Confianza a la griega
Javier Fernández Arribas
A nadie debería sorprender que, una vez más, las encuestas no acertaran en unas elecciones griegas. Los nuevos políticos que se ven obligados a aplicar viejas políticas merecen más confianza a la griega frente a los partidos convencionales que tuvieron muchos años para poder encarrilar las soluciones que precisaba un país muy complicado. Gana la abstención de los que están hartos de sus políticos, un 47%. Había empate técnico entre el partido Syriza de Alexis Tsipras y los conservadores de Nueva Democracia con Evangelos Meimarakis, rezaban unas encuestas que juegan un papel interesado en beneficio de quienes son capaces de manipular la percepción de los medios de comunicación para influir en la voluntad de los ciudadanos que puedan estar indecisos. Es de sobra conocido que en Grecia es muy importante ser el partido más votado porque tiene un plus de 50 diputados para favorecer la gobernabilidad. La decisión de una notable mayoría de los griegos ha sido confiar en el nuevo líder a pesar de haber aceptado las duras condiciones de la Unión Europea para acceder a los 86.000 millones de euros del tercer rescate y no hacer el menor caso al resultado del referéndum que respaldaba la negativa inicial de Tsipras a las leoninas condiciones de los acreedores. La sicología de los pueblos siempre resulta peculiar cuando se dan condiciones irregulares que empujan a la gente a elegir entre lo malo más reciente que lo peor ya sufrido durante muchos años y que se resiste a someterse a una renovación imprescindible en discurso político y, sobre todo, en maneras de actuación política y ética. Es un mensaje muy interesante en un país peculiar donde las reformas que hay que aplicar inexcusablemente pasan por congelar pensiones, subir impuestos y exigir mayores sacrificios a unos ciudadano que han demostrado capacidad de sufrimiento con un reciente corralito pero que reclaman mínimos resultados a corto plazo. Deuda y tensión asegurados.
La política hace extraños compañeros de cama como es el izquierdista Alexis Tsipras con el nacionalista Panos Kamenos que le presta los 10 escaños que le faltan para la mayoría absoluta. Tsipras ha rizado el rizo al conseguir la victoria con una política diferente pero con la llave para gestionar 86.000 millones de euros, que son buenas razones para la esperanza aunque las condiciones pasen por una serie de reformas y privatizaciones que van a poner a prueba ese apoyo electoral y el valor de la abstención.