Opinión

Y se fueron sin beso muchos labios

Antonio Regalado/Julián Martín

  “Hace tres lustros empezó negra la primavera con un rojo amanecer de odio”,  Julián Martín, poeta.

Así que pasen 15 años y un día, aquella jornada tan inhumana no se aleja de nuestros corazones. Todo el dolor por los 192 muertos y los 1.800 heridos en los trenes de la muerte pertenece a las familias hoy casi olvidadas. Basta ver la desidia hasta ayer mismo del monumento en la estación de Atocha para confirmar que ni el gobierno de la Nación ni la CAM ni el Ayuntamiento de Madrid han hecho nada por lo que es realmente importante: conocer la verdad.

Un hachazo a la convivencia
Aquel fue un golpe a la democracia y a las libertades; “un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal -como  diría Miguel-, que continúan hoy los nacionalismos excluyentes “para romper España de parte a parte, a dentelladas secas y calientes”.
El juicio  del siglo presidido por Gómez Bermúdez fue una pantomima donde solo un hombre, Jamal  Zougan,  fue condenado a 43.000 años por crímenes que nunca cometió.  Solo 8 de los 19 condenados están aún en prisión.
Se desguazaron los trenes en 24 horas para que nadie comprobara los explosivos y, una vez culpada ETA, el gobierno de José María Aznar, con el ínclito Gallardón a la cabeza, corrió un tupido velo de alquitrán sobre el proceso. ¿Alguien puede creer que ocho moritos y unos mineros asturianos, algunos de ellos confidentes de la Policía, pudieron cometer un multi asesinato simultáneo? Lo del apartamento de Leganés -de tabique compartido con piso franco de los Servicios Secretos fue otra mentira al por mayor, y la mochila de Vallecas un montaje desde dentro para arrinconar la verdad definitivamente.



Ni PP ni PSOE (Acebes Rubalcaba) movieron un dedo para aproximarse a la magnitud de la tragedia. La comisión de investigación en el Parlamento presidida por el diputado canario Paulino Rivera, resultó ser otra pantomima donde el bipartidismo impuso sus conclusiones antes de empezar las sesiones a puerta cerrada: silencio a la Policía, a la Guardia Civil y al Centro Nacional de Inteligencia. Y a mirar para otro lado.
El golpismo sigue
Desde aquel día, España no ha vuelto a levantar cabeza ni dentro ni fuera de nuestras fronteras. Y ahí estamos, arrastrando sin piedad una decadencia que nos está llevando a un suicidio colectivo. La falta de explicaciones y la ignominia de Aznar y Zapatero no fue menor en el 2004 que las de Rajoy, SorayaMontoro y Zoido hace una semana con el golpismo del 1-0. ¡Vaya manada de cobardes!  Casi tan cobardes como los revolucionarios de salón de Cataluña.
Ninguno sabía nada, ninguno tomó decisión alguna al respecto y todo lo derivaron a los segundos y terceros niveles. Ni un plan A, B, o C. Menos mal que unos cuantos funcionarios decentes han contado cómo se montaron los operativos clave para neutralizar a una casta dirigente neonzi y a una policía infames. En aquel entonces, cuando el siglo nacía, no hubo ni un trío de hombres justos para iluminar el camino.
Hace unos días, el emperador de las cloacas máximas del Estado, el innoble Villarejo, acudió al juez para levantar las alfombras. Y denunció algo sorprendente: que los explosivos del once de marzo de 2004 salieron de las dependencias de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Una gravísima acusación. Quizás providencial a pesar de la calaña del personaje. Cierto que Villarejo es un testigo con la soga al cuello, pero el juez de la Audiencia Nacional García Castellón, debería poner en marcha una nueva investigación para conocer qué pasó realmente. Caiga quien caiga.
Asistí en el Congreso a la exposición de Pilar Manjón tras perder a su hijo. Nos partió el corazón con su relato. Luego, tras presidir la Asociación de Víctimas del 11M quedó eclipsada por las mentiras y conclusiones del juicio, y las validó.
Que no haya ni un solo partido ni viejo ni nuevo que pida llegar hasta el final para conocer la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad -lo esperábamos al menos de Ciudadanos- constata que a todos les beneficia el silencio.

