El fin de Merkiavelo

Pablo Andrés Gutiérrez/Debate 21

Si hay un gesto por el que conocemos a Ángela Merkel es el de las manos juntas formando un rombo con los dedos, es su seña de identidad. Desde que llegó a la cancillería alemana ha ido viviendo una evolución en su forma de gobernar, pero no se ha desviado de su estilo. Dejó de ser “la chica”, como la llamó su padrino político Helmut Kohl, a ser apodada desde “la canciller de hierro”, por su férrea disciplina, hasta la viuda negra, debido al debilitamiento que han sufrido históricamente sus compañeros de coalición en el gobierno.

Hija de un pastor protestante, nació en la RFA, pero creció en la Alemania comunista donde llego a ser doctora en ciencias físicas, llegando a la política por casualidad. Fue secretaria de propaganda de las Juventudes Comunistas y trabajo en la Academia de las Ciencias de Berlín Este, donde acabo integrándose en los grupos de oposición tras la revolución pacífica que llevó a la caída del Muro de Berlín. Tras las elecciones en Alemania del Este, fue portavoz del Gobierno de transición que condujo a la RDA a la reunificación bajo el liderazgo cristianodemócrata. Tras la unificación, llegó al gobierno de Kohl en 1991 por una cuestión de integración de cuota femenina y de miembros de Alemania del Este, que a ella le quedaba como un guante.

No obstante, sería esa “chica” la que daría la estocada final al unificador de Alemania en 1999, tras el escándalo de las cuentas secretas de la CDU, tomando las riendas del partido superando y apartando uno por uno a los rivales políticos internos que la subestimaron, convirtiéndose en candidata a canciller. El 22 de noviembre de 2005, ganaba la cancillería frente al líder del SPD, Gerhard Schroeder, que se unió a la larga lista de gente que la subestimó, y hacía historia por partida doble, como primera mujer y como primera persona nacida en Alemania del Este en ocupar la cancillería alemana.

En la escena internacional ocurrió algo parecido, todos la consideraron una aliada fácil o un obstáculo pasajero, nada más lejos de lo contrario, muchos líderes internacionales han sido apeados de sus puestos, continuando Merkel como una figura inalterable en la más de una década de historia que lleva en el poder. Esta solidez y el representar a una potencia económica como Alemania, la ha llevado a ser una figura de consenso y estandarte de la Unión Europea en la arena internacional. Sin embargo, no ha evitado el enfrentamiento con líderes extranjeros cuando ha hecho falta, siendo posiblemente, de los líderes mundiales, la que mayores choques ha tenido con Donald Trump.

La llegada de Merkel a la política de forma inesperada y en la madurez, hizo que no tuviera una ideología firme y definida. Esto se ha visto repercutido en sus políticas, no llevando un conservadurismo tradicional, creando una especie de conservadurismo liberal moderno y aplicando en alguna ocasión políticas que podrían ser consideradas socialdemócratas, lo que ha hecho que los medios la apodaran en varias ocasiones “la canciller de lo difuso”.

Junto con este conservadurismo liberal, ha dotado su política de racionalidad y pragmatismo, siendo su forma de gobernar austera, enfocada a una gestión eficaz y sin grandes estridencias o liderazgos. Expresiones como “ahora no”, “austeridad” o “ahorro”, son sinónimos de este animal político, cuyo estilo de gobierno se puede aplicar a su estilo de vida austera y alejada de los focos. No obstante, como buena pragmática, siempre ha dejado un camino para dar marcha atrás en sus decisiones llegado el caso, haciendo válida la premisa que exponía Maquiavelo de solo debe mantener su palabra política de ayer si le aporta ventajas hoy.

En su evolución política, Merkel ha sido comparada varias veces con el padre de la ciencia política, creando la palabra compuesta que encontramos en el título. Es una política hábil y astuta, a la cual no le gusta imponer decisiones, escucha y decide tomándose su tiempo, sabiendo capear lo que el autor florentino llamaba la “fortuna”, dilatando la toma de decisión hasta encontrar el momento en el que su posición fuese de fuerza. Ante el dilema de que es mejor ser temido o amado, Merkel ha aplicado una variante el ser temida en el exterior y amada en el interior, habiendo grandes diferencias entre las exigencias que hace a los de fuera y las que aplica en Alemania.

Finalmente, tras trece años al frente de la cancillería alemana y dieciocho de la CDU, parece que la carrera política de Ángela Merkel se acerca a su final, habiendo renunciado a volver a competir por ambos puestos debido a la fragilidad de su coalición y a los resultados electorales recientes, lo que marcara el fin de una época tanto en Europa como en Alemania.

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