Barcelona, capital logística

Anwar Zibaoui

Tanto en el Mediterráneo como a nivel mundial, el transporte y la logística afectan directamente el precio y la disponibilidad local de productos. Es mucho más caro comercializar productos agrícolas entre Argelia y Marruecos, que entre Argelia y España. El bajo rendimiento logístico crea una pérdida irrecuperable, pero su mejora es sangre para la economía. La logística es un ingrediente clave para la competitividad, el crecimiento y la reducción de la pobreza. La creciente internacionalización requiere poner un especial énfasis en el rendimiento de las redes de distribución.

El Mediterráneo, situado en un punto donde Asia, Europa y África están muy próximos entre sí, y rodeado de cientos de millones de habitantes, es una plataforma única para facilitar el comercio, pero necesita más integración, interconexión e impulso de los corredores, como el corredor Mediterráneo.

El mapa del transporte mundial está cambiando, emergen nuevos actores, regiones y ciudades como centros de distribución. Liberar el potencial económico regional es urgente, y, para ello, hay que construir una estrategia económica mediterránea que impulse las inversiones y la construcción de infraestructuras imprescindibles para crecer y competir.

Transformar Barcelona en un HUB logístico para el Mediterráneo representa una alternativa: un híbrido que reduce la tensión entre la integración global y la capacidad de respuesta local. Las organizaciones internacionales y grandes empresas pueden elegir la ciudad como sede para el Mediterráneo. Pero se debe dar respuestas a los retos, seguir la apuesta por las infraestructuras y la creación de redes logísticas de mayor eficiencia.

Barcelona, por su situación geográfica, presenta una gran oferta y es el primer centro logístico regional. Dispone en un reducido espacio de un gran puerto, tanto para mercancías como de pasajeros y cruceros, una importante Zona de Actividades Logísticas (ZAL), un gran aeropuerto  un gran Salón Internacional de Logística (SIL), que abrió ayer sus puertas en el recinto ferial de Montjuic.

El coste de la no integración mediterránea es muy alto. La posible integración cambiaría las tendencias, atraería empresas internacionales, aumentaría las exportaciones e impulsaría la creación de puestos de trabajo y de empresas. Esto impactaría positivamente en todos los países de la región, pero hay que cerrar las brechas entre ambas orillas del Mediterráneo. Lograrlo significaría más comercio y desarrollo.

El Mediterráneo es decisivo en los flujos entre Este y Oeste y es la mejor opción para canalizar las cargas. Barcelona es la alternativa más eficaz y económica.