La ruleta nuclear rusa
Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.
Durante la Guerra Fría el arma atómica jugó un papel central en la estrategia de seguridad de ambos bloques. El conflicto ucraniano, que enfrenta a las dos superpotencias nucleares del momento, le ha devuelto toda su vigencia.
Con China, Corea del Norte e Irán, además, amenazando el sistema de no proliferación, se corre el riesgo de una carrera nuclear global.
La guerra de Ucrania parece abocada a un duelo prolongado que devastará dicho país y pondrá Europa a prueba. Unos analistas argumentan que, porque Rusia nunca utilizará el recurso atómico o bien porque hay que asumir el riesgo correspondiente, hay que imponer a Moscú una derrota sin paliativos.
Otros consideran que el chantaje nuclear ruso no es ningún farol y, en cualquier caso, el riesgo es inasumible porque temen que el Kremlin acuda al último extremo antes que aceptar una derrota humillante.
No es nada fácil mantener el debido equilibrio entre firmeza y prudencia, teniendo en cuenta que el presidente Putin ha demostrado ser un enemigo peligroso y parece determinado a no aceptar un fracaso completo.
Durante la Guerra Fría el arma nuclear jugó un papel central en la estrategia de seguridad de ambos bloques. Tras la caída del Muro de Berlín dicha amenaza cayó prácticamente en el olvido, dejando atrás lo que parecía haber sido únicamente una prolongada pesadilla. Desgraciadamente, la guerra de Ucrania, que enfrenta a las dos superpotencias nucleares del momento en lo que, cada vez más, se puede definir como una guerra por delegación (proxy war) entre Washington y Moscú1, le ha devuelto toda su vigencia.
A finales de marzo, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que Rusia tiene la intención de desplegar armas nucleares tácticas en Bielorrusia, amenazando, una vez más, con la aterradora perspectiva del uso de este tipo de armas en la guerra en curso. Existe un gran consenso en reconocer que dicho conflicto armado es el enfrentamiento nuclear más peligroso desde la crisis de los misiles de Cuba de 1962.
El problema no queda ahí, Corea del Norte se muestra más amenazante que nunca, Irán está muy cerca de poder disponer del arma atómica, y China podría unirse en la próxima década a Estados Unidos y Rusia como tercera superpotencia nuclear, propiciando una carrera nuclear global.
Hasta la fecha, la disposición de una cantidad de ojivas nucleares rusas suficientes para poder destruir las principales ciudades tanto de Europa como de Estados Unidos está impidiendo que las potencias occidentales, lideradas por Washington, hayan derrotado la invasión militar rusa de Ucrania, imponiendo al Kremlin un castigo acorde a su atrevimiento. Así, la dimensión nuclear está modulando la respuesta gradual de los aliados en su apoyo a Kiev, precisamente para evitar llegar a una situación en la que la potencia euroasiática se pudiera ver tentada a tomar una decisión irreversible.
Al poco de iniciarse la guerra, cuando le preguntaron al presidente Joe Biden por qué su país no había adoptado una posición más firme frente a Rusia, este contestó: «Porque ello supondría la Tercera Guerra Mundial».
Gracias a su enorme arsenal nuclear (más de 1.500 ojivas desplegadas en misiles, submarinos y bombarderos capaces de alcanzar el territorio estadounidense), la Federación Rusa es en la actualidad —y, por poco tiempo— el único país del mundo que puede definirse como una amenaza existencial para los Estados Unidos2.
Se discute si Rusia podrá o no llegar a emplear dicha arma en el contexto de la guerra de Ucrania y en función de ello queda también condicionada la respuesta estratégica. Este documento pretende presentar dicho debate, los argumentos que lo sostienen y la trascendencia que ello tiene para la seguridad de Europa y del mundo.
Si, durante la Guerra Fría, Estados Unidos igualaba su desventaja en Europa en armamento convencional con la URSS mediante el arma nuclear, desde la disolución de esta en 1991 y, más en concreto, desde la doctrina Primakov de 1996, Rusia está aplicando la misma fórmula, pero en sentido opuesto. Ante la enorme superioridad americana en armamento convencional, Rusia recurre a su arsenal nuclear para seguir siendo una potencia relevante3.
