Con sus más de dos metros de altura, la Piedad aparece imponente ante quienes pasan a sus pies

Cara a cara con la Piedad que Miguel Ángel quiso destruir

photo_camera La Piedad de Miguel Ángel, en Florencia

Cada día Paola y Emanuela se ponen ante la Piedad de Miguel Ángel en Florencia para restaurarla. Su misión es limpiar la pátina de suciedad acumulada durante siglos pero también conocer mejor una de las últimas y más enigmáticas obras del gran genio del Renacimiento.

La escultura llama la atención en los pasillos del Museo de la Obra de la catedral florentina, protegida tras una mampara de cristal para que todos los visitantes puedan apreciar en directo su delicada manutención, también explicada con paneles interactivos.

Con sus más de dos metros de altura, la Piedad aparece imponente ante quienes pasan a sus pies. Sus cuatro personajes, Cristo muerto, la Virgen, María Magdalena o un Nicodemo al que Miguel Ángel presta su rostro, siguen ahí, como imbuidos en su dramatismo centenario.

A su alrededor hay pocas cosas para no entorpecer la labor de las investigadoras: algunos tomos con los bocetos que se conocen de esta importante pieza, una mesa con pinceles e instrumental, una escalerilla para alcanzar su parte más alta y unos potentes focos.

Es la joya del museo. Miguel Ángel empezó a esculpirla ya anciano, en 1547, con 72 años. No lo hizo por encargo, como en otras muchas ocasiones, sino para su propia tumba, que debía estar en la basílica romana de Santa María La Mayor y no en la florentina de Santa Cruz.

Sin embargo, los resultados que emergían de aquel enorme bloque de mármol no le convencían y en 1555 arremetió a martillazos contra la figura para destruirla. Así empieza la historia de la obra maldita del genio que, pese a sus furibundos deseos, llegó a nuestros días.

LA RESTAURACIÓN DE UNA OBRA MALTRATADA

Se puede afirmar que la primera restauración de esta obra se dio justo después de su destrucción y corrió a cuenta de un discípulo de Miguel Ángel, Tiberio Calcagni, que recompuso las partes rotas para vendérsela al rico Francesco Bandini.

Entre 1722 y 1981 la Piedad de Buonarroti permaneció a salvo en el altar de la catedral florentina, pero eso no evitó que a lo largo de todos estos años hayan surgido desperfectos en su superficie que ahora deberán ser reparados.

"La obra presenta un estado sin problemas desde el punto de vista estructural, pero estéticamente está cubierta por una gran cantidad de sedimentos y suciedad en su superficie", explica a Efe una de las restauradoras, Paola Rosa, mientras supervisa atentamente la piedra.

La experta, ayudada por Emanuela Peiretti, escruta la obra indicando sus manchas, en su mayor parte gotas de cera de los cirios de la catedral, ahora ennegrecidas y solidificadas.

La Piedad está también manchada por el humo de las velas y el mármol absorbió la sustancia oleosa que se empleó para calcarla en 1882. En su dorso tiene dos orificios tapados con cemento porque fue además apuñalada por el agarrador metálico de una escalera cercana.

Por el momento, en esta fase inicial, las científicas se limitarán a estudiar la pieza, para lo que ya han extraído varias muestras, y limpiarán con agua desionizada la suciedad más superficial.

En este proceso, subraya Rosa, otro "objetivo importante" es sacar nueva información sobre la Piedad. Una pregunta que ronda siempre es qué partes son obra del cincel de Miguel Ángel y cuáles fueron añadidas a la postre por su listo discípulo.

Para ello se recurrirá a los isótopos, que desvelará la zona de proveniencia del mármol: "Podremos comprender si Calcagni recuperó las partes originales de Miguel Ángel y las ensambló o las sustituyó con otros fragmentos de piedra", señala.

"Esto es muy importante. Será una óptima ocasión para reconstruir un poco la historia del arte", sostiene la restauradora.

UNA OBRA MALDITA Y MALTRATADA EN EL OCASO DEL GENIO

Pero ese es solo uno de los misterios que rodean a esta Piedad que su propio hacedor llegó a detestar ¿Las razones? La impureza del mármol y la insatisfacción típica de Buonarroti, entre otras, tal y como recoge el gran biógrafo del Renacimiento, Giorgio Vasari.

La escultura presenta zonas pulidas y otras toscas, si bien no está claro si el "non finito" es adrede o es que la obra simplemente quedó inacabada tras la muerte de Miguel Ángel en 1564.

Se cree que la única imagen pulida, la de María Magdalena (además del torso de Jesús), fue terminada por Calcagni. En efecto desentona dentro de la composición, pues la cabeza de la devota seguidora de Cristo es mucho más pequeña que la del resto de figuras.

Falta también la pierna izquierda de Cristo. Se cree que fue mutilada por la rabia del artista al encontrar una veta de mala calidad. Es probable que su discípulo pusiera una nueva, de hecho aún se aprecia el ensamblaje, pero luego fue retirada.

Con esta restauración, la primera, la historia parece obstinada en preservar una obra que su propio hacedor quiso olvidar.

Y ahí se puede ver a Miguel Ángel, prestando su rostro de nariz rota a un Nicodemo que carga en brazos a Jesús, como queriendo expiar sus culpas, envuelto en los harapos con los que fue visto en sus últimos y místicos días en este mundo. 
 

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