¿Por qué Marruecos está en el punto de mira del Daesh en el Sahel?

Fotografía de archivo, fuerzas especiales marroquíes hacen guardia en la entrada de un edificio durante operación antiterrorista - REUTERS/YOUSSEF BOUDLAL
El Estado Islámico en el Gran Sáhara y facciones disidentes del GSIM, Boko Haram y Al-Qaeda en el Magreb Islámico consideran al país norteafricano como un obstáculo importante para su expansión 
  1. Las ambiciones terroristas en el Sahel: una amenaza creciente para Marruecos 
  2. Marruecos, un baluarte para Europa y un actor clave en la cooperación internacional 

Marruecos, situado en la encrucijada de África, Europa y el mundo árabe, ocupa una posición geoestratégica determinante que lo convierte en un pilar de la estabilidad regional, al tiempo que lo hace vulnerable a las ambiciones expansionistas de los grupos terroristas de la zona sahelo-sahariana. Por ello, el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS), dirigido por Abu Al-Barra Sahraoui, así como algunas facciones disidentes del GSIM, Boko Haram y Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), consideran a Marruecos como un obstáculo importante para su expansión.  

Para comprender plenamente los orígenes del caos que reina en el Sahel, es esencial rastrear su historia. El auge del yihadismo en esta región tiene sus raíces en la evolución del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), nacido en Argelia en los años 90 tras una ruptura con el Grupo Islámico Armado (GIA). Esta escisión marca un punto de inflexión estratégico, ya que el GSPC rechaza las atrocidades indiscriminadas del GIA en favor de una expansión más estructurada, buscando establecer su influencia más allá de las fronteras de Argelia. Adoptando un enfoque más calculado, el GSPC ha abandonado la violencia indiscriminada para favorecer una expansión metódica a escala regional. 

Bajo el impulso de figuras emblemáticas como Abderrazak El Para, cuyo verdadero nombre es Amari Saifi (actualmente bajo arresto domiciliario en Argelia), la organización ha sabido tejer alianzas estratégicas con figuras influyentes del yihadismo del Sahel, en particular Iyad Ag Ghali.  

Estas conexiones permitieron afianzar de forma duradera al GSPC en el movimiento terrorista transnacional, consolidando así una red con ramificaciones extendidas por todo el Sahel. Esta dinámica facilitó su implantación en el Sahel y su acercamiento a otras facciones locales. En 2007, la organización juró lealtad a Al-Qaeda y pasó a llamarse AQMI, lo que reforzó su influencia en un territorio más amplio. Sin embargo, la presión militar en Argelia y la reorganización de los grupos yihadistas favorecieron la aparición de nuevas estructuras más adaptadas al contexto del Sahel. En este contexto, surgió el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (GSIM), que aglutinó a varias facciones bajo la dirección de Iyad Ag Ghali.  

Esta evolución refleja la adaptación del yihadismo al entorno del Sahel, aprovechando la debilidad de los Estados y las tensiones comunitarias para extender su control sobre la región. Sin embargo, los cambios en el seno de los grupos yihadistas del Sahel, inicialmente vinculados a Al-Qaeda, se han visto profundamente influenciados por la aparición de Daesh en Oriente Próximo (Irak/Siria). Facciones como Ansar Eddine, Al-Mourabitoune y el MUJAO (Movimiento para la Unidad y el Yihad en África Occidental) han evolucionado gradualmente, marcando una ruptura ideológica y estratégica. En 2015, una escisión dentro de Al-Mourabitoune, que a su vez se había separado de Al-Qaeda en el Magreb Islámico, dio lugar a la creación del Estado Islámico del Gran Sáhara, que juró lealtad al Estado Islámico de Levante (EI). 

Grupo Ansar al-Islam y musulmán afiliado a Al-Qaeda - PHOTO/ARCHIVO

Principalmente implantado en Mali y activo a lo largo de la frontera entre Mali y Níger, el EIGS extiende sus operaciones hasta Burkina Faso. Su acción más destacada sigue siendo el ataque del 4 de octubre de 2017 contra una patrulla conjunta estadounidense y nigeriana cerca de Tongo Tongo (Níger), que causó la muerte de ocho soldados (cuatro estadounidenses y cuatro nigerianos). Este acontecimiento puso de manifiesto la peligrosidad operativa del grupo y su capacidad para atacar objetivos internacionales, lo que reforzó su condición de amenaza importante para la seguridad regional y occidental. 

