El fracaso en la lucha contra la islamofobia y la xenofobia en Europa

Ángel Álvarez Hernández/Webislam
Pie de foto: Está claro que la política de criminalizar y controlar a la población musulmana solo ha conseguido incrementar la islamofobia. Mientras el islam se relacione con el terrorismo, la lucha contra la islamofobia será una batalla perdida
La lucha contra la islamofobia ha sido un fracaso en gran parte de Europa. Los datos avalan esta afirmación cuando se tiene en cuenta, que el jefe de la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA), Holger Münch, afirmó que se produjeron más de mil ataques contra centros de refugiados durante el año 2.015. De estos más de mil ataques, 901 fueron ocasionados por grupos xenófobos de extrema derecha, lo que representó un incremento del 500%, ya que en el año 2.014 se produjeron 199 ataques. Cifras que son escandalosas y a las que deben unirse otros 92 incendios intencionados. Estamos ante una ola islamófoba y xenófoba organizada, frente a la que las fuerzas del orden de Alemania, han estado desbordadas.
En España como tal no existen datos oficiales fiables porque no hay un registro de víctimas de delitos de odio y discriminación al no haber un protocolo de actuación por parte de las policía, en las comisarias, para detectar estos casos. Aquí vivimos a ciegas el fenómeno de la islamofobia y la xenofobia, lo que nos da una cierta tranquilidad, ya que al desconocer la envergadura del mal, vivimos como si éste no existiera.
La causa principal de este aumento de la xenofobia y la islamofobia anida en la criminalización de la avalancha de refugiados que llegaron a Europa a partir de finales de agosto y principios de septiembre, cuyo flujo se mantiene.
A Europa le gusta el petróleo barato que le proporcionan, en el mercado negro, los grupos terroristas que controlan zonas petroleras en Libia, Siria e Irak, pero no le importan las víctimas que genera y la huida de la población de las zonas controladas por los terroristas. Uno de los pilares que ha mantenido la economía en gran parte de Europa a partir de mediados del 2.011 ha sido este petróleo barato ensangrentado y lavado a través de multinacionales.
Europa no parece que quiera renunciar a este petróleo, pero está claro que no quiere a los refugiados. El Ministro del Interior sueco, Anders Ygeman, anunció que serian expulsados entre 60.000 y 80.000 personas, y la canciller Ángela Merkel, tras el acuerdo en Berlín sobre el derecho al asilo, dijo que aceleraría las expulsiones de los inmigrantes sin estatus de refugiados y dificultaría la reagrupación familiar. El Primer Ministro británico, David Cameron, amenazó con la deportación de 200.000 mujeres “musulmanas”, que desconocen o no saben suficientemente el idioma inglés.
Natasha Bertaud, portavoz de la Comisión Europea para las Migraciones, manifestó que el 60 por ciento de los migrantes que llegaron a la Unión Europea antes de diciembre del 2.015 no tendrán el estatus de refugiado. Según la Organización Internacional para las Migraciones, más de 847.000 refugiados cruzaron el Mar Egeo en 2015 para llegar a las playas de Grecia, muriendo en la travesía más de 800 personas. El Mar Egeo se ha convertido en una mar de muerte. Human Rights Watch (HRW) ha reiterado constantemente la necesidad de solidaridad de los gobiernos europeos con la población siria y la urgencia de que se incrementen las ayudas humanitarias, sin que sus anhelos hayan encontrado una respuesta adecuada y proporcional. Según la ONU son necesarios 7.730 millones de dólares para atender a las necesidades de los refugiados sirios y otros 1.200 millones de dólares para las naciones vecinas. Con el objetivo de alcanzar estas cifras, ha sido organizada por la ONU, el Reino Unido, Alemania, Kuwait y Noruega, una conferencia para "Apoyar a Siria y a la región", tras el desastre humanitario que ha provocado la guerra de Siria con el desplazamiento interno de 13,5 millones de personas, y otros 4,6 millones de refugiados en países de su entorno (Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto).
A la Conferencia de Donantes, parece ser que no acudirán de manera estelar ni Obama, ni Putin, por lo que la guerra seguirá mientras los intereses petroleros de multinacionales y países sigan en juego en la región. Ni Rusia Ni Estados Unidos son inocentes en este juego de ajedrez criminal, donde se destruyen países para saquear sus riquezas.
