El presidente Ashraf Ghani ha presentado su nueva hoja de ruta, al mismo tiempo que Estados Unidos y China intensifican la mediación

Afganistán: el camino interminable hacia la paz

AFP/WAKIL KOHSAR - El humo se eleva desde el lugar de un ataque después de una explosión masiva la noche anterior cerca de la Zona Verde de Kabul, el 3 de septiembre de 2019

Desde que Estados Unidos lanzara la Guerra contra el Terror (War on Terror) tras los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, Afganistán se ha convertido en un auténtico polvorín, donde la violencia se ha erigido como la nota predominante de la vida cotidiana. De acuerdo con el grupo analista Long War Journal (LWJ), el Gobierno central controla 133 distritos del país, de un total de 398; mientras que los talibanes dominan en 68. 196 están en disputa, y de la porción restante no se han conseguido datos recientes. Esto implica que el Gobierno del presidente Ashraf Ghani ejerce su poder sobre el 33% del territorio; los talibanes, sobre el 17%; y ambas facciones se disputan el 49% del total, es decir, la práctica mitad del país. 

Esta desmembramiento ha permitido la configuración de la nación como un caldo de cultivo en el que han proliferado, además de los talibanes -provenientes de forma mayoritaria de la organización terrorista Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP)- otros grupos que tratan de aprovecharse del vacío de poder, como Al Qaeda, la Unión Yihadista Islámica (IJU), el Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU) o Daesh, que, de acuerdo con el experto Rahimullah Yusufzai de Inside Over, al ser expulsado de otros países Oriente Medio en los últimos años, viró sus miras hacia Afganistán, donde “los líderes los talibanes le convencieron para unirse al proceso de paz afgano”.

La Policía afgana inspecciona el lugar de un atentado suicida en la provincia de Parwan, Afganistán, el martes 17 de septiembre de 2019

Por ello, lograr un acuerdo de paz se ha convertido en la máxima prioridad para devolver la estabilidad a Afganistán. El Gobierno central asegura que está contribuyendo a esta labor, sobre todo, tras haber presentado una cadena de proposiciones a la facción rival, encabezadas por la oferta al diálogo extendida desde el pasado mes de febrero de 2018.

En el mes de noviembre de ese mismo año, el Ejecutivo anunció la creación de un comité negociador y, con el inicio de 2019, se lanzó una campaña de consultas a la sociedad civil en la que, hasta el momento y según las autoridades de Kabul, han participado más de 15.000 mujeres. Este colectivo ha sido definido por la Organización para las Naciones Unidas (ONU) como “el centro de los esfuerzos de paz”, llegando a asegurar que “la paz en Afganistán depende de darle voz a las mujeres”. “Las mujeres deben poder ejercer su derecho a definir qué significa la paz para ellas y tener un asiento en la mesa donde se negocia el futuro del país. Solo entonces veremos florecer la paz duradera y la democracia en Afganistán”, ha declarado la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka. 

En esta línea, cabe destacar que el medio nacional Tolo News obtuvo, el pasado 27 de octubre, la hoja de ruta propuesta por Ghani, un documento clasificado que contempla la necesidad de “construir sobre los esfuerzos pasados y hacer avanzar el proceso de paz con el objetivo de poner fin al derramamiento de sangre lo antes posible”. Para ello, no solo se requiere mantener conversaciones fructíferas con los talibanes, sino también aplicar “enfoques intensivos de recopilación de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba [en referencia a los niveles de la sociedad] para eliminar los factores que crean las condiciones de guerra”, como explica el documento. 

El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani

Así, el plan propuesto por Ghani contempla siete puntos clave en estas materias que deberán implementarse, no necesariamente de forma secuencial, para lograr la paz. El bloque inicial hace referencia a las negociaciones “de arriba hacia abajo”, en las que se enmarcan, como primer punto, el diálogo con Estados Unidos y la OTAN; el segundo punto, el diálogo con los talibanes; y, el tercer punto, el diálogo con Pakistán, al que en el documento se le refiere como “la raíz del problema”, pues “continúa albergando terroristas y fomentando el terrorismo en la región”.