Además, aunque la coalición internacional ha infligido duros reveses al Daesh en Siria e Irak, el grupo ha sabido reorganizarse y trasladarse a zonas favorables a su expansión, especialmente en el África subsahariana. Según el Índice Global de Terrorismo de 2023, el Daesh sería responsable de más del 25 % de las muertes relacionadas con el terrorismo en el continente, causando así la muerte de miles de personas, de las cuales más de 6.800 en el Sahel en 2023, una cifra a la que el Daesh y sus afiliados como el EIGS contribuyen de manera significativa. Además, el impacto económico del terrorismo en África es devastador: la ONU estima unas pérdidas totales de 119.000 millones de dólares entre 2007 y 2016, mientras que los gastos anuales en seguridad ascienden a casi 84 000 millones de dólares y los desplazamientos de población generan unas pérdidas económicas de unos 312.700 millones de dólares. 

No es ningún secreto que esta amenaza va más allá del marco ideológico y se enmarca en un juego geopolítico en el que el Reino desempeña un papel central en la lucha contra el terrorismo. En un Magreb marcado por ambiciones geopolíticas y tensiones diplomáticas, el auge de los grupos terroristas se explica por una conjunción de factores estructurales. La fragilidad de los Estados del Sahel, incapaces de consolidar una gobernanza eficaz en materia de seguridad, deja espacio a lagunas que las redes extremistas no dudan en explotar.  

Un parche del Daesh está adherido al uniforme de un combatiente, el día en que la Brigada Khaled, parte de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), realiza un desfile militar, después de que Bashar al-Assad de Siria fuera derrocado, en Damasco, Siria, el 27 de diciembre de 2024 - REUTERS/AMR ABDALLAH DAISH

Además, la porosidad de las fronteras facilita el comercio ilícito (de drogas, armas y trata de personas) y la circulación transfronteriza de combatientes, mientras que la injerencia de actores extranjeros, motivados por sus propios intereses estratégicos, acentúa la inestabilidad regional.  

También, el persistente conflicto entre Marruecos y Argelia, que exacerba la rivalidad regional por el apoyo constante de este último al movimiento separatista del Frente Polisario, complica aún más el panorama geoestratégico. Esta combinación crea un entorno propicio para la expansión de las amenazas a la seguridad, que requiere una respuesta coordinada para restablecer la estabilidad en la región. Debido a su proximidad y a su compromiso con la seguridad, Marruecos se percibe como un baluarte que obstaculiza su avance. 

De esta manera, Marruecos, plenamente consciente de los desafíos de seguridad actuales, ha sabido elaborar una sólida doctrina de defensa articulada en torno al fortalecimiento de su seguridad nacional y la optimización de sus alianzas estratégicas. Gracias a un enfoque proactivo y holístico, el Reino se ha impuesto como un actor clave de la estabilidad regional, apoyándose en una arquitectura de seguridad evolutiva que integra capacidades de vigilancia avanzadas, una coordinación interinstitucional eficaz y un dispositivo de lucha contra las amenazas híbridas. La modernización de sus fuerzas de seguridad, junto con la integración de tecnologías de vanguardia, una arquitectura de inteligencia avanzada y la cibervigilancia, ha permitido a Marruecos anticipar y neutralizar los riesgos emergentes. Además, la consolidación de sus alianzas internacionales, en particular con los Estados Unidos, la Unión Europea y los países de África, refuerza su posición como proveedor de seguridad. 

Marruecos refuerza su posición como eje estratégico en la lucha contra el terrorismo desplegando un servicio de inteligencia operativa eficaz y consolidando las capacidades de las fuerzas del Sahel a través de programas de formación especializados en el marco de la Oficina de las Naciones Unidas contra el Terrorismo en Rabat. Su compromiso activo en iniciativas multilaterales, en particular el Grupo Focus Africa, le permite desempeñar un papel clave en la neutralización de las redes yihadistas y el control de las amenazas transfronterizas. 

