Para qué sirven (y cómo nos afectan) los husos horarios

Carmen Gómez-Cotta/ethic.es

Mientras España y el resto de países europeos deciden con qué horario prefiere quedarse definitivamente, otros Estados como China, Japón, India, Brasil o Argentina hace años que no cambian sus relojes en invierno ni en verano.

A finales de marzo, casi todos ansiamos que llegue el verano para disfrutar de unos días más largos: adelantamos los relojes una hora y parece que no importa perder una hora de sueño si por ello ganamos una de luz. Cuando el frío comienza a llegar en octubre, y algunos ya planean las vacaciones de Navidad, retrasamos las agujas una hora contentos porque ese día dormimos una más. Y así sucede año tras año. Adelantar y atrasar los relojes en primavera y otoño es un gesto típico, sobre todo, de América del Norte y de Europa. Países como China, Japón, India, Brasil, Argentina no cambian nunca la hora.

Esa invariabilidad de horario entre el invierno y el otoño es algo que podría empezar a pasarnos también en el Viejo Continente. El pasado mes de marzo, la mayoría del Parlamento Europeo votó a favor de dejar de cambiar la hora. Así, a partir de 2021, serán los propios países los que decidan qué horario quieren mantener durante todo el año, es decir, si deciden aplicar el de invierno o el de verano abriendo la posibilidad de reajustar el huso horario según su preferencia.

De hecho, en algunos países, los husos horarios son una cuestión de interés nacional que va más allá de la geografía. Es el caso de China, que en 1949, bajo el gobierno de Mao, pasó de cinco zonas horarias a una en pos de la unidad nacional. En otros, atiende más a razones históricas: durante la Primera Guerra Mundial, muchos países empezaron a adoptar esta práctica con el objetivo de reducir el consumo de carbón. Pero no fue hasta 1974, con el aumento de los precios del petróleo, cuando se empezó a aplicar de manera fija.

En el caso de España, fue el Gobierno de Franco quien decidió en 1942 adelantar los relojes alineándose con la Alemania nazi y marcar una hora de diferencia con nuestros vecinos británicos y lusos. Y así se ha mantenido hasta hoy. Ahora, debido a la propuesta de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, nuestro país tiene la posibilidad de elegir si adopta el horario de verano durante todo el año y gana una hora más de sol (atardecería sobre las 19:00 y amanecería sobre las 06:00) o el de invierno.

De momento, el Ejecutivo español “no ha llegado a ninguna conclusión”, según ha señalado Isabel Celáa, portavoz del Gobierno en funciones y, hasta 2021, España seguirá ajustando las agujas del reloj un par de veces al año. El grupo de expertos que estudia el tema considera que hay muchas implicaciones culturales, sociales y económicas y hay que continuar con “la reflexión”.

Husos horarios y ritmo de vida

Sandford Fleming, diseñador del sistema de husos y de la hora universal, predijo en la Conferencia Internacional del Meridiano de 1884 que la gente vive acompasada con los ritmos circadianos (cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo diario y responden a la luz y la oscuridad). Su teoría que ha servido de base a los actuales estudios sobre el papel regulador que desempeña la luz ambiental en el cuerpo humano.

José María Olalla, profesor de Física de la Universidad de Sevilla, afirma que cambiar la hora no nos va a llevar a conciliar mejor, aumentar nuestra calidad de vida o generar beneficios económicos. Según su opinión, y en línea con lo que defendía Fleming, lo que de verdad marca nuestro ritmo es el amanecer. El científico señala en un artículo publicado en la revista Scientific Reports que los países más cercanos al Ecuador no necesitan mover la hora porque sus horas de luz cambian poco a lo largo del año. Por un motivo radicalmente opuesto, los países más al norte tampoco lo hacen porque la diferencia entre horas es tan grande que no les compensa –en Helsinki, por ejemplo, en verano el sol sale a las cuatro de la mañana y se pone a las diez y media de la noche, y en invierno sale a las nueve de la mañana para ponerse a las tres de la tarde–. Pero, aún así, esos países también cambian sus relojes por una cuestión de armonización con la Unión Europea.

En el caso de España, vemos cómo el reloj marca la hora de Berlín, pero los ritmos de vida entre ambos países son radicalmente distintos. Como explica el propio Olalla, en nuestro país comer a las 14:00 o cenar a las 21.00 no es tarde –para muchos, podría considerarse incluso pronto–, pero sí lo es para los alemanes. De momento, tendremos que esperar para ver qué horario adopta España y si nos tocará (o no) ajustar nuestros relojes la próxima vez que visitemos a nuestros vecinos germanos… O a los portugueses.

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