Los muros y murallas 

Los muros y murallas 

Se cumplen treinta años de la caída del famoso e inútil muro de Berlín o también llamado el Telón de Acero. Un muro que se alzó pretendiendo aislar a unos alemanes de otros para evitar que los del lado oriental huyeran hacia el progreso y la recuperación que empezaba a florecer en la parte occidental gracias a la puesta en marcha de la imparable y siempre eficaz maquinaria alemana y la inestimable ayuda externa dirigida por el famoso Plan Marshall norteamericano, que realmente se lanzó para evitar el vacío dejado en EEUU por la inmensa y fructífera economía de guerra, una vez terminada esta, y para relanzar la recuperación de una Europa destrozada en sus cuatro costados por la mala cabeza y la barbarie de la mano del hombre al probar una serie de herramientas bélicas mucho más destructivas que las conocidas hasta la fecha.  
Todos reconocen hoy en día, que aquella caída o derrumbe del muro, aparte de ser un golpe de suerte debido a cierta improvisación durante una rueda de prensa con preguntas acertadas y nula preparación del interlocutor; también era cuestión de tiempo el que cayera cual fruta que ha madurado mucho tiempo en el árbol. Hacía falta una simple brisa, su propio peso, cierto exceso de agua o la debilidad del link que le sujeta a la rama para desplomarse sin necesidad de otras fuerzas exteriores de mayor enjundia o trascendencia.
La existencia de los muros de contención y/o defensa no es una cosa que se circunscriba a dicha época. El hombre, al pretender defenderse de la invasión de otros pueblos; proteger sus propiedades o para preservar su ideología, raza, religión o etnia sociológica, ha tendido a levantar auténticos muros, murallas, líneas o fronteras calientes que impiden el paso a aquellos que por una causa u otra no es deseable que penetren, para defenderse militarmente tras ellas o evitar que lleguen manadas de migrantes e incluso hasta para evitar la propagación y arribada de enfermedades, ideologías y otras lindezas por el estilo.
Casos de barreras o muros famosos hay muchos, pero por destacar solo algunas, me vienen a la memoria las murallas con las que Roma pretendía defender su imperio de la llegada e invasión de pueblos bárbaros allende de sus tierras de la península itálica. La famosa Gran Muralla china de espectacular belleza y colosal esfuerzo humano; construida y reconstruida entre los siglos V a. C. y el  XVI para proteger la frontera norte de los ataques nómadas procedentes de Mongolia y Manchuria, evitando con ella el acceso a su famosa, despiadada y casi invencible caballería. Muralla que en su máximo esplendor, llegó a tener hasta 7.300 Km de longitud y que hoy en día se conserva una gran parte de ella en muy buen estado debido a sus sucesivas reconstrucciones. Otra de las famosas murallas, fue la inútil y costosísima Línea Maginot, mandada a construir por el Ministro de defensa francés André Maginot  para defenderse de la invasión alemana tras las enormes pérdidas francesas durante la I Guerra Mundial. 
También existen otro tipo de muros discontinuos, de entre los que cabe destacar los miles de fortificaciones, casamatas y trincheras defensivas orientadas en todas las direcciones posibles, con las que los albaneses pretendían defenderse de cualquier invasión externa tras la II Guerra mundial bajo la egida del partido comunista que, finalmente, logró expulsar a italianos y alemanes durante la contienda y pretendió aislarse del “malvado” mundo occidental.  Con este tipo de fortificaciones individuales y colectivas, pretendía preservar sus “riquezas y costumbres” “muy codiciadas” por los vecinos del país -según sus dirigentes- cuando en realidad lo que escondían, era uno de los mayores atrasos culturales, industriales, económicos y sociales, que todavía perduran o arrastran en gran parte hasta nuestros días.  
Hoy en día, la teoría de defenderse tras muros o alambradas aparentemente infranqueables sigue vigente en varias partes del mundo y así nos encontramos con fronteras calientes basadas en este tipo de defensas como las instaladas en las ciudades de Ceuta y Melilla para evitar la entrada masiva de inmigrantes procedentes de Marruecos y el Sahel. Igualmente ocurre con el tantas veces cacareado y polémico muro entre EEUU y México con fines similares a los de las anteriores. Otro caso importante, por lo que esconde detrás y por sus importantes repercusiones militares y sociales, es el largo e inacabado muro que separa Israel de Palestina cuya construcción se inició en 2002. 