Un combatiente del Marco Estratégico Permanente para la Defensa del Pueblo de Azawad (CSP-DPA) asegura el perímetro durante una reunión de líderes del ejército rebelde tuareg en Tinzaouaten, norte de Mali, el 27 de noviembre de 2024 - REUTERS/ABDOLAH AG MOHAMED

Las ambiciones terroristas en el Sahel: una amenaza creciente para Marruecos 

Este enfoque integrado convierte a Marruecos en una fortaleza de resiliencia y un modelo de adaptabilidad frente a los desafíos de seguridad en constante evolución. Como socio estratégico de Estados Unidos y Europa, el Reino contribuye a la protección del flanco sur de la Alianza Atlántica y al control de los flujos migratorios estratégicos hacia Europa. Su poder en materia de inteligencia se basa en una sofisticada arquitectura de seguridad y en la sinergia entre varios servicios de seguridad de primer orden. Esta coordinación entre agencias garantiza una anticipación eficaz de las amenazas asimétricas y una capacidad de respuesta rápida contra las células terroristas durmientes y activas, consolidando así el papel de Marruecos como pilar de la seguridad regional e internacional. 

En este sentido, desde 2002, esta dinámica ha dado lugar a la desarticulación de más de 200 células terroristas, algunas de ellas estrechamente vinculadas a las redes yihadistas que operan en la zona sahelo-sahariana, en Siria y en Irak. Gracias a una estrategia que combina el uso sofisticado de la inteligencia, la contrainteligencia tecnológica y técnicas de análisis en profundidad de redes terroristas y criminales, Marruecos se posiciona como un baluarte estratégico contra las amenazas transnacionales y las mutaciones del terrorismo globalizado. En este sentido, la conspiración terrorista desarticulada por Marruecos ilustra con fuerza la determinación del Reino de contrarrestar las redes de extremistas con ramificaciones transfronterizas. Los servicios de inteligencia, en estrecha cooperación con sus homólogos internacionales, han descubierto una red clandestina dirigida por un alto responsable de Daesh, cuya influencia se extendía hasta el corazón del territorio marroquí. La operación del 19 de febrero de 2025 es emblemática de esta respuesta. 

Fuerzas de seguridad de Marruecos hacen guardia en la sede de la Oficina Central de Investigaciones Judiciales (BCIJ) en Sale, Marruecos, el 24 de febrero de 2025 - REUTERS/AHMED ELJECHTIMI 

Gracias a la información de excepcional precisión proporcionada por la DGST, el BCIJ llevó a cabo una operación estratégica que neutralizó una célula terrorista activa en nueve ciudades marroquíes. Se detuvo a doce sospechosos y se incautó un importante alijo de explosivos, armas sofisticadas y documentos sensibles en un centro logístico clandestino en Errachidia, una zona fronteriza clave con Argelia y cercana al Sahel. Entre los principales hallazgos se encuentra un arsenal oculto, que ilustra la magnitud de la conspiración y el alcance transnacional de las redes yihadistas. Las investigaciones exhaustivas han revelado que esta red está dirigida por el jefe de Operaciones Exteriores de Daesh en el Sahel, instigador de la conspiración y organizador de la operación, con el apoyo de un equipo de coordinadores, ejecutores y facilitadores logísticos. Además, hay pruebas que confirman la existencia de un santuario logístico estratégico que desempeña un papel crucial en el transporte de armamento desde el Sahel hasta Marruecos a través de corredores que conectan Gao y Kidal en el norte de Mali, pasando por Arlit en Níger, hasta Tamanrasset en el sur de Argelia. La activación de estas rutas discretas ilustra la sofisticación de los circuitos de suministro yihadistas y subraya la urgencia de reforzar la vigilancia de las zonas fronterizas y de las rutas críticas del tráfico de armas. 

La BCIJ desmanteló una célula yihadista que planeaba ataques en Marruecos - PHOTO/ARCHIVO

Nadie puede negar que la inestabilidad crónica del Sahel se debe a varios factores estructurales, entre los que se encuentran la fragilidad de los Estados, la porosidad de las fronteras, los trastornos geopolíticos y la injerencia de actores no estatales extranjeros. Estos elementos crean un caldo de cultivo para la expansión de grupos terroristas y movimientos separatistas, que aprovechan estas fallas para consolidar su influencia. Argelia, al apoyar al movimiento separatista del Frente Polisario, desempeña un papel indirecto en esta dinámica conflictiva, contribuyendo a la desestabilización de la región.  

