Las familias de 17.000 desaparecidos están más cerca de poder encontrar a sus seres queridos y el país árabe de reconciliarse con su historia

Líbano y los fantasmas de la guerra civil

photo_camera AFP - Una mujer libanesa sostiene una foto de su hijo desaparecido en un cementerio en el suburbio sur de Qasqas en Beirut

Camino del 45º aniversario del comienzo de la guerra civil en Líbano (1975-1990), las familias de en torno a 17.000 desaparecidos durante el conflicto se preparan para vivir otro año más el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas el próximo 30 de agosto. “Hay que recordar para no repetir”, es una de las consignas que los centenares de familiares repiten año tras año en cada una de sus concentraciones en busca de respuestas, ya sea enfrente del Parlamento libanés o la sede de la Naciones Unidas en el país.

Sin embargo, este año es diferente. En noviembre de 2018 el Parlamento libanés aprobó una ley histórica para arrojar luz sobre el paradero de los desaparecidos y secuestrados forzosamente en la contienda. Después de años de incansable lucha, los familiares han ganado “el derecho a saber”, pero todavía tienen un camino por delante para ejercerlo. “El Parlamento acaba de votar la ley sobre los desaparecidos. Sois vosotras, las familias, las que habéis ganado este resultado. Acordaos de la primera manifestación en Al-Mazraa, el 17 de noviembre de 1982. No nos conocíamos, era el dolor lo que nos reunía”, decía ese día a la prensa, delante del Parlamento, Wadad Halwani, presidenta del Comité de las Familias de Personas Secuestradas o Desaparecidas, cuyo marido también desapareció repentinamente 1982.  “Es la primera vez que recordamos la guerra con una ley para consagrar el derecho a saber el destino de todos los desaparecidos, muertos o vivos”, contaba en otra concentración el pasado 13 de abril, día del aniversario del comienzo del duro conflicto. 

Esta ley, la 105, prevé crear una comisión oficial de investigación para conocer qué ocurrió con las víctimas que desaparecieron por la fuerza. Del mismo modo, los familiares van a poder conocer el paradero o lugar de enterramiento de sus parientes, así como detentar el derecho a exhumar e identificar sus cuerpos. La dotación de presupuesto y la designación de personas cualificadas y puesta en marcha de los trabajos de investigación es lo que reclaman ahora los familiares. Este organismo investigador deberá incluir, entre otros, representantes de los familiares, abogados, académicos y forenses independientes. 

Otro de los artículos de la ley establece que los responsables de las desapariciones forzadas pueden ser penados con hasta 15 años de prisión y una multa que puede alcanzar los 20 millones de libras libanesas (en torno a 13.000 euros). Antiguos jefes militares y milicianos que estuvieron activos durante la guerra civil en Líbano siguen participando y teniendo responsabilidades en el sistema político del país, incluso mantienen los nombres de las facciones militantes durante el conflicto armado que ahora se presentan a elecciones. Los familiares de los desaparecidos y algunos diputados han relacionado las dificultades para la tramitación de la ley con este continuismo político de los gerentes de la guerra. Además, la ley de amnistía aprobada en 1991 para poner fin a la violencia no revisó los actos cometidos por los firmantes durante la guerra civil; los combatientes no tuvieron que comparecer ante un tribunal sobre los crímenes que presenciaron o llevaron a cabo durante el conflicto bélico. 

Wadad Halwani, cuyo esposo fue secuestrado y desaparecido en 1982, regala flores a las familias de otras personas desaparecidas durante una manifestación en Beirut / Changiz M Varzi /Al-JAZEERA

Los grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional, que han estado haciendo presión al Ejecutivo para que se haga justicia y se resuelvan las dudas, aplaudieron la aprobación de la ley y ahora exigen que se designen a las personas más cualificadas para implementar el texto legislativo. Además, Cruz Roja lleva desde 2016 recopilando datos biológicos de referencia, que se podrían utilizar para comparar muestras de ADN de las personas desaparecidas, y se ha mostrado dispuesta a compartirlos. “Este es un paso positivo para que miles de familias puedan pasar página. Estamos listos para apoyar al Gobierno en la implementación de la ley para que las familias puedan finalmente tener las respuestas que tanto han esperado”, afirmó el Comité Internacional de la Cruz Roja en su cuenta de Twitter. Todas las organizaciones señalan que la voluntad política será un factor clave, debido a que cada vez hay menos posibilidades de conseguir evidencias sobre dónde se encuentran las fosas comunes: los testigos están envejeciendo y los cementerios están siendo destruidos para edificar construcciones. Justine Di Mayo, directora de la organización Acción por los Desaparecidos, ha asegurado tener identificadas más de 100 fosas comunes, información que todavía no han compartido con las familias: “Si hiciéramos público el mapa de las fosas comunes me temo que los excombatientes podrían intentar destruir las evidencias”, señalaba al diario El Confidencial. 

