Trump manía

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: Seguidores de Donald Trump se agolpan para saludarle. Cartel: Gracias Señor Jesús por Trump como presidente.

Indiana ha sido el Estado que ha puesto fin a las primarias en el partido republicano. Desde el 3 de mayo, Donald Trump, que ganó con el 53% de los votos, es el candidato republicano para la Casa Blanca, tras haber juntado también esta semana el número de delegados necesarios para presentarse frente a la Convención Republicana del próximo mes de julio. Ted Cruz, el segundo candidato en número de votos, renunció a la carrera tras conocer los resultados, y con ello se dio de baja también John Kasich, dejando el camino libre al imparable Trump. Desde febrero, el polémico candidato eliminó uno a uno a sus once contrincantes, tras ganar en 33 de un total de 49 estados. De esta manera, Trump llega ante la Convención Republicana, sin rival alguno, lo que obliga al aparato del partido, dentro del que el multimillonario no despierta gran simpatía, apoyarle para las generales del 8 de noviembre.

Si bien, todavía no está claro quién va a ser su adversario del lado demócrata - dado que todavía Hillary Clinton, la favorita en las encuestas, se disputa la permanencia con Bernie Sanders -, de celebrarse hoy las elecciones generales, la ex primera dama llevaría una ligera ventaja sobre Trump, en caso en que la pelea por la Casa Blanca se diera entre los dos. Aunque, la distancia entre ambos se ha reducido en el último mes en 3-4 puntos, lo que demuestra que el discurso de Trump cala entre los estadounidenses. No obstante, algo que muchos pasan por alto, es el mayor potencial de Sanders de frenar a Trump, debido a que las encuestas revelan que, en caso en que ambos sean los candidatos finales, Sanders ganaría con el 51% de los votos.

Indignación general

Sea como fuere, una cosa está clara. Esto es, el discurso xenófobo y agresivo de Trump que, en vez de provocar rechazo entre los estadounidenses, sumó a cada vez más seguidores. Aunque tampoco se tuvo que esforzar mucho. Sus excentricidades encandilaron a los medios de forma que estos casi le hicieron la campaña. Hasta febrero, las tres cadenas principales, NBC, ABC y CBS, dieron una cobertura de más de 400 horas a la campaña de Trump, en comparación con las de apenas 200 de Hillary, mientras que a los demás candidatos dedicaron tan solo 50 horas. Esto es lo que, en parte, contribuyó a la notoriedad y triunfo del candidato republicano.

Pero, ¿cuál sería desde un punto más sociológico la explicación al éxito cosechado por Trump? ¿Qué es lo que ha cambiado en la sociedad estadounidense para que tantos ciudadanos se decanten por un candidato populista como Trump?

La mayor parte de los votantes de Trump se sienten sin voz, por eso encontraron en el candidato republicano el portavoz de sus inquietudes; al líder que se atreve expresar lo que todos piensan, aunque no osan exteriorizarlo.

De acuerdo con las encuestas locales, los norteamericanos están enfadados. Los resultados de sondeos realizados por CNN/ORC y NBC/Wall Street Journal a finales de 2015, revelaron que el 69% de los encuestados estaban muy enfadados o algo enfadados por cómo iban las cosas en Estados Unidos, y el mismo porcentaje afirmaba estar muy molesto con el sistema político que “parece que únicamente trabaja para los de adentro, que tienen dinero y poder”. Por tendencias políticas, los republicanos - alrededor de un 40% - están más enfadados que los demócratas, en cuyo caso únicamente el 12% afirmó estar indignado. Pero también son los republicanos, los que mayoritariamente -72%- reconocieron estar muy preocupados por el rumbo de la economía estadounidense, en comparación con el 29% de los demócratas encuestados.

No obstante, tras siete años como presidente, Barack Obama se va con un nivel de aceptación de más de 50%, de acuerdo con la encuesta Gallup, algo que no ocurría desde hace tres años. A pesar de las preocupaciones expresadas por los republicanos, el mandatario estadounidense recibe a su gestión económica su mejor puntuación, al recibir la aprobación del 45% de los estadounidenses. No así es cuando se trata de política internacional, al recibir el apoyo del 34% de los participantes en la encuesta realizada por la consultora Gallup. Por eso, más de la mitad de los ciudadanos norteamericanos -65%- consideran que el país va en la mala dirección, un porcentaje similar a los que son pesimistas en lo que tiene que ver con la lucha contra la organización terrorista Daesh.

