Florida, la América que juzgará a Trump
El estado de Florida tiene en invierno una peculiar tranquilidad climatológica que durante el resto del año brilla por su ausencia. La estación que deja tiritando a medio planeta es aquí un convidado de piedra porque gracias a la suavidad de las temperaturas y los escasos fenómenos meteorológicos, no se ven ni los huracanes de finales de verano ni el calor extremo de los meses de julio y agosto. En esta península alargada, orgullosa, vibrante y acogedora, ya piensan como en el resto del país más poderoso del mundo que el próximo 3 de noviembre está cada día más próximo y que este año, como todos los bisiestos, habrá Election Day. Aunque antes de eso quedan algunas cuestiones no menores por dirimir: un impeachment contra el actual presidente y unas primarias que al menos en el lado demócrata tienen una dura contienda de varios meses por delante y muchos candidatos que flitrar.
En la presidenciales de 2016, Donald Trump ganó en Florida por sólo cien mil votos, superando los cuatro millones y medio. Su rival Hillary Clinton se impuso en las grandes ciudades y en los condados urbanos: Miami Dade (con Miami y Miami Beach como grandes núcleos a su favor), Broward (Fort Lauderdale), Palm Beach (donde tiene su residencia de descanso Mar-a-Lago el gran derrotado aquí, Mr. Trump), Hillsborough (Tampa), Orange y Osceola (toda el área metropolitana de Orlando), Leon County (Tallahasee) y Gadsden (Quincy). En el resto del estado, el hoy presidente arañó votos de pueblos, poblados y suburbios como Monroe (los conocidos Cayos del sur de Florida), Indian River o la zona de Okeechobee. La América profunda, como se ha dado en llamar a este lado del Atlántico, la que sale en Comanchería, la estupenda película que sin embargo está hecha en Texas.
Los estadounidenses de todas estas áreas geográficas y sociológicas elegirán en noviembre a los 29 miembros del Colegio Electoral que aporta Florida. Un solo voto ciudadano más que el adversario hace decantar de tu lado los casi treinta delegados que te apoyarán en la elección presidencial. Cuando se cuenten los votos, allí estará el de Marc, un hombre que pasa de los 60 y conversa con los visitantes que toman una copa en el Wahoo’s, una parrilla de pescado recién extraído del océano que está en el extremo oriental de Islamorada, uno de los 1.700 islotes que forman los Cayos. Marc lleva una camiseta con un mensaje de apoyo a Trump y alusivo a su pueblo. No muy lejos de él, en una de las mesas, conversan en la tarde de Año Nuevo varios vecinos del condado, y entre sus discusiones está la conveniencia de que el presidente siga al frente de la Casa Blanca. La misma escena en la cosmopolita Miami arroja comentarios en sentido contrario, aunque la fuerte presencia de inmigrantes cubanos huídos del comunismo trasnochado de La Habana equilibra la balanza. No hay más que prefuntar en la calle Ocho sobre la cuestión. Cuando sepamos si Trump es candidato y quién le disputa el poder, podremos hacer un vaticinio más aproximado, pero hoy me decantaría porque ganaría de nuevo en Florida.
Uno de los parques más importantes de Miami Beach está dedicado a Simón Bolívar. Nada menos. Nada les importa a los residentes en esta área que se invoque constantemente en contra de su país el nombre de un personaje histórico cuya efigie ven a diario. Al contrario, no ocurriría jamás, nunca en la Venezuela de Chávez o Maduro se haría un busto de norteamericano alguno. Como tampoco veremos en muchas latitudes del mundo el civismo del pueblo de Miami al celebrar la llegada del New Year. Cientos de miles de personas han vibrado al unísono con los fuegos artificiales que han acompañado en la playa lo que serían las campanadas en la Puerta del Sol. Cuando esa concentración humana se ha disuelto, era raro encontrar bolsa, plástico o envase alguno en el suelo. La fama mundial la cargan los dirigentes con sus políticas sobre el clima, pero los ciudadanos con sus costumbres colocan en su verdadero lugar el prestigio real de los pueblos.