Desde el colapso soviético, mientras se iba desvaneciendo la confianza mutua, el Kremlin ha ido revisando su cosmovisión estratégica, dando una importancia creciente a la dimensión nuclear. Aunque sus doctrinas militares en los años 2000, 2010 y 2015 contemplaron el uso de armas nucleares, no fue hasta 2020 cuando, por primera vez, Rusia publicó una política nuclear específica con el nombre de Fundamentos de la política estatal de la Federación de Rusia en el campo de la disuasión nuclear4.
Este documento especifica que Rusia «considera las armas nucleares exclusivamente como un medio de disuasión», que la política de disuasión nuclear de Rusia «es defensiva por naturaleza» y enfatiza que Rusia mantiene fuerzas que podrían «infligir daños inaceptables a un adversario potencial... en cualquier circunstancia»5.
Así, la doctrina nuclear rusa considera el empleo del arma nuclear en los siguientes casos:
- cuando haya recibido datos fiables sobre un lanzamiento de misiles balísticos que ataquen el territorio de la Federación Rusa y/o el de sus aliados (launch on warning);
- en respuesta al uso de armas nucleares u otro tipo de armas de destrucción masiva por parte de un adversario contra la Federación Rusa y/o sus aliados;
- por un ataque enemigo contra lugares críticos gubernamentales o emplazamientos militares de la Federación Rusa que pongan en peligro la respuesta de las fuerzas nucleares y
- frente a una agresión contra la Federación Rusa con el uso de armas convencionales cuando la existencia del Estado esté en peligro.
Queda pues descartado el empleo del arma nuclear con carácter preventivo durante conflictos convencionales, pero no que Moscú pueda amenazar con escalar al empleo nuclear como una forma de disuadir un conflicto que amenace la existencia del Estado6.
Rusia dispone de la tríada nuclear —capacidades terrestres, navales y aéreas— heredada de la URSS, cuyos componentes en gran parte está modernizando. El proceso, todavía en curso, se inició en 1998 y recibió un importante impulso a partir de 2008, a raíz del anuncio de la ampliación de la OTAN a Ucrania y Georgia en la cumbre de Bucarest y la consiguiente intervención militar rusa en Osetia del Sur y Abjasia. En diciembre de 2020, Putin informó que alrededor del 86 % de la fuerza nuclear estratégica de Rusia estaba compuesta por armas modernas, una cifra que esperaba aumentar al 88 % en 20217.
Los 310 misiles balísticos intercontinentales (ICBM por sus siglas en inglés) con bases de lanzamiento por todo el territorio de la Federación (figura 1) pueden lanzar hasta 1.189 ojivas, de las que únicamente unas 800 están desplegadas y disponibles para ser utilizadas. Rusia está sustituyendo los ICBM de la era soviética por nuevos modelos, destacando la importancia de los vehículos de planeo hipersónicos, anunciados por el presidente Putin el 1 de marzo de 2018, cuya combinación de maniobrabilidad y alta velocidad plantea importantes desafíos para la defensa antimisiles convencional8.
La fuerza naval de misiles balísticos lanzados desde submarino (SLBM por sus siglas en inglés), clave para conservar la capacidad de respuesta en caso de ataque nuclear enemigo, se despliega con las flotas del Norte y del Pacífico. A principios de 2020, disponía de 9 submarinos estratégicos, de tres tipos diferentes, con misiles a bordo con capacidad para transportar 144 misiles balísticos y hasta 656 ojivas nucleares9. En la actualidad se están sustituyendo los submarinos más antiguos por los de clase Borei, equipados con misiles Bulava, de los cuales el séptimo, Emperador Alejandro III10, acaba de ser entregado a la marina rusa, de un total previsto de 10 para 2027.
Se estima que Rusia cuenta con 60 a 70 bombarderos, con capacidad para lanzar hasta entre 12 y 16 misiles de crucero nucleares, desplegados en dos bases del sureste y lejano oriente rusos.
