El 12 de noviembre concluye el plazo para la formación de un gobierno de transición y los dos líderes, Salva Kiir y Riek Machar, siguen sin ponerse de acuerdo

Sudán del Sur, ante el momento más crítico de su reciente historia

photo_camera REUTERS/JOK SOLOMUN - El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir Mayardit, saluda al exvicepresidente Riek Machar durante su reunión en Juba, Sudán del Sur, el 19 de octubre de 2019

El 9 de julio de 2011, nacía un nuevo país. El más joven del mundo. Sudán del Sur conseguía su independencia de Sudán como resultado del Acuerdo de Naivasha, firmado en 2005, que terminaba con la guerra civil más antigua del continente africano protagonizada por el Gobierno central de Jartum y por el Movimiento de Liberación Popular de Sudán (SPLM).Un referéndum vinculante revelaba que el 98,83% -unos 3,7 millones- de los ciudadanos que componían la población de Sudán del Sur estaba a favor de la independencia, frente al 1,17% restante, definido por 44.000 sursudaneses.

Sin embargo, los vítores y el júbilo por el nacimiento de una nueva nación pasaron a arrojar un panorama desolador. En diciembre de 2013, estalló una nueva guerra civil entre la facción liderada por el presidente, Salva Kiir, y la facción encabezada por el que fuera su vicepresidente, Riek Machar. El detonante fue la denuncia que realizó el primero contra el segundo, al que el mandatario acusó de orquestar un golpe de Estado fallido contra su administración, motivo por el cual acabó despidiendo a todo su gabinete. En 2015, las dos partes enfrentadas consiguieron firmar un acuerdo de paz que, sin embargo, fue efímero, porque se desmoronó al recrudecerse de nuevo la violencia entre las fuerzas gubernamentales y los insurgentes.

Tres años más tarde, en 2018, la senda del diálogo permitió un entendimiento que sí parecía duradero. El Acuerdo revitalizado sobre la resolución del conflicto en Sudán del Sur (R-ARCSS), que contó con la mediación del país vecino Sudán, establecía un poder compartido entre Kiir y Machar y reestablecía a este último en su cargo como vicepresidente. Del mismo modo, se aprobaba un alto el fuego. Tras ello, se pactó un periodo de transición que debía concluir con la instauración de un gobierno civil. La fecha límite es el 12 de noviembre de 2019 y, a tan solo tres semanas, las negociaciones siguen enquistadas, lo que amenaza de nuevo el proceso de paz definitivo, a pesar de la última reunión entre los dos dirigentes del 19 de octubre en Juba, la capital, que también ha sido escenario de las negociaciones de paz de Sudán en las últimas semanas.

La embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Kelly Craft; el representante permanente de Sudáfrica ante las Naciones Unidas, Jerry Matthews Matjila, y el líder rebelde de Sudán del Sur, Riek Machar, en Juba, el 20 de octubre de 2019

“La política de etnicidad y corrupción, junto con la participación de las potencias regionales e internacionales, se combinaron para crear una atmósfera venenosa en la que los líderes de Sudán del Sur han considerado que la decisión es suma-cero: el ganador se lo lleva todo y el perdedor, nada”, analiza Peter Martell en su libro ‘First raise a flag: How South Sudan won the longest war but lost the peace’ (2019).

Estos acontecimientos “han socavado los logros de desarrollo alcanzados desde la independencia y han empeorado la situación humanitaria”, como recoge el Banco Mundial. Los muertos por el conflicto que comenzó hace seis años se contabilizan en 400.000, y los desplazados se elevan hasta los 4,2 millones. De ese total, 2 millones se han convertido en desplazados internos, mientras que el otro 2,2 restante se ha visto obligado a abandonar el país. “Los extremos de inseguridad alimentaria aguda persisten en todo el país y el número de personas que requieren asistencia humanitaria en 2019 sigue siendo de siete millones -más de la mitad de la población- y las mujeres y los niños son los más afectados”, advierte la entidad financiera mundial. 

