Todavía sigue siendo 7 de octubre en Israel

Kibbutz Kfar Aza en el sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS
Casi un año después de los ataques de Hamás, las comunidades afectadas continúan inmersas en el trauma mientras luchan por el regreso de los 101 rehenes que siguen secuestrados en Gaza 
  1. “Nosotros no decidimos empezar esta guerra, nos vimos obligados a luchar”
  2. “Si puedo sentir compasión en mi momento más duro, pido al mundo que haga lo mismo”
  3. “Quien lo niegue, que venga a verlo con sus propios ojos”
  4. El 7 de octubre transformó el escenario geopolítico de Oriente Medio

A poco de cumplirse un año del 7 de octubre, Israel se prepara para conmemorar el día más duro de su historia mientras la sociedad continúa sumida en el trauma colectivo. Resulta paradójico pensar en todas las cosas que han ocurrido en Israel y en Oriente Medio desde aquel fatídico sábado, mientras que en las comunidades atacadas el tiempo se detuvo, como si aquella jornada no hubiese acabado nunca. 

Esto es también lo que sienten muchos israelíes que, a pesar de no haber sufrido las masacres directamente, han experimentado la ansiedad y la angustia de estos largos 12 meses, mientras la guerra se expande con Hezbolá y con el régimen iraní. 

Kibbutz Kfar Aza en el sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“No me parece que haya pasado un año. Para mí, todavía sigue siendo el 7 de octubre, no pasa un día que no lo reviva de una u otra forma”, declara Shahar Tzuk, exresidente de Kfar Aza, uno de los kibbutzim atacados. Para Tzuk, volver ahora es “reconfortante y doloroso”, ya que siente que tras el ataque lo ha perdido todo. 

Durante su invasión por tierra, aire y mar, Hamás asesinó a 1200 personas -la mayoría civiles- y secuestró a otras 240, de las cuales 101 todavía siguen retenidas en la Franja de Gaza.

Tzuk no se encontraba en Kfar Aza el día del ataque y, de haberlo estado, está segura que los terroristas la hubiesen matado debido a la bandera LGTBI+ a la entrada de su casa, un edificio que ya no siente como su hogar. 

Kibbutz Kfar Aza en el sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

Las comunidades del sur de Israel son conocidas por sus valores liberales y su pacifismo, algo que también destruyó Hamás el 7 de octubre. “Yo ya no veré paz entre los dos pueblos, y creo que mis hijos tampoco”, reconoce Tzuk, matizando que seguirá “luchando por sus valores” y aclarando que no se siente feliz al saber que gente la gente sufre o muere de hambre, en referencia a la crisis humanitaria en Gaza provocada por la guerra. “La gente siente que perdió la esperanza”, añade.

Otro gran desafío al que se enfrenta Israel tras los ataques es la pérdida de confianza de los ciudadanos de los kibbutzim en el Estado y en las fuerzas de seguridad. Muchos, al igual que Tzuk, aseguran sentirse solos y abandonados, durante y tras las masacres. “No confío en el Ejército, nos sentimos solo”, admite Tzuk. 

Kibbutz Kfar Aza en el sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

Además de Kfar Aza, Nir Oz fue otro de los kibbutzim atacados por Hamás el 7 de octubre. De los 101 rehenes que todavía siguen secuestrados en Gaza, 29 son residentes de esta comunidad agrícola. Entre ellos se encuentra Oded Lifshitz, periodista y activista por la paz de 83 años. Lifshitz, al igual que otros miembros de los kibbutzim, se dedicó a trasladar niños enfermos de Gaza a hospitales en Israel para recibir tratamiento. 

La casa Oded Lifshitz en el kibbutz Nir Oz, al sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“La única forma en la que creo que pueda seguir vivo es que alguna familia que lo conozca lo esté cuidando”, señala Rita Lifshitz, una de sus familiares. Lifshitz considera que los sucesos que están ocurriendo en el Líbano y en otras partes de la región están distrayendo la atención sobre los rehenes, por eso pide que la comunidad internacional siga actuando y que, en el futuro, haga de Gaza un lugar mejor. “Necesitamos paz en Oriente Medio”, subraya. 