El 11M se rompió el primer eslabón en la cadena de la convivencia constitucional. Hoy, los grandes enemigos de España (PNV, Bildu, ERC, nacionalistas, separatistas, mareas y hasta parte del PSOE sanchista) están echando un pulso a la Nación para fracturarla en mil reinos de Taifas. Por fortuna, nos quedan PP, Ciudadanos, Vox, algunos jueces buenos -no todos- y el Monarca.
Urge una nueva comisión parlamentaria en la XIII Legislatura, sobre el 11M para despejar todas las dudas, que son muchas. Casi todas.  O la sombra de aquella masacre nos impedirá parar el siguiente hachazo a la integridad nacional y progresará adecuadamente.
Yo viajaba aquella mañana a Príncipe Pío desde Majadahonda cuando nos ordenaron desalojar el tren. La radio nos fue explicando la tragedia, pero nunca supimos las causas. Y al día siguiente volví a bajar a Madrid en el mismo tren. Los terroristas no pueden acabar con nuestras libertades so pena de que nos maten a todos. Y aún así, alguien tomará el relevo para defender la Constitución del 78.
Tiempo de ausencias
Han sido 5.476 días con sus 5.476 noches de silencios, ausencias, miedos y dolores. Ni un segundo más. Las victimas, sus familias y los ciudadanos, necesitamos saber todas las verdades. Las razones de Estado no pueden esgrimirse para dar sepultura al terrorismo (interno, yihadista o combinado); la principal razón del Estado es proteger la vida y haciendas de las personas y buscar a los culpables hasta en el infierno para que paguen su delito.  Demasiado tiempo de encubrimiento.
Esta matanza de inocentes no puede prescribir por el peso del tiempo. Hay que reabrir la causa para que los culpables vayan “caminito de Jerez” con la permanente revisarle. Es necesario desclasificar los documentos precisamente para saber qué sucedió y quienes son los responsables por acción u omisión.
Sin duda, el mayor atentado de la UE en los últimos 74 años solo tiene parangón en el 11S norteamericano de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York. Los Estados Unidos sacaron fuerzas de flaqueza y golpearon a los autores materiales e intelectuales del magnicidio y asesinaron sin piedad al malvado Bin Laden. Nosotros ni siquiera llamamos a consultas al embajador español en Rabat cuando la mayor parte de los detenidos y encarcelados eran súbditos del rey de Marruecos.
Nunca sobre la cobardía se construyó un mundo nuevo. Es la hora de la decencia. Y del orgullo de ser y sentirse españoles. O el Gobierno, la Fiscalía y los jueces reabren este proceso o la infamia nos sepultará hasta la próxima centuria. 

Sinceramente, de este gobierno (en funciones) que apuesta por la Memoria Histérica del 36-39 - nunca del 31 al 39-, no esperamos nada más que una cosa: que, si repite mandato, indulte a los golpistas del 1-0. De la Fiscalía dependiente de la ministra Delgado “que bebe vino de la copa de Garzón”, tampoco esperamos nada bueno, visto el precedente de blanquear a los políticos catalanes acusados poco más que de malversación de fondos públicos y desobediencia tras intentar romper España. Nos quedan la Justicia, el rey Felipe VI y el pueblo constitucionalista.

Luto por todos nosotros

El atentado del 11M está en la memoria colectiva de todos los españoles. Las campanas lloran por todos nosotros en la víspera electoral.  Cuesta considerar cómo los sabios del futuro describirán aquella histórica jornada casi de primavera. Mi paisano -y sin embargo amigo- Julián Martin Martín, poeta sublime de los surcos derechos y los mares de mieses, sufrió en propia carne ese dolor eterno. Y firmó este poema a vuelapluma, que acaba de salir a ña luz hace poco más de 48 horas. Lo recoge en su séptimo poemario SEMBRADOS A VOLEO, que edita LC Ediciones. Ese 11M, en verdad, se fueron sin un beso muchos labios. Así lo sintió el poeta y labrador salmantino:

Se desgarró la vida

En un recital (Versos por la paz) contra el atentado del 11 de marzo de 2004

Quiero arrancarle el verso a dentelladas a esta mañana triste. Sólo sé esta manera de desnudar el alma derretida de duelo. Encogido de rabia en el áspero surco del barbecho, no supe, si seguir con envidia enmudecida la libertad salvaje de la alondra, o romper el silencio de los campos con un profundo grito de coraje. Consternado, confuso, maldiciendo. Con el grito quemando las entrañas y los ojos ahogados. No me sirve la calma de mi orilla cuando quedan heridas las palabras. Cuando ha saltado el barro y ha cubierto de horror todos los cauces. Hoy, se desgarró la vida y se fueron sin beso muchos labios. Esta vez ha empezado negra la primavera con un rojo crepúsculo de odio.