Los países africanos refuerzan su compromiso en la lucha contra el terrorismo

Henar Hernández

Pie de foto: Conferencia de Alto Nivel Africano-Regional sobre la lucha contra el terrorismo celebrada en Nairobi durante su sesión de apertura, presidida por el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta. AFP/TONY KARUMBA 

Los países africanos, bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han ratificado su compromiso en la prevención y el combate del terrorismo, incluyendo también la radicalización y el extremismo violento. Ello se ha producido en el marco de la Conferencia Regional Africana de Alto Nivel sobre la Lucha contra el Terrorismo, celebrada en la Oficina de la ONU en Nairobi, la capital de Kenia, entre el 10 y el 11 de julio de 2019.

El foro, que ha sido orquestado desde Naciones Unidas, refleja la intención de la organización internacional de “asumir un papel de liderazgo para ayudar a los Estados Miembros en sus esfuerzos por prevenir y combatir el terrorismo, incluido el extremismo violento que lo conduce”.

Así, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, durante su intervención en la Conferencia, ha alertado de que “la amenaza del terrorismo en África se está extendiendo y está desestabilizando regiones enteras”. En este contexto, el líder de la ONU ha mostrado su preocupación “por la situación en el Sahel y los crecientes riesgos en África Occidental”.

La situación en el Sahel (“orilla”, en árabe), es altamente preocupante, pues es donde confluyen numerosas organizaciones terroristas que se aprovechan de las debilidades en Estados fallidos o desestructurados, como Mali o Burkina Faso. Asimismo, en estas zonas, el problema de seguridad se recrudece por la violencia étnica entre distintos grupos, que podría derivar en una “balcanización de la zona”, como recoge la profesora de Derecho Internacional Público de la Universidad de Málaga, Pilar Rangel. En el caso de Mali, el enfrentamiento abierto entre diversos grupos como los pastores peul, la comunidad fulani, los bambara o los cazadores donzo, ha dejado más de 150 muertos en estos dos últimos meses. Esto ha derivado, a su vez, en el desplazamiento forzoso desde el resto de las regiones de Mali a la capital, Bamako, de más de 200.000 personas.

En total y de acuerdo con la investigación de la profesora Rangel, en los seis primeros meses de 2019, más de 4.000 personas han perdido la vida en el Sahel como consecuencia de atentados terroristas, violencia interétnica y otro tipo de ataques.

Pie de foto: El presidente de Kenya, Uhuru Kenyatta, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, posan para una fotografía de grupo con otros funcionarios después de la sesión inaugural de la Conferencia Regional Africana de Alto Nivel. PHOTO/PRESIDENTIAL PRESS SERVICE/via REUTERS

Con este escenario sobre la mesa, en la Conferencia auspiciada por la ONU, los países africanos han acordado fortalecer la cooperación y las alianzas regionales para prevenir y contrarrestar el terrorismo. Para la consecución de estos objetivos, se requiere que dos elementos acompañen este proceso: por un lado, la implicación más efectiva por parte de los Gobiernos africanos en la lucha contra la corrupción: “El abuso de poder para obtener recursos públicos es uno de los facilitadores más potentes del terrorismo”, ha señalado el secretario del Gabinete del Ministerio del Interior keniata, Fred Matiang’i.

Por otro lado, la necesidad de la intervención de la comunidad internacional, tanto de Naciones Unidas como de otros organismos, como la Unión Europea. En el caso de la ONU, Guterres ha recalcado que “para que el terrorismo sea derrotado, es esencial que el antiterrorismo africano sea holístico, esté bien financiado, sustentado por el respeto a los derechos humanos y, lo más importante, respaldado por una fuerte voluntad política” y que “ahora es el momento de que la comunidad internacional intensifique y proporcione los recursos financieros y técnicos necesarios para apoyar los esfuerzos de lucha contra el terrorismo dirigidos y de propiedad africana, respetando plenamente los derechos humanos, el estado de derecho y las consideraciones de género”.