Conviene recordar que, en la guerra de Siria, lo que está en juego no son los derechos humanos y libertades civiles, sino los dos proyectos petroleros enfrentados, y el control geopolitico de toda la zona:
a) La firma del acuerdo entre Rusia y Alemania, que se hizo público el 9 de enero del 2.015 para abastecimiento de gas ruso a Alemania, a través de la empresa Gazprom y la construcción del gasoducto Nord Stream 2. Letonia, Lituania, Estonia, Polonia, Hungría, Rumanía y Eslovaquia enviaron una carta conjunta a Bruselas criticando el plan, que a su juicio puede aumentar la dependencia de Europa del gas ruso, debilitar la seguridad energética de los países de Europa Central y de toda la UE y provocar una mayor desestabilización en Ucrania. El proyecto Nord Stream 2, impulsado por Gazprom y accionistas de la empresa conjunta New European Pipeline AG, prevé la construcción, a través del mar Báltico, de dos ramales paralelos con una capacidad total de 55.000 millones de metros cúbicos al año. Gazprom confirma la necesidad de construir el gasoducto Nord Stream 2. Extracto del artículo, “Gazprom confirma la necesidad de construir el gasoducto Nord Stream 2”).
http://mundo.sputniknews.com/rusia/20160113/1055683006/gazprom-gasoducto-nordstream.html
b) Justo antes del estallido de la guerra civil, se refirió a su estrategia energética como la de «los cuatro mares», al erigirse en lugar de paso que conecta el Mediterráneo, el Caspio, el Mar Negro y el Golfo Pérsico. Así, en mayo de 2009, el emir de Qatar y el presidente turco Erdogán anunciaron un proyecto para construir un gasoducto que lleve el gas catarí a Turquía pasando por Siria. El pequeño emirato del Golfo tiene las terceras mayores reservas de gas natural del mundo, y es el primer productor mundial de gas licuefactado (LNG)…. Según Bruselas, debería estar operativo en 2018. Pero, para muchos, es una quimera irrealizable. Estaba diseñado para transportar el gas iraquí y del Caspio hasta Austria pasando por Turquía y Bulgaria. Sin embargo, en julio sufrió un serio revés comercial cuando Azerbaiyán eligió otro gasoducto, el llamado Trans-Adriatic-Pipeline, para llevar su gas a partir de 2017-2018 hasta Italia vía Turquía, Albania y Grecia. Extracto del artículo “Siria, el escollo entre el gas natural qatarí y Europa", de Borja Bergareche.
http://www.abc.es/internacional/20130915/abci-qatar-petroleo-siria-201309142123.html
No queremos refugiados, pero sí queremos el petróleo barat, que los terroristas roban en sus países de origen. Europa se ha acostumbrado a alimentarse de la sangre de sus víctimas, y a despreciar su sufrimiento.
Es en este contexto es donde se producen las presuntas agresiones por parte de hombres mayoritariamente norteafricanos contra mujeres en Colonia en la Nochevieja de 2.015. Agresiones que fueron adjudicadas a los refugiados, mayoritariamente sirios y musulmanes, y que fueron amplificadas por los medios de comunicación, sin ningún tipo de rigor, exagerando cifras o relatando hechos que posteriormente se demostraron falsos, como la falsa denuncia de una menor de 13 años que manifestó haber sido violada, y que luego lo desmintió.
Mientras el islam se relacione con el terrorismo, la lucha contra la islamofobia será una batalla perdida, no se pueden tolerar titulares en los medios de comunicación donde se habla de “terrorismo yihadista o atentados realizados por grupos radicales o extremistas”. El terrorismo no forma parte del islam, y debe ser alistado y diferenciado del islam. Ningún acto terrorista debe ser atribuido a los musulmanes, ni se les puede hacer colectivamente responsables de actos tan salvajes. El islam puede tener corrientes conservadoras, que pueden parecer excesivas, como a otras personas les puede parecer que dentro del cristianismo o el budismo pueden haber corrientes radicales, pero el terrorismo no forma parte de ninguna religión. El Ku Kux Klan no fue un movimiento cristiano, sino terrorista y paramilitar, y de la misma manera se deben interpretar las acciones de grupos criminales como Boko Haram, Al Nusra o DAESH, (mal llamado Estado Islámico).
Los grupos políticos democráticos y sus dirigentes deberían ser los primeros en dar ejemplo y no criminalizar a la población musulmana. Medidas como las tomadas en Francia tras los atentados en París el 13 de noviembre del 2.015, que costaron la vida a 137 personas y otras 415 resultaron heridas, han demostrado ser un fracaso a pesar de su enorme envergadura. El estado de excepción que se decretó afectó a la vida de miles de musulmanes inocentes que, de repente, se vieron señalados como sospechosos de unos actos terroristas con los que nada tenían que ver. YouGov realizó una encuesta para el canal iTele, según la cual, el 77 por ciento de los encuestados están a favor del estado de excepción que faculta a la policía para realizar búsquedas en domicilios sin órdenes judiciales y para arrestar a sospechosos. Desde noviembre de 2015, según datos de la policía, se han realizado más de 3.800 redadas en domicilios y centros sociales, y han sido detenidas 300 personas.
La criminalización y control de la población musulmana ha contribuído a robustecer los argumentos de la extrema derecha en toda Europa que, con una sonrisa cínica e insidiosa, no para de decir, “¡Véis: teníamos razón, la sociedad multicultural es un fracaso!”.
