Dos hazañas de los paracaidistas británicos facilitaron la toma de Sword Beach, la playa más oriental del desembarco

Jamón, mermelada y un asalto improvisado

photo_camera PABLO RUBIO - El memorial de Sword Beach, en Riva Bella, fue inaugurado el 6 de junio de 2014. 70 años antes, cerca de 30.000 soldados desembarcaron en la playa

Rouen (Francia)

En la orilla izquierda de la desembocadura del río Orne, se encuentra el municipio de Ouistreham-Riva Bella. Aunque constituye una sola unidad poblacional, el visitante ocasional puede percibir que, más bien, se trata de dos pueblos distintos; Ouistreham es una cosa y Riva Bella, otra bien diferente. Ouistreham se halla sobre un pequeño alto. El trazado de sus calles es más intrincado y acoge los edificios más antiguos del pueblo. En su pequeña plaza, la fachada gótica de la iglesia desafía cara a cara a la del ayuntamiento. Entre ellos, como irguiéndose por encima de lo divino y de lo humano, se levanta un monumento a las víctimas militares y civiles de las dos guerras mundiales.

Si Ouistreham es para los autóctonos, Riva Bella es para los foráneos. Esta parte de la localidad se asoma al mar. A su muelle, llegan diariamente varios ferris procedentes de Portsmouth. A lo largo de la línea de costa, abundan los apartamentos y las casas de verano. La playa es una enorme zona de ocio, con atracciones diversas, circuito de karts y cancha de baloncesto. No obstante, lo más significativo es que el área de Riva Bella -topónimo no demasiado francés- toma su nombre de un antiguo casino. Hoy también hay uno, aunque no tiene nada que ver con el original. El casino de Riva Bella primigenio fue, en los años 20 y 30, un referente en toda Normandía para quienes buscaban juego y diversión, pero también para aquellos que deseaban tomar las aguas o, simplemente, descansar. Sin embargo, los invasores alemanes le echaron el cierre en 1942.

En efecto, las autoridades teutonas decidieron que, en Riva Bella, era mucho más útil al Reich una posición reforzada para el Muro Atlántico que un resort para el tiempo de ocio. Lógico: no en vano, se trataba del pueblo que guardaba la desembocadura del río Orne. A solo veinte kilómetros hacia el interior está Caen. Cuando Rommel fortificó la posición, la dotó, además, de gran relevancia estratégica. A unos cientos de metros de lo que había sido el casino, hizo erigir un búnker de cinco pisos que habría de servir como centro de observación en caso de desembarco enemigo. Desde allí, se debía surtir de información a un elevado número de baterías, cañones antiaéreos y búnkeres.

: El gran búnker de Rommel acoge hoy el Museo del Muro del Atlántico, donde se explica la historia de este sistema de fortificaciones y de la Organización Todt, encargada de edificarlo

El evento temido por Rommel, desde luego, llegó. El Día D, los Aliados dan a la playa de Ouistreham-Riva Bella el nombre en clave de Sword. Los soldados británicos que ponen pie en su arena -apodados popularmente tommies- encuentran resistencia, pero la playa es tomada en cuestión de pocas horas. Una de las tareas más complicadas, encomendada al teniente Bob Orrell y tres de sus hombres, de la 91.° compañía de Ingenieros, es abrir la puerta del gran búnker. Los últimos alemanes del pueblo se han atrincherado en las plantas superiores y han repelido algunos ataques anteriores. A Orrell y sus soldados les lleva no menos de cuatro horas volar la entrada. En el zaguán, los están esperando varias cajas de granadas desparramadas por el suelo.

El obstáculo preparado a la desesperada por los alemanes no ha surtido demasiado efecto. Una vez que es eludido, poco más pueden hacer; los refuerzos solicitados no llegan y los obuses caen a intervalos cada vez más largos. Como él mismo relatará años después, el teniente Orrell escucha, en perfecto inglés, tres palabras: “Come up, Tommy!”. Una invitación a subir y ocupar el resto del edificio enviada por el comandante alemán. No, gracias, debe de pensar Orrell. “Preferiría que bajasen ustedes", espeta en respuesta el británico. Los soldados alemanes, antes que desatar un tiroteo, prefieren transigir. Tras la breve conversación entre Orrell y su homólogo, 53 miembros de la Wehrmacht, incluidos dos oficiales, son hechos presos. Ouistreham-Riva Bella es, formalmente, aliada. Todo ello, con relativa facilidad. ¿Cómo es posible? ¿Por qué cayó con semejante sencillez un enclave de tanta importancia para las defensas alemanas? 

El estuario del Orne, visto desde el búnker de Ouistreham-Riva Bella. El río determina el límite de la zona de desembarco por el este

Para encontrar respuestas, es necesario alejarse de la costa un poco. Remontando unos kilómetros el río Orne, a medio camino entre Ouistreham y Caen, hay un puente conecta las dos mitades del pueblo de Bénouville. Este puente delimita por el este toda la zona del desembarco. Su importancia es crítica para aislar el área y evitar que lleguen refuerzos alemanes. Si controlan el puente, los Aliados facilitan la invasión a través de Juno y en Sword, las playas más orientales.

