Japón crea una Fuerza Espacial minimalista para proteger sus satélites de ataques de China y Rusia
La política de Defensa de Japón ha dado un paso de gigante con la instauración de una nueva organización militar consagrada de manera exclusiva a preservar sus importantes capacidades espaciales en órbita. Para el Gobierno de Tokio, cada día que pasa, los satélites son más indispensables para la Seguridad Nacional del país
Versión minimalista a la japonesa de la Fuerza Espacial establecida hace un año por Donald Trump como quinta rama de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, la nueva estructura está incluida en el seno de las Fuerzas Aéreas de Autodefensa de Japón. Su razón de ser es garantizar los servicios que prestan las varias decenas de satélites civiles y militares nipones en órbita y evitar acciones agresivas contra ellos, ya sean plataformas de comunicaciones, meteorológicos, científicos, de observación de la Tierra….
Dedicada a supervisar de forma continuada la situación existente en el espacio y asegurar la superioridad de los medios ultraterrestres japoneses en tiempos de paz y de conflicto armado, su misión principal es proteger a las plataformas niponas desplegadas en el espacio, cuya eliminación paralizaría o cegaría a las Fuerzas Militares de Autodefensa y dejarían al país del Sol Naciente vulnerable a los ataques directos de terceros países.
La luz verde para implantar el embrión de una verdadera Fuerza Espacial es consecuencia de la preocupación del Gobierno de Tokio y sus altos mandos militares al observar que China y Rusia ponen especial interés en desarrollar misiles antisatélite y plataformas espaciales equipadas con armas, sistemas de interferencia, bloqueo y escucha de comunicaciones y emisiones electromagnéticas.
Denominado Escuadrón de Operaciones Espaciales, las previsiones del hasta hace pocas semanas ministro de Defensa y ahora encargado de la reforma de la Administración, Taro Kono, eran que en el año 2023 pueda convertirse en una potente Unidad de Misión del Dominio Espacial dotada con sistemas de Mando, Control, Comunicaciones, Computadoras, Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento o C4ISR. Una vez que todo el sistema esté en servicio, los planes son rebautizar la Fuerza Aérea con el nombre de Fuerza Aeroespacial de Autodefensa.
La nueva Unidad está localizada en la base aérea de Fuchu, a 20 kilómetros de la capital japonesa. El primer contingente de militares destinados para activar el escuadrón ha estado formado por tan solo 20 efectivos previamente seleccionados. De forma progresiva se nutrirá de personal especialista hasta completar su organigrama y cambiar su nombre por el de Unidad de Operaciones Espaciales.
Entre sus actividades se encuentra la de operar el sistema nacional de conocimiento del entorno espacial o SSA ‒acrónimo de Space Situational Awareness‒, una red de vigilancia terrestre que supervisa los desechos espaciales que viajan por el espacio para evitar colisiones con satélites, en colaboración con la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA).
También le incumbe la vigilancia de los satélites sospechosos de terceros países que puedan representar una amenaza para las plataformas espaciales japonesas, la observación del lanzamiento de misiles balísticos con cabezas de guerra y el seguimiento de su reentrada en la atmósfera. Y garantizar la operatividad de la constelación japonesa QZSS Michibiki, que amplía y complementa las señales GPS de Estados Unidos en la región de Asía-Pacífico.
El modelo elegido es el resultado de un largo proceso de consultas con diferentes países asiáticos y europeos, en especial con Washington, con el que Tokio mantiene una cooperación privilegiada en cuanto a política e innovación espacial. El Pentágono se beneficia de la cobertura que Japón le proporciona sobre áreas ciegas de China y Corea del Norte que no controla y los altos mandos militares japoneses reciben información estratégica a través de la amplia red mundial de sensores SSA de Estados Unidos.
La implantación del primer eslabón de la Fuerza Espacial del conocido como “el país de los cerezos en flor” está incluido en las Directrices del Programa Nacional de Defensa para 2019 y años siguientes, donde se expresa que “la superioridad en los nuevos dominios, que son el espacio, el ciberespacio y el espectro electromagnético, se han vuelto esenciales para Japón”.
La decisión de dar vida a una estructura militar espacial es una de las últimas medidas tomada por el primer ministro Shinzo Abe antes de dejar su puesto el pasado 16 de septiembre por razones de enfermedad y tras cerca de ocho años como jefe de Gobierno del emperador Naruhito.
Su sucesor, Yoshihide Suga, de 71 años, asumió el cargo hace un mes y sigue la política general marcada por Shinzo Abe, de quien fue ministro y su mano derecha en el Gobierno. A grandes rasgos, los retos a los que se enfrenta el nuevo mandatario nipón consisten en reactivar la economía con medidas que estimulen la inversión privada, llevar a cabo reformas estructurales de la administración pública e intentar mantener buenas relaciones con la China de Xi Jinping.
La señal de alarma que ha acelerado la formación de la estructura espacial militar se desencadenó en junio de 2019, cuando la unidad de negocio del gigante industrial japonés Mitsubishi dedicada al desarrollo de sistemas electrónicos avanzados y a la fabricación de satélites, Mitsubishi Electric Corporation (MEC), comunicó al Gobierno de Shinzo Abe que había sido objeto de un potente ataque cibernético.
La agresión puso en grave riesgo datos confidenciales sobre las operaciones de la compañía e información personal de sus miles de directivos y empleados. El presidente ejecutivo de MEC, Takeshi Sugiyama, aseguró al Ejecutivo japonés que el sofisticado sistema de ciberseguridad de la compañía había salvaguardado la información secreta de los asuntos de defensa, espacio, transporte y energía eléctrica en los que trabaja la empresa. Pero Shinzo Abe tomó nota y ordenó acelerar la fundación de una Fuerza Espacial
El programa de Defensa de Japón se caracteriza por su naturaleza no ofensiva debido a restricciones políticas, legales y presupuestarias. Las duras consecuencias de su derrota en la Segunda Guerra Mundial siguen planeando sobre la clase política y la sociedad nipona, hasta el punto de que, de manera práctica pero no oficial, el techo del gasto e inversiones del Ministerio de Defensa no supera el 1% de su Producto Interior Bruto.