El Ayuntamiento de Dresde ha admitido públicamente que tiene “un serio problema con los nazis”, pero el crecimiento de la extrema derecha amenaza a todo el país

Alemania ante su pasado más oscuro

AFP/ JENS SCHLUETER - La extrema derecha cobra fuerza en Alemania. La canciller Angela Merkel y su política migratoria han estado en la diana de movimientos como PEGIDA

Es oficial: Dresde tiene “un serio problema con los nazis”. Su Ayuntamiento ha aprobado un texto legal en el que se reconoce de manera pública que, efectivamente, la extrema derecha representa una amenaza para la democracia en la ciudad. Con cerca de medio millón de habitantes, Dresde es la capital del Estado Libre de Sajonia. En los últimos años, tanto la ciudad como la región han sido un lugar de profundo arraigo de las ideas más conservadoras.

El texto aprobado en el pleno municipal es muy novedoso. La moción fue impulsada por los partidos situados en el centro y la izquierda del espectro parlamentario. “Los políticos no estamos haciendo lo suficiente para posicionarnos de forma clara en contra de la extrema derecha”, advirtió a la BBC el diputado local Max Aschenbach, de la formación Die Partei (literalmente, ‘El Partido’), que combina contenidos izquierdistas con unas formas que ridiculizan la actividad política. “Además, me gustaría saber con qué tipo de gente me siento en el Ayuntamiento”, añadió Aschenbach en tono irónico.

La Frauenkirche de Dresde contempla la celebración de una manifestación de PEGIDA

Sus dudas quedaron confirmadas el pasado 2 de noviembre, día de la votación. No todos los partidos prestaron su apoyo a la propuesta. Desde luego, entraba dentro de lo previsible que los partidos más escorados a la derecha dijesen nein sin tapujos, como finalmente ocurrió. Más sorpresa ha causado, sin embargo, la decisión de la CDU, el bloque democristiano al que pertenece la canciller Angela Merkel, de no alinearse con las demás formaciones. Jan Donhauser, presidente del grupo parlamentario conservador, razonó que la medida era poco menos que una “provocación”. “El estado de emergencia conlleva el colapso o una seria amenaza al orden público y esta circunstancia no se da”, apostilló Donhauser en declaraciones a distintos medios.

Fuese hiperbólica o no, parece difícil que la decisión aprobada tenga consecuencias prácticas de gran calado; el asunto estará algo más presente en la agenda pública y es posible que los programas específicos de protección de las instituciones reciban algo más de financiación. No obstante, la iniciativa acometida por el Ayuntamiento de Dresde no deja de tener un valor simbólico notable. Sienta un valioso precedente en materia de oposición a una corriente ideológica que, en los últimos años, se ha intensificado, pero que no es nueva.

La extrema derecha ha ganado en capacidad de movilización en los últimos años. Mitin de PEGIDA en Dresde
Dresde: nostalgia y foco de radicalización

La ciudad de Dresde reviste un cierto halo martirial en el imaginario de la extrema derecha. No es casual. A mediados de febrero de 1945, en los estertores de la Segunda Guerra Mundial, la Royal Air Force británica y las Fuerzas Aéreas estadounidenses descargaron 4.000 toneladas de bombas sobre la denominada ‘Florencia del Norte’. No quedó piedra sobre piedra y las bajas civiles fueron muy numerosas, no menos de 25.000.

Los Aliados defendieron que se trataba de una operación bélica estratégica. Sin embargo, otros han calificado el episodio como un acto de venganza totalmente innecesario y desproporcionado y como un crimen de guerra. En las últimas décadas, este segundo relato ha sido elevado a un nivel prácticamente hagiográfico por los grupos neonazis europeos.

La vinculación de Dresde a la extrema derecha no se ha detenido con la llegada del nuevo siglo. La ciudad es la cuna de PEGIDA. Estas siglas, traducidas del alemán, quieren decir Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente. El nombre de este movimiento social deja bastante poco espacio a la imaginación. A pesar de sus aspiraciones paneuropeas, donde su discurso ha conseguido prender la mecha ha sido en Alemania.