En cuanto a los dos primeros epígrafes, el presidente afgano le propone a la Casa Blanca la retirada de sus efectivos y el establecimiento de un marco de cooperación contra el terrorismo en el periodo posterior. “Una vez que los talibanes tengan garantías de que las tropas extranjeras, que ellos aseguran que son el problema, se irán, el equipo de negociaciones inclusivo de 15 miembros previamente construido participará en las negociaciones con los talibanes”, se expone en la hoja de ruta. Sin embargo, existe otro requisito previo que debe producirse para que se pueda abrir de forma oficial la senda del diálogo: que los talibanes acepten y apliquen un alto el fuego.

El segundo bloque aborda “la creación de consenso con socios regionales e internacionales”, a través de los puntos cuarto y quinto. Por un lado, se requieren conversaciones con los países vecinos, con la región y con el mundo islámico, con la meta de conseguir que Afganistán evolucione de ser un germen de inestabilidad regional a una fuente de posibilidades económicas. “Con un enfoque de conectividad económico y regional, podemos trabajar juntos por los intereses compartidos de la región, lo que reforzará la paz y la estabilidad”, explica Ghani en su estrategia. Por otro lado, se necesitan conversaciones con Occidente y organizaciones internacionales, entre los que se incluyen la Unión Europea, otros países europeos, la ONU y el Banco Mundial. “Afganistán se asociará con países y entidades para diseñar e implementar programas integrales de desarrollo que puedan trazar un camino a largo plazo hacia el desarrollo en nuestra fase posterior al acuerdo paz”, se indica en el documento al respecto.

El presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, se reúne con el secretario de Defensa de Estados Unidos, Mark T. Esper, en Kabul, Afganistán, el 20 de octubre de 2019

El tercer bloque está orientado a la “estabilidad de abajo hacia arriba”, que se traduce en reforzar las instituciones a nivel nacional, como postula el sexto punto, por medio de la lucha contra la corrupción, la mejora de la gobernanza y el desarrollo de un sistema político inclusivo en el que tengan cabida todos los afganos, con una especial importancia de las mujeres, como se ha explicado anteriormente. Esta estabilidad debe conseguirse, también, a través del séptimo punto: el “abordaje de las críticas a nivel local”, para lo que se necesita “promover el Estado de derecho, fortalecer los mecanismos tradicionales de resolución de conflictos, los programas de desarrollo rural y los mecanismos para incluir a las personas en la política local”.

El cuarto y último bloque presenta, directamente, los pasos concretos que se deben seguir de forma inmediata. En concreto, el documento contempla tres acciones: en primer lugar, la organización de una Mini-Jirga, esto es, un consejo tribal -formado por grupos políticos, líderes de la sociedad civil, y representantes del colectivo de los jóvenes, de las mujeres y de las familias de las víctimas de la violencia y el terrorismo-, al que se le requerirá asesoramiento para determinar el camino a seguir. En segundo lugar, la creación del denominado Grupo de Consulta de la Alianza (Alliance Consultations Group), que reunirá a entre 12 y 15 representantes de otros países y organizaciones internacionales con el mismo objetivo que la Mini-Jirga; y, en tercer y último lugar, el mantenimiento de un diálogo intra-afgano, que se diferenciará de las negociaciones oficiales en que no se impondrán condiciones previas.

Las fuerzas de seguridad afganas vigilan el lugar de un ataque suicida cerca de la Embajada de Estados Unidos en Kabul, Afganistán, el martes 17 de septiembre de 2019
"Este será un documento vivo que evolucionará como resultado de consultas a nivel nacional e internacional”, concluye la hoja de ruta
Mapa que muestra la intensidad del conflicto en Afganistán y el número de muertes de civiles en el primer semestre de 2019
La acción de Estados Unidos

El gigante norteamericano ha vuelto a redoblar sus esfuerzos diplomáticos para acercar las posturas entre el Gobierno y los talibanes con la visita reciente -el pasado 3 de octubre- del enviado de Estados Unidos para Afganistán, Zalmay Khalilzad, a Islamabad, la capital de Pakistán, donde se ha reunido con una delegación de oficiales talibanes por primera vez desde que se rompieran las negociaciones el pasado 8 de septiembre, que se estaban celebrando en las instalaciones estadounidenses de Camp David.

El viaje de Khalilzad a Pakistán se produce después de que tanto el secretario de Defensa y jefe del Pentágono, Mark T. Esper, y la presidenta de la Cámara de los Representantes, Nancy Pelosi, se desplazaran a la capital afgana, Kabul, para mantener encuentros con Ashraf Ghani; con el presidente ejecutivo, Abdullah Abdullah; con líderes de la sociedad civil -entre ellos, mujeres-; y con los efectivos estadounidenses desplegados sobre el terreno. Todo ello orientado a lograr materializar los esfuerzos de reconciliación entre el Gobierno central de Kabul y los talibanes.