Por último, las Fuerzas Armadas rusas disponen de una gran variedad de sistemas, denominados tácticos, que pueden lanzar unas 2.000 cabezas nucleares a distancias medias y cortas.
Estados Unidos tiene suficiente capacidad militar convencional para destruir la capacidad militar rusa, tanto la desplegada en Ucrania como la que mantiene en su propio territorio. Si no lo hace, es por temor a una respuesta nuclear por parte de la Federación Rusa. Para reforzar su efecto disuasorio, desde el inicio de la guerra de Ucrania, el presidente Putin ha amenazado repetidas veces con la posibilidad de su empleo. De hecho, es la debilidad relativa rusa lo que hace más probable y estratégicamente relevante su posible utilización, en particular de las armas nucleares tácticas.
Michael Kofman y Ana Loukianove Fink afirman que, según su pensamiento militar, llevado a la práctica en los grandes ejercicios, «el Ejército ruso no cree que el uso limitado del arma nuclear conduzca necesariamente a una escalada descontrolada y sí que el empleo calibrado de las capacidades convencional y nuclear no solo es posible, sino que puede tener efectos disuasorios decisivos»11. Esto da especial relevancia al arma nuclear táctica, sin ella, dada la aplastante superioridad convencional norteamericana y la más absoluta irracionalidad del empleo del arma nuclear estratégica, Rusia tendría que renunciar a medirse estratégicamente con Estados Unidos.
La Estrategia Nacional de Seguridad rusa de julio de 2021 considera irrenunciable la condición de gran potencia de la Federación Rusa «como país capaz de llevar a cabo una política exterior e interior independiente y de resistir eficazmente los intentos de ejercer presión externa». El arma nuclear táctica es pues el principal respaldo de dicha aspiración, ampliamente compartida por las élites rusas, que constituye el eje central la política exterior y de seguridad del presidente Putin.
De momento, lo que está claro es que el contexto estratégico-operacional de la guerra de Ucrania está modulado por la disuasión nuclear rusa. Washington mide su apoyo militar a Kiev de forma gradual, de modo que las tropas ucranianas contengan a las rusas e incluso las hagan retroceder, pero no dispongan de la capacidad para atacar en profundidad el territorio de la Federación Rusa, ni para infligir una derrota tal a las fuerzas rusas desplegadas en el este de Ucrania que induzca al Kremlin a enfrentar el dilema de una posible respuesta nuclear táctica.
El resultado es un conflicto armado que se prolonga en el tiempo y que está degenerado en una guerra de desgaste que amenaza con devastar Ucrania y dañar Europa, con el peligro de que aparezcan graves fracturas en la coalición. En una guerra de tales características, Rusia mantiene una ventaja significativa sobre Ucrania en virtud de su mayor población y capacidad de movilización de su Ejército.
Ante lo que se presenta, al menos de momento, como un callejón sin salida, se plantea un debate estratégico con dos posiciones encontradas cuyos argumentos quedan bien recogidos en dos artículos del Foreign Affairs.
Sam Greene and Alina Polyakova defienden: «El mensaje para Putin y sus generales debe ser claro: no hay ninguna solución de compromiso disponible, ninguna línea de defensa excepto la propia frontera rusa, y ningún límite a la resolución occidental»12.
En contraposición Nina Tannenwald afirma:
«Es imposible decir definitivamente si un mayor apoyo occidental a Ucrania provocará una respuesta nuclear rusa. Nadie lo sabe realmente. Los riesgos nucleares en esta guerra son considerables, ya que la OTAN sigue implicándose cada vez más en la defensa de Ucrania mientras que Rusia parece cada vez menos contenida. La disuasión podría fallar de múltiples maneras, ya sea por actos intencionados o por errores de cálculo […]. La obligación de Biden consiste en asegurarse de que la guerra no derive en un conflicto nuclear con Rusia. Nadie quiere que el chantaje nuclear ruso tenga éxito, tanto por razones morales como estratégicas. Pero los dirigentes occidentales responsables tienen que sopesar seriamente la probabilidad de un acontecimiento calamitoso»13.