La ONU también ha tenido que recurrir a otro tipo de muros, en este caso mayormente construidos a base de humanos, sobre lo que se conocen o denomina como “fuerzas de interposición” para separar bandos enfrentados e irreconciliables tras ciertos conflictos de alta intensidad o cuando acabados aquellos, alguna de las partes en litigio o todas ellas, no muestran su predisposición al dialogo, el olvido y la paz.  
Casos del tipo mencionado hay muchos; aunque algunos son especialmente sangrantes por sus permanencia en el mismo terreno y la dilatación en el tiempo, como le sucede a la Fuerza de Naciones Unidas para la Observación de la Separación entre Siria e Israel en los altos del Golán (UNDOF) creada en 1974 tras el Acuerdo sobre la Separación entre las Fuerzas Israelíes y Sirias del año mismo y como consecuencia de la toma de dicha zona por Israel a lo largo de la Guerra de los seis días de 1967. Misión, que aún persiste en nuestros días.
Otra misión del mismo tipo a la mencionada en el párrafo anterior, que traigo a colación en este trabajo porque afecta a las fuerzas armadas españolas es la misión de la Fuerza Provisional de la ONU para en el Líbano (UNIFIL) creada en 1978 como consecuencia de enfrentamientos entre Israel y fuerzas palestinas en el Líbano; así como tras la invasión del sur del Líbano hasta el río Litani por fuerzas israelíes. Dicha operación, tuvo como finalidad, liquidar las bases palestinas que llevaban a cabo infiltraciones guerrilleras contra Israel desde tales territorios. 
Aunque existen otros muchos casos más, que voluntariamente dejo en el tintero, debo decir que no es mi intención hacer un repaso descriptivo de cada uno de estos fenómenos defensivos, disuasorios o de simple control montados a lo largo de la historia por diversos entes de la Comunidad Internacional en todos los continentes, ni de sus costos o del porcentaje de efectividad de los efectos pretendidos alcanzar; sino de sus consecuencias reales posteriores y de los problemas que hayan podido surgir por mantener en el tiempo dicho tipo de situaciones.  
Separar a las gentes tras muros, fronteras o líneas defensivas no ha servido casi nunca de nada bueno, sino todo lo contrario. En muchos casos, no se han conseguido los efectos defensivos o coercitivos pretendidos; salvo en murallas de pequeñas poblaciones o castillos aislados y muy bien fortificados, aunque una inmensa mayoría de aquellas, terminaron cayendo en las manos del contrario tras más o menos largos asedios. 
Además, hay que resaltar algo que es mucho peor aún; el aislacionismo al que se ve sometido la población recluida tras dichos muros de contención o prohibición; sobre todo, si dicho impedimento y coacción se ha prolongado mucho en el tiempo, tiene importantes repercusiones sociales, económicas, morales y hasta psíquicas en los sufridos moradores por verse estos  obligados a permanecer lejos del ritmo general del universo dentro de sus confines durante prolongados espacios de tempo y además; suelen ser muy graves, para aquellos que pretenden franquearlos en cualquiera de los sentidos. 
Sirva de ejemplo de lo dicho, lo que se está conociendo estos días con ocasión del aniversario de la caída del telón de acero. Hechos y realidades, que demuestran las grandes diferencias entre las partes separadas forzosamente, a pesar del tiempo transcurrido desde la caída del telón, los ingentes esfuerzos multimillonarios en inversiones y el hecho nada despreciable de que ambas poblaciones pertenecen a un mismo país, son familiares, de la misma sangre y raza o muy cercanos.
Situaciones que aún se complican mucho más cuando las partes separadas se encuentran en permanente litigio o muy distantes en sus aspiraciones e intenciones y en caso de no existir más remedio que tener que recurrir a su separación física y material con obstáculos lo suficientemente importantes para que estos se conviertan en murallas casi o totalmente infranqueables.