Por su parte, la Unión Europea ha anunciado que dotará con más de 138 millones de euros a la Fuerza Conjunta del Sahel G5, compuesta por Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger, tras la visita de la Alta Representante de la UE para la Política Exterior y Seguridad, Federica Mogherini, al Sahel este 10 de julio. En este punto, es importante señalar que la Fuerza Conjunta del Sahel G5 se encuentra inmersa en numerosos problemas, sobre todo, relacionados con la falta financiación, que deriva en otros como la escasa capacitación y formación de los soldados o el déficit de recursos materiales y técnicos. En esta línea, la profesora Rangel considera que la iniciativa “nació muerta”, pues su operatividad se ha visto tremendamente mermada y socavada desde sus inicios en 2014.

En el marco de dicho viaje, la jefa de la diplomacia europea – saliente, pues será relevada por Josep Borrell – se ha reunido con los ministros de Asuntos Exteriores de los cinco países, y han acordado, entre otros elementos, la definición de un marco integrado de seguridad y desarrollo y la identificación de las áreas prioritarias en las que se centrarán los esfuerzos de las partes, la mejora de la comunicación entre las dos partes y la promoción de iniciativas para la reconciliación nacional y el diálogo intercomunitario.

Mogherini, durante la rueda de prensa posterior al encuentro, ha insistido en la idea de que “depende de los sahelianos y de los malienses luchar contra esta crisis, pero es responsabilidad de la comunidad internacional y de Europa, en primer lugar, apoyarlos con todos los medios”.

Pie de foto: El presidente de Kenya, Uhuru Kenyatta, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, asisten a la sesión inaugural de la Conferencia Regional Africana de Alto Nivel sobre la Lucha contra el Terrorismo y la Prevención del Extremismo Violento que condujo al Terrorismo en el Complejo de las Naciones Unidas, en Gigiri, Nairobi, Kenya, el 10 de julio de 2019. PHOTO/PRESIDENTIAL PRESS SERVICE/via REUTERS

El papel de Marruecos

Otro de los focos de interés en la lucha contra el terrorismo en África se sitúa en Marruecos. Así, en el marco de la Conferencia Regional Africana, ha quedado plasmada la voluntad del Reino de seguir comprometido con la “promoción de un enfoque integral y coherente de la cooperación a nivel continental”. La representante del Marruecos en el Foro, la Secretaria de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional, Mounia Boucetta, ha asegurado que, para la erradicación de la amenaza terrorista, “no hay alternativa a la cooperación continental, regional y subregional”, algo que debe enfocarse desde la cooperación Sur-Sur, un nuevo modelo defendido por el rey de Marruecos, Mohamed VI.

Asimismo, Boucetta ha reconocido que el Reino está “profundamente preocupado” por la “alarmante y creciente” evolución del terrorismo en África, unas declaraciones recogidas por la agencia de prensa nacional MAP. Los factores que han contribuido a la desestabilización del continente abarcan diversos ámbitos: la proliferación y continuidad de conflictos, las amenazas a la soberanía y a la integridad territorial de los Estados, la expansión del tráfico ilícito transfronterizo tanto de personas como de recursos o el desplazamiento forzado de las poblaciones.

Todo ello retroalimentado, a su vez, por las vulnerabilidades causadas por el cambio climático y la falta de crecimiento económico inclusivo, que se agrava por el rápido crecimiento de la población: la tasa de crecimiento de habitantes en el continente africano se incrementa a un ritmo de 2,5 veces superior al del resto del mundo, lo que implica que para el año 2050, la población alcanzará los 2.000 millones de personas (actualmente son 1.200 millones). Además, es importante resaltar que de las casi 8.000 personas que habitan en el mundo, 1.300 son pobres, de las cuales, el 84,5% viven en África subsahariana y Asia del sur.

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