Y es en lo que tiene que ver con la imagen internacional de antaño de Estados Unidos como gran nación con lo que los ciudadanos se sienten más frustrados. Estos tienen cada vez peor opinión acerca del lugar que su país ocupa en el mundo y la manera en la que es visto. Desde 2011 hasta 2014, el porcentaje de los que consideraban que Estados Unidos se situaba por encima de los demás estados del mundo se redujo en diez puntos porcentuales - de 38% a 28% -, y la proporción de los que consideraban que había países mejores que Estados Unidos, aumentó en cuatro puntos, hasta un total del 12%. Por ende, una buena parte de la población –el 58% - veía a Estados Unidos como uno de los mejores del mundo, aunque al mismo nivel que otros.

Asimismo, los estadounidenses también ven a su país menos potente y menos respetado por otras naciones. En este sentido, cerca de la mitad de los estadounidenses consideran que Estados Unidos juega un papel menos importante y poderoso que hace una década, y el 61% era de opinión que su país era menos respetado. No obstante, cuando se trata de los poderes económico y militar, en la percepción de los ciudadanos norteamericano, Estados Unidos sigue siendo indudablemente la gran potencia.

Campaña xenófoba

Y aquí es donde Donald Trump encontró su nicho para explotar el ánimo de los votantes norteamericanos. Sus siete propuestas electorales están pensadas para “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” –el eslogan de su campaña-. Estas han creado entre el público norteamericano el fantasma del enemigo interno-exterior, al invocar hasta la saciedad que gran parte de la culpa de los problemas de los estadounidenses lo tienen los inmigrantes, ayudados por el establishment que únicamente se preocupa por los intereses de los más apoderados, dejando a los ciudadanos medios desamparados.

El tema de la inmigración es un aspecto sensible entre la población nativa estadounidense. Cerca del 45% de ellos consideran que a largo plazo la sociedad norteamericana se beneficia de los inmigrantes, aunque un buen porcentaje, el 37% considera que empeora su calidad al contribuir a elevar la tasa de criminalidad y al afectar negativamente a la economía. Cuando se trata de la presencia de estos en Estados Unidos, los estadounidenses no dudan, casi la mitad de ellos quieren que el número de inmigrantes se vea reducido, y más del 80% considera que hace falta reformar el sistema actual de inmigración. Pero dentro de la sociedad, hay distintas clases de inmigrantes. Mientras los asiáticos y los europeos son vistos con buenos ojos por la mayoría, cuando se trata de inmigrantes latinoamericanos y de Oriente Medio, las cosas cambian. Más del 37% de los ciudadanos estadounidenses consideran que el impacto del ingreso de los inmigrantes de estas regiones ha sido especialmente negativo.

Así, uno de sus puntos estrellas son los ataques recurrentes hacía los inmigrantes de origen latino, especialmente de México, que provee a Estados Unidos con “pandillas, traficantes de drogas y cárteles” que se aprovechan de las fronteras abiertas para entrar y cometer en el interior del país un “vasto número de crímenes” cuyos costes posteriores relacionados con el juicio y encarcelación, entre otros, corren a cargo de los impuestos de los ciudadanos norteamericanos. La solución a ello es la famosa propuesta de construir un muro en la frontera sur costeado por el Estado de México.

Como es normal, la propuesta de Trump fue rechazada de forma categórica por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, aunque en este caso el candidato republicano también tiene solución. Prohibir la salida de remesas de Estados Unidos hacia México, como forma de presión que llevará a una larga y compleja negociación de la que Estados Unidos saldrá ganando. Asimismo, el establecimiento de una tasa sobre las visas también podría, en la visión de Trump, financiar el costo del muro, lo que incluiría también una grabación sobre la tarjeta de cruce de la frontera por donde, cada año pasan alrededor de un millón de mexicanos.

Pero los mexicanos no son los únicos que han sufrido los ataques de flamante multimillonario republicano. Los ciudadanos de origen musulmán también, a los que Trump ha propuesto interponer una interdicción temporal de entrada en el país; una medida ciertamente populista y xenófoba. Un paso más allá, el candidato republicano ha apelado por matar a los familiares de los terroristas, una medida extremista a la vez que disparatada que va en contradicción con los Derechos Humanos.