En el primero de los casos la argumentación es la siguiente:
«Putin puede convertir y convertirá cualquier cosa que no sea un colapso militar completo en una victoria para los grupos internos que le mantienen en el poder […]. Occidente debe tener claro que todo lo que no sea el pleno restablecimiento de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania representará una derrota catastrófica para Estados Unidos y sus aliados europeos […]. Potencias revisionistas como China, Irán y Rusia pronto empezarían a buscar agujeros en el paraguas nuclear de la OTAN […]. Los propios ucranianos pueden decidir que quieren dejar de luchar […]. Si eso ocurre, los gobiernos occidentales deberían estar dispuestos a apoyar a Kiev en la negociación de un acuerdo que garantice la seguridad del país y lo encamine hacia la adhesión a la OTAN y la UE […]. Pero los dirigentes y la opinión pública occidentales no deben hacerse ilusiones sobre lo que ocurriría si se impusiera esa elección a Ucrania simplemente porque la opinión pública occidental se cansara de una guerra que ni siquiera estaban librando […]. En muy poco tiempo, significaría más guerra, no menos guerra […]. Un año después del inicio de la guerra, hay dos cosas claras: en primer lugar, el suministro de armas cada vez más potentes no ha provocado una escalada rusa desenfrenada y, en segundo lugar, la relativa moderación occidental no ha impedido a Putin bombardear objetivos civiles ucranianos»14.
En sentido opuesto, Tannenwald afirma:
«Los dirigentes rusos han advertido repetidamente de una escalada si Occidente sigue armando a Ucrania, pero, según el argumento, el Kremlin no recurrirá realmente a las armas nucleares ni romperá el tabú relativo a su uso. En consecuencia, muchos observadores, en su mayoría ajenos al gobierno, adoptan una actitud displicente ante el riesgo de una escalada nuclear […]. Los detractores de la prudencia de Occidente la tachan de «autodisuasión», pero es simple y llanamente disuasión […]. Durante la Guerra Fría, Occidente no respondió militarmente cuando la Unión Soviética invadió Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. Los líderes occidentales se mantuvieron al margen debido al riesgo inaceptable de una escalada nuclear»15.
Frente a los que consideran que la decisión de Rusia de no utilizar todavía armas nucleares es una prueba de que nunca lo hará o que Putin es un actor racional y que no se arriesgará a la calamidad y al estatus de paria que seguiría a cualquier empleo ruso de un arma de este tipo, Tannenwald cita a Masha Gessen: «En la retorcida visión del mundo del presidente ruso el uso de armas nucleares podría justificarse como un curso de acción racional»16.
Dadas las gravísimas consecuencias de su empleo, la posibilidad de que Rusia pueda llegar a utilizar el arma atómica no se plantea en el actual contexto operativo, ni por el hecho mismo de enviar a Ucrania unas u otras armas, sino únicamente como último recurso, en función de una posible debacle militar rusa, de su impacto en el mismo sistema de poder del Kremlin o que de ello se pudiera derivar una profunda crisis interna. Graham Allison defiende que si Putin y su régimen se enfrentan a lo que ellos perciben como una derrota humillante es muy probable que pudieran llegar a emplearla17. En una tercera de ABC, Michael Ignatief lo expresaba en términos simples y claros: «Si Ucrania gana, Rusia pierde, y si Rusia pierde, o teme estar a punto de perder, puede que Putin emplee sus armas nucleares. Si lo hace, estamos en un mundo aún más oscuro que en el que vivimos ahora»18.
Un escenario potencialmente cercano en el tiempo y razonablemente factible en el que el Kremlin se podría plantear la utilización del arma atómica (figura 2) sería una ofensiva ucraniana que alcanzara el mar de Azov (1). De ello se derivaría la pérdida irremisible de Crimea, indefendible si pierde su enlace terrestre con el territorio de la Federación, dada la extrema vulnerabilidad del puente del estrecho de Kerch (2). La decisión tomada por Putin en septiembre de 2022 de incorporar las cuatro provincias parte ocupadas— en el territorio de la Federación Rusa (figura 3) permitiría justificar el empleo del arma atómica conforme a su doctrina nuclear.