A esta contienda, Estados Unidos lleva contribuyendo de forma más incisiva desde hace justo un año. En este periodo, se han sucedido nueve rondas de negociaciones entre representantes estadounidenses y delegados talibanes, en las que no se han conseguido avances, pues estos últimos exigen un requisito imprescindible: la total retirada de las tropas del Ejército de Estados Unidos del territorio afgano, premisa que ha sido introducida en la hoja de ruta de Ashraf Ghani publicada por Tolo News. 

Cabe recordar, en este punto, que el pasado 2 de septiembre se filtró el borrador de un principio de acuerdo que ambas partes habían logrado. En el documento, que fue remitido a las autoridades afganas, se recogía la decisión adoptada para retirar a 5.000 efectivos de Afganistán, lo que además implicaría el cierre de cinco bases. El plazo estipulado era de 135 días, es decir, 20 semanas. En respuesta, los talibanes se comprometían a evitar que los grupos terroristas como Daesh o Al Qaeda se aprovecharan del vacío de poder. Sin embargo, con la ruptura súbita del diálogo, cualquier posibilidad de traducir esto en la práctica se esfumó. A pesar de todo, la voluntad estadounidense permanece: “Podemos llegar a reducir nuestra presencia hasta las 8.600 tropas”, señaló Esper, una propuesta que, no obstante, seguiría sin satisfacer las pretensiones talibanes.

El ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Shah Mehmood Qureshi, cuarto desde la derecha, encabeza las conversaciones con la delegación talibán en Islamabad, Pakistán, el jueves 3 de octubre de 2019
La implicación de China

Ante este escenario de stand-by, China ha comenzado a desempeñar un rol que parece crucial en el desbloqueo de la situación. De acuerdo con Tolo News, en una conversación telefónica, Ashraf Ghani y el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, acordaron celebrar una reunión en Pekín a la que también ha confirmado su asistencia una delegación talibán encabezada por el líder del grupo, Mullah Abdul Ghani Baradar. El encuentro todavía no tiene fecha, aunque los medios locales aseveran que se tendrá lugar “en el futuro cercano”.

Ya el pasado 25 de septiembre, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Geng Shuang, confirmó que una delegación del grupo talibán afgano se había desplazado hasta el gigante asiático para mantener conversaciones sobre el proceso de paz en Afganistán. Cabe destacar, sin embargo, que este movimiento dirigido desde Pekín no es nuevo: las autoridades chinas han estado recibiendo a representantes de los talibanes desde el año 2017, de acuerdo con altos funcionarios del Gobierno pakistaní, en unas declaraciones recogidas por el medio Nikkei Asian Review. 

Por ello, el encuentro anunciado podrá suponer un paso significativo en el camino hacia la paz, puesto que China reunirá, por primera vez en su territorio, a delegaciones de las dos facciones enfrentadas. “Esta reunión podrá proporcionar un proceso que allane el camino para una negociación entre el gobierno y los talibanes”, ha aseverado el portavoz del Gobierno de Ghani, Sediq Sediqqi.

El humo se eleva desde el lugar de un ataque después de una explosión masiva la noche anterior cerca de la Zona Verde de Kabul el 3 de septiembre de 2019

Como ya explicó previamente Atalayar, la implicación activa de China en el proceso de paz de Afganistán no es fortuita, sino que se responde a una serie de intereses económicos y comerciales, basados, fundamentalmente, en la iniciativa ‘Belt and Road’ (BRI, por sus siglas en inglés), por medio de la cual el gigante asiático pretende introducir nuevas rutas comerciales a través de Afganistán, una vez que el territorio sea seguro para este fin, lo que solo podrá conseguirse con el tan esperado acuerdo de paz.

A su vez, cabe recordar que todo este proceso dependerá de la designación del nuevo presidente de Afganistán. Los resultados de las elecciones, que tuvieron lugar el pasado 28 de septiembre, se conocerán finalmente el 14 de noviembre. En función de quién sea elegido como mandatario, un cargo que se disputan el propio Ghani y su presidente ejecutivo, Abdullah Abdullah, la hoja de rota podría tomar un enfoque totalmente distintivo que volvería a cambiar el tablero afgano, o no. Habrá que esperar.

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