Un ejemplo emblemático de esta interacción entre separatismo y terrorismo se manifestó en 2016, con el bloqueo del paso de Guerguerate, paso fronterizo entre Marruecos y Mauritania, por parte de las milicias armadas del Polisario. Este acto criminal perturbó los flujos comerciales entre los dos países, obstaculizando así la cooperación regional y creando zonas grises explotables por los grupos yihadistas. 

Paso de Guerguerat, Marruecos - ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ

Además, los campamentos de Tinduf, situados en el suroeste de Argelia, son otro ejemplo de esta porosidad. Poco controlados por Argel, estos campamentos permiten la infiltración de armas, contrabando y combatientes hacia los teatros de operaciones del Sahel, alimentando así una espiral de violencia e inestabilidad.  

Además, el vínculo entre el separatismo y el terrorismo en el Sahel queda ilustrado por el origen y la expansión del EIGS. Fundada por Abou Adnan Walid Sahraoui, un antiguo miembro del Polisario, esta banda terrorista se ha apoyado en redes existentes dentro del movimiento separatista para afianzar su presencia. La vulnerabilidad de las fronteras, en particular entre Argelia y Mauritania, junto con la pasividad de las autoridades argelinas ante las actividades del Polisario, facilita el auge de estas redes clandestinas y su capacidad para operar en total discreción. Además, la caída de Gadafi en Libia, junto con la dispersión masiva de millones de armas ligeras, ha intensificado considerablemente el tráfico de armas hasta la fecha.  

De hecho, un informe de las Naciones Unidas publicado en 2022 pone de relieve estas interacciones, destacando casos probados de tráfico de armas a través de los campamentos de Tinduf. Estas armas alimentan directamente a los grupos terroristas activos en Mali, Burkina Faso y Níger, exacerbando la violencia y debilitando aún más las estructuras estatales del Sahel.  

Esta situación refuerza la hipótesis de que ciertas facciones del Polisario, a pesar de su propaganda, mantienen relaciones oportunistas con grupos yihadistas para maximizar su influencia y asegurar su supervivencia en un contexto regional cada vez más fragmentado. Así, la connivencia entre el separatismo y el terrorismo en el Sahel constituye un factor agravante de la inestabilidad regional y subregional. La falta de control efectivo de los Estados, la proliferación de armas y la complacencia de algunos actores estatales con respecto a los movimientos separatistas crean un entorno favorable a la expansión de los grupos yihadistas. 

Campamento de refugiados saharauis de Smara, en Tinduf, Argelia - REUTERS/ BORJA SUAREZ

Marruecos, un baluarte para Europa y un actor clave en la cooperación internacional 

No hay duda de que los grupos terroristas también apuntan a Marruecos en una estrategia más amplia de desestabilización destinada a abrir una brecha hacia Europa. Último baluarte antes del noroeste del continente, el Reino desempeña un papel crucial en la neutralización de los flujos yihadistas transfronterizos. Su colaboración con los servicios españoles, estadounidenses y franceses ha permitido desmantelar varias células terroristas. La última operación conjunta entre los servicios marroquíes y españoles, llevada a cabo en noviembre de 2024 en Tetuán y Madrid, es un ejemplo de cooperación excepcional en materia de seguridad.  

En el plano estratégico, Marruecos es un socio clave de Estados Unidos en el marco del Programa de Lucha contra el Terrorismo Transahariano (TSCTP). El intercambio estratégico de información entre la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST) y la CIA ha desempeñado un papel crucial en la neutralización de amenazas que iban mucho más allá de las fronteras de Marruecos.  