Para que los efectos para Estados Unidos sean plenos, Trump propone la abolición de la Ley para la Protección de Pacientes y Cuidados de la Salud Asequibles, más conocida como Obamacare, de la que se beneficia también los inmigrantes ilegales y que cuesta al Estado unos 11 billones de dólares al año, según asegura. Asimismo, garantiza que de llegar a ser presidente, va a implementar una reforma laboral en la que se ponga por delante los intereses de los trabajadores estadounidenses, al favorecer, mediante un sistema obligatorio, el empleo de los nativos frente a los inmigrantes que, según asegura, estos solamente contribuyen a mantener los salarios bajos y elevar las tasas de desempleo. Estas propuestas fueron los que hizo que Trump se ganará de su lado a miembros de la asociación de extrema derecha Ku Klux Klan.

Sin embargo, las estadísticas en este caso refutan las teorías de Trump. Está más que demostrado que los inmigrantes favorecen a las economías de los países de acogida al trabajar en aquellos sectores más desfavorecidos y con mano de obra nativa escasa. Asimismo, contribuyen a rejuvenecer a la población. Desde 1965 y hasta la actualidad se ha registrado la entrada de cerca de 59 millones de inmigrantes en suelo estadounidense, favorecidos por la Ley de Inmigración y Nacionalidad. Si bien es verdad que los hispanos constituyeron el grupo más numerosos en cuanto a llegadas (51%), la mayoría de ellos mexicanos, seguidos por los asiáticos, de acuerdo con un estudio de Pew Research, está tendencia se ha revertido en los últimos años, al observarse un descenso de los inmigrantes latinos, y se espera que para 2065 sean los asiáticos, fundamentalmente chinos, los que constituyan el grupo de extranjeros más numeroso, el 38%. La entrada de los inmigrantes de origen hispano es en la actualidad una de las más  baja registrada desde hace 50 años, de acuerdo con estudios locales.

Asimismo, la hipótesis de que los inmigrantes favorecen la disminución de los salarios y a elevar las tasas de desempleo, también quedan refutadas por las estadísticas. Si bien el censo estadounidense muestra una bajada de los ingresos medios de 6.5% desde 2007 y hasta 2014, la fecha inicial revela que esto se debió a una disminución que se dio por la crisis económico-financiera que estalló en el país y que obligo a las empresas a hacer ajustes, más que algo determinado por la presencia de los inmigrantes. No obstante, el poder de compra de los estadounidenses no disminuyó en los últimos años, debido a que los precios no sufren el peso de la inflación. Esta falacia ampliamente difundida también encuentra su objeción en que los ingresos medios de los inmigrantes asiáticos en 2014 eran de más de 74.000 dólares, por encima incluso del salario medio anual de un estadounidense (53.000 dólares), que los miembros de la comunidad latina ganaba en media cerca de 42.500 dólares al año.

En cuanto al desempleo, la tasa registrada en el primer trimestre del año entre los estadounidenses blancos era de 4.6%, medio punto más baja que la del mismo periodo de 2015, lo que refleja la falta de base de la teoría de Trump.

Otra propuesta para “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” es reformar las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China, país que, a pesar de los beneficios recibidos por parte del Gobierno estadounidense, ha actuado de manera desleal al bloquear la entrada de las empresas estadounidenses en China, manipular el sistema de cambio para mantener el yuan altamente devaluado, al favorecer el robo de propiedad intelectual, y subsidiar las exportaciones desde China, modus operandi del país asiático que conlleva a una balanza comercial deficitaria para Estados Unidos.   
Por último, su explicita y fuerte apuesta por la Segunda Enmienda como derecho inalienable amparado por la Constitución  y que permite poseer y portar armas de fuego, se ha ganado el respaldo del poderoso lobby de las armas, encabezado por la Asociación Nacional del Rifle, que avaló públicamente la candidatura de Trump para las elecciones generales.

Las propuestas de Donald Trump y el fuerte respaldo de los votantes republicanos en las primarias pondrían de manifiesto el hecho de que los norteamericanos, ante todo, quieren tener un presidente autoritario que cambie radicalmente las políticas llevadas a cabo hasta la actualidad, para devolver al país el estatus de plena potencia de antaño.

El efecto se empieza a hacer visible a poco más de cinco meses de las elecciones. Los líderes internacionales, si hasta ahora criticaban y/o se mofaban de las excéntricas frases de Trump, ya están retrocediendo en sus dichos, al percibir como una posibilidad real de que el candidato republicano llegue a la presidencia. En caso de que así sea, de no moderar su discurso, tener a Trump como presidente sería una mala noticia para Estados Unidos y para el mundo. Aunque en Hillary tampoco se percibe un liderazgo capaz de recuperar la dignidad del país, lo que hace de este el peor año legislativo de la Historia de Estados Unidos.