La casa Oded Lifshitz en el kibbutz Nir Oz, al sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“Nosotros no decidimos empezar esta guerra, nos vimos obligados a luchar”

Otro de los residentes de Nir Oz que sigue secuestrado es Ohad Yahalomi. Su esposa, Batsheva, también fue tomada como rehén en un principio, pero logró escapar con sus hijas. Su hijo Eithan de 12 años, en cambio, fue llevado a la fuerza a Gaza y no salió hasta la tregua de noviembre, 52 días después del ataque. 

Durante esas semanas, el pequeño sufrió un infierno. Le obligaron a ver vídeos grabados por los terroristas de las masacres que cometieron, le aseguraron que Israel había desaparecido y si lloraba lo amenazaban con armas. “Teniendo en cuenta como trataron a los niños, no sé como estarán tratando a los hombres”, reflexiona Batsheva. 

Kibbutz Kfar Aza en el sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

Tras el ataque, Batsheva se trasladó con sus hijos a otro kibbutz en el centro de Israel, reconociendo que es incapaz de vivir en Nir Oz. “Es como vivir en Auschwitz. No puedo pensar en volver a vivir aquí. No nos sentimos seguros”, lamenta. 

“Nosotros no decidimos empezar esta guerra, nos vimos obligados a luchar. Nadie quiere luchar, deseamos vivir en paz”, concluye Batsheva, expresando lo que siente la mayoría de los israelíes. “La guerra en Gaza es horrible, pero no la elegimos”, agrega desde el interior de lo que un día fue su casa. 

Kibbutz Nir Oz - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“Si puedo sentir compasión en mi momento más duro, pido al mundo que haga lo mismo”

De todas las imágenes desgarradoras del 7 de octubre, una de las que más conmocionó al mundo y a la sociedad israelí fue la de Shirin Bibas, descalza, con sus dos hijos pequeños -el bebé Kfir y Ariel, que cumplió 5 años en cautiverio- envueltos en una manta rodeados de varios hombres armados.

Casi un año después de su secuestro, la prima de Shirin, Yifat Zeiler, continúa suplicando al mundo y a organizaciones como la Cruz Roja y UNICEF que la ayuden a volver a abrazar a su prima y a sus hijos.

Yifat Zeiler, prima de Shirin Bibas, con una foto de Kfir Bibas - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“Estos niños no tienen una opinión política, solo son niños que merecen vivir”, recuerda Zeiler, asegurando que ha llorado por “todos los niños que han muerto en esta guerra” ya que fue criada para “creer en la paz, creer en una solución de dos Estados”. “Mi familia me enseñó que hay gente como nosotros al otro lado que solo quieren coexistir, aunque algo se rompió dentro de mí el 7 de octubre”, afirma. 

En medio de esta situación, Zeiler se pregunta qué va a pasar ahora. “Una generación va a ser criada para odiar y otra para tener miedo”, añade, asegurando que sabe cuales son sus responsabilidades como madre israelí: “criar a mis hijos para que respeten a quien sea diferente a ellos”. 

Guardería de Nir Oz - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“Si puedo sentir compasión en mi momento más duro, pido al mundo que haga lo mismo. Que recuerden que los los niños son solo niños, y Kfir y Ariel son niños que nacieron en un lado de de la frontera”, declara la prima de Shirin Bibas. 

A pesar de todo lo ocurrido, Zeiler asegura que “los palestinos no son Hamás”, por lo que es necesario creer en la humanidad y pedir justicia. “Es duro negociar con terroristas, pero necesitamos otro acuerdo”, insta Zeiler desde la guardería de Nir Oz a la que solía acudir Ariel.