La disuasión en general, y la nuclear en particular, necesitan el respaldo de una firme voluntad de acción para ser creíble. Del mismo modo, no se puede responder con grandes concesiones a un chantaje nuclear porque eso llevaría a la parálisis estratégica y a ser sistemáticamente víctima de las siguientes amenazas, cediendo la iniciativa y dando a la potencia desafiante un poder aún más peligroso.
Así mismo, en el grado en que se ignoran o se consideran meros faroles las amenazas del uso del arma de destrucción masiva se debilita su efecto estratégico, pero, según se van superando las sucesivas líneas rojas, también se va acercando peligrosamente el umbral de su empleo. No es fácil tener una idea clara de dónde están las líneas rojas en Ucrania, habría que penetrar la mente y la consistencia psicológica del liderazgo ruso, que hasta ahora ha demostrado estar dispuesto a llegar más lejos de lo que se esperaba. Se trata pues de un duelo de voluntades jugando al «siete y medio» en el que se podría descubrir demasiado tarde que la subida de la apuesta ha provocado la respuesta no deseada. En consecuencia, la réplica a dicho tipo de intimidación ha de ser firme y prudente a la vez.
El problema se agrava más al tratarse de una coalición. Los diferentes Estados que participan en ella tienen distinta disposición para asumir riesgos en función de cómo esta guerra pueda afectar a cada uno de ellos y de su capacidad de respuesta. Berlín y Londres, por ejemplo, tienen perspectivas distintas, teniendo Alemania más intereses en juego y estando en el camino de recuperar la centralidad en materia de defensa europea sin disponer del arma nuclear.
Si la guerra escala, tanto horizontal como verticalmente, repercutirá de manera desigual en unos y otros aliados, se trate del ámbito energético, económico, militar o en el contexto geopolítico global. También, se podría dar el caso de que unos Estados presionen para ir saltando determinadas líneas rojas y las consecuencias las terminen pagando otros.
En consecuencia, una respuesta mal medida, tanto por exceso como por defecto, puede debilitar, e incluso romper, la cohesión de la alianza europea y occidental.
Hay quien piensa, y no le falta razón, que no conviene poner de relieve los peligros que se derivan de la dimensión nuclear de la guerra de Ucrania porque puede crear dudas entre los aliados menos comprometidos. Ciertamente, puede ser así, pero ignorar esta realidad es adoptar la actitud del cordero que acepta el sacrificio con mansedumbre y ¡estamos hablando de un peligro existencial!
Tras la Guerra Fría, Estados Unidos se centró en mantener su arsenal nuclear existente y en modernizar las plataformas para disponer de capacidad disuasoria frente a Rusia, así como en desarrollar defensas antimisiles, centradas en hacer frente a Corea del Norte y a una posible amenaza iraní, no para contrarrestar a Rusia o China19.
Hoy resulta evidente que ni las condenas ni las sanciones internacionales han logrado evitar que Corea del Norte, cuyas pruebas de misiles balísticos han alcanzado su máximo muy holgado en 2022, se haya convertido en la novena potencia nuclear del planeta, que cuente con una capacidad de segundo golpe y que intensifique su actitud desestabilizadora. Así mismo, a pesar también de las sanciones, Irán, que cuenta ya con uranio enriquecido al 84 %, está cada vez más cerca de poder construir una bomba atómica. Con el ámbito de la proliferación nuclear suficientemente enrarecido, y tras años en que Washington y Moscú han ido deconstruyendo los últimos reductos del sistema de acuerdos de desarme nacido en la Guerra Fría, Vladímir Putin se ha encargado de elevar la alarma aún más tras el anuncio de que Rusia «suspende temporalmente» su adhesión al acuerdo Nuevo Start o Start III20.
Lo que está ocurriendo en China que, hasta hace poco tiempo, mantenía una fuerza nuclear relativamente pequeña, es aún más preocupante. Washington prácticamente ignoraba las perspectivas de una rápida expansión de las fuerzas nucleares chinas y, recientemente, acaba de reconocer que Pekín probablemente le ha superado en número de lanzadores terrestres de ICBM con capacidad nuclear.