Niños refugiados de Sudán del Sur juegan fuera de una escuela temporal en el campamento de Bidi Bidi, en el norte de Uganda

Por ello, se ha vuelto capital asegurar una solución política que devuelva la estabilidad a la gobernanza del país y que permita, entonces, la implementación de medidas para conseguir el desarrollo en todos los niveles y ámbitos. Pero para que esto suceda, es necesario que los dos líderes se pongan de acuerdo en la conformación de un gobierno de transición antes del 12 de noviembre. “Sudán del Sur se enfrenta a un momento crítico en el viaje hacia un futuro político y próspero”, alertaron los gobiernos de Estados Unidos, Noruega y Reino Unido en un comunicado emitido de forma conjunta. “Instamos a las partes sudanesas del sur a cumplir con la fecha límite para formar un gobierno de transición que permita las condiciones para una relación constructiva durante la próxima fase del proceso de paz”, declaró la denominada Troika en la nota.

Asimismo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas está trabajando en este sentido. Una delegación del organismo, como parte de la misión de África dirigida por Sudáfrica y Estados Unidos, se desplazó este fin de semana a la capital, Juba. Los 15 miembros del Consejo se reunieron con Kiir, Machar, grupos de mujeres y otros representantes de la sociedad civil, todo ello con el objetivo de “apoyar el proceso de paz”. “Los líderes de Sudán del Sur tienen la oportunidad de llegar a un compromiso político y avanzar a la siguiente fase del proceso de paz de manera creíble, transparente y responsable”, ha aseverado la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Kelly Craft.

El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y la nueva embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Kelly Craft

Del viaje de la delegación diplomática, se han podido extraer dos conclusiones: por un lado, que Sudán del Sur sí ha conseguido progresos -débiles- en materia de desarrollo, como ha reconocido el embajador de Sudáfrica ante la ONU, Jerry Matthews Matjila: la reducción de la violencia política ha permitido el retorno de 594.000 desplazados, se han incrementado los niveles de producción de alimentos, se ha garantizado un mayor acceso humanitario y ha aumentado el volumen de comercio entre las comunidades.

Por otro lado, siguen quedando pendientes de resolución cuestiones clave que afectan al proceso de paz. Ejemplo de ello es la reunificación de las fuerzas de seguridad, que hasta el momento ha sido un total fracaso. Además, se necesitarían tres meses, como mínimo, para lograr que el Ejército nacional unificado que se pretenda crear esté operativo. Integraría a, al menos, 41.500 efectivos, lo que se sumaría a una nueva fuerza especial de 3.000 efectivos, 900 de ellos del SPLM.

Miembros de la Alianza de la Oposición del Sur de Sudán (SSOA), una coalición de grupos rebeldes

Machar ya ha mostrado su preocupación en este sentido: “Se declaró que el 12 de noviembre debería haber un nuevo gobierno… Pero los aspectos que se necesitan para establecerlo no están”. Por ello, ha asegurado que el SPLM no entrará en el nuevo gobierno. “Si lo forzamos, sabemos lo que sucederá, el alto el fuego que hemos disfrutado estará en peligro”, ha advertido el líder opositor, quien también ha solicitado un aplazamiento de tres meses de la fecha límite, hasta febrero de 2020.

Por ello, los analistas consideran que el enfoque que está adoptando la comunidad internacional, encabezada por Naciones Unidas, es erróneo: “En lugar de fijarse el 12 de noviembre, todos deberían centrarse en presionar a las partes para que resuelvan los problemas necesarios para formar un gobierno viable con menos riesgo de colapso […] Hay escenarios muchos peores que otro retraso”, explica el analista del International Crisis Group, Alan Boswell.

Desplazados de Sudán del Sur rezan frente a la iglesia del campamento de refugiados de Obo

Una vez concluya el proceso de paz y se forme el gobierno de transición en Sudán del Sur, el próximo objetivo será la celebración de elecciones. 

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