Paso a paso y envuelto en el misterio, la China de Xi Jinping intenta arrebatar a los Estados Unidos de Donald Trump su dominio del espacio exterior

China mantiene en secreto el mini transbordador espacial que acaba de efectuar su vuelo inaugural de ida y vuelta

PHOTO/Xinhua - El mini transbordador espacial del presidente chino Xi Jinping es muy posible que sea una plataforma orbital de doble uso, para experimentos civiles y militares

En tan solo dos días, el presidente Xi Jinping ha enviado al espacio y ha traído de regreso a la Tierra a su primer transbordador espacial, un claro desafío a la hegemonía que todavía ostenta Estados Unidos en el ámbito ultraterrestre.

El despegue de la nave espacial que China califica como “experimental” y “reutilizable” se produjo de forma sorpresiva y bajo el más estricto secreto en la madrugada del viernes, 3 de septiembre, desde el Centro de Lanzamientos de Jiuquan, en el desierto de Gobi, en Mongolia interior, en el noroeste de China.

La astronave ascendió al espacio alojada en el interior de la parte superior de un cohete Larga Marcha 2F de 62 metros de altura, el modelo de lanzador que utiliza Pekín para enviar astronautas a misiones en el espacio. A bordo viajaba un pequeño vehículo orbital de tamaño y peso semejante al X-37B militar que Estados Unidos mantiene a 390 kilómetros de altura alrededor de la Tierra desde mediados del pasado mes de mayo.

Lo poco que ha trascendido a través de la agencia estatal de noticias Xinhua es que la nave experimental reutilizable ha probado “tecnologías reutilizables que proporcionarán apoyo tecnológico para el uso pacífico del espacio” y que aterrizaría en China “una vez concluida su actividad en órbita”. 

Los escasos datos difundidos presuponen que se trata de un vehículo espacial de alrededor de 10 metros de largo, en torno a las 5 toneladas de peso y dotado con alas, para poder maniobrar en la atmosfera durante su trayectoria de regreso a la Tierra. Un segundo comunicado fechado el domingo, 6 de septiembre, ha confirmado el éxito del descenso sobre la Tierra que, según Xinhua, se produjo “dos días después del lanzamiento”.

Estados Unidos estaba atento al lanzamiento

Los escuetos comunicados de Xinhua señalan que el éxito de la misión va a permitir ofrecer vuelos “de ida y vuelta para llevar y traer civiles”, como también para “transportar astronautas, reabastecer estaciones orbitales y poner satélites en órbita a un menor costo”. Sin embargo, el misterio que hasta el momento envuelve la misión induce a pensar que podría tratarse de una lanzadera con una doble finalidad, concebida también para fines militares y por dicho motivo sujeto a estrictas medidas de seguridad.

Ni la agencia Xinhua ni tampoco las cadenas de televisión oficiales o las redes sociales han mostrado hasta el momento imágenes o filmaciones de la nave espacial. También se desconoce el nombre de la astronave, sus principales características o el lugar del aterrizaje. Pero como las autoridades de Pekín acostumbran a dosificar la información sobre temas espaciales, es previsible que en las próximas fechas se difundan imágenes del pequeño transbordador, de sus características y del objeto concreto de su misión inaugural.

Los satélites espía que proporcionan imágenes a las agencias de inteligencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos detectaron que la astronave china alcanzó una órbita próxima a los 350 kilómetros, donde soltó un objeto no identificado poco antes de iniciar la maniobra de retorno a nuestro planeta. 

Los especialistas del Pentágono temen que se pueda tratar de un micro satélite experimental con capacidad para interferir o bloquear las emisiones de otras plataformas espaciales. También han localizado el lugar de aterrizaje del pequeño vehículo orbital, una pista de 5 kilómetros de longitud situada en pleno desierto de arena de Taklamakán, en Asía central. 

Aunque el despegue se efectuó de improviso, los servicios secretos de Estados Unidos conocían de antemano que China preparaba una misión espacial de gran importancia. Los satélites espía electroópticos y radar del Pentágono habían identificado desde hacía meses que en la rampa de lanzamiento del cohete Larga Marcha 2F en Jiuquan se estaban llevando a cabo trabajos de envergadura en su estructura. 

A punto para la década de 2030

Los analistas de imágenes norteamericanos habían deducido que las modificaciones que se observaban obedecían a la necesidad de colocar en la parte alta del cohete una carga de mayor tamaño y peso que las capsulas espaciales tripuladas Shenzhou y los laboratorios espaciales Tiangong con las que los astronautas chinos han viajado y vivido más allá de nuestro planeta azul.

En las últimas semanas, dos indicios habían confirmado la necesidad de que los ojos electrónicos de los satélites espía de Washington centraran su interés sobre el cosmódromo de Jiuquan. En primer lugar, la salida al mar de los barcos de seguimiento espacial Yuanwang. Desplegados en el mar Arábigo y el Atlántico sur, cerca de las costas de Sudamérica, sus grandes antenas a bordo son las encargadas de seguir la trayectoria del lanzador y de la astronave alrededor de la Tierra, para ofrecer al centro de control la telemetría correcta en cada instante del vuelo. 

El dato definitivo que alertó al Pentágono de que el despegue era inminente se produjo unas fechas antes del 3 de septiembre, cuando las autoridades chinas responsables de la gestión del tráfico aéreo notificaron a todas las compañías aéreas el cierre del espacio aéreo alrededor de la base espacial de Jiuquan.

Los analistas occidentales estiman que la principal institución de la industria espacial china, la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial (CASC) pretende tener a punto para la década de 2030 una especie de avión espacial de uso civil y militar, con capacidad para transportar cargas y tripulaciones. De conseguirlo, China estaría en vías de cerrar una de las importantes brechas que la separa de Estados Unidos en materia de vuelos espaciales. Pero, hoy por hoy, todavía está lejos de conseguirlo.

La Agencia espacial de Estados Unidos, la NASA, desarrolló cinco grandes transbordadores espaciales tripulados en la segunda mitad de los años 70: Columbia, Challenger, Discovery, Atlantis y Endeavour. De un centenar de metros de longitud y alrededor de 100 toneladas de peso, volaron entre noviembre de 1982 y julio de 2011 y transportaron a centenares de astronautas en viajes de ida y vuelta al complejo orbital soviético Mir y a la actual Estación Espacial Internacional. China todavía está lejos de alcanzar tales desarrollos.