«La fuerza de misiles de China ya supera la capacidad de las defensas antimisiles estadounidenses para interceptar los ICBM que apuntan al territorio continental de Estados Unidos. Además, China, según estimaciones no clasificadas, tiene capacidad para atacar simultáneamente contravalor (las ciudades estadounidenses) y contrafuerza (la capacidad nuclear de primer ataque de Estados Unidos)»21.
Se calcula que el arsenal chino de ojivas nucleares se vaya a triplicar a 1.000 para 2030. Junto con la construcción de silos, ha desarrollado un nuevo ICBM capaz de armarse con hasta diez ojivas nucleares con lanzaderas hipersónicas, lo que permitirá al Ejército chino ampliar aún más su arsenal terrestre, hasta 3.000 cabezas nucleares. Del mismo modo, Pekín también ha estado modernizando su fuerza de misiles balísticos lanzados desde submarinos y su flota de bombarderos de largo alcance con miras a disponer de una tríada robusta. Todo ello pondrá al gigante asiático en paridad con las actuales superpotencias nucleares, Rusia y Estados Unidos. Parece poco probable que Pekín vaya a detener este proceso, dada la negativa del presidente Xi Jinping a entablar conversaciones sobre el control de armas22.
«Es difícil exagerar la importancia de este esfuerzo chino. Al desarrollar tal arsenal nuclear, China está trastornando el sistema nuclear bipolar […]. Al acercarse a la paridad con las dos grandes potencias nucleares existentes, China anuncia un cambio de paradigma hacia algo mucho menos estable con un mayor riesgo de una carrera armamentista nuclear y mayores incentivos para que los Estados recurran a las armas nucleares en una crisis […]. En un sistema tripolar, simplemente, no es posible que cada Estado mantenga la paridad nuclear con los arsenales combinados de sus dos rivales»23.
«La eficacia del paraguas nuclear estadounidense, o disuasión ampliada, podría quedar en entredicho. Dicha disuasión ampliada significa salvaguardar a las naciones aliadas de la amenaza de represalias nucleares. Así, la OTAN y los aliados por tratados como Corea del Sur y Japón están incluidos en la disuasión nuclear. Disponer de una sólida capacidad de primer ataque contra Estados Unidos plantea preguntas como ¿se arriesgaría Washington a una guerra nuclear y a perder ciudades como Washington y Nueva York para defender a Estonia... o a Taiwán?»24.
Antes o después, la expansión del arsenal nuclear chino no dejará de tener una respuesta en la India. ¿Qué hará entonces Paquistán? Por otra parte, ¿veremos una Corea del Sur o un Japón nucleares o nuevas potencias nucleares en Oriente Próximo?
«El siglo XXI podría convertirse en el siglo de la proliferación desenfrenada, con más de 15 Estados poseedores de armas nucleares»25.
La guerra de Ucrania, al poner de relieve el impacto estratégico determinante del arma nuclear, «está enviando un mensaje al resto del mundo: si tienes armas nucleares, nunca renuncies a ellas. Si no las tienes, no escatimes esfuerzos para obtenerlas […]. Las repetidas amenazas nucleares del presidente Putin han socavado las garantías de no primer uso y el papel tradicional de las armas nucleares como último recurso en caso de supervivencia nacional»26.
«Existe también el peligro creciente de que se utilicen armas nucleares basándose en juicios erróneos, falsas alertas de ataque u otros errores de cálculo. Con la ayuda de los rápidos cambios tecnológicos, los adversarios de Estados Unidos, incluidos los agentes no estatales, podrían utilizar los ciberataques para interrumpir el mando y control de las armas nucleares y los sistemas de alerta temprana, sistemas que pueden poner en marcha el reloj de una posible respuesta nuclear, dejando a los gobiernos solo unos minutos para decidir si proceder o no»27.
Todos los vientos parecen soplar en la dirección contraria a la paz y la estabilidad globales y el sistema internacional dispone, cada vez, de menos mecanismos eficaces para gestionar el control de armamentos, la seguridad cooperativa y la no proliferación. En vista de estos alarmantes acontecimientos, nunca ha sido tan urgente encontrar nuevos enfoques para prevenir el uso de armas nucleares. Las vías disponibles para reducir la amenaza atómica, las estrategias construidas desde la crisis de los misiles cubanos de 1962, siguen estrechándose28.
