Cisjordania, balón de oxígeno de Trump a Netanyahu

Mike Pompeo

Las colonias de familias israelíes en Cisjordania son legales. Eso ha venido a decir para sorpresa de la comunidad internacional el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo al afirmar que esos asentamientos no son ya considerados por su país como “inconsistentes” con el derecho internacional. Naciones Unidas ha votado al respecto, lo hizo en los últimos meses de 2016 con Obama en la presidencia, y consideró las colonias como una violación flagrante de la legalidad internacional. EEUU va ahora más allá aún, y contradice su posición de más de 40 años en la que ha creído que los asentamientos no son legales aunque de hecho se han permitido. Pompeo, hablando por boca de Trump, alega que la consideración de ilegalidad que tanto tiempo se ha prolongado no ha contribuido a la paz entre las dos partes en conflicto, y tiene razón, aunque la simpleza de su razonamiento lo haga dudosamente válido. Tampoco su erradicación habría contribuido a esa paz anhelada. 

El objeto de esta controversia histórica son los asentamientos civiles en territorios ocupados, las colonias construidas por Israel tras la Guerra de los Seis Días de 1967. Su retirada de territorios como Gaza y la península del Sinaí pareció poner fin al problema pero décadas después permanecen, y son ampliados periódicamente, los asentamientos de Cisjordania (casi medio millón de israelíes viven allí), Jerusalén Este (doscientos mil) y los Altos del Golán (un par de decenas de miles). Los Acuerdos de Oslo entre Yasir Arafat e Isaac Rabin establecieron tres zonas de distinto control palestino-israelí, administrativo y militar, que resultaron un espejismo de solución porque los colonos siguieron anexionando terreno por la vía de la ocupación, una política que ha continuado hasta hoy.  Sólo en Cisjordania, la ocupación a través de colonias judías se extiende por zonas delimitadas en Jenín, Naplusa, Tulkarem, Ramala, Jericó, Belén y Hebrón. Aunque las fuentes existentes no se ponen de acuerdo, la media de los análisis indica que casi el 50 por ciento del territorio de Cisjordania está bajo control civil y policial de Israel, y el resto es administrado por la Autoridad Nacional Palestina. El mapa de este terreno está fragmentado a través de retazos que impiden una uniformidad territorial y lo convierten en uno de los más conflictivos del planeta.

Hoy por hoy, y con los pasos que ha dado la administración Trump, está cada vez más difícil la solución de los dos Estados. La postura del gobierno americano sobre la capitalidad de Jerusalén, el traslado de la embajada y la aceptación como territorio israelí de los Altos del Golán son tres hitos del mandato que marcan con claridad su apoyo a Israel y rompen la mayor equidistancia que estableció su antecesor Barack Obama. Con su cambio de criterio, Estados Unidos deja de formar parte del consenso internacional y lanza un salvavidas muy oportuno a Benjamin Netanyahu, cuyo rival centrista Benny Gantz está tratando de constituir un gobierno que descabalgue al actual primer ministro después de dos elecciones tormentosas. Pero considerar este cambio histórico en la postura de la primera potencia mundial en un tema tan delicado como una estrategia política puntual sobre las circunstancias de un gobierno amigo, significa rebajar demasiado el listón del análisis internacional, aunque es probable que ahí mismo lo sitúe la administración norteamericana con sus decisiones. 

Las organizaciones palestinas hablan de amenaza para la seguridad al referirse a la decisión trascendental de Estados Unidos, y proclaman al mundo que la existencia de territorios ocupados por asentamientos judíos supone una usurpación del suelo que les pertenece, aunque ahí está el origen del conflicto, el reconocimiento de esas tierras como propias de una u otra parte. Palestina las exige como parte de su deseado Estado. En muchas ocasiones los tribunales israelíes han proclamado a través de sus sentencias la legalidad de los asentamientos, como ocurrió en Mitzpe Kramin en 2018. El tribunal consideró a los colonos demandantes como los propietarios legales, tras comprobar que Israel no conocía la titularidad privada de los terrenos. Más recientemente, el pasado septiembre, Netanyahu ha prometido anexionar todos los territorios ocupados en la franja de Cisjordania para extender la “soberanía judía” sobre los mismos. 

Pero lo que parece seguro es que la decisión de considerar legales las colonias es capaz por sí misma de romper el fragilísimo equilibrio en Oriente Próximo, y desencadenar protestas cuyo desenlace nadie quiere imaginar.

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