, por la cantidad de rondas que disparan, se obtienen cifras mareantes que reflejan el gasto de munición que acarrea esta guerra. Ucrania ha consumido decenas de miles de proyectiles al mes –hasta 90.000 al mes, en los momentos más álgidos de la guerra–. Y occidente no tiene capacidad de fabricar a ese ritmo.
En este sentido, tanto EEUU como la Unión Europea y Reino Unido han incrementado la producción de municiones hasta el punto de poner en marcha nuevas fábricas. Pero el problema es el tiempo, el tiempo de producción. Y es que las reservas de Occidente se acaban más deprisa de lo que producen.
Otro dato a tener en cuenta es que, en estos momentos, la munición que más se está fabricando es la de 155 milímetros –el calibre más utilizado por la OTAN–. Sin embargo, el Ejército ucraniano aún emplea una gran cantidad de cañones de la era soviética que utilizan munición de 152 y 122 milímetros en sus modelos de mayor envergadura.
Esto se traduce en que, en los planes de Defensa de los países aliados de Kiev, también está el objetivo de renovar sus propios arsenales armamentísticos. La munición que se envía a Ucrania –al igual que el armamento pesado– es en buena parte material antiguo que los distintos países donantes ya tenían almacenado. Y lo que están haciendo es renovar este material con versiones más modernas y mejores. Así, a la vez que se aprovisiona al Ejército de Kiev, se modernizan los ejércitos europeos y americano.
Parte de la ayuda destinada a Ucrania al final se convierte en una buena inversión para los países aliados. Algo necesario, si se tiene en cuenta que –hasta la fecha– Estados Unidos ha enviado más de 42.380 millones de euros en ayuda militar a Kiev, la UE ha aportado otros 25.000 y Reino Unido más de 6.000 millones.
El dinero se acaba, otra vez
Pero, a pesar de que no es una ayuda totalmente desinteresada y de que reporta beneficios a los países donantes, los recursos no son infinitos. En octubre, el Pentágono notificó por carta que se estaba quedando sin dinero para reemplazar las armas que Estados Unidos había enviado a Ucrania.
"Quedan 1.600 millones de dólares, de los 25.900 millones proporcionados por el Congreso para reponer las reservas", rezaba la misiva. Este mes de diciembre, era la Casa Blanca la que alertaba de que se acababan los recursos para mantener la costosa ayuda suministrada al Gobierno de Zelensky, y que era necesario que el Congreso aprobara un plan de gastos con una nueva partida para Ucrania.
Todo apunta a que este presupuesto se aprobará –aunque sea in extremis– porque EEUU gana más que pierde con su respaldo a Ucrania. Además de estar modernizando sus equipos bélicos, ha reactivado su industria de Defensa y está adquiriendo un aprendizaje muy valioso de la experiencia de guerra ucraniana.
Son demasiados los cálculos políticos que se están haciendo en estos momentos en los despachos –tanto de Estados Unidos, como de algunos países de la Unión Europea–, pero lo que no están calculando es que todas esas decisiones políticas repercuten directamente en las trincheras, donde los ucranianos siguen muriendo.
A veces, sólo queda de ellos la dedicatoria que les escriben en los proyectiles y –por desgracia– esos mensajes no se llegan a leer en los despachos presidenciales.