La prudencia demostrada durante aquella crisis tiene lecciones para hoy:
«Cuando tantos comentaristas en Rusia y en Occidente piden una victoria resuelta de uno u otro bando en Ucrania. Algunos estadounidenses y europeos dan por sentado que el empleo de armas nucleares en la crisis actual está completamente descartado y que, por tanto, Occidente puede arrinconar al Kremlin con seguridad, obteniendo una amplia victoria para Ucrania. Pero mucha gente en Rusia, especialmente en torno a Putin y entre sus propagandistas, dice desafiantemente que «no habría mundo sin Rusia», lo que significa que Moscú debería preferir un Armagedón nuclear a la derrota. Si tales voces hubieran prevalecido en 1962, ahora estaríamos todos muertos»29.
Habermas reflexiona sobre el proceso bélico y concluye:
«Lo importante es el carácter preventivo de unas conversaciones al tiempo que eviten que una larga guerra se cobre aún más vidas, cause más destrucción y acabe enfrentándonos a una disyuntiva desesperada: intervenir activamente en el conflicto o abandonar a Ucrania a su suerte para no desencadenar la primera guerra mundial entre potencias con armas nucleares»30.
«Mientras haya guerra en Ucrania, existirá un riesgo real de escalada nuclear en la región. La solución más eficaz y duradera para reducir ese riesgo sería un alto el fuego negociado», algo hoy todavía lejos de poder llevarse a la práctica. Más allá de Ucrania, la creciente dependencia de las armas nucleares para la disuasión por parte de los Estados que las poseen amenaza el futuro de la humanidad. «Se necesita urgentemente un nuevo paradigma de seguridad mundial»31.
La guerra de Ucrania ha devuelto al arma nuclear el protagonismo estratégico que perdió tras el final de la Guerra Fría, tanto a nivel europeo como global.
China, Corea del Norte e Irán amenazan el sistema de no proliferación, por lo que pronto podría haber 15 Estados nucleares.
De momento, dicha poderosa capacidad militar está configurando el modelo de respuesta de Estados Unidos y sus aliados frente a la invasión rusa de su vecino eslavo.
Washington calibra el apoyo militar a Kiev, de modo que las fuerzas rusas sean rechazadas, pero sin arriesgar una grave derrota de estas últimas que podría acercar al Kremlin al abismo de utilizar el arma atómica.
Este designio estratégico lleva a un callejón sin salida y tiende a alargar la guerra con gran penalidad para la misma Ucrania y serios riesgos para Europa.
Occidente debate entre dos estrategias de respuesta:
Argumentando que el presidente Putin nunca utilizará el recurso nuclear o bien que hay que asumir el riesgo correspondiente, unas voces proponen expulsar a las tropas rusas de la totalidad del territorio de Ucrania e imponer a Moscú una derrota cartaginesa.
Otras consideran que el chantaje nuclear ruso no es ningún farol y, en cualquier caso, el riesgo es inasumible porque temen que el Kremlin acuda al último extremo antes que aceptar una derrota humillante.
No todos los aliados contemplan este grave dilema desde la misma perspectiva ni muestran la misma disposición para asumir unos riesgos que pueden adquirir naturaleza existencial.
No es nada fácil mantener el debido equilibrio entre firmeza y prudencia. En cualquier caso, el líder ruso es un enemigo peligroso, ya ha llegado demasiado lejos y no parece dispuesto a dar su brazo a torcer.
José Pardo de Santayana*
Coronel de Artillería DEM Coordinador de Investigación del IEEE
1 LAMO DE ESPINOSA, E. «Tiempos de inflexión histórica. La invasión histórica y el declive del poder occidental». Panorama Estratégico IEEE 2023, p. 65. Marzo de 2023. Disponible en: La asociación estratégica chino-rusa sigue gozando de buena salud (ieee.es)
Nota: todos los enlaces están disponible a fecha de 11/4/2023.
