El Sáhara en la fotografía; la mujer

Antonio Gallego Roca

Pie de foto: Cartel  para la película italiana “ L´Atlantide” de 1921 de Manuel Orazi

¨Nosotros nos nutrimos de la magia de las arenas. Otros quizás, horadarán sus pozos de petróleo y se enriquecerán con sus mercancías. Pero habrán llegado demasiado tarde. Porque los palmerales prohibidos, el polvo virgen de las conchas, nos entregaron su parte más preciosa. Ofrecían tan solo una hora de fervor y esa la vivimos nosotros¨.

Saint-Exupéry; Tierra de hombres

Marruecos, país africano y, podríamos decir, el más  cercano a esa vieja Europa en crisis y nutrida además por el éxodo subsahariano que espera atento su entrada en las fronteras de España y Marruecos, junto a Ceuta y Melilla. Este país africano y probablemente el más europeizado del Islam, nos plantea una expectativa en su profundo sur, cercano e inmenso en el desierto del Sáhara de enunciación misteriosa, nostálgica y añorada en mis recorridos por el mundo, contemplando atardeceres.

Ese sur arenoso, amarillento; cálido en el día y frio en la noche, visto a través de los ojos de la mujer marroquí de hoy nos transporta a su magia. La de la mujer que dulcifica la forma de sus grandes dunas, le dan forma acaso de cuerpo redondeado y femenino.  Julio Caro Baroja, ya en 1955 hablaba de la Alcazaba de Smara, construida por el saharaui Cheikh Malainin en colaboración con los monarcas de Marruecos. Además, Chaikh, en su calidad de Califa del Soberano marroquí,  reunió a numerosas tribus saharianas para realizar un proyecto unionista y de resistencia ante la ocupación extranjera. Fascinación pues por un paisaje y sus gentes. El desierto australiano, el desierto Arábigo, el desierto del Gobi, el desierto de El Rub’ al-Khali (llamado también el desierto vacío), son espacios abiertos y meditativos… pero el desierto del Sáhara es el más grande del mundo con la excepción del mar blanco antártico. Se extiende sobre casi nueve millones de kilómetros cuadrados, en África. Aunque el paisaje más conocido de este desierto es su inmenso mar de arena, lo cierto es que en el Sáhara se pueden identificar todas las formas del relieve características del sistema árido. Situado en el norte de África y abarca numerosos países cómo; Marruecos, Túnez, Mauritania, Níger, Libia, Egipto y Sudán. Desierto distinto, vivo, luminoso y atractivo por los colores fuertes de su paisaje, por la bondad de sus habitantes, idealizado por la soledad y mitificado por el instinto conservador y acogedor de sus gentes. 

La primera visita a estos lugares sorprende por lo inhóspito y la soledad y la calma inunda el espíritu del viajero. Jacques Feyder, con su película l´Atlantide rodada en 1920 y basada en la obra de Pierre Benoit, película muda, como mudo es ese sur de Marruecos. Dos oficiales franceses  perdidos en el Sahara descubren un mundo  ignorado por los mapas, la Atlántida, donde reina sobre una tribu tuareg la bella y cruel Antinea que los atrapa en sus redes de seducción. La Atlántida no se hundió en el mar, según reza la interpretación clásica a partir del Critias de Platón, sino que alrededor de la isla erigida por Neptuno, con sus círculos concéntricos de islas, murallas y canales, emergió la tierra: es así que la Atlántida se localiza en el macizo del Ahaggar, en medio del Sahara, rodeada por océanos de arena. Antinea, símbolo de la suprema  sensualidad, vive en el centro de una gigantesca telaraña formada por todo el desierto, haciendo que sus tuareg rapten a cuanto soldado o explorador (joven y vigoroso, esto es) cometa el infortunio de entrar en sus dominios; después de convertirlos en sus amantes; Sáhara, mujer y amantes un todo de lujuria sensual.

La primera visita al Sáhara marroquí sorprende por el silencio y su  viento al atardecer, tormentas de arena y paz. Bruce Chatwin, en sus  viajes a la Patagonia argentina, escribía a esta parte del mundo como el desierto blanco… alegaba que su intención al retratar no era hacer representaciones fieles. Como Nicholas Shakespeare, su biógrafo, decía: “No cuenta media verdad, sino verdad y media”. Esa es la fotografía, el Sáhara y su color lo plasma mágicamente la mujer. La artista francomarroquí  Leila Alaoui que en la cafetería del hotel Le Diwan de Rabat me decía que la mayor dificultad no fue hacer el paisaje, fue convencer a la gente para que se quedara quieta “en un país en el que las personas tienen aprensiones supersticiosas frente a las cámaras y consideran a menudo la fotografía como una forma de robarle el alma a la gente”. La Amazonia, desierto de naturaleza, fauna y agua es la antítesis al gran sur sahariano marroquí, donde predomina la nada. El oasis es la vida en la nada solitaria, paraíso de frescor y parada revitalizadora para el nativo y el viajero.  En él, se vuelve a la vida, más se prefiere esa soledad abrumadora de la gran duna.

En Rissani, cuna de la dinastía alauita y más al sur, en Erg Chebbi (cerca de Erfoud) y Merzouga, el mundo se transforma y el amanecer se produce con una mezcla fotográfica, confusión de luz y colores, el azul del cielo y sus hombres, y la fresca arena de la duna… Duna, femenina y atractiva por sus formas, acontece en el idilio con el gran sur marroquí y ese idilio surge; y cuando se conoce jamás se puede olvidar y como amante poseído se vuelve y vuelve… permaneciendo para la eternidad en la mente del viajero. El regreso a él, queda siempre como algo mítico, inolvidable y deseado. Con su sola visión  fotográfica, se nos hace sentir en ese lugar, hay una cultura oral donde las mujeres se juntan y hacen poesía instantánea, simultánea y es sublime. Por eso voy a veces para retomar algo de fuerzas, porque es muy grande y se está muy bien. Esa mirada profunda, esos ojos de mujer saharaui observados en el desierto y que jamás olvidare, impactaron el deseo, me sedujeron de ansiedad hacia la lealtad al sur, al Sáhara, a la nada.

Oum el Ghaït Benessahraoui(estudio arquitectura), la cantante marroquí de origen saharaui canta atrapando y una tarde en la plaza Pietri de Rabat me decía: “yo no nací en el Sáhara, soy saharaui de origen por mi padre, mi abuelo, mis ancestros. Mis  orígenes son de El Aaiún y Dahla, actualmente Marruecos. Pero cuando yo digo Sáhara, yo considero el Gran Sáhara, incluida, por ejemplo, parte de Mauritania, que es donde están mis orígenes, en un lugar que hoy forma parte de Mauritania. Pero no, no he tenido problemas, porque soy marroquí y saharaui, amo mi país”.

El desierto de tus ojos, le dije a una mujer marroquí,  me mata, y sí, el desierto mata pero es a la vez la vida que en cada visita te atrapa y contagia tu vida de pasión y seductora enajenación. Desierto y mujer, nada y pasión unidos en el recuerdo, en el deseo y en la lealtad a un país; Marruecos, su propietario. Desierto sahariano en la fotografía, en la pintura de Halima Doua, en la mirada de una mujer árabe, pero sobre todo en el interior de la mejor cámara fotográfica del mundo; la retina de unos ojos, así es Marruecos, así es el Sáhara y sus mujeres.