Armas confiscadas a células leales al Daesh  en el Sahel, según la agencia antiterrorista de Marruecos, se exhiben en la sede de la Oficina Central de Investigaciones Judiciales (BCIJ) en Sale, Marruecos, el 24 de febrero de 2025 - REUTERS/AHMED ELJECHTIMI 

Un ejemplo emblemático de esta eficaz cooperación es la operación contra la célula de Daesh de Cole Bridges González, en la que las capacidades conjuntas de inteligencia permitieron desmantelar una red terrorista que operaba más allá de las fronteras nacionales, mucho antes de posibles atentados. Esta asociación, basada en el intercambio de datos sensibles, ha demostrado la importancia de la inteligencia transnacional en la lucha contra las amenazas globales relacionadas con el terrorismo. 

Patrulla de la Dirección General de Vigilancia Territorial (DGST) de Marruecos - PHOTO/@DGSN_MAROC

Consciente de que la lucha contra el extremismo no puede ser únicamente de seguridad, Marruecos ha adoptado una estrategia que integra la prevención y el desarrollo socioeconómico. La Fundación Mohamed VI de Ulemas Africanos desempeña un papel clave en la promoción de un islam tolerante y en la formación de imanes, mientras que los programas económicos refuerzan la resiliencia de la población frente al discurso extremista. Sin embargo, la persistencia de focos terroristas en el Sahel y la implicación de actores externos, como el grupo Wagner, complican la estabilización de la región. El fracaso de las intervenciones militares convencionales ha reforzado el arraigo de los grupos yihadistas, lo que exige una mayor vigilancia y una readaptación de las estrategias de lucha contra el terrorismo. 

Sin duda, el enfoque de seguridad de Marruecos no se limita a la protección de sus fronteras, sino que también tiene como objetivo contener la amenaza terrorista antes de que llegue a su territorio. Gracias a una cooperación constante con los países del Sahel y las agencias occidentales, los servicios marroquíes han podido desorganizar varias cadenas de suministro de armas y financiación de los grupos yihadistas que operan entre Mali, Níger y Libia.  

Al mismo tiempo, el flujo de combatientes extranjeros que transitan por el Magreb hacia el Sahel se ha reducido considerablemente gracias a la intensificación de los controles fronterizos, la vigilancia aérea y el intercambio de información con los países vecinos. Así, el influjo marroquí también se ejerce a nivel político y diplomático. Al abogar por un enfoque holístico que combine seguridad y desarrollo, Marruecos ha contribuido a cambiar la percepción de las soluciones a largo plazo para contrarrestar la inestabilidad en la región del Sahel. La implementación de proyectos de cooperación económica y ayuda humanitaria en regiones sensibles ha permitido reducir el atractivo de los grupos yihadistas para las poblaciones marginadas. 

De este modo, al atacar la estructura financiera de las organizaciones terroristas, Marruecos ha desempeñado un papel crucial en el desmantelamiento de los circuitos clandestinos de financiación yihadista que pasan por las provincias del sur de Marruecos, Mauritania y Mali. Gracias a una mayor trazabilidad de los flujos financieros y a una cooperación reforzada con las instituciones bancarias regionales, se han identificado y bloqueado varias fuentes de financiación del terrorismo, lo que ha limitado la capacidad operativa de los grupos extremistas. 

Hacia una redefinición de las estrategias de seguridad 

El desafío del Sahel, que constituye uno de los focos terroristas más persistentes, pone de manifiesto las limitaciones de los enfoques puramente securitarios. El fracaso de las intervenciones militares convencionales, en particular las llevadas a cabo en el marco de la Operación Barkhane, ha favorecido el afianzamiento de grupos terroristas que explotan la fragmentación de los Estados y la debilidad de las instituciones locales. La implantación de mercenarios extranjeros, como el grupo Wagner, acentúa esta inestabilidad, lo que hace indispensable una revisión de las estrategias de seguridad.  

Frente a esta realidad, Marruecos se impone como un actor clave al desarrollar un enfoque híbrido que combina inteligencia de alta precisión, diplomacia proactiva e iniciativas de desarrollo económico. La modernización de las capacidades de vigilancia, junto con la promoción de un islam moderado por parte de instituciones como la Fundación Mohamed VI de Ulemas Africanos, ilustra esta estrategia multidimensional destinada a agotar el caldo de cultivo de la radicalización.