2 KRISTENSEN, H. y KORDA, M. «Russian nuclear forces, 2019», Bulletin of the Atomic Scientists.
3 FRIAS SÁNCHEZ, C. «Perspectivas de la proliferación nuclear en Estados Unidos, Rusia y China», Cuaderno de Estrategia IEEE 205: La no proliferación y el control de armamentos nucleares en la encrucijada. Septiembre de 2020, p. 46. Disponible en: La no proliferación y el control de armamentos nucleares en la encrucijada (ieee.es)
4 CASTRO TORRES, J. I. «Un nuevo paso hacia una pesadilla nuclear en Europa», Documento de Análisis IEEE 27/2022. Disponible en: https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2022/DIEEEA27_2022_JOSCAS_Nuclear.pdf
5 Russia’s Nuclear Weapons: Doctrine, Forces and Modernization. Congressional Research Service. Abril de 2022. Disponible en: *R45861 (congress.gov)
6 Ibídem.
7 KRISTENSEN, H. y KORDA, M., «Russian nuclear forces, 2020», Bulletin of the Atomic Scientists.
8 Russia’s Nuclear Weapons: Doctrine, Forces and Modernization. Congressional Research Service. Abril de 2022.
9 Strategic fleet - Russian strategic nuclear forces (russianforces.org)
10 FAULCONBRIDGE, Guy. «Putin to boost Russia’s nuclear forces after suspending arms treaty», Reuters. Febrero de 2023. Disponible en: Putin to boost Russia’s nuclear forces after suspending arms treaty - The Globe and Mail
11 KOFMA, M. y FINK, A. L. «Escalation Management and Nuclear Employment in Russian Military Strategy», War on the Rocks. 19 de septiembre de 2022. Disponible en: Escalation Management and Nuclear Employment in Russian Military Strategy - War on the Rocks
12 GREENE, S. y POLYAKOVA, A. «Russia Wants a Long War: The West Needs to Send Ukraine More Arms, More Quickly», Foreign Affairs. 16 de marzo de 2023.
13 TANNENWALD, N. «The Bomb in the Background: What the War in Ukraine Has Revealed About Nuclear Weapons», Foreign Affairs. 24 de febrero de 2023.
14 GREENE, S. y POLYAKOVA, A. Op. cit.
15 TANNENWALD, N. A. Op. cit.
16 Ibídem.
17 ALLISON, G. Conferencia online en CDA Institute. Disponible en: Putin Can't Survive a Humiliating Loss in Ukraine
- Graham Allison - YouTube
18 IGNATIEF, M. «¿Poner fin a la Guerra?», Tercera de ABC. 23 de febrero de 2023.
19 CARAFANO, J. «The future of the U.S.-China nuclear arms race», GIS. 21 de marzo de 2023. Disponible en: The Chinese-United States nuclear arms race takes off (gisreportsonline.com)
20 «Nuevas fuentes de inquietud», Informe Semanal de Política Exterior, n.º 1313. 27 de febrero de 2023.
21 CARAFANO, J. Op. cit.
22 KREPINEVICH, A. «The New Nuclear Age: How China’s Growing Arsenal Threatens Deterrence», Foreign Affairs. Mayo/junio de 2022.
23 Ibídem.
24 CARAFANO, J. Op. cit.
25 ADAM, R. «Beyond Russia’s war against Ukraine», GIS. 13 de febrero de 2023. Disponible en: When stalemate ends, aftermath will be ugly in Russia-Ukraine war (gisreportsonline.com)
26 Ibídem.
27 MONIZ, E. y NUMM, S. «Confronting the New Nuclear Peril», Foreign Affairs. 5 de abril de 2023.
28 Ibídem.
29 RADCHENKO, S. y ZUBOK, V. «Blundering on the Brink: The Secret History and Unlearned Lessons of the Cuban Missile Crisis», Foreign Affairs. 3 de abril de 2023.
30 HABERMAS, J. «Negociaciones de paz ya», El País, Ideas n.º 406. 19 de febrero de 2023.
31 MONIZ, E. y NUMM, S. Op. cit.