Partidarios de PEGIDA en Austria. Aunque es un movimiento mayoritariamente alemán, ha tenido veleidades de expansión continental

Los inmigrantes y, muy especialmente, los musulmanes han sido convertidos en chivos expiatorios ideales para dar respuesta a problemas como el desempleo, la saturación de los servicios públicos y la criminalidad. El componente cultural identitario, según también ha sido una piedra angular de su ideología; la llegada de gente de fuera, en connivencia con los gobiernos liberales, ponen en peligro las raíces de la civilización cristiana. Angela Merkel, de hecho, ha sido demonizada sistemáticamente debido a la política de acogida que puso en marcha a partir de la gran crisis de refugiados que comenzó en 2015. 

Las soflamas incendiarias del líder Lutz Bachmann han sacudido al país entero a lo largo de los últimos años. No es la primera vez que este activista, que una vez subió una foto a sus redes sociales caracterizado como Adolf Hitler, recibe una condena por incitación al odio. Actualmente, está siendo investigado de nuevo por unas declaraciones recientes en las que reclamaba la muerte para sus adversarios políticos, más en concreto, para los representantes socialdemócratas y del partido verde.

Lutz Bachmann, el fundador de PEGIDA, celebra el quinto aniversario del movimiento en Dresde
De idea a partido de éxito 

Aunque la actividad de PEGIDA se ha reducido considerablemente desde su creación en 2014, Dresde y Chemnitz, una pequeña ciudad cercana a la frontera checa, se han mantenido como sus grandes mecas para organizar manifestaciones. El movimiento como tal ha ido perdiendo fuerza, pero sus ideas no. Más bien al contrario. 

La ideología resucitada por PEGIDA ha saltado también a otros actores. El pasado mes de octubre, en el curso de los actos por la celebración del quinto aniversario de movimiento -que, casualidad o no, tuvieron lugar en Dresde-, Bachmann anunció una estrecha alianza con Alternativa por Alemania (AfD, según sus siglas en alemán), el partido que ha sabido hacerse con el espacio a la derecha de la CDU en los últimos años. Fundado en 2013 por Alexander Gauland como un partido opuesto a la unión económica en Europa, ya es la tercera fuerza en el Bundestag, la cámara baja del parlamento federal alemán, y el principal partido de la oposición con 91 escaños y uno de cada ocho votos en las últimas elecciones generales.

La extrema derecha ha llevado su fuerza de las calles a las instituciones alemanas

Aunque ha conseguido obtener representación en las cámaras legislativas de todos y cada uno de los länder alemanes, donde más éxito ha cosechado AfD ha sido en aquellos territorios que quedaron al este del Telón de Acero. 30 años después de que cayese el Muro de Berlín, es en esos territorios donde, paradójicamente, la inmigración tiene un menor peso demográfico. El caso  de Sajonia, donde se encuentra Dresde, es paradigmático: AfD es el segundo partido de la cámara, con 38 de 119 diputados, cerca de un tercio de los escaños y más de una cuarta parte del voto popular. No es el único caso. A finales del pasado mes de octubre, se celebraron elecciones para renovar la representación en el parlamento de Turingia. Obtuvieron casi una cuarta parte del voto, lo que les valió 22 de los 90 escaños que integran la cámara; 20 más que en los comicios anteriores. Solo fueron superados en popularidad por el grupo izquierdista Die Linke.

Los simpatizantes de PEGIDA y Alternativa por Alemania han acudido, con frecuencia, a las mismas convocatorias
Ultra entre los ultras

Una de las razones de este último éxito ha sido Björn Höcke, el cabeza de lista del partido en el estado; polémico, carismático, irreverente y, sobre todo, un fanático. Un extremista incluso entre los más extremistas. El pensamiento político de este profesor de historia está plasmado en un libro con resabios bastante siniestros; en un interesante experimento periodístico, sus propios correligionarios no fueron capaces de distinguir si sus pasajes eran obra del propio Höcke o si, por el contrario, estaban extraídos de ‘Mi lucha’, de Adolf Hitler. Al final, resultó que ninguno era obra del Führer.

