Opinión

El mito de Beirut

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En el corazón de Oriente Próximo, en la otra orilla del Mediterráneo, la capital del Líbano es una ciudad plural, desconcertante, fascinante y adictiva

Beirut es la ciudad invitada por Barcelona en sus fiestas de la Mercé. En el corazón de Oriente Próximo, en la otra orilla del Mediterráneo, la capital del Líbano es una ciudad plural, desconcertante, fascinante y adictiva. Tras milenios de ocupaciones de diferentes imperios, y una larga historia de emigraciones forzadas que trajeron de vuelta influencias de todo el mundo, Beirut es una fusión cultural, política y religiosa única.

Es una de las ciudades más antiguas del mundo, con un patrimonio fenicio, romano, árabe, otomano o francés, y que ha vivido tiempos difíciles por décadas de invasiones o la guerra civil. Sin embargo, pocos signos quedan de la destrucción. Y, en el caos, en el choque de ideas, edades y visiones, Beirut ha generado algunas de las mentes más innovadoras: escritores, músicos, arquitectos, diseñadores inspirados por las contradicciones y la energía de esta ciudad donde todo es posible, incluso si no está permitido.

En los 20 años previos al estallido de su guerra civil, en 1975, la pequeña capital de este estado frágil y complejo atrajo todo tipo de gentes e ideas. Se publicaron diarios sin censuras. Los bancos locales se llenaron de depósitos de los estados del Golfo. Se cuadruplicó el área construida. Beirut atraía a pensadores, artistas, espías y empresarios de todo el mundo.

Hoy, tras nuevas guerras e invasiones, y nuevas crisis y recuperaciones, la ciudad es el verdadero termómetro de la región, para bien o para mal.

A unos centenares de kilómetros de Beirut, está prohibida la vida nocturna. Se prohíbe hablar de historia o literatura, del respeto a las minorías, la libertad de expresión, los derechos de la mujer, de los homosexuales o la laicidad. Beirut es un soplo de aire fresco en una región donde estos y otros temas no pueden todavía expresarse sin denuncia.  

Aunque todo esto puede cambiar. Líbano está lejos de ser el país de las maravillas. Está acosado por graves desafíos internos y externos, y una clase política ineficaz, que aplaza los proyectos claves. A Líbano le cuesta aprender la lección y aceptar que es una nación de minorías donde todos pueden vivir, y donde la convivencia es posible si hay voluntad.

La guerra civil terminó hace 29 años, pero la política todavía está dominada por excaudillos y dinastías familiares enredadas en divisiones sectarias. Mientras, la gentetienen demandas, aspiraciones, como estabilidad, electricidad, agua, recogida de basuras, empleo juvenil, seguridad y economía y un gobierno que refleje esas demandas y su diversidad.
Porque, a pesar de todo, los libaneses siguen siendo un pueblo resistente a las incertidumbres, con una red sin igual de emigrantes en todo el mundo.

Desde tiempos remotos, Beirut es un puente entre el este y el oeste. La puerta natural hacia y desde la región. Centro comercial, financiero y universitario. Mestiza, con su rica cultura, y su sociedad vibrante, ocupada y destruida en varias ocasiones, pero tras ocho mil años, siempre renace como ave fénix.