Marine Le Pen, o movimientos como PEGIDA, desafían descaradamente la paz social, con sus propuestas identitarias, que abarcan desde la deportación masiva de inmigrantes musulmanes a sus países de origen, hasta la asimilación forzosa de estos sin respetar sus peculiaridades.
El neofascismo y el populismo demagógico se han hecho respetables en muchas zonas de Europa, como Hungría u Holanda, donde se disfraza de demócrata, liberal y defensor de los derechos humanos contra el islam, al que acusa de homófobo, machista y causa del terrorismo.
El terrorismo del mal llamado Estado Islámico, Boko Haram o los talibanes no es una creación del islam, sino de traficantes de drogas, delincuentes y terroristas profesionales financiados por gobiernos, en su lucha por el control de los recursos económicos. No es cierto que una generación de jóvenes musulmanes descontentos se haya sumado a estos grupos terroristas por su rechazo a occidente, sino que estos grupos terroristas se han alimentado de la pobreza, la miseria y la falta de conocimiento de muchos jóvenes para desestabilizar zonas y derrocar gobiernos, financiados por poderes en la sombra.
La masa humana que alimenta a los grupos terroristas, según describe el diario ABC, en su artículo “El Magreb se convierte en la cantera de yihadista para Irak y Siria”, sería la siguiente:
Desde que en 2011 comenzara la guerra en Siria, unos 15.000 extranjeros se han sumado al frente yihadista en la zona, según Fernando Reinares, investigador del Real Instituto Elcano y catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos. Calcula que unos 1.200 han salido desde Marruecos, unos 1.000 desde Argelia y unos 2.400 desde Túnez, cifra esta última reconocida hace pocos días por las autoridades de ese país que aseguran haber impedido la salida de unos 8.000. La mayoría se unen al EI (90% de marroquíes, 60% argelinos y 80% tunecinos). El Estado Islámico contaría con unos 12.000 hombres de los que unos 3.000 habrían llegado desde Europa
Para poder entender a estos grupos terroristas, es necesario asumir que son ejércitos mercenarios que actúan según los intereses de quienes los financian o los crean, y que su objetivo no es religioso o político, sino que son mercenarios al servicio de sus amos.
Los jóvenes que caen en estas redes son usados como carne de cañón, tras un lavado el cerebro, o delincuentes que buscan, “dinero, poder y mujeres”. Una extraña mezcla de "idealistas captados en las redes sociales y las cárceles y delincuentes en busca de dinero, violencia y mujeres”.
Estos grupos mercenarios no tienen nada que ver con el islam, y su sustento ideológico va mas allá del wahabismo, ya que su metodología de acción en la guerra (violación de mujeres, decapitación de prisioneros, torturas y mutilaciones), no está inspirada en el islam o en la Shariah, sino extraída de los manuales de violencia propios del colonialismo europeo y de la ideología neonazi, que idealizó la violencia y el culto a la violencia, como instrumentos de control social y de conquista.
El ideario terrorista no es musulmán sino una innovación, como ya se ha dicho, propia de interpretaciones wahabíes del Corán, dichos del profeta, (saw), y la ideología fascista y nazi en su metodología de la violencia. A esta aberración se le llama, “salafismo yihadista o salafismo a secas”, pero el nombre de salafismo no se usa correctamente, ya que estos grupos no viven como los compañeros del profeta, (saw), los auténticos salafies, sino como terroristas que mezclan la violencia fascista con la visión wahabí del islam. No son, por tanto, wahabíes en un concepto estricto del término, ni fascistas, ni neonazis, sino terroristas, que actúan como ejércitos mercenarios, captando jóvenes y delincuentes para sus crímenes.
La lucha contra la islamofobia ha fracasado en Europa porque se ha pretendido dar a estos terroristas un estatus de musulmanes que no tienen, y se ha relacionado a la población musulmana con estos asesinos, que no representan el islam. Estos grupos terroristas no dudan en secuestrar, matar, mutilar y torturar a los musulmanes tratando de robarles la bandera del islam, las señas de identidad islámicas, y aparentar que ellos son los representantes genuinos del islam. Nada más lejos de la realidad. Solo son terroristas.
En Londres se han contabilizado 816 ataques y agresiones contra musulmanes entre julio de 2014 y julio de 2015. Un 60 % de estos ataques estuvieron dirigidos contra mujeres musulmanas que usaban hiyab.
Está claro que la política de criminalizar y controlar a la población musulmana solo ha conseguido incrementar la islamofobia, y ha hecho más fuertes a los grupos de extrema derecha xenófobos, cuando lo correcto sería integrar socialmente a la población musulmana aislando a los grupos que promueven el terrorismo y enaltecen sus crímenes. Cada atentado terrorista alimenta la islamofobia, contribuye a la criminalización de la población musulmana, lo que conlleva una espiral que se debe romper, repetimos, integrando a los musulmanes en la sociedad, y persiguiendo los delitos de odio y los grupos terroristas.