Puede que no se trate más que de una anécdota, pero, en cualquier caso, ilustra una similitud destacada entre Höcke y el dictador: su mesianismo. “El pueblo alemán desea una figura histórica que cure las heridas del Volk [término asociado a la nación en un sentido histórico], supere las divisiones y traiga de vuelta el orden”, era uno de los fragmentos escogidos para la prueba a la que fueron sometidos los compañeros de filas de Höcke. Otro ejemplo: “El sol está saliendo en el este y pronto haremos que brille sobre toda Alemania”. Esta frase fue el clímax del discurso con el que el político celebró la apabullante subida del partido en Turingia.

Björn Höcke, candidato principal del partido Alternativa para Alemania (AfD) en las elecciones estatales de Turingia

Desde luego, no todo el mundo en AfD es como Höcke, que ha llegado a calificar el monumento a la memoria del Holocausto en Berlín como el “monumento de la vergüenza” (y no precisamente refiriéndose al genocidio cometido por la Alemania nazi). El partido ha nutrido sus filas con muchos militantes y simpatizantes de la CDU descontentos con la deriva centrista de Merkel, pero que tampoco comparten los oscuros postulados de Höcke. No obstante, esa corriente menos extremista está amenazada. “A nivel nacional, puede que AfD se esté estancando, pero también se está radicalizando”, alerta, consultado por The New York Times, el profesor Mathias Quent, especializado en investigaciones sobre extrema derecha y director del Instituto para la Democracia y la Sociedad Civil de la Universidad de Jena.

La corriente de pensamiento promovida por Höcke (llamada en alemán Der Flügel, ‘El Ala’) es responsable, en buena medida, de que los discursos incendiarios se hayan consolidado en AfD. El partido se ha alineado con las posturas contrarias a los sistemas políticos liberales, la multiculturalidad y también contra los grandes medios de comunicación.

Para sus críticos, Höcke es una ‘criatura’ en brazos de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del régimen nazi
Futuro incierto

Esta mezcla de populismo trumpista y reminiscencias nazis será puesta a prueba en el próximo congreso del partido, que se celebra a finales de este mes de noviembre en Braunschweig, a medio camino entre Hanover y Berlín. Muchos de los habitantes locales ya se han manifestado en contra de la convocatoria. En cualquier caso, será una buena ocasión para medir el músculo de los partidarios de Höcke frente al ala sobre el papel más moderada de AfD encabezada por Alice Weidel, que mira más al apartado económico. Muy a pesar de los enemigos que tiene dentro de su propio partido, todo apunta a que Höcke tendrá una influencia determinante en el futuro del proyecto político.

Hasta el momento, AfD ha conseguido grandes apoyos populares, pero no ha tenido acceso al poder. El resto de los partidos han optado por una política de cordón sanitario y han excluido a los ultras de las negociaciones. ¿Es esa decisión susceptible de ser revisada? En principio, no parece que vaya a haber un cambio de dirección. 

Tras los resultados electorales en el Estado de Turingia, sin embargo, 17 políticos de la rama regional de la CDU pidieron a la dirección nacional en una carta el levantamiento del veto sobre el partido ultraderechista. Berlín se negó en redondo. No es probable que Annette Kramp-Karrenbauer, la que será sucesora de Angela Merkel al término de la actual legislatura, vaya a atreverse a cruzar esa frontera, incluso aunque se haya caracterizado por una retórica más dura que la de la actual canciller.

La enseña nacional ha sido patrimonializada por los grupos de extrema derecha. Manifestantes de AfD en Chemnitz

En espera de lo que ocurra en el foro de Braunschweig, el ala más dura de Alternativa por Alemania ya ha ganado muchos enteros, sobre todo en el este del país -que es donde el partido tiene más afiliados. Höcke y otros líderes destacados han hecho suyo el virulento discurso que en su día introdujo PEGIDA. “El riesgo real”, avisa el profesor Quent en The New York Times, “es que las transgresiones verbales persistentes normalicen el lenguaje violento y racista, empujen a los conservadores tradicionales a la derecha y, con el tiempo, creen una atmósfera en la que el listón de tolerancia a la violencia baje mucho”. 

En efecto, se diría que en Dresde tenían razón: hay un “serio problema con los nazis”. Pero puede que no sea solo una cuestión de esa ciudad, sino de toda Alemania.

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