El islam francés se moviliza contra el salafismo

Por Jean-Claude Dufour
Foto: La Gran Mezquita de París es un centro de oración y de debate libre.
 
El problema de los yihadistas franceses que se han ido a Siria a combatir a Bashar al-Sadad preocupa profundamente a la sociedad francesa y a los poderes públicos. Los musulmanes, que son más de seis millones de personas, están más preocupados que el resto de la población, porque temen que la mala imagen que dan los grupos yihadistas del islam acreciente las tensiones sociales y los prejuicios hacia la cultura islámica en Francia. Frente a la radicalización de una minoría de musulmanes franceses, la mayoría rechaza la violencia y el terrorismo y defiende su plena integración en la sociedad. Una parte importante de los musulmanes que viven en Francia son ciudadanos franceses de pleno derecho. La comunidad musulmana es plural como la vida misma y en su seno hay de todo, desde unos pocos extremistas, hasta conservadores, liberales y laicos  progresistas. Algunos centros religiosos del país, como la Gran Mezquita de París, cuyo rector es el argelino Dalil Bubakeur, son lugares de culto y de debate abierto e inteligente. La mezquita parisina Adda’wa, ubicada en el distrito 19 de la capital francesa y dirigida por Larbi Kechat, un histórico del islam de Francia, no es sólo un lugar de oración sino también de discusiones apasionadas pero civilizadas y de coloquios sobre cuestiones muy variadas. Hace unos días, esta mezquita organizó un debate para entender mejor los mecanismos de adoctrinamiento criminal que utiliza el salafismo radical para fortalecer numéricamente sus filas de fanáticos. El coloquio reflexionó sobre cómo tienen que reaccionar los responsables de las mezquitas y los imanes para hacer frente a los desvaríos ideológicos de los extremistas. Muchos líderes musulmanes franceses sufren a diario la presión y los ataques de los grupos salafistas, que utilizan las redes sociales para expresar  opiniones extremistas y amenazar. Dunia Buzar, antropóloga y fundadora del Centro de Prevención contra las Derivas Sectarias (CPDSI),  es uno de estos líderes amenazados. Cree que los musulmanes moderados, que son la inmensa mayoría, “tienen que organizarse, Francia tiene que oír su voz, y las familias que tienen hijos que se han dejado atrapar por las redes salafistas necesitan de la solidaridad de todos”. Esta tesis fue respaldada durante un debate sobre el salafismo que organizó la Gran Mezquita de Lyon el pasado mes de mayo.
 
Amenazas salafistas 
Tarek Oubru, rector de la Gran Mezquita de Burdeos, está en el punto de mira de una web salafista, y junto a Dunia Buzar y Bernard Godard, que representa al Ministerio del Interior, hacen esfuerzos intelectuales y prácticos por poner coto al salafismo combatiente. Godard, que es un antiguo policía y experto en el islam de Francia, participó activamente en el debate organizado por la mezquita Adda’wa.  Los salafistas se lo tomaron muy mal y a través de uno de sus portales dijeron que “invitar al comandante Godard en una mezquita para hablar del islam de Francia, es como invitar al general Sharón en la mezquita de Al-Aqsa para hablar sobre el Estado palestino”. La comparación es absurda, pero no se puede esperar mucho más de los partidarios de la violencia terrorista y la mal llamada guerra santa contra los infieles. La nebulosa salafista hace todo lo posible por atemorizar a los musulmanes y que éstos no reaccionen. El aspecto más peligroso de la cuestión  es la influencia que pueden ejercer los salafistas sobre muchos jóvenes de origen musulmán que viven en malas condiciones socioeconómicos y no ven mucho futuro a sus vidas. Son “la carne de cañón de los salafistas”, piensan los expertos.  Los salafistas están en todas partes, en los barrios pobres, en los institutos y universidades, en las mezquitas y los centros cívicos y culturales. Sus enemigos son todos aquellos que no comulgan con sus ideas, pero sobre todo los musulmanes moderados con proyección pública, como Azzedine Gaci, Amar Lasfar, Tarek Oubru y  muchos más. Los salafistas acusan  a esos líderes en los vídeos que difunden por las redes sociales de estar al servicio del Estado francés. Los musulmanes moderados más activos y comprometidos con el presente y el futuro de Francia no piensan tirar la toalla. 
 

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