Kibbutz Kfar Aza en el sur de Israel - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

“Quien lo niegue, que venga a verlo con sus propios ojos”

Lo que estaba previsto que fuera una fiesta en la naturaleza para celebrar la vida se convirtió en la mayor masacre del 7 de octubre, con más de 360 personas -la mayoría jóvenes- asesinadas y 40 tomadas como rehenes. 

El festival Nova, cerca de la frontera con la Franja de Gaza, era una fiesta a la que acudieron cientos de jóvenes idealistas y pacifistas de Israel y de otras muchas partes del mundo. Tan solo querían bailar

Memorial dedicado a las víctimas del festival Nova - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

A las 6:30 de la mañana comenzaron a lanzar desde el enclave palestino los primeros cohetes. Aunque lo peor estaba por llegar. Poco después, turbas de terroristas irrumpieron en el festival, asesinando, torturando y violando a cientos de jóvenes. 

“Encontramos cuerpos sin cabeza, quemados”, recuerda Simcha Greiniman, miembro de ZAKA, una organización no gubernamental cuyo objetivo es recuperar e identificar los cuerpos de personas fallecidas en ataques terroristas, accidentes de tráfico y otros desastres.

Simcha Greiniman, miembro de ZAKA - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

ZAKA, a pesar de ser una organización judía, ha trabajado en países cristianos y musulmanes, como Turquía, a donde se desplazó tras el terremoto de 2023. "Honrar a los muertos se considera un acto de virtud verdadera. En el judaísmo, se considera la mayor mitzvá (buena acción) que se puede realizar”, explican.

Tras las masacres del 7 de octubre, cientos de voluntarios de ZAKA, en su mayoría ultraortodoxos, trabajaron para recuperar todos los restos de las víctimas con respecto y dignidad. Por este motivo, los miembros de esta organización presenciaron las escenas más horribles y duras poco después de las masacres, como cuerpos calcinados, cadáveres con signos de agresiones sexuales o mutilaciones. “Quien niegue lo que ocurrió, que venga a verlo con sus propios ojos”, afirma Greiniman. 

Memorial dedicado a las víctimas del festival Nova - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

El 7 de octubre transformó el escenario geopolítico de Oriente Medio

El 7 de octubre cambió por completo el ADN de Israel. Las heridas tardarán muchos años en cicatrizar, y muchas puede que nunca lo hagan. Además del trauma colectivo dentro del país, los judíos en todo el mundo advierten sobre un peligroso aumento del antisemitismo, asegurando no sentirse seguros portando símbolos religiosos, como una estrella de David o una kipá. 

En Oriente Medio, el ataque de Hamás ha provocado una serie de acontecimientos que han empujado a la región al borde de una guerra a gran escala. Todos los proxies de la República Islámica de Irán -Hamás, Hezbolá, los hutíes en Yemen y las milicias proiraníes en Irak y Siria- se han unido contra Israel, lanzando ataques con frecuencia contra el Estado judío.

Kibbutz Nir Oz - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

Como respuesta, Israel ha atacado posiciones de Hezbolá en Líbano -entrando en el país de los cedros por primera vez desde el verano de 2006-, así como infraestructura utilizada por los hutíes en Yemen. 

Por otro lado, como se ha podido percibir durante los ataques sin precedentes de Irán contra Israel, la coalición árabe-israelí se mantiene firme ante las amenazas del régimen de Teherán. A pesar de que uno de los objetivos del 7 de octubre fue frustrar un acuerdo de paz entre Israel y Arabia Saudí, la normalización sigue en marcha, mientras se refuerza la cooperación creada tras los Acuerdos de Abraham. 

Kibbutz Nir Oz - PHOTO/ATALAYAR/MARGARITA ARREDONDAS

Israel está librando una guerra por su existencia que transformará por completo el panorama geopolítico de Oriente Medio. Una guerra que no terminará hasta que el Estado hebreo cumpla sus objetivos: el regreso seguro de todos los ciudadanos a sus hogares -tanto en el norte como en el sur- y la eliminación de todas las amenazas en sus fronteras con el fin de asegurar que el 7 de octubre nunca más se vuelva a repetir.