Opinión

Impeachment en campaña

photo_camera El presidente estadounidense, Donald Trump

Siempre ha estado planeando sobre la cabeza del presidente Trump. La sombra de un proceso político en su contra, iniciado y aprobado por el Congreso, motivado por algún delito cometido durante la campaña de 2016 o en el ejercicio de la presidencia, que le dejara, como a Pedro Picapiedra, sentado fuera de la Casa Blanca: el impeachment. El juicio político que torturó la memoria demócrata y el futuro de los Clinton cuando el asunto Lewinsky. El proceso que puso en marcha el Congreso tras el Watergate, pero que no se materializó porque antes de verse abatido por la prensa, la oposición y por su propio partido, el presidente republicano, Nixon, dimitió.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la veterana demócrata que encadena rifirrafes políticos con Donald Trump, uno tras otro, ha puesto en marcha los mecanismos para que se pueda iniciar ahora un impeachment, y determinar con él, si el bloqueo de 400 millones de ayuda y material militar a Ucrania fue una forma de coaccionar al presidente Volodymyr Zemensky desde Washington para que investigara los negocios de Hunter Biden, hijo del ex vicepresidente y candidato demócrata en 2020, Joe Biden.

El Wall Street Journal dice que hay pruebas sobre las presiones del presidente hacia su homólogo ucraniano recién elegido en ese sentido, y Pelosi, ante las distintas respuestas de Donald Trump durante los últimos días, ha decidido considerar, al menos investigable, el hecho de que la decisión de paralizar la ayuda pudiera ser una decisión política delictiva de Donald Trump, al ir en contra del interés nacional y servirse para ejecutarla de su poder presidencial.

“Es una violación de la ley y nadie está por encima de la ley”, ha vociferado Pelosi, que se encuentra como pez en el agua de la actualidad al situarse como el estilete del candidato y presidente republicano, ante la audiencia de la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, de los candidatos y electores de su partido y ante Joe Biden, favorito, dentro de aquel, del establishment más centrista y liberal. Una maniobra arriesgada por lo lejana de la elección pero que sitúa al Congreso en el foco del debate, cuando a Trump lo que le interesaba era hacer una campaña de perfil bajo para los votantes centristas y de perfil patriótico para los trumpistas convencidos.

Pero poner a Trump en la calle, sacándolo por la ventana del impeachment, necesita unas mayorías muy amplias en las cámaras. Los demócratas no tienen una mayoría cualificada que tendría que sumar 217 votos en la Cámara Baja. Y menos aún en el Senado donde los republicanos poseen una ventaja de 53 a 45 en el número de senadores. Así las cosas, el juicio político tiene toda la pinta de convertirse en un nuevo juicio mediático contra Donald Trump. Que oscurezca sus logros económicos y le arrastre hacia el fango de la lucha libre contra la prensa y la oposición. El objetivo no es otro que el juicio del votante moderado, cuya sombra planea sobre la reelección.