Podríamos pensar que ya está todo dicho con respecto a los muros y sus tipos; pero no es cierto. Hay otro tipo de muros y son mucho peores; aquellos que aparecen de forma lenta, paulatina, poco tangible materialmente aunque bien palpable entre las personas, las regiones de un mismo país o entre países vecinos o amigos. Esos muros pueden llegar a convertirse en auténticas murallas, llenas de trampas y explosivos que te impiden el acercamiento y explosionan ante cualquier movimiento cercano por mínimo que este sea.
A nada que nos fijemos en nuestro entorno cercano, medio y lejano, podemos comprobar que tanto el mundo como España están en plena ebullición de conflictos. Hace poco, a finales de octubre, publiqué un trabajo sobre ello mediante el que trataba de dar la voz de alarma sobre la situación vivida, su galopante crecimiento en número e intensidad y lo difícil que empieza a ser encontrar caminos de concurrencia de ideas, aspiraciones y deseos para afrontarlos y apagarlos. Así mismo, resaltaba lo fácil que resulta hoy encontrar una chispa, por pequeña o inesperada que sea, capaz de incendiar o hacer saltar por los aires una sociedad más o menos bien asentada y tranquila durante años. Y por último, resaltaba el grado de inconformidad entre las personas, las ideas políticas, económicas, sociales y hasta religiosas, que llevan a duros enfrentamientos que, finalmente, rezuman todo tipo de crudeza y crueldad.
Esos muros, ficticios –sin apariencia física- pero reales entre la sociedad son los que verdaderamente me preocupan; porque empeñan y empañan la mayoría de los actos de nuestras vidas y nos llevan a situaciones extrañas e impertinentes, muy difíciles de superar. El odio que destilan y la maldad que conllevan nos hacen retrotraer a tiempos pretéritos que creíamos ya olvidados en lo más recóndito del negro rincón de pensar, para no sacarlos nunca como los viejos trajes de la abuela que nunca podremos llevar, por mucho que la moda cambie y podamos creer que lo retro consiste en eso, en volver a llevar lo mismo sin más. 
Si, puedo afirmar aunque con todo el dolor de mi corazón, que aprecio el surgimiento de no pocos muros insalvables en el mundo entero y también en nuestro entorno más cercano. Escribo estas líneas -tras un periodo demasiado largo de actuaciones terroristas callejeras en Cataluña, organizadas y ejecutadas a su albur e idea sin problema de acción y ejecución por su parte donde y cuando les ha venido en gana, y sin la aparición de medidas apropiadas por parte de los responsables del mantenimiento del orden Constitucional en España, aunque le ministro Marlaska las pretenda disfrazar de disturbios sociales- y lo hago el día, mal llamado de reflexión antes de votar mañana en el cuarto proceso electoral general en cuatro años e España; hecho nunca visto ni pensado al que podíamos llegar y ya veremos si será el último en cuatro años más. 
Mantengo mi expresión de pena y pesar porque dado lo visto y oído a lo largo de esta tan larga campaña electoral, aunque no lo haya sido así de forma oficial, se ha mostrado todo lo malo y perverso que hay en nuestra sociedad, en los ineptos e imberbes políticos que nos arrastran al abismo sin ganas o sin el conocimiento suficiente para hacer lo necesario para salvarnos del seguro mal y las crisis que se avecinan sobre nuestros bolsillos y lugres de trabajo una vez más.
Estos muros descritos, sí me preocupan mucho y de verdad; son muros en la sociedad, en las mentes y corazones de las gentes que en lugar de estar y pensar en aquello tan nefasto, rancio y vacío, deberían estar pensando en el bien colectivo y en ponerse a trabajar para superar las muchas adversidades que se avecinan por todo lugar. Es precisamente por ello, por lo que estoy plenamente convencido de que tanto mal que llega y la forma como lo pretendemos afrontar, no nos llevará a nada bueno sino, más bien a la perdición segura sin solución de continuidad. 
Hoy no me resta otra cosa que expresar un deseo a todo el que me quiera escuchar. No es la primera vez que en los últimos tiempos tenemos que ir a votar, todos sabemos lo ocurrido con nuestro voto con anterioridad; por ello, hay que hacerlo en conciencia y sentimiento de que no podemos seguir dando vueltas a una ruleta sin fin, que no lleva a ningún lugar. Hay que hacerlo con aplomo, tiento y tino y, eso sí; no se olviden, todos debemos ir a votar.
DESPERTA FERRO   

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