De igual modo que en Utah, la tarea de operar en la retaguardia de las defensas costeras recae sobre los paracaidistas. Poco después de la medianoche del 6 de junio, tres planeadores Horsa se posan en las inmediaciones del puente. Van cargados con soldados pertenecientes a la 6.° división aerotransportada de Reino Unido. En total, son 180 los que toman parte en la operación, bautizada como “Golpe de mano". Al mando, el mayor John Howard, de 31 años.

El factor sorpresa está perdido, pero es igual: hay que atacar. Pocos minutos transcurren hasta que Howard transmita por radio el mensaje en clave para indicar que la misión ha sido un éxito: “Ham and jam! Ham and jam!”. Jamón y mermelada.

El puente por el que discurre hoy el tráfico es una copia del Pegasus Bridge original, expuesto en el museo Pegasus Memorial

Desde entonces, el puente de Bénouville ha pasado a llamarse Pegasus Bridge. De nuevo, una denominación sin consonancia francófona. Esta vez, la explicación está incardinada directamente en el episodio bélico. Se trata de un homenaje a los paracaidistas de la sexta división aerotransportada, en cuyo emblema figura un pegaso azul sobre fondo rojo oscuro. Su trabajo, sin embargo, no termina en Bénouville.

Después de dar la señal, los hombres de Howard dejan atrátrel Orne y los planeadores. Por la misma carretera, al otro lado del río, llegan a Ranville. Hoy, este pueblo da la bienvenida al visitante con una pomposa inscripción: “Primer pueblo liberado de Francia". En efecto, la localidad es arrebatada a los alemanes unas seis horas antes de que se produzca el desembarco. Hasta ahora, la operación va por buen camino. Y antes de que lleguen las lanchas, los Aliados todavía tienen tiempo de desplegar otra jugada contra los alemanes.

Reconstrucción de un planeador Horsa, como los que llevaron a Howard y sus hombres a Bénouville. Tenía capacidad para 30 soldados. Museo Pegasus Memorial

En la orilla este del Orne, más o menos a la altura de Ouistreham-Riva Bella, deben aterrizar, a eso de la una de la madrugada, otros 700 paracaidistas británicos. Su objetivo, idealmente, es inutilizar la batería de Merville, que apunta hacia Sword, y, más tarde, avanzar al oeste hacia Ranville e incorporarse a la zona del desembarco. Con ellos, debe llegar, en teoría, un equipo constituido por vehículos, cañones anticarro, detectores de minas y misiles Bangalore. 

Media hora después de la hora prevista, el teniente coronel Otway, al mando de la misión, constata que solo ha podido reunir a unos 150 hombres. Los restantes, más de 500, han sido abatidos en sus aviones, en el aire o en tierra. Del equipo, ni el más mínimo rastro. Otway solamente dispone de una ametralladora. Catástrofe en ciernes; todo parece perdido. En tales condiciones, el asalto a los cañones se presume como poco menos que una insensatez. Sin embargo, Otway es tozudo: la retirada no se contempla. El oficial británico reorganiza sus fuerzas en cuatro batallones y, sobre las cuatro y media, da la orden de ataque. Las casamatas alemanas caen una tras otra. Los Skoda de 100 milímetros son destruidos. En media hora, toda la batería, la principal amenaza de artillería sobre Sword, se encuentra bajo dominio aliado. De la fuerza aliada, solo han sobrevivido 75 soldados.

Solo uno de cada nueve hombres que partieron de Inglaterra sobrevivieron al asalto sobre la batería de Merville

Las dos hazañas de los paracaidistas permiten, si no desactivar totalmente, sí retrasar lo justo la respuesta alemana como para que el desembarco por el sector más oriental se realice con una menor exposición al fuego enemigo. Los soldados que llegan a Sword, una vez superado el Día D, tienen destinos diferentes. Los británicos se dividen. Algunos se dirigen hacia el sur. Formarán parte de la operación Goodwood para asegurar Caen y su extrarradio. Los polacos que los acompañan seguirán ruta hacia Falaise. Tomarán la pequeña ciudad, derruida, junto a las tropas canadienses en el mes de agosto.

Otros, en lugar de desplazarse hacia el interior, cruzan el Orne por los numerosos puentes Bailey dispuestos por los ingenieros. Junto con un contingente de soldados belgas, avanzarán en paralelo a la línea de costa hacia la desembocadura del Sena. Cada pueblo será una batalla: Cabourg, Deauville, Pont l'Évêque, Honfleur… Al otro lado del estuario, aguarda Le Havre. No será liberada hasta bien entrado el mes de septiembre. Cuando los liberadores lleguen, la ciudad no será más que una gran escombrera. La reconstrucción del centro histórico, dirigida por el arquitecto Auguste Perret, le valdrá a la ciudad la calificación de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Avenidas anchas, edificios racionalistas funcionales, tranvías… una estampa del nuevo Le Havre de Perret. Avenida Mariscal Foch

Hoy, toda la zona se ha recuperado. Le Havre es el segundo puerto francés, solo por detrás de Marsella; Honfleur, que en su día inspiró a Boudin y Monet, es un pueblecito costero que hace las delicias de los instagramers; Deauville es destino veraniego de referencia para la élite parisina -sin ir más lejos, la plaza del ayuntamiento lleva el nombre de Yves Saint-Laurent-; en Ouistreham-Riva Bella, ya en la zona del desembarco, hay un nuevo casino. Pero, según la propia información turística local, no tiene la solera del antiguo. Una pena.

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