El ‘negocio’ de la mendicidad provoca tensiones entre refugiados y mendigos en Argelia

Por Ahmed Brahim 
Foto: Los refugiados subsaharianos y árabes no son aceptados por una parte de la población argelina.  
 
A principios de la década del 2000, la Cabilia, una región del norte de Argelia mayoritariamente bereber, era noticia por sus manifestaciones y protestas en contra del poder centralista y autoritario de Argel y a favor del reconocimiento de su identidad. Algunas de estas protestas acabaron con muertos y heridos en graves enfrentamientos entre manifestantes y la Policía y la Gendarmería en ciudades como Tizi Uzu, capital de la Gran Cabilia. La Cabilia argelina era un símbolo de rebeldía democrática en el país norteafricano. Los tiempos han cambiado, y estos días Tizi Uzu es noticia por algo mucho menos ejemplar: los enfrentamientos entre mendigos locales y refugiados subsaharianos y sirios que malviven en esta ciudad. Después del Eid el-Firt, que marca el final del Ramadán, estallaron violentas peleas en Ued Aissi, un barrio periférico y salpicado de chabolas de Tizi-Uzu, entre mendigos argelinos y extranjeros. Desde ese día, la tensión en el barrio no ha desaparecido y de vez en cuando estallan enfrentamientos. De momento, la presencia policial ha impedido que los disturbios acabaran con muertos. La mayoría de los extranjeros  han huido de países en guerra o muy pobres, como Malí, Nigeria y Siria, y esperan encontrar una vida mejor en Argelia como refugiados, o bien intentarán dar el salto a Europa a través de Marruecos. Mientras, la mendicidad es el único recurso que les queda para no morirse de hambre. La mayoría de los malienses son mujeres y niños. Los vagabundos locales acusan a los subsaharianos de ‘competencia desleal’ en el ‘negocio’ de la miseria. Los mendigos autóctonos,  que suelen ser más ‘profesionales’, se reúnen por la mañana enfrente de un emblemático edificio público del barrio y desde allí se distribuyen por distintos puntos de la ciudad. Mulud, propietario de una cafetería, cuenta a un medio argelino que “antes los habitantes de las chabolas llegaban en furgonetas que los iban repartiendo por la ciudad. Desde que llegaron los sirios y ahora los malienses y los nigerianos, cada día hay peleas”. La ministra de la Solidaridad y de la Familia, Munia Meslem, aseguró que había dado “instrucciones a los responsables de los  establecimientos escolares  para que los niños de los refugiados pudieran ser escolarizados”.  
 
El país no está preparado 
Según la ministra, muchos refugiados rechazaron vivir en los espacios habilitados por las autoridades de Tizi Uzu y otras ciudades del país. La llegada de muchos refugiados de países árabes y africanos golpeados por la guerra y la miseria han cogido desprevenidas a las autoridades y han desatado el descontento de una parte de la sociedad argelina que no acepta de buen grado convivir con extranjeros pobres. Argelia es un país rico en materias primas y gracias a las exportaciones de hidrocarburos tiene un colchón financiero importante. Pero Argelia no es un país preparado para acoger a muchos  refugiados africanos y árabes. Carece de  infraestructuras necesarias y no es un Estado atractivo en términos sociales. La propia población argelina tiene muchos problemas para encontrar una vivienda y un puesto de trabajo dignos;  el nivel de la sanidad pública es mediocre y las prestaciones sociales no tienen como objetivo redistribuir la riqueza y limitar las desigualdades sociales sino comprar la paz social. En este contexto, los refugiados subsaharianos y árabes tienen todas las papeletas para caer en la marginación. 
 
Duras condiciones de vida 
En Argelia, según algunas estimaciones,  hay entre 100.000 y 300.000 subsaharianos. Más del 80% de los africanos subsaharianos se encuentran en el sur del país y el resto están en Argel y Orán. La mayoría de estos inmigrantes provienen de Malí,  Camerún, Nigeria, el Congo y  Costa de Marfil. Los africanos subsaharianos se enfrentan al racismo de buena parte de la sociedad y a la insensibilidad  de las autoridades. Las condiciones de vida de estos inmigrantes en situación irregular es dura. Los argelinos se niegan a alquilarles viviendas o les cobran 6 o 12 meses de alquiler por adelantado. Muchos viven ilegalmente en casas en construcción y sobreviven con pequeños trabajos ocasionales mal pagados. En Argel, algunos  evitan pasear por el centro de la capital y en la calle, a veces, tienen que soportar como los tratan de ‘kaluch’ (negro) o los apedrean. La Policía argelina  no los trata mejor. Los agentes hacen continuas inspecciones y les roban el dinero y sus pertenencias. Aunque tengan papeles de demandantes de asilo, los policías los llevan a menudo detenidos. Las autoridades  dan un salvoconducto al inmigrante mientras tramitan su petición de asilo, pero sólo el 5% de las demandas son finalmente aceptadas. Argelia firmó la convención de Ginebra, pero en la práctica  sólo reconoce como refugiados a los saharauis del Sáhara occidental. Los demás son considerados como inmigrantes ilegales. Para muchos argelinos, los negros son asimilados a la delincuencia, al tráfio de drogas, a la prostitución y a enfermedades como el sida.