La visita del secretario de Estado Kerry a Madrid
Antonio de Oyarzabal/diarioabierto.es
No es el secretario de Estado Mr. John Kerry muy pródigo en sus visitas a España. Claro está que su jefe el presidente Obama tampoco parece tener mucho tiempo disponible para visitar a su fiel aliado europeo, al que periódicamente sin embargo se le solicitan nuevas muestras de leal colaboración militar en Rota o en Morón, por ejemplo.
Ni que decir tiene que nuestras respuestas a estas periódicas solicitudes son en la inmensa mayoría de los casos afirmativas, porque somos conscientes de que nos va en ello nuestra propia seguridad, una participación activa en la defensa de intereses comunes que redunda sin lugar a dudas en nuestro propio beneficio. Algunos aún tenemos la edad suficiente para recordar de primera mano las miserias de un aislamiento internacional y, después, la raquítica dependencia de unos Acuerdos que nos mantuvieron durante más de veinte años en una vergonzante esquina de la defensa Occidental, sin voz ni voto en los foros y organismos donde de verdad se “cortaba el bacalao”. Así que bienvenidos cuantos pasos refuercen ahora una relación militar con Estados Unidos, en el seno de la NATO o bilateralmente, porque solo frutos positivos se deducen de ellos como demuestra la experiencia de estos últimos lustros .
¿Cómo interpretar pues esta aparente desidia de la Administración Obama hacia España en sus casi siete años de mandato? ¿Debemos sentirnos humillados u ofendidos, y hacérselo así saber a quien indudablemente tan poco cuida esas formas y cuidados entre países que se declaran aliados? Creo que una amable llamada de atención de vez en cuando no está de más, pero sin pasarse, con el tono y sentido con que se reclama al amigo sus ausencias, la añoranza de una buena ocasión para reforzar el trato directo, la amistad que se presume pero que conviene alimentar con conversaciones en directo, sin las premuras de problemas puntuales o de crisis urgentes de esas que hay que tratar vía telefónica, o en breves encuentros ocasionales en foros múltiples.
No olvidemos en cualquier caso las dificultades de organizar en estos tiempos lo que llamaríamos la “agenda diplomática” de una Administración americana de cualquier signo. Cuando me correspondió el honor de ocupar la Embajada en Washington – segundo mandato del presidente Clinton -, tampoco faltaban las quejas de quienes representábamos allí a los quince países de la Unión Europea por las trabas que, quien más quien menos, encontraba para despachar con instancias de aquella Administración al nivel que suponíamos nos correspondía. Cuando un día le comentaba esta situación a nuestro colega de la entonces Yugoslavia, me contestó con una triste sonrisa “que suerte tienen Vds. Yo cuando llamo me reciben de inmediato” Su país vivía una cruel guerra interna en pleno corazón de Europa que acabó por desintegrarlo en múltiples pedazos ya de imposible reconstrucción.
Tomemos pues estas largas esperas del presidente de Estados Unidos y de su secretario de Estado para materializar las invitaciones pendientes, como una prueba de que, como país aliado, nos hallamos en el fondo de una lista de urgencias que no paran de renovarse y cambiar. A ojos americanos, todo marcha aquí razonablemente bien, y podemos seguir un poco más en situación de paciente espera. Un piropo.