Una célula terrorista vinculada al DAESH en la región del Sahel ha sido desmantelada y nueve sospechosos activos entre Marruecos y España han sido detenidos, en una operación conjunta entre los intereses de la Dirección General de Vigilancia Territorial y la Comisión General de Información de la Policía Nacional española
- PHOTO/ @DGSN_MAROC

Por eso, las amenazas asimétricas del futuro exigirán una mayor vigilancia y una innovación permanente en las estrategias de seguridad. La integración de Marruecos en alianzas de inteligencia de alto nivel con Estados Unidos y el Reino Unido, a imagen de los acuerdos de los Cinco Ojos, supondría un gran avance estratégico al reforzar sus capacidades en ciberseguridad y en inteligencia electromagnética. Porque la lucha contra el terrorismo no se ganará únicamente con la fuerza, sino con una combinación de tecnologías disruptivas, anticipación estratégica y cooperación multilateral. En este contexto, Marruecos, como eje de seguridad en África, el Mediterráneo y el Atlántico, tiene un papel central que desempeñar en la redefinición de los paradigmas de la seguridad mundial. 

A la luz de esto, Marruecos se encuentra en el centro de un complejo panorama de seguridad, a caballo entre sus responsabilidades como pilar regional y las ambiciones expansionistas de grupos terroristas como el Estado Islámico en el Gran Sáhara y sus afiliados, así como las dinámicas separatistas encarnadas por ciertas facciones del Polisario. Su posición estratégica y su compromiso con la inteligencia operativa de vanguardia lo sitúan en primera línea en la lucha contra el terrorismo transnacional. Gracias a una sólida doctrina de defensa, a la constante modernización de sus fuerzas y a una estrecha cooperación internacional, el Reino se impone como un verdadero proveedor de seguridad mundial. Paradójicamente, es precisamente esta eficacia en materia de inteligencia y seguridad fronteriza lo que lo convierte en un objetivo privilegiado para aquellos que buscan desestabilizar el equilibrio regional. 

Miembro del Frente Polisario en los campamentos de Tinduf (Argelia) - PHOTO/FILE

Por último, en un contexto geopolítico ya frágil, la amenaza que representa el Daesh está encontrando un terreno cada vez más fértil en el corazón del Sahel, exacerbado por la debilidad de las estructuras estatales y la inacción internacional. Si no se toman medidas urgentes y concertadas, la situación puede volverse irreversible. Al trasladar estratégicamente sus actividades a esta región, el grupo terrorista no solo siembra el terror a nivel local, sino que también prepara el terreno para una amenaza global.  

Ahora más que nunca, es crucial que la comunidad internacional comprenda el alcance de esta amenaza y actúe de manera unificada. La expansión del Daesh más allá de las fronteras del Sahel, especialmente hacia Europa y el Atlántico, es más que una simple posibilidad; es una realidad que se perfila cada día con mayor claridad. Si la comunidad internacional no se moviliza de manera decisiva e inmediata, el mundo entero corre el riesgo de sufrir las consecuencias de esta plaga, considerada durante mucho tiempo como lejana, pero que ahora está a nuestras puertas. El Sahel ya no podrá ser un simple laboratorio del terror, será el punto de partida de una desestabilización mundial de una magnitud sin precedentes. Ya es hora de actuar antes de que sea demasiado tarde. Ante este escenario catastrófico, la comunidad internacional debe actuar sin demora para contrarrestar la expansión del Daesh en el Sahel y más allá. Imagínese un futuro en el que, sin una intervención coordinada, las redes yihadistas se extiendan desde este foco ya inestable a todo el continente africano, amenazando incluso a Europa y otras regiones estratégicas.  

Esta amenaza no es una abstracción: representa una amenaza real para la estabilidad mundial, una deriva que podría transformar zonas de conflicto localizado y zonas grises en focos de radicalización transnacional. Ya es hora de decirlo sin rodeos, aunque los cínicos y los escépticos sigan minimizando la gravedad de la situación: el tiempo apremia y la inacción de la comunidad internacional corre el riesgo de hacer que el mundo caiga en una crisis de seguridad de una magnitud nunca vista.  

Es hora de actuar, so pena de ver cómo las amenazas se propagan mucho más allá de lo que imaginamos.