Las familias de las personas desaparecidas del Líbano han pedido respuestas durante mucho tiempo

El país del cedro lleva siendo refugio para personas perseguidas por sus confesiones religiosas desde la antigüedad y esto ha conformado una diversidad religiosa grande y compleja. La guerra civil libanesa enfrentó a cristianos, musulmanes y seculares y comenzó en 1975, cuando Israel invadió territorio libanés, que contaba ya con miles de refugiados palestinos, para poner fin a las actividades de reclutamiento y formación que estaban llevando a cabo la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en la frontera con Israel al sur del país. El Ejército libanés contestó a las acciones israelíes, pero otras facciones religiosas del país, como cristianos, con una gran afinidad con grupos derechistas, y musulmanes, suníes por un lado con el apoyo de Libia y Palestina, y chiíes por otro lado con el apoyo de Irán, comenzaron a armarse y el Gobierno perdió el control cuando estalló la violencia y los enfrentamientos. La sociedad libanesa quedaría marcada por una profunda división religiosa desde entonces.

Familiares de los desaparecidos en otra manifestación

En estos momentos de tantas divergencias, las Fuerzas Armadas de Siria invaden Líbano en una misión propuesta por la Liga Árabe y hacen que Beirut se divida en diferentes guetos en función de las facciones militantes; la capital del país será el escenario de los peores episodios de la guerra en 1982. “Nunca había visto una masacre a esta escala. Apenas media hora después de entrar en los campos, inmediatamente me dije ‘eso es un crimen de guerra’”, contaba al diario L’Orient Le Jour, Robert Fisk, corresponsal británico de The Independent en Beirut en aquellos momentos. Damasco y Tel Aviv ya vivían sus propios enfrentamientos en los Altos del Golán y Líbano se convirtió en otro campo de batalla más. Fueron estas matanzas con coches bomba, o la detención de militantes de una facción religiosa capturados por militantes de otra y condenados a muerte, lo que dio lugar a que empezaran a surgir por todo el país una fosa común tras otra. 

Una mujer incrédula entre los restos de su casa en el pueblo de Aita Chaab, en el sur de Líbano durante la guerra civil  Kadir van Lohuizen

“Nuestros hermanos desaparecieron en Beirut y desde esa fecha nunca hemos vuelto a tener noticias de ellos. Mi madre luchó hasta los últimos días de su vida por saber algo y murió de cáncer, que atribuimos a sus sufrimientos. No perdemos la esperanza, que es lo que nos mantiene con vida, y confiamos en Dios para que algún día podamos saber algo de ellos”, contó a la agencia Efe Rabah, uno de los familiares de los desaparecidos asistentes a las concentraciones. Así también hablaba Nihil Keskovian sobre su marido: “A los tres meses de su desaparición supimos que estaba en Siria. Lo fui a ver con mi cuñada Munira, pude hablar unos momentos con él, y lo último que me dijo fue que Dios perdone al que me hizo estar aquí”, sin embargo, no le volvió a ver pese a sus intentos de encontrarlo recorriendo el país cárcel por cárcel. 

Rafik Hariri, primer ministro de Líbano asesinado en 2005

En medio de este conflicto surgiría el ‘Partido de Dios’ o Hizbulá, grupo armado chií que nació para hacer frente a las fuerzas israelíes y que ha conseguido sobrevivir a los acuerdos de paz y mantenerse en activo a día de hoy en la política libanesa con un brazo político teniendo una importante representación parlamentaria. En 1978, Israel se retiró del país dejando su zona de control a las milicias cristianas, sin embargo, la retirada de Siria fue progresiva y no sería total hasta 2005, después del asesinato del primer ministro Rafik Hariri, que provocó el levantamiento contra la ocupación siria de Líbano y puso fin a la presencia militar de su país vecino. 

Líbano lleva arrastrando en los últimos años varias crisis encadenadas que ponen contra las cuerdas la frágil estabilidad del país y que impiden el avance del  proceso de reconciliación de la sociedad desde el sangriento conflicto. El país vive una lucha de las nuevas generaciones contra el sectarismo religioso y por la libertad de expresión, la actividad de diversos grupos armados y periódicas tensiones con el ejército de Israel, una marcada crisis económica, una enorme desigualdad social y hondos casos de corrupción. La gerencia de los refugiados del Ejecutivo es otro de los grandes factores de desestabilización, Líbano es uno de los países que más refugiados sirios ha recibido, pero la Administración todavía no ha autorizado el establecimiento de campos de refugiados debido a su empeño en que no se creen asentamientos estables. Esto está impidiendo a estas personas que viven en condiciones de insalubridad el acceso a ayuda humanitaria organizada. 

Una aldea destruida al sur de Líbano en octubre de 2006

En mayo de 2018, Líbano celebró sus primeras elecciones parlamentarias en nueve años, sin embargo, las secuelas de la guerra civil todavía está lejos de haberse superado. Después de nueve meses de negociaciones desde las elecciones, se ha conseguido formar Gobierno con el primer ministro Saad Hariri a la cabeza. Los límites confesionales religiosos imponen las reglas en la política libanesa y exigen un reparto equitativo entre cristianos y musulmanes, y dentro de estos últimos entre suníes y chiíes. Será este Ejecutivo, el primero que tenga la oportunidad de hacer que Líbano se enfrente a los fantasmas del pasado y comience